Sergei Tretiakov

 

Arte en la revolución y revolución en el arte

(Consumo y producción estética)

 

 

 


Datos bibliográficos: Escrito en 1923 en idioma ruso, como "Искусство в революции и революция в искусстве (эстетическое потребление и производство) [Iskusstvo v revoliutsii i revoliutsiia v iskusstve (esteticheskoe potreblenie i proizvodstvo)]" en Горн (Gorn), revista del Proletkult, no. 8 (1923), pp. 111-118.
Traducción al castellano: Desde el inglés, por Luis Salvatierra, 2020.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2020.


 

 

Una mirada detallada al arte ruso actual, a los desarrollos de las actividades de los trabajadores del arte en Rusia y en el exterior revela un sorprendente grado de cohesión entre las fuerzas de los pintores y de los escritores de la derecha.

Una simple mirada a las revistas de los emigrados [de la revolución soviética de 1917] revela que por debajo del rabioso odio que se expresa hacia los creadores de la nueva Unión Soviética (los “viciosos rufianes” como llaman a los trabajadores de la revolución) hay un coro de suspiros que se refieren a los grandes escritores y artistas, de los buenos libros y de los apartamentos placenteros, acerca de los intelectuales que son la sal de la tierra. Estos bastardos sacan a relucir a todos los “grandes” –Tolstoy y Pushkin, Bruvel y Roerich – para que sirvan de artillería pesada en defensa de la grandeza del pasado (que es lo mismo que decir: “los buenos días del pasado”)

Esta pandilla de expatriados se queja y gruñe ante el ballet ruso y el teatro artístico que consuela a los filisteos extranjeros. Las páginas de sus revistas están llenas con interminables discusiones sobre los “encantadores cuentos folclóricos” y el “mundo ensoñador” en el que el teatro, las pinturas y la poesía secuestran las almas de los lectores y espectadores cansados de la vida diaria. Juntan “bellezas eternas y otras verdades inquebrantables en cuanto al florecimiento de los movimientos religiosos en Rusia. Con una persistencia aún en mayor aumento, crean visiones de esta Rusia de jengibre, de esta Rusia de música gitana romántica de restoranes, de glorietas doradas, de tartas, de troikas, de camas filisteas y de bienestar físico.

No valdría mencionar el fenómeno si existiera solamente entre los círculos de emigrados rusos. Dejen que los muertos sepulten sus propios muertos.

Pero no: el frente unido del arte emigrado tiene sus alas tenaces en Rusia. Bajo la cobertura de la Nueva Política Económica , esta basura sigue arrastrándose de cada hoyo en Rusia, pero aquí con más sigilo y cautela. Han decidido que es la hora en que la revolución debe morir (como que si la revolución fuese una racha de viento que se eliminaría cerrando la ventana); que una vez más la hora de llamar a los “mejores y brillantes” (léase: la intelectualidad burguesa) de la cultura rusa; y que no se habla lo suficiente de la conexión individual a los esfuerzos titánicos de la producción colectiva. La humanidad –que orgulloso suena por sí sola. Y en la vida diaria, la humanidad está sujeta al poder de los objetos y al medio ambiente habitual. En resumen: larga vida a la comodidad filistea y doméstica, larga vida a nuestro pasado inmoral, gloria a Dios en las alturas (él cumple con sus promesas), paz en la tierra y bienestar para la humanidad –pero “no me molesten sobre nada que esté más allá de mi propio patio trasero”.

La luz guía de esta ala reaccionaria es San Petersburgo, aquella empobrecida “especialista en las tradiciones” del gran “arte ruso”.

Y probablemente no valdría la pena escribir otra vez sobre estos grupos si no demostraran una fuerza tan poderosa en nuestro estado presente de agotamiento y si solamente uno no sintiera que ellos son la expresión de actitudes sobrevivientes.

Por otra parte, también se detecta un cierto desorden y desacuerdos en el campo de aquellos vanguardistas revolucionarios que hacen conexiones entre los asuntos de la revolución y aquellos del arte.

Cuando uno se encuentra con declaraciones campantes de los dirigentes de la prensa revolucionaria que dicen que finalmente tenemos una “vida diaria soviética”; cuando el místico Andrei Belyi es la fuente de inspiración de los poetas proletarios; cuando una ola de literatura bella aparece; cuando las novelas y narraciones se escriben para representar episodios y sensaciones revolucionarias, entonces se hace evidente de cuán poco hace el sistema revolucionario para reevaluar todos los sectores de la vida se están aplicando al arte. No olviden que hemos entrado en un período en que debemos tomar nuestros pensamientos y sensaciones que constituyen los reales “logros de la revolución” para cristalizarlos en conciencia. Hoy, el frente más crucial es el de la organización ideológica del individuo. Y esta campaña necesita la misma intensa “lucha por la conciencia” que se está dando “por la existencia” en la política y la economía. No nos aliamos a esos fatalistas, con aquellos “simplificadores” del marxismo que proponen que la conciencia nacerá “espontáneamente” cuando las formas de producción cambien. No, consideramos que todo el conocimiento que alumbran los problemas revolucionarios y que todas las sensaciones que refuerzan la actividad artística puede que realmente sean secundarias, pero que se mantienen activas. Estos factores están reestructurando a la persona y acelerando nuestro progreso en el camino hacia la construcción de una “comuna mundial de productores”.

Si decididamente este fuese el caso, entonces dentro del campo de aquellos constructores de arte no creen que la revolución sea un hecho casual o algo que cayó “de la nada” se deberían considerar cuidadosamente varios problemas fundamentales.

En lo objetivo, la revolución es un proceso histórico que cambia las jerarquías de clase y abarca una aceleración dramática en la velocidad de cambio dentro de las formas socioeconómicas. En lo subjetivo, significa la conciencia de nuevas tareas y nuevas herramientas para que las haga un individuo organizado según los intereses de su colectivo.

¿No es el arte un proceso productivo dentro de otros modos de producción? ¿Qué clase de relación tiene el arte con la vida? ¿Cuál es la función del arte con la posterior?

¿Tienen las obras de arte un valor absoluto o están subordinadas al principio de la relatividad que es el núcleo de la dialéctica marxista? ¿Qué gatilla la producción de productos estéticos (obras de arte), y qué condiciona el consumo de estos productos por el colectivo?

Desde la perspectiva del comunismo, ¿en qué dirección que se debería desarrollar y consumir esta producción? ¿Las tareas de la revolución en el ámbito del arte se resuelven en la representación y el reflejo, o el arte se ve enfrentado a tareas organizacionales y constructivas que no se han cumplido con las formas que han existido hasta ahora? ¿Qué tipo de cambios a los principios de la “forma y contenido” ordena la revolución?

Estas son algunas de las preguntas que exigen la máxima atención de quienes creen que todas las formas de actividad humana (incluyendo el arte) deberían estar subordinadas a las tareas fundamentales de la organización.

A pesar que no estamos haciendo esta pregunta por primera vez, se debe decir que los constructores de la nueva vida, de alguna manera, la ignoraron. Este asunto no llegó a ser uno de los puntos centrales en las batallas entre las ideologías estéticas viejas y nuevas. Se les consideró solamente en forma parcial. Muy pocas veces se les consideró en forma profunda. Por lo común la gente simplemente las hacía a un lado y, en cambio, preferían proseguir ciegamente, orientándose no mucho en cuanto al “futuro a crear” sino en la misma “vieja cultura del ayer”. El resultado fue algo parecido a una disputa escolástica entre pedantes: como las escrituras (la cultura vieja) era la misma tanto para revolucionarios y reaccionarios, la disputa se centraba solamente sobre a cuál dirección se debería dirigir la interpretación de estas escrituras al aparato criticado.

Por lo tanto la pregunta se refiere a cómo fortalecer nuestras posiciones y a cómo definir y activar la lucha en contra de aquellos que están resucitando las viejas estéticas del gusto.

¿Cómo resolvieron estas preguntas sobre el arte y su relación con la vida durante el tenso período de la revolución los que verdaderamente dirigían la energía revolucionaria?

Hay consignas: ¡Arte para todos! ¡Arte para las masas! ¡El arte a las calles!

Estas consignas parecen ser vagas al tomar en consideración que el arte tiene dos aspectos: la objetivación de experiencias y sensaciones privadas en una (creación) material, y el efecto de las formas creadas en las mentes humanas (percepción).

Bajo estas condiciones de la sociedad burguesa, estos dos aspectos se distribuyeron entre dos grupos claramente distintos. El grupo de aquellos que percibían –una audiencia pasiva que usó gran parte de su vida a trabajos que no deseaban ni tenían una finalidad- se dedicaban a llenar su tiempo con una actividad que les daba algún goce e interés y eso aumentaba los espíritus con un mínimo de gasto de energía. La gente buscaba algún lugar donde poder escapar de la monotonía e insipidez del diario vivir. Y los pintores, poetas, músicos y actores fueron a su rescate. Bajo las marcas de la edificación, perfección y visiones espirituales trascendentales, se les ofreció una vida ficticia que era diferente de las propias vidas de las personas y que aceptaban tristemente, pero sin fallar. A la gente se le transportaba a épocas diferentes, a otros ambientes, hacia fantasías. El arte fue un truco embrujador con calidad casi hipnótica. Se trataba de un narcótico que en la mente humana creaba una vida diferente que era paralela a la vida real. Esta otra vida puede haber sido espectral, pero era mucho más atractiva por esta misma razón.

El artista se transformó en un brujo e ilusionista, un adivinador y un profeta que recibía sus talentos desde el cielo. A sus destrezas para procesar material se le llamaba “genio” –una palabra que condecía un cierto sentido de milagroso. En oposición a este arte, nació el realismo y el naturalismo, cuya tarea fue reflejar la vida tal como es. Pero esta segunda corriente tendió hacia el fotografismo, hacia la ilustración de la vida diaria y de la historia de las actividades de la sociedad. Como el realismo y el naturalismo solamente registraron lo que ya estaba allí, se arrastraban detrás de la vida, por lo general sistematizándola, pero muy pocas veces organizándola en la dirección hacia las formas deseadas.

Debemos subrayar la importancia del movimiento artístico que desarrolló métodos para la utilización deliberada e intencionada del material artístico (palabra, color, sonido, materiales sólidos). Desarrolló estos métodos en sus laboratorios al concentrar toda la atención del artista sobre el material que se le presentaba y en los medios de tratamiento y organización (composición). El eje principal de este movimiento estaba conectado con los grupos de izquierda que tendían a producir la psicología humana activa y diestra.

La psicología de la persona de trabajo ya emergía en la antesala de la revolución. Sus características: un esfuerzo siempre gozoso para sobreasar el fenómeno caótico e inerte y el incansable desarrollo de nuevos métodos de organización.

El trabajo artístico integró al arte a las filas de los procesos ordinarios de producción ordenada que usaba materiales lingüísticos, cromáticos, plásticos y musicales de la manera más expedita. Sin embargo, en la mayoría de los casos a este trabajo no se le consideraba revolucionario. La calidad revolucionaria de la creación típicamente sólo significaba el uso de un tema o imagen revolucionaria en la obra. Y es por eso que, en la creación poética y artística de nuestra época, la revolución sigue siendo un “acontecimiento” acerca de lo que la gente escribe, que la gente describe. Este fenómeno se llama temática revolucionaria. Solamente ha cambiado el tema. Todo el resto ha quedado con el arte viejo que se ha separado de la vida o que va retrasado a ella. La gente que ya había estado usando líneas métricas de verso medidos y regulares para alabar a la noche estrellada, el aroma de las flores o su melancolía y nostalgia ahora comenzaban a alabar la revolución: tea-incendia, excelente-valiente.

Lo mismo que en una cárcel circular, la gente se ve forzada a mirar la revolución a través de una pequeña ventana de verso. Al mismo tiempo, un lenguaje totalmente nuevo y económico se desarrolla paralelo al are, y muy independientemente de él: es-ef-es-ar [RSFSR], dipsov [diputado soviético], cheka [policía especial para combatir la actividad contrarrevolucionaria], sorabis [Trabajador Soviético del Arte]. Desde su tribuna, el orador tira descripciones precisas, palabras compactas, sarcasmos y consignas hacia la gente. ¿Es tan importante la forma en que algunos ensalzan la revolución? Por supuesto, la revolución ha cambiado fundamentalmente la manera en que en que él ve, siente y nombra todos los objetos que le rodean. Hasta en el tiempo de la revolución, el arte retuvo calidad de culto, su función ornamental y permaneció incólume al materialismo dialéctico que le asigna una función secundaria a todos los objetos y fenómenos dándoles un propósito práctico. El poeta se encontró cumpliendo las funciones de sacerdote que entra a la misma vieja iglesia para hacer la misma vieja liturgia, aunque ahora se celebra a Marx en vez de a Cristo.

Es verdad que alguna gente propuso el principio del arte de agitación, es decir, el uso de las obras de arte en vistas a la persuasión, la instrucción y el recuerdo. Pero aquí también se olvidaron de dos cosas: (1) ¿Por qué debería la “orden” del poema y el afiche de agitación deberían ser más atractivos que una resolución, un comando, un borrador o un diagrama? y (2) ¿No sufre la fuerza agitativa de un poema si se compone usando las mismas formas que previamente se usaban para distraer a la persona del momento presente, práctico?

No cabe duda, el poema siguió siendo poema, el afiche siguió siendo una imagen, es decir, organismos estéticos aislados. Y todo el entorno del discurso del ser humano viviente siguió incólume, que sigue en un estancamiento continuo de aburrimiento e inexpresividad. Entendemos de los versos que la revolución es grande, colorada y mundial; que es tremendamente entretenida, una explosión, sagrada, etc. Pero casi nadie nos ha mostrado qué tipo de palabras se pueden usar para nombrar los objetos que rodean a la persona inspirada por la revolución. Indudablemente, al darle un nuevo aspecto a las relaciones de uno con el mundo es una precondición para la acción revolucionaria.

Y ahora – sobre el otro lado de los procesos de la producción artística: el consumo colectivo de las obras de arte.

Se puede pensar que la casta de especialistas que, en el “transporte de la inspiración”, trajo de los cielos la llama sagrada de las palabras e imágenes expresivas, de las combinaciones cromáticas y acústicas – alguien podría pensar que esta casta se acabaría con la revolución. Todos deberían hablar y moverse expresivamente, pintar todos los objetos en colores expresivos e introducir a cada objeto que ellos crean el mismo grado de precisión, calidad y atención que hasta ahora lo tenían solamente los especialistas que se dedicaron a este tema –los buscadores de la forma, los trabajadores del arte. Recuerden que en la juventud cada persona dibuja, baila, inventa palabras precisas, canta. ¿Por qué entonces crece para hacerse extremadamente inexpresivo? ¿Y solamente a veces va a admirar la “creación” de un artista? ¿No se origina esto dentro de las condiciones del trabajo capitalista que transforma los procesos laborales en una maldición y en que la gente siempre se urge por momentos de tiempo libre? ¿Es normal convertir a un trabajador especializado en un espectador-consumidor? ¿Y por tanto perder sus instintos creativos activos?

¡El arte para todos! Esta consigna debería haber significado el más alto grado de destreza y adaptabilidad en todas las actividades prácticas de uno –si se habla, lija madera o afila al convencer una audiencia, comanda un ejército, camina por la calle o cose un vestido. La felicidad de transformar materia prima en una forma socialmente útil, combinado con la habilidad y la persecución intensa de la forma más expediente: Esto es lo que debería llegado a ser “arte para todos”. Cada persona debería ser artista, el maestro absoluto de lo que esté haciendo en ese momento.

Pero a cambio, en vez de entender el proceso de trabajo socialista como algo tanto feliz como necesario, a la gente se le da el mismo arte viejo que se desarrolla paralelo al arte. “Arte para todos” solamente llega a ser una mera democratización del arte viejo. Los objetos de la creación artística son posiblemente accesibles a toda la gente: salas de concierto, teatros, galerías de artes visuales están llenas de masas trabajadoras. En vez de reconocer el verso como un intento preliminar para organizar el lenguaje humano vivo; en vez de tomar el teatro como la primera iniciativa hacia una construcción de la vida rítmicamente coordinada, etc., la gente nuevamente “absortas en la contemplación” y están “experimentando la vida indirectamente”.

Por el contrario, esta democratización del arte tomó las obras de arte que alguna vez transportó a los maestros de la vida previos al “mundo del arte” y les transformó en divanes elegantes de la vida de los nuevos maestros, los proletarios. El ambiente burgués y las odiadas condiciones de trabajo solamente atrincheraron el deseo habitual de pasar el tiempo de descanso en una contemplación estática, abismados por los encantos del verso, la melodía y el baile.

¿Existen mentes realmente responsables, dirigentes en la esfera del arte “revolucionario” que, por ejemplo, dicen que el teatro es una “manera de pasar el tiempo de descanso del proletariado agotado tras un día de trabajo”? Debemos recordar que fue la maldición del trabajo forzado la que generó esta necesidad actual. Fue esta maldición que preparó a la gente a asimilar la neblina de la “cultura burguesa” que impregnó la pasividad y la contemplación: el arte fue la mejor manera para escapar de de sus rutinas prefabricadas hacia otros mundos. Por ejemplo, Estados Unidos, donde tienen la “Asociación de Hombres Jóvenes Cristianos”, una organización colosal apoyada por financiamiento capitalista, fundada para llenar el tiempo libre de las clases trabajadoras con actividades parcialmente religiosas, parcialmente estético-contemplativas, y por consiguiente impregnarles con la psicología inerte de agradarse con la satisfacción pequeñoburguesa. ¿Es esto lo que deseamos?

La democratización del arte de la manera en que se practica hoy puede que tenga una cualidad positiva: nos da un servicio educativo al familiarizar a las masas con las expresiones estéticas de las generaciones precedentes. El verdadero “arte para todos” nunca debería consistir en transformar a toda la gente en espectadores, sino lo contrario: consiste en dominar aquello que previamente fue la propiedad especial de los especialistas del arte –dominar todas las cualidades y habilidades necesarias para construir y organizar la materia prima. Eso es lo primero. Lo segundo es la participación de las masas en el proceso de “creación”, que hasta ahora solamente han usado los individuos para conducir sus “liturgias”.

En su movimiento, nuestras vidas prácticas, en sus ascensos y descensos, descubrimientos y catástrofes, alegrías e infortunios; nuestra vida que al colectivizar la producción y el consumo está forzando a la individualidad separada a juntarse en el bloque pétreo de la colectividad; nuestra vida en su totalidad –este es el único tema importante y esencial alrededor del cual se deberían organizar la palabra, el sonido, el color, el material y la actividad humana.

En relación con la revolución y las perspectivas que posibilita debemos presentar e investigar el problema del arte como producción y consumo estético –el problema de las interrelaciones entre arte y vida. En cada momento, todas las manifestaciones de la vida práctica deben estar coloreadas por el arte. Todos deben llegar a ser un artista/constructor de su vida. Quizás versos líricos –los fuegos artificiales de la iluminación poética y la reencarnación- desaparecerán de nuestro mundo. Pero sobrevivirán como modelos ejemplares de la reconstrucción del lenguaje. El centro de gravedad del arte estará situado en la vida misma, en las líneas y formas de sus objetos, en el lenguaje diario, en los sonidos de las fábricas, puertos, calles, tractores y reuniones obreras. Para cada cual según sus necesidades: tal es el precepto de la revolución. La atención de los constructores de nuestra vida se debe enfocar no en las obras de arte perfectas, sino en el individuo perfecto, lleno de destrezas organizativas y del deseo de vencer los obstáculos que están en el sendero hacia la pericia total de la vida.

Una ciencia con estas finalidades está naciendo ahora, y está saturando todos los procesos de producción de la revolución social con el más alto grado de perfección, productividad y felicidad.