Leon Trotsky

ORDEN No.62


Escrito: 20 de noviembre de 1918
Fuente de esta edicion: MIA.org
Traduccion: Matteo David, enero 2019.


Por el Presidente del Consejo Militar Revolucionario de la República y el Comisario del Pueblo de Asuntos Militares y Navales, al Octavo Ejército, 20 de noviembre de 1918, no.62. En la estación Liski. [Secreto].

La mayoría de las unidades del VIII Ejército se distinguen por su extrema falta de firmeza. Todos los regimientos con frecuencia se desintegran cuando van al choque con las unidades enemigas insignificantes y sin mucha firmeza. El colapso de estas unidades obligo al mando del octavo Ejército que se detenga en las brechas que tuvieron que renovar unidades apenas compuestas. Estas unidades sufren el mismo destino, es decir, que a menudo se rompen a la primera prueba en su batalla. La única manera de poner fin a esta situación y mejorar la firmeza del ejército es a través de un sistema de medios organizativos, educativos y represivos introducidos con la mano firme desde arriba.

En primer lugar, el personal de mando se debe tomar de la mano. Los mandos de las unidades se han acostumbrado a violar las órdenes militares con impunidad, y se refiere, a la voluntad o a falta de voluntad de sus unidades, para justificarse. Algunos mandos responden así a las órdenes militares: "Mi unidad no marcha... Mi unidad está cansada y no avanza... Mis soldados no han recibido, cuando deberían hacerlo, su salario o una cuestión de ropa interior de abrigo: No seguirá avanzando hasta que consiguan lo que les es debido" Un mando que es capaz de dar tales respuestas es un loco o un criminal.

En nuestro Ejército Rojo no hay antagonismo de clase entre la masa de los soldados, por un lado, y los oficiales y el Gobierno, por el otro. La opinión pública del proletariado exige una estricta disciplina en forma unificada por parte de los soldados. Nuestros soldados que se subordinan incondicionalmente a sus mandos, si este último lo hacen con su deber de garantizar el cumplimiento de las órdenes a toda costa, a cualquier precio.

El mando que no se tiene confianza y no está preparado para asegurar la sumisión a una orden militar no es capaz de dirigir soldados, y debe ser reducida a las filas de su propio regimiento.

Los mandos a menudo muestran negligencia extrema y descuido en materia de comunicaciones, el pase de centinelas y de seguridad, también en sus informes operacionales y de inteligencia. La disciplina más firme se debe establecer en este ámbito. La más mínima desviación de los requisitos y normas de procedimiento militares deben ser rerpochadas conforme a ley marcial. Una actitud tolerante por los mandos en estas cuestiones en lo que respecta, deben hacerlos susceptibles de ser llevados ante el Tribunal Revolucionario, ya que constituye uno de los delitos más graves.

Es necesario establecer de una vez por todas, como una regla inquebrantable, que todos los oficiales Rojos sean responsables de sus unidades, y todos los intentos de esconderse detrás de las espaldas de las unidades deben ser castigados severamente.

En sus despachos, los jefes de unidad a menudo hablan de retiros que dicen se han verificado tambien después de algunas horas de "intensos combates" y de "enormes pérdidas" sufridas en la batalla. En la mayoría de los casos la lucha tenaz uno comprende es el mismo intercambio de disparos desordenado y sin sentido sin un objetivo definido, que resultan un gran desperdicio de munición, pero no un avance. Las enormes pérdidas uno comprende, en la mayoría de los casos, las deserciones y la ruptura de las unidades. Es necesario que los mandos se den cuenta, bajo la amenaza de las penas más severas, que su deber es ser preciso y concienzudo, y en sus informes operativos para dar las cirfras, aunque sólo sea aproximadamente, de muertes y heridos, y no para silenciar los casos de deserción, sino llamar a esto por su verdadero nombre.

Los Comisarios deben recordar que son responsables de la moral de sus unidades y por la conciencia de la labor de los mandos. Un comisario que refrenda un informe deshonesto por un mando comete un delito muy grave. Durante la batalla un comisario debe, sobre todo en los momentos críticos, mantener el personal de mando inferior bajo observación. En aquellas dependencias donde el comandante del regimiento y la compañía y los comandantes de pelotón permanezcan en su puesto y con confianza conducir a sus unidades, para que el pánico no se produzca, los soldados saben que están bajo la dirección de la compañía, confían en sus jefes, y que cumplan con su deber. El Pánico, el desorden, el abandono, la desintegración son principalmente responsabilidad de los mandos, y por lo tanto de los comisarios. Cada comisario debe, después de cada revés sufrido por su unidad, considerar cuidadosamente dónde reside la culpa principal, el informe de los mandos indignos, y, en su caso, la detención sobre quienes se evidencio actitudes egoistas en el lugar, si bien no se oponían a que lleve el título de comandante en las circunstancias pacíficas, se esconden detrás de las unidades cuando la lucha comienza, y les incitan a retirarse a un lugar seguro. Es deber del comisario ver que el Tribunal Revolucionario dispare a tales sinvergüenzas. Es necesario, con mano de hierro, que los comandantes, y a través de ellos a todos los soldados, a entender que un ejército no existe para la diversión y tampoco para pasar el tiempo tranquilamente, sino para la profesión dura de la guerra, para proteger a la fuerza de los brazos de la libertad e independencia de la tierra de trabajo. El peligro, las heridas, la muerte, todos son un aspecto inseparable de la vida de un guerrero. El tener miedo les significa la destrucción de todo el significado de la existencia del ejército. Nuestro Ejército Rojo se ha dado un objetivo noble que sin sacrificios puede parecer ser demasiado grandes para su consecución.

Debemos erradicar de una vez por todas las ideas mismas de que los crímenes contra el servicio militar, ya sean cometidos por individuos o por grupos, se puede dejar en la impunidad. Una incansable lucha debe librarse contra la deserción. Para los desertores evidentes y notorios sólo puede haber un solo castigo, con el fusilamiento. Todas las ejecuciones deben ser publicadas en las órdenes del ejército, con los nombres de los ejecutados, los nombres de sus unidades, y, en su posibilidad, las direcciones de sus familias.

En los casos donde las circunstancias especiales - en primer lugar, la culpa de los comandantes - inducir al Tribunal condicionalmente de volver a los desertores, o de hombres sospechosos de deserción, a las unidades activas, estos hombres bajo condena condicional deben ser obligado a usar distintivos collares de negro, para los que les rodean sepan que, en la primera ofensa por parte de aquellos soldados nuevos perdonado de forma condicional, no puede haber piedad ni reiteracion de clemencia. Si, durante un retiro, un soldado tira su rifle, sus botas, o cualquier parte de su uniforme, equipo o armamento, el costo de los artículos en cuestión se intentara de recuperar a través de deducciones de la paga del soldado. Dependiendo de las circunstancias en que se causen las pérdidas, las deducciones podrá efectuarse hasta el monto total de la retribución del soldado a lo largo de un cierto periodo de meses.

Junto con los medios punitivos, los incentivos también son necesarios. Los Comisarios y mandos deben recompensar pendiente de guerra del Ejército Rojo con los regalos, pagos de dinero, y la Orden de la Bandera Roja, y los regimientos más valientes deben ser presentados con las banderas de honor.

Al mismo tiempo, los órganos de suministro del Octavo Ejército, que en el trabajo presente muy mal hecho de verdad, se debe establecer adecuadamente. La actitud hacia el trabajo de las personas a cargo de los servicios de abastecimiento es puramente formal y burocrático - no sólo no es mejor, sino lo que es peor, que en el viejo ejército zarista. La tarea de abastecimiento no consiste en la cobertura de uno mismo, en lo que se refiere al Gobierno, por medio de telegramas, informes y cuentas que son más o menos ficticias. Consiste en llegar a todos los soldados de todos los artículos necesarios para la ropa, la alimentación, armar y equiparlo. Hasta ahora, los jefes de los servicios de abastecimiento del Octavo Ejército no han logrado obtener los artículos necesarios desde el centro ni para distribuirlos en forma planificada y con tiempo suficiente.

Me permito recordar a todos los interesados que todo el mundo que prestan servicios en una institución militar está en servicio de la guerra, y que cualquier descuido, imprecision o negligencia, y (más aún) la falta de conciencia, serán sancionados de conformidad con la ley penal.

Este pedido ha de ser transmitida en forma impresa a todos los comandantes y a todas las personas que sirven en el Cuartel General y en los órganos de aprovisionamiento, a través de los comisarios, para la firma personal. Todas las firmas deben ser enviadas, a través del Cuartel General del Octavo Ejército, al Consejo Militar Revolucionario del Frente Sur. ●


Volver al Indice