Leon Trotsky

LA SITUACIÓN MILITAR

 


Escrito: 9 de noviembre de 1918
Fuente de esta edicion: MIA.org
Traduccion: Ceip.org aquí.


 

Informe ante el Sexto Congreso de los Soviets[1] 9 de noviembre de 1918

Durante los cuatro largos meses transcurridos desde el Congreso de julio, han tenido lugar grandes cambios en la situación mundial y en la vida interior de todos los países, cambios que se han reflejado directamente en la vida y el desarrollo de nuestro Ejército Rojo.

Cuando en los memorables días de julio atravesamos una de las crisis más graves en los nueve meses de existencia de la República soviética, nuestro Ejército Rojo era aún débil y -lo que aún era peor- su desarrollo ulterior era puesto a menudo bajo signo interrogativo, incluso en los propios medios soviéticos. A muchos camaradas les parecía dudoso entonces que pudiera crearse en breve plazo un Ejército Rojo instruido, unido y apto para el combate, en condiciones de extrema fatiga de toda la población masculina adulta y cuando el organismo económico de la República estaba debilitado y agotado.

En julio, como recordarán, un partido que ocupaba determinado sector en esta sala contraponía por principio los destacamentos guerrilleros al ejército obrero y campesino. Desde el partido de los SR de Izquierda, entonces existente, se nos decía que un régimen revolucionario no puede crear ejércitos regulares y debe limitarse a crear unidades de guerrilleros. Esto era un absurdo peligroso.

Los destacamentos guerrilleros corresponden al período de la lucha por el poder y a los primeros tiempos, la infancia, del desarrollo del poder. A medida que la clase dominante comienza a utilizar el poder para objetivos militares, pasa del artesanado guerrillero a la edificación metódica del Estado, y debe crear un ejército regular. Yo creo, camaradas, que aquí, entre nuestros diputados, no se encuentran ahora unas centenas, ni decenas, e incluso ni unidades, para apoyar el grito de entonces de los SR de izquierda: "Vivan los destacamentos de guerrilleros?, en oposición al grito que había resonado aquí: ?Viva el ejército obrero y campesino."

Entonces, en julio, nuestro ejército estaba enfermo. La situación era la siguiente: por un lado, la descomposición penosa del viejo ejército, que al disgregarse descomponía a las nuevas unidades que habíamos formado; por otro lado, estas unidades, que sufrían las enfermedades normales de la juventud, estaban soldadas aún de manera precaria y no poseían ni una mínima tradición de combate. En estas condiciones retrocedíamos cada vez que nos enfrentábamos con unidades del enemigo un poco organizadas. Así sucedió, por ejemplo, cuando los checoslovacos nos atacaron en el frente del este. Pero poco a poco comenzaron a crearse unidades sólidas y a medida que fueron creciendo, la situación se modificó.

Antes, las unidades del Ejército Rojo revelaban muy escasa capacidad militar y perdíamos una ciudad tras otra. Abandonamos el Volga, entregamos parte de Siberia.

Cuando los anglos franceses desembarcaron en Múrmansk, y después se apoderaron de Arcángel casi sin combate, descaradamente, nos encontramos ante el peligro concreto de que el frente norte anglo francés se uniera con los guardias blancos en el este, el Volga y el Ural. Este inmenso peligro al Norte y al Este conmocionó a la República soviética.

Incluso después del Quinto Congreso de los soviets, que terminó a comienzos de julio, seguimos retrocediendo durante todo un mes. En los primeros días de agosto perdimos Kazán, centro de operaciones donde tenía su sede el Consejo militar del frente del este. Nuestra incapacidad para conservar Kazán simbolizaba el nivel extremadamente bajo del desarrollo del Ejército Rojo.

Después, por fin, se inició el viraje que se realizó muy rápidamente. El viraje se operó no tanto en el seno del Departamento militar como en toda la Rusia soviética. Todos comprendieron, por primera vez, que el país se encontraba mortalmente amenazado y que el Departamento militar y el Ejército Rojo obrero y campesino debían liberarse de este peligro con sus propias fuerzas y con la ayuda de toda la clase obrera rusa.

Nos dirigimos al Soviet de Petrogrado, al Soviet de Moscú, a los sindicatos, a los comités de fábrica y a los soviets provinciales más avanzados, que estaban lejos aún de igualar a los de las capitales revolucionarias. Todas estas organizaciones enviaron a la flor y nata de sus cuadros, a los mejores y más abnegados proletarios, al frente del este.

Estos camaradas, miembros de los sindicatos y empleados de diferentes comisariados se integraron en el ejército obrero y campesino aún difuso, desorganizado, y crearon allí, como ya he informado en el Comité Central ejecutivo, la columna vertebral, sólida y flexible, del ejército. Sin estos miles de cuadros soviéticos y de proletarios avanzados, el Departamento militar no habría podido hacer frente a su tarea. Gracias únicamente a su abnegación extraordinaria, no sólo no entregamos Nijni- Novgorod, Vyatka y Perm, y no permitimos a los checoslovacos enlazar con los anglofranceses, sino que, al contrario, pasamos en estos frentes a la ofensiva, la cual se desarrolló cada vez con más éxito y nos condujo en unas cuantas semanas a limpiar todo el Volga de guardias blancos. Debo declarar ante la asamblea más autorizada de la República que estas victorias las debemos, ante todo, a los Soviets de Moscú y Petrogrado, en la persona de los proletarios lanzados por ellos al frente. En el Ural nuestros éxitos no se produjeron con la rapidez deseada. Aquí la mayor dificultad consistió en que se iniciaron motines de guardias blancos en las fábricas de Ijevsk y de Votinsk, y estas fábricas se transformaron en puntos de apoyo de las fuerzas de los guardias blancos y de los checoslovacos, proporcionándoles municiones y ametralladoras. La contrarrevolución logró arrastrar a la rebelión no sólo a Kulaks sino también, indiscutiblemente, a una parte de los obreros, que se sumó bajo coacción. Comenzó la lucha por estos centros esenciales de aprovisionamiento militar, y esta lucha distrajo fuerzas destinadas a la ofensiva contra Yekaterinburgo y otros puntos del Ural. Pero he aquí que ayer hemos sabido sobre la toma de las fábricas de Ijevsk por los regimientos del Ejército Rojo. La bandera del poder soviético ondea sobre ellas al cumplirse el aniversario de la República. Todos los puntos restantes serán liberados en breve plazo. Ahora esas fábricas abastecerán a nuestro ejército de municiones, ametralladoras y todo lo necesario. Lo cual nos permite esperar que en el curso del período próximo progresemos en el frente más cercano. Y los éxitos se sucederán con ritmo más rápido.

Puede esperarse que en el período inmediato los anglos franceses tengan que renunciar a la idea misma de crear un frente noreste unido. Según datos que obran en nuestro poder, en el frente norte los anglos franceses y los checoslovacos han perdido la esperanza en el éxito y existen signos indudables de que la descomposición cunde en el ejército de desembarco. Del frente de Kotlas nos comunican que, por primera vez, pasó a nuestro lado un destacamento de 58 soldados ingleses.

Todo es empezar: cincuenta y ocho, naturalmente, no es mucho, pero debe tenerse en cuenta que hay muy pocos ingleses en el frente norte, y su situación irá empeorando con el invierno. Es seguro, por eso, que los ingleses se verán obligados muy pronto a retirar sus tropas de desembarco si no quieren correr el riesgo de verlas disgregarse completamente.

Durante el invierno, por tanto, el país no está amenazado de peligro alguno en el frente norte. Es indudable, repito, que el enemigo no cuenta, por ahora, con ese frente.

En el Este las operaciones serán llevadas adelante en la dirección indicada, es decir, en el sentido de una ofensiva sistemática y metódica de nuestra parte. Es legítimo, camaradas, manifestar impaciencia porque la capital del Ural, Yekaterinburgo, sigue en manos de nuestros enemigos.

Pero al mismo tiempo deben constatar que nuestra ofensiva en el frente oriental es extremadamente regular, metódica, sistemática, sin guerrillerismo alguno.

Aquí estamos protegidos contra toda sorpresa. Lo cual no impide que nuestros destacamentos guerrilleros -siguiendo las directivas del centro, transmitidas por los comandantes de los ejércitos regulares- actúen en los flancos de nuestro frente ofensivo y en la retaguardia profunda del enemigo, y actúen con éxito considerable.

En el frente sur, camaradas, las cosas marchan, por ahora, peor que en el frente norte y sobre todo que en el frente este [2]. Nuestro ejército en el frente sur se ha formado por vías diferentes que en los otros dos frentes.

El enemigo no es el mismo y el curso de las operaciones militares se desarrolla de distinta manera.

Hasta los últimos tiempos el frente del sur fue, por así decirlo, nuestro pariente pobre; se le trataba con descuido porque era necesario, claro está, concentrar la atención, las fuerzas y los medios fundamentales, en el frente norte. Allí estaban los ingleses, franceses y checoslovacos, y en el frente oriental comenzaban a asomar los norteamericanos y japoneses. Pero inesperadamente ha surgido también un peligro demasiado grande en el frente sur más próximo, donde actúan las bandas de Krasnov. Y durante el primer año de la revolución nos hemos acostumbrado demasiado fácilmente a ajustarles las cuentas a la contrarrevolución interior y a nuestra burguesía, a las bandas de Krasnov y Kaledin, con ayuda de destacamentos obreros improvisados, mal organizados, de uno o dos millares de obreros de Petrogrado sin instrucción militar, que tomaban los fusiles y se las arreglaban muy bien. De ahí nuestra actitud negligente hacia el frente sur, nuestra impresión de que antes o después acabaríamos allí con nuestros enemigos. Este es un aspecto de la cuestión. El segundo consiste en el proceso mismo de formación de las unidades que ahora cubren nuestro frente sur. Sus componentes son originarios en gran medida de Ucrania, de la región del Don, del Kubán, del norte del Cáucaso. Hay excelentes unidades fogueadas, que han pasado por pruebas difíciles durante la guerra de guerrillas. Tienen comandantes que han compartido con nosotros todas las adversidades y todos los méritos de los combates, durante muchos meses, en Ucrania, en el Don y en el norte del Cáucaso, pero al mismo tiempo estas unidades poseían y poseen aún -más que las restantes unidades en los otros frentes- los rasgos negativos del período guerrillero. Cada comandante guerrillero consideraba su unidad, su destacamento -rebautizado después por él mismo división-, como un mundo cerrado. Exigía a los soldados de su división una disciplina severa, incondicional, y a menudo sabía mantenerla. Pero al mismo tiempo no era disciplinado frente a las instancias superiores. Esto era frecuente, y no resultaba fácil convertir tales fuerzas en unidades regulares, en divisiones normales de un ejército centralizado. Para resolver semejante tarea necesitábamos gran cantidad de cuadros comunistas, de militantes aguerridos de la revolución, y con este fin recurrimos de nuevo a los Soviets de Petrogrado y Moscú, haciéndoles ver la importancia extrema de disciplinar y unificar el frente del sur según el modelo del este. Ambos soviets nos dieron una vez más centenares de cuadros para el frente sur. Pero esto ha tenido lugar en los últimos días y seguramente ahora están siendo distribuidos por las diferentes unidades. En el frente sur no había hasta ahora comisarios ni en los regimientos, ni en las divisiones, y aquellos de entre vuestros camaradas que tienen alguna relación con el ejército saben el inmenso papel desempeñado por los comisarios reclutados entre los cuadros veteranos del partido. Como comandantes no tenemos más que hombres jóvenes, antiguos soldados cuya atención y energía se concentra totalmente en el aspecto militar de la cuestión, mientras que las tareas de control político y de formación revolucionaria de las tropas recae naturalmente, en el otro jefe, el Comisario, a cuyo puesto y significación se ha dado gran relieve. Pero en nuestros ejércitos del sur, muy importantes numéricamente, casi no había unidades con comisarios, a excepción de los regimientos y divisiones trasladados recientemente a ese frente, o que están siendo trasladados. Sólo ahora se crea allí un aparato de comisarios. Nuestros enemigos denominan a nuestro régimen, régimen de comisarios. En lo que se refiere a nuestro ejército obrero y campesino estamos dispuestos a adoptar ese título que nuestros enemigos nos dedican injuriosamente. Sí, nuestro ejército se apoya en los comisarios, y puesto que en ellos descansa, podemos llamar a nuestro régimen revolucionario régimen de comisarios. Si nos dan comisarios bien aguerridos, capaces de morir, nuestra causa estará en buen camino.

Camaradas, repito lo que he dicho más de una vez en el Comité Central ejecutivo. No conozco una sola unidad con un comandante firme y un comisario firme que haya retrocedido con pánico, que haya mostrado cobardía y que tenga muchos desertores. En cualquier unidad hay siempre, aunque sólo sea un núcleo de soldados revolucionarios, consciente y experimentado; un núcleo de comunistas, de fieles adalides de la lucha por el socialismo. Si el comisario está siempre en su puesto, soldado inflexible de la revolución; si en el momento de mayor peligro se pone en primera línea, ante su unidad, y dice: "ni un paso atrás", ese comisario será apoyado por los mejores soldados, y la conducta de todos los soldados quedará entonces garantizada, porque cualquier unidad, incluso si es poco consciente, lleva en el fondo de su alma la voz de la conciencia que le dicta: "No hay que traicionar, no hay que desertar". Incluso si el personal de mando se calla -es sabido que el instinto animal puede acallar la conciencia- basta que la voz del deber resuene: "camaradas, ni un paso atrás", para que la unidad no retroceda. No conozco caso alguno de pánico en esas condiciones. He ahí por qué hemos introducido una regla que puede parecer dura a algunos pero permanece en vigor: por cada retirada con pánico, por cada deserción, los primeros responsables son el comandante y el comisario. Si no han tomado las medidas necesarias, si quedaron sanos y salvos, si desertaron junto con su unidad, serán los primeros en caer bajo la espada afilada de la justicia revolucionaria. Al parecer, algunos camaradas consideran, y lo han dicho, que procedemos con excesiva crueldad, sin piedad. En general, nuestra época es cruel e implacable para con la clase obrera, obligada a defender su poder y su existencia contra un tropel de enemigos exteriores. Si queremos no sólo conmemorar el primer aniversario de la República sino defender el poder soviético, conquistar el futuro de la clase obrera y del campesinado trabajador, nos vemos obligados en estos tiempos crueles a ser implacables con cualquiera que en nuestras propias filas, y una vez situado en un puesto responsable, no despliegue el máximo de energía, de valor y de firmeza. Y no hay puesto más responsable que el de comisario. Es seguro, camaradas, que con una orientación proletaria tan firme como esta será llevado a cabo en el frente sur, muy rápidamente, un trabajo positivo en materia de disciplina, cohesión y organización del ejército allí desplegado.

Yo he visitado los ejércitos dislocados en los frentes de Voronej, de Balacho, de Tsaritsyn y de Astrakán, examinando de la manera más atenta y detallada su estado, y puedo decir con plena conciencia que tenemos en el Sur un buen ejército, muy numeroso, mucho mayor de lo que muchos de ustedes piensan. Ahora recibió la adecuada organización de mando y un auténtico cuerpo de comisarios. Insisto en que los resultados de todo esto se manifestará muy rápidamente.

En los cosacos y guardias blancos tenemos ahora un enemigo mucho más serio de lo que parecía hasta hace poco. Se han agrupado contra nosotros fuerzas considerables: las bandas de Krasnov, apoyadas hasta los últimos tiempos por los alemanes, y las bandas de Denikin y de Alekseyev, sostenidas por los anglos franceses. Actualmente tiene lugar la conjunción del frente Alekseyev- Denikin y del frente Krasnov, que hasta fecha reciente se apoyaban en dos coaliciones imperialistas enemigas: la alemana y el anglo francés. Ahora las dos partes del frente unificado confían en abastecerse a cuenta del militarismo anglo francés victorioso. Los problemas del frente sur se nos plantean en este momento de manera extremadamente aguda. El militarismo alemán se hunde. Acabamos de escuchar un comunicado que testimonia la rapidez vertiginosa con que se produce ese hundimiento. Los alemanes se ven obligados a defender Ucrania. El militarismo anglo francés se apresura a sustituirlos allí, en el Don y en el norte del Cáucaso. Nosotros debemos insinuarnos entre el militarismo alemán que se va y el militarismo anglo francés que se aproxima.

Tenemos que ocupar el Don, el Cáucaso del norte y la zona del mar Caspio, sostener a los obreros y campesinos de Ucrania, rechazar a sus enemigos y entrar en nuestra morada soviética, esa morada que incluye, en nuestro pensamiento, el Cáucaso septentrional, el Don y Ucrania; entrar en nuestra propia morada soviética y declarar prohibida su entrada tanto a la canalla inglesa como a la canalla alemana. En esto consiste el reflejo en el Ejército Rojo de los cambios en la situación mundial a los que me referí al comienzo de este informe. Paso a los problemas de organización.

Tenemos -no es un secreto- dificultades en la organización del abastecimiento y en la preparación del personal de mando.

Hemos superado la crisis más profunda: el ejército existe, es dirigido y abastecido. Ya no tienen razón de ser las recientes dudas sobre si podríamos crear un ejército capaz de combatir. El ejército existe, combate, y se convierte en un factor internacional con el que los enemigos se ven obligados a contar. Nuestra prensa soviética citaba no hace mucho juicios de la prensa extranjera, concretamente del Times, el principal diario inglés, y del Lokal-Anzeiger, diario burgués alemán.

Escriben que nuestro Ejército Rojo crece con rapidez amenazadora. Refiriéndose a sus efectivos, esos periódicos dan la cifra de 400 a 500.000 soldados. Por razones evidentes no voy a dar las cifras exactas. Diré únicamente que ya hoy la cifra citada por el Times y el Lokal-Anzeiger es inferior a la realidad, muy inferior. Nosotros sufrimos actualmente cierta crisis en el personal de mando, determinada por la ampliación del ejército. Pero la superaremos, y prueba de ello es que el Congreso ha podido ver hoy, en la plaza del teatro, a nuestros nuevos oficiales, nuestros jóvenes oficiales rojos, Ya son miles, y se preparan decenas de miles, que irán a engrosar las filas del Ejército Rojo. El Congreso los ha visto. En lo que respecta al servicio no tienen nada que envidiar a los mejores junkers zaristas, pero éstos, camaradas, son nuestros junkers, los junkers obreros y campesinos. Son, camaradas, nuestros mejores obreros, nuestros combatientes más aguerridos, hombres dispuestos a ir a la muerte como se va a una fiesta. Y digo esto con plena convicción, sobre la base de mi observación personal.

Ahora tenemos comisarios rojos de máxima confianza. Han ocupado su puesto en las filas de nuestro Ejército Rojo y le ayudarán a vencer. El problema del abastecimiento es uno de los más difíciles, sobre todo en las presentes condiciones de la economía del país. En este dominio se ha creado una organización central a cuyo frente se ha puesto un ingeniero organizador tan relevante como el camarada Krasin [3], al cual se ha confiado la tarea de utilizar todas las fuerzas y recursos de nuestro país para el abastecimiento del ejército en víveres, equipo y municiones. Los sindicatos, las organizaciones soviéticas, los comités de pobres de toda la República han sido requeridos para poner esta tarea en el centro de su actividad. Ustedes saben que el Comité Central ejecutivo de los soviets ha declarado el país en estado de guerra. Y hago notar que esa declaración no ha sido todavía aplicada completamente en todos los lugares.

Las necesidades de la administración militar imponen limitaciones en todas partes a las fuerzas locales, porque la situación desesperada obliga a transformar el país en un campamento militar y hay que sacrificar muchas cosas para alcanzar los objetivos comunes. Estoy dispuesto a reconocer ante las organizaciones locales soviéticas y ante las organizaciones ferroviarias que muy a menudo los representantes de la administración militar exigen más de lo posible y no en el tono más correcto. Pero esto son fricciones menores que hay que dejar de lado ante la tarea que se alza delante de nosotros en toda su dimensión histórica. Esta tarea es de tal naturaleza que todo lo demás pasa a un segundo plano.

Actualmente se trabaja febrilmente en el dominio del camarada Lunacharsky [4], el departamento de la Instrucción Pública, a fin de erigir en todas las plazas soviéticas monumentos a los grandes hombres, a los jefes del socialismo. Estamos convencidos de que esas obras de arte son queridas por cada obrero y por las masas populares, en general. Pero al mismo tiempo debemos decir a cada uno, en Moscú, Petrogrado y en los más alejados rincones de la provincia: vean, el poder soviético ha erigido un monumento a Lassalle. Ustedes quieren a Lassalle, pero si la burguesía rompe el frente y llega hasta aquí arrasará este monumento junto con el poder soviético y con todas las conquistas que hemos obtenido. Quiere decirse que todos los obreros, todos aquellos que quieren el poder soviético, deben defenderlo con las armas en la mano. A través de las imágenes concretas de nuestra propaganda esta necesidad debe penetrar en la conciencia del país, hacerse parte de ella.

Las tareas militares son las más importantes en el momento actual. ¡No hay tareas más elevadas, más importantes, más imperativas! En nuestro frente sur late, como en el pulso, el destino de nuestro país. Todas las organizaciones, los soviets locales, deben enviar allí sus fuerzas y medios, pero esto no se hace aún en muchas regiones. Y sucede con frecuencia, en una situación como ésta, que las organizaciones soviéticas locales se preocupan poco de que los medios en su poder - municiones, automóviles, fusiles-sean enviados, ante todo, al frente. Permitir ahora semejantes fenómenos sería un crimen contra la clase obrera. Es necesario organizar todas las fuerzas del país, sobre todo para el frente sur. Si algunas administraciones ven la presión del departamento militar como la presión brutal de una nueva soldadesca, la soldadesca soviética roja, yo repito enérgicamente que vivimos en tiempos duros, cuando es necesario transformar el país en campamento militar. Si nuestros soldados retroceden, presos de pánico, les espera un duro castigo.

El mismo destino debe corresponder a las instituciones soviéticas que se atrevan, como muchas han hecho en el pasado, a alejarse de la zona del frente. Cierto que ahora suceden muchos menos casos de ese género, y al contrario, cuando el frente se repliega y se aproxima a los soviets de los distritos o ciudades éstos ya no huyen sino que se arman y se incorporan a nuestro ejército. Pero pese a todo estamos lejos aún de haber creado una retaguardia sólida, disciplinada, enérgica.

Cuando tengamos una retaguardia así pasaremos a la ofensiva en el frente sur. Es claro para todos, la significación que tiene la conquista de la región del Don. Repercutiría en Ucrania y en el mundo entero, porque allí desplegaríamos los esfuerzos que nos permitirán llevar a cabo la lucha por el dominio del mar Caspio. Hace tres días, cabalmente, yo estuve en Astrakán y regresé con siete grandes barcos tomados a Bicherajov. Necesitamos estos barcos porque tres de ellos son los más grandes del mar Caspio y no teníamos de esas dimensiones. Instalaremos en ellos nuestros cationes de cien milímetros, de los que no tienen ni los Bicherajov ni los turcos. Y creo que muy pronto nuestro honrado río soviético, el Volga, desembocará en un honrado mar soviético, el Caspio. Claro, no hay que caer en un optimismo excesivo, pero no puede dejar de reconocerse que nuestra situación militar general es satisfactoria.

Sobre el frente del este la desmoralización de las unidades que luchan contra nosotros es total. Vamos a aumentarla con las informaciones sobre los acontecimientos de Austria-Hungría y sobre la independencia de Bohemia. Cada checoslovaco comprende y sabe que el camino hacia la Bohemia liberada no pasa a través de Inglaterra y Francia sino a través de la Rusia soviética o a través de la Ucrania soviética. En lo que concierne al frente sur todo el problema depende del ritmo de nuestro trabajo. No debemos dejar la posibilidad a nuestros enemigos de que el uno reemplace al otro. Krasnov, que hasta ayer luchaba contra Alekseiev y era su rival, se asocia hoy con él; Bicherajov, que hoy está en guerra con Turquía, mañana se asociará con ella. Los alemanes, sin duda alguna, despejarán el camino a los ingleses y franceses, e incluso les ayudarán en la lucha común contra nosotros. Lo más importante es el ritmo, y debemos adquirir gran velocidad.

Ello nos dará la posibilidad de defender Rusia, con las fuerzas del Ejército Rojo, contra los ataques contrarrevolucionarios.

Yo he regresado del frente con la convicción de que hay mucho que hacer y existen aún dificultades subjetivas. No todos los cuadros soviéticos, por ejemplo, han comprendido que existe una dirección centralizada y que todas las órdenes emanadas de arriba deben ser intangibles; soslayarlas es inadmisible. Seremos implacables con todos los cuadros soviéticos que no lo comprenden todavía: los echaremos de nuestras filas y serán castigados. Las dificultades son muchas, sobre todo en el frente sur, pero nuestras fuerzas se han acrecentado, tenemos mayor experiencia y aplomo. Si todos ustedes, camaradas, salen del Congreso de los soviets remozados por la unión de todos; si llegan a las localidades e informan lo aquí escuchado; si dicen que tienen un Ejército Rojo fuerte y unido; si marchan con esta convicción y explican en cada lugar que su principal tarea consiste en enviar al frente todas las fuerzas disponibles o semí-disponibles, en registrar todos los cofres y enviar también al frente, a través de las correspondientes instancias, todas las bayonetas y municiones sobrantes, y si hay automóviles privarse de ellos y enviarlos asimismo al frente; si hacen todo esto, y llevan a cabo la militarización de las organizaciones soviéticas, nuestro país será puesto en condiciones tales que ni los imperialistas alemanes, ni los anglo franceses, serán temibles. Entonces nuestro Ejército Rojo y nuestra retaguardia se desarrollarán día a día, hora a hora. Y la consigna lanzada por el camarada Lenin en su carta al Comité Ejecutivo Central, planteando que necesitamos un ejército de tres millones, podrá convertirse en realidad.

Al mismo tiempo que en los otros países tiene lugar un proceso de disgregación interna, con sólo diferencias de grado entre unos y otros; mientras que la guerra provoca en ellos un proceso de ruptura entre la masa de soldados y los oficiales, entre las clases dominantes y las masas, en general; cuando allí se vive un período como el vivido por nosotros en febrero, marzo y abril de este año; al mismo tiempo tiene lugar entre nosotros el proceso inverso. Nos constituimos, nos formamos, nos aguerrimos. Nuestros soldados, procedentes en parte del viejo ejército, cumplen ahora tareas históricas que no pueden ser causa de descomposición y disgregación, a diferencia de como ocurre hoy en los países donde la burguesía ha caído en bancarrota. En estos países el ejército se ha disgregado, o está disgregándose, o se disgregará mañana por el sólo efecto de la propaganda revolucionaria. Nuestros soldados no temen agitador alguno, y como confirmación de ello puedo informales que en el frente sur, allí donde ahora tenemos una situación difícil frente a los imperialistas de Alemania, Francia e Inglaterra, no sólo los Socialrevolucionarios de derecha sino los de izquierda urden sin resultado complots absurdos. En los próximos días serán publicados los detalles de uno de esos complots contra nuestro Ejército Rojo (voces: "¡vergüenza!"), el ejército que lucha contra el imperialismo anglo francés.

Se ha pronunciado aquí la palabra "vergüenza". ¡Sí, vergüenza, mil veces vergüenza! Nuestro Ejército Rojo no teme ahora a ningún agitador. Sabe que en todo el país no hay otra tarea que abastecer al Ejército Rojo y preocuparse por él. El ejército tiene sus cuadros de mando. A disposición del ejército se ponen todas las fuerzas existentes en el país. Nosotros no ocultamos nuestras tareas y objetivos. Nuestro Ejército Rojo se siente armado por el régimen soviético, al cual defiende. ¡Camaradas! Pongan en el centro de su labor el servicio al Ejército Rojo, tanto moral como material. Todo el país debe ser movilizado material y moralmente. Todas sus fuerzas y recursos pertenecen al Ejército Rojo, que debe combatir mejor de lo que lo ha hecho hasta hoy.

La experiencia del Ejército Rojo se acumula, formando un capital inconmovible. Acumula experiencia y no desgasta su espíritu. Todo el país procede ahora a la formación de nuevas unidades de obreros y campesinos, y todos deben velar en cada lugar para que las unidades en vía de formación no carezcan de nada, ni en el aspecto moral ni en el aspecto material. Deben sentirse sostenidas por el poder soviético. Tienen la obligación de salir de aquí con la convicción de que no hay tarea más importante que la consolidación del Ejército Rojo, la ayuda al frente.

Y cuando esta tarea haya sido cumplida, cuando nuestro frente sea inquebrantable, entonces celebraremos el aniversario no sólo aquí, sino en Rostov, Járkov, Kiev, Viena, Berlín, y tal vez ese congreso internacional que F. Adler quería convocar en julio de 1914, en vísperas de la guerra, nosotros lo convocaremos en una de nuestras capitales soviéticas. Entonces diremos a la Tercera Internacional: se han reunido en nuestra casa, en Moscú o en Petrogrado, porque su Congreso es protegido por el Ejército Rojo obrero y campesino, el primer ejército del comunismo en toda la historia mundial. ●


[1] El Sexto Congreso (extraordinario) panruso de los soviets tuvo lugar en Moscú del 6 al 9 de noviembre de 1918, haciéndolo coincidir con la conmemoración del primer Aniversario de la Revolución de Octubre. En este Congreso fueron examinadas las siguientes cuestiones: 1) aniversario de la revolución, 2) situación internacional, 3) situación militar, 4) edificación del poder soviético en el centro, comités de pobres y soviets.

[2] Después de la liquidación de Kaledin una intensa lucha contra la contrarrevolución en el Sur se desarrolló en el Cáucaso, el Kubán y el Don. El Kubán y la región de Tersk fueron ocupados por las unidades rojas formadas con la población local. Se creó la dirección de los ejércitos del Cáucaso del norte. La entrada en acción del Ejército voluntario de Kornilov, concentrado en las estepas kalmukas, colocó a esos destacamentos en una situaci6n difícil. Ya a finales de junio de 1918 los Blancos asestaron a nuestras tropas un duro golpe, y Kornilov intentó ocupar Ekaterinodar. Aquí los voluntarios sufren una derrota importante; el mismo Kornilov muere en los combates por Ekaterinodar. El mando del Ejército voluntario pasa a manos del general Denikin. La ofensiva de Denikin en el verano de 1918 termina con la toma de Ekaterinodar. Nuestras fuerzas se retiran a la región de Piatigorsk. Al mismo tiempo los guardias blancos resultan victoriosos en el norte del Cáucaso. Tersk y Daguestán pasan a manos del "gobierno de las montañas". En Georgia reinan los mencheviques con ayuda de las bayonetas alemanas. En Armenia toman el poder los dashnaki [Partido nacionalista armenio (N de E)] con ayuda de la Entente. Se inicia una lucha heroica de las fuerzas del frente caucásico septentrional (XI y XII Ejércitos) aisladas del centro y rodeadas de blancos. En agosto de 1918 comienza operaciones activas el nuevo atamán de las tropas de Don, general Krasnov. Habiendo creado con ayuda de los alemanes un ejército de 100.000 hombres, Krasnov se propone tomar Tsaritsyn y Voronej. Tsaritsyn es defendido por los destacamentos locales, así como por los ejércitos soviéticos ucranianos que se habían retirado allí bajo la presión de los alemanes. El Consejo militar formado de los camaradas Vorochilov, Stalin y Minin, creado para la defensa de Tsaritsyn, se transforma en Consejo militar revolucionario del X Ejército. En el curso de septiembre y octubre, Tsaritsyn atraviesa días muy difíciles. También se crea una situación muy difícil en el flanco derecho de nuestro frente sur. Habiendo arrollado a las tropas del Ejército, Krasnov ocupa Talovaya, Bobrov, Liski, y amenaza Voronej

[3] Krasin, Leonid (1870-1926). Bolchevique desde 1903. Organizador de la red y de la imprenta clandestina de Iskra. Dirigente de los bolcheviques de San Petersburgo en 1905. Además de intervenir en la labor general del partido, Krasin se caracterizó por dirigir las tareas más arriesgadas en la acción como la compra de armas, la preparación de explosivos, la formación de grupos de intervención. Su papel se mantenía en secreto pero jugó un rol fundamental en la construcción del partido. Sus ideas conciliadoras lo llevaron a romper con Lenin en 1909, aunque luego de la Revolución de Octubre regresó al partido. En 1924 fue miembro del Comité Central y luego embajador en Londres y París.

[4] Lunacharsky, Anatoli (1875-1933). Viejo socialdemócrata, internacionalista durante la Primera Guerra Mundial. En 1917 ingresó a la organización interdistrital encabezada por Trotsky que se fusionó a mediados de ese año con el Partido Bolchevique. Después de la Revolución de Octubre fue primer comisario del pueblo de Instrucción Pública, dando gran impulso a las artes y las tendencias de vanguardia. Falleció antes de la burocratización del arte y la aplicación del "realismo socialista" en la URSS.


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