Leon Trotsky

DISCURSO DE CLAUSURA ANTE LA REUNIÓN DE LOS REPRESENTANTES DE LA DIRECCIÓN PRINCIPAL DE LAS ESCUELAS MILITARES Y LOS CURSOS DE COMANDO, El 11 DE OCTUBRE DE 1919

 


Escrito: 11 DE OCTUBRE de 1919
Fuente de esta edicion: MIA.org
Traduccion: Izquierda revolucionaria, con cuyo permiso aparece aquí.
Html: Rodrigo Cisterna, 2015


 

Gran parte de los debates estuvo dedicada a la enumeración de las insuficiencias administrativas, y debo confesar que el cuadro aquí pergeñado es bastante triste. Muchas son las carencias que se explican y justifican por circunstancias objetivas que no podemos sin duda remediar en el futuro inmediato; las remediaremos cuando hayamos terminado con la guerra civil y pasemos a la construcción pacífica y cultural, cuando la necesidad de los cursos de comando sea evidentemente menor. Pese a todo, en la enumeración de las carencias e insuficiencias más irritantes encontramos algunas que se deben de manera exclusiva a los respectivos órganos administrativos, particularmente a la dirección de alojamiento. Hace ya mucho que dejó de ser un secreto para mí que nuestras autoridades responsables en materia de alojamiento no sirven para nada. Que la dirección de alojamiento ha sido incapaz de organizar cursos es -hoy ante nuestras narices una evidencia. Pienso que ahora vamos a organizar una de las más serias inspecciones para verificar cómo se aloja a los alumnos de los cursos de Moscú, por qué están mal alojados, quién es el responsable de no haber adoptado las medidas indispensables para alejarlos mejor dentro de las posibilidades normales. Ahora mismo vamos a designar una comisión de representantes de la dirección principal de las escuelas militares, del Comité de Defensa, de la Inspección Militar, del Comité Nacional y de la Cheka moscovita. Hemos oído la queja de que la Cheka de Moscú perturbaba los cursos, pero en un sentido nos ayuda a organizar cursos que tendrán el derecho de juzgar a los responsables de no haber tomado todas las medidas indispensables con miras a crear las condiciones mínimas para una actividad normal.

Por lo que atañe a los manuales, encargaremos a la Oficina Central de Distribución, como ya lo hicimos respecto de la Academia Militar, que adopte las medidas adecuadas. Es necesario reunir todos los manuales existentes, ya sea entregándolos individualmente a su búsqueda, ya confiando esta tarea a la Dirección Nacional de Institutos de Estudios Superiores; no se trata, sin embargo, de confiársela formalmente, en el papel, sino de proporcionarle toda la ayuda necesaria.

En cuanto a las raciones y el forraje, todos los problemas serán resueltos con el paso práctico de Moscú a estatuto de región más o menos fortificada. La situación del suministro promete mejorar en el conjunto del país, pues en el Volga y aun más lejos -más allá del Ural, donde Kolchak reinó durante un tiempo bastante considerable- los campesinos son muy previsores con respecto al acopio de trigo; por lo demás, la operación otoñal de trigo del comisariato del pueblo encargado del suministro se ha visto coronada por el éxito, superando incluso toda expectativa. Esto significa que podemos aguardar un mejoramiento de la situación en el campo del abastecimiento.

El atraso en el pago de los sueldos es un inmenso escándalo. No es la primera vez que presentamos este problema. También en este punto debemos hacer una gira de inspección a fin de desenmascarar a los culpables de estas actuaciones criminales y ponerlos frente a su responsabilidad. Es un desorden indignante que ya no puede continuar. Resulta absolutamente intolerable que los cursos de Moscú no reciban a tiempo los subsidios y que su actividad se vea, por ello, entorpecida.

Eso por lo que concierne a la parte administrativa, pero no obstante añadiremos a las tareas de la Oficina Central de Distribución la obligación de controlar con la mayor seriedad posible las necesidades de los cursos -los de Moscú en primer lugar- y satisfacerlas por todos los medios; sin ello, ¿para qué tomarse tanto trabajo, para qué instituir cursos que no pueden desenvolverse normalmente? Construir un carro sin contar con la cuarta rueda es lo mismo que no construirlo.

El problema del personal de los cursos y de los profesores también ha sido destacado; grandes carencias han sido actualizadas. Una parte importante del personal necesario para los cursos se ha visto trasferida al frente debido a la movilización. Es un traslado manifiestamente necesario por la delicada situación del frente, pe o es, pese a todo, un error. Ahora tenemos que rehacer el trabajo en sentido inverso, es decir, buscar en el frente las personas que nos son indispensables. Lo haremos en colaboración con el gran estado mayor general panruso y con el estado mayor de campaña. Debemos buscar comandantes que sean experimentados, que estén cansados, heridos o convalecientes y no puedan por el momento ocuparse de modo directo de los puestos de mando -comandantes que hayan pasado por la arena y el fuego de la guerra civil- a fin de ubicarlos en un puesto que les venga bien y asignarles la responsabilidad de nuestros cursos de comandancia.

En cuanto a los comisarios, pienso que con la ayuda del camarada Kurski, a quien pediremos que verifique el efectivo íntegro de los comisarios de cursos, habrá que hacerlos salir de la fila a aquellos que en la práctica hayan probado ser capaces de satisfacer tareas de alta responsabilidad; será necesario separarlos de los cursos, pero sin enviarlos de un seminario a otro, cosa que solo resulta útil para el adiestramiento físico.

En lo que respecta a los cursos mismos y a la selección de alumnos, creo que era justicia destacar aquí que ya era tiempo de dejar de enviar a aquéllos a camaradas que no entienden absolutamente nada de asuntos militares. Es indispensable que los alumnos de los cursos de comandancia hayan sido antes soldados y posean una formación elemental. Actualmente, entre los obreros de vanguardia de Moscú y Petrogrado hay muchos voluntarios que han pasado a las filas del Ejército Rojo. Y hay entre ellos un importante número de viejos militantes altamente conscientes, revolucionarios. Precisamente entre ellos, y después de un período en el frente, hay que reclutar alumnos para nuestros cursos y no entre los obreros y campesinos movilizados de poco tiempo atrás, porque éstos representan un obstáculo para el buen desenvolvimiento de los cursos.

Ni que decir que también el programa de los cursos necesita ser revisado. Se lo ha establecido en función de viejas experiencias y a juicio de las nuevas. Hoy, dejando aparte, nuestra apreciación aproximativa o, por así decir, nuestra evaluación anticipada, contamos con la experiencia, con una estimación empírica. También en este punto será necesario crear en colaboración con el estado mayor general panruso una comisión y designar tanto el personal de comando de los ejércitos en campaña como algunos de los mejores comandantes rojos que hayan combatido en el frente y probado sus reales posibilidades; ajustaremos todo esto dentro de los próximos días. únicamente esa comisión estará en condiciones de establecer qué les ha proporcionado la escuela de la guerra, qué les falta y en qué hay que concentrar el máximo de atención.

Por lo que incumbe al aspecto político de la Dirección Nacional de Institutos de Estudios Superiores, es necesario contar con directivas que hayan emanado directamente de la Dirección Política del Consejo de Guerra Revolucionario. Las proporcionaremos. Actualmente buscamos en diferentes puestos a los mejores trabajadores y los movilizamos para que se desempeñen en el seno mismo del Ejército Rojo; enviaremos a algunos de ellos a os cursos de comandancia.

Las quejas relativas a una excesiva atención concedida a la teoría y casi nada a la práctica se hallan, por las apariencias, justificadas, pues han sido confirmadas por comandantes rojos que, una vez enviados al frente, suelen solicitar servir como simples soldados a fin de acumular la más elemental experiencia antes de ocupar puestos de mando. Esta situación se debe a menudo a circunstancias de orden material y a obstáculos de índole práctica, a ausencia de medios de trasporte, etc. A este propósito, y por intermedio de las personas y las comisiones competentes, la Oficina Central de Distribución deberá rever el problema lo más rápidamente posible con el objeto de que el carácter teórico de los cursos no se deba tan sólo a una f alta de material y de medios.

Querría decir ahora algunas palabras relativas a la duración de los cursos de instrucción. Ha habido reclamaciones íntegramente justificadas que señalan que la duración de los cursos es demasiado breve y que habría que duplicarla y hasta triplicarla. Claro que eso sería muy deseable, pero creo, sin embargo, que aun dentro de los límites de un curso breve es posible obtener mejores resultados gracias a una utilización más juiciosa del tiempo. Y para utilizar mejor el tiempo es indispensable contar con mejores condiciones materiales; también hay que emplear criterios más severos en la elección del efectivo administrativo de comandantes y profesores, es decir, hay que impulsar a quienes cumplen mejor con su trabajo, recompensarlos, mejorar sus condiciones materiales, satisfacer sus necesidades, asignarles más responsabilidades, hacerlos trabajar en los mejores cursos a fin de que no se atrasen en su actividad debido a los zalameros, los remolones, los golfos o los traidores. Sabemos también que hay otro género de profesores; por ejemplo, en los cursos mismos del Kremlin se ha detenido a profesores que han reconocido ser agentes de Denikin. Al menos en este campo la Cheka moscovita no nos pone espinas en el camino, sino que por el contrario nos ayuda a eliminar los elementos que no tienen lugar entre nosotros. Un examen atento del efectivo de comando desde el punto de vista de la energía empleada y de la actitud asumida con respecto al trabajo permitirá conceder a los mejores y más Enérgicos ciertas satisfacciones materiales y morales. Sostengo con todas mis fuerzas la proposición hecha aquí de aumentar el sueldo de los profesores y de los comandantes de los cursos, de mejorar sus condiciones materiales, pero no de una manera uniforme; hay que mantener cierta jerarquía a fin de que, como ya lo he señalado, los mejores sean recompensados y mejor pagados. Por supuesto que es necesario establecer cierto control, una vigilancia, una inspección.

Un camarada ha declarado que no es en absoluto necesario poner a un especialista al frente de los cursos. Creo que tales leyes no existen entre nosotros. Necesitamos de alguien que haga bien su trabajo. Si un especialista lleva adelante los cursos, si los asegura desde todos los puntos de vista, entonces podemos dejarlo hasta sin comisario.

Si un comisario trabaja bien, le designaremos, adjunto, un especialista y terminaremos a la larga incluso por eliminar a este último. Ya es tiempo de pasar al sistema de comando único. Cuando el comisario ha demostrado estar a la altura digna en su condición de organizador, hay que decirle: "Tú serás el jefe; si necesitas un especialista, lo tendrás como adjunto". Si el comandante lleva convenientemente a cabo su trabajo, hay que poner en sus manos todo el poder. Y cuando uno y otro trabajan juntos bien, hay que dejar a ambos. También se ha destacado aquí que, desde el punto de vista de la preparación militar, el nivel de los alumnos no es el mismo. Hay antiguos suboficiales, obreros jóvenes y campesinos que nunca han tenido un fusil en sus manos. No obstante, una mejor selección del cuerpo de profesores y su más adecuada utilización nos obligarán a organizar grupos de estudios. Dentro del marco de los cursos hay que crear grupos de estudios a fin de, proporcionar a los mejores la posibilidad de terminar antes, y prolongar la duración de los cursos para aquellos que demuestran ser más lerdos. En este terreno hay que dejar la iniciativa por cuenta del comandante de los cursos, desde luego que bajo el control de la dirección principal de las escuelas militares. Resulta evidentemente estúpido obligar a un antiguo suboficial del viejo ejército a que siga los mismos cursos que un joven campesino de diecinueve años que debe comenzar desde cero el aprendizaje del arte militar. Está más que claro que no se los puede poner juntos. Dentro de los límites mismos de Moscú, resulta indispensable realizar una justa distribución; enviar a determinados cursos a personas que ya tengan alguna experiencia militar, y a otros a quienes tengan menos experiencia, concediéndoles más tiempo de preparación. También en este sentido todo es problema de iniciativa. Quizá haya quienes necesiten cinco o seis meses de instrucción, mientras une otros se conformen con menos. De establecerse este régimen, que algunos sigan cursos de tres meses -cosa que considero posible- y que se creen condiciones diferentes para aquellos que posean mayor experiencia; creo que entonces podríamos ponernos de acuerdo sobre la prolongación de los demás cursos. Todo parece indicar que tendremos que insistir en este aspecto.

El problema de los frentes. No puedo suscribir por completo la opinión según la cual los cursos en los frentes son erróneos. Los frentes se quejan de tener que vérselas con hombres mal preparados de los que no es posible valerse para ciertas formas de combate. En el frente occidental hemos atacado este año con los esquiadores por todas partes. Nuestro efectivo de comando no se hallaba del todo preparado. En el sur contamos con nuestra caballería. En el norte se trata de una verdadera parada militar que alinea una artillería enorme y emplea fuerzas y medios inmensos Así, todo es frente entre nosotros, pero con particularidades bien determinadas, inexistentes en la guerra de otros tiempos. En efecto, cuando la vieja guerra de posición, se utilizaban en todos los sectores del frente todas las fuerzas y todos los medios. E n nuestro caso la diversidad es excepcional. En el frente septentrional tenemos excelentes comandantes, pero si los trasladamos al frente meridional perderán al principio todos sus medios. En el norte, determinado comandante está habituado a guerrear pulgada por pulgada; los ingleses poseen una cantidad inmensa de municiones. En el sur es la guerrilla en gran escala. Se necesita una educación completamente distinta. ¿Qué nos quedaba, pues, por hacer? No nos quedaba más que proponerles a los comandantes de los diferentes ejércitos y los diversos frentes tomar bajo su autoridad ciertos cursos ya organizados y mejorarlos en función de las condiciones del frente respectivo. La primera experiencia se intentó en el III Ejército, que se batía en dirección de Perm. Se había propuesto lo siguiente: los cursos conservarían su forma normal, y su programa general permanecería intacto; pero el ejército tenía el derecho de aplicar modificaciones derivadas de las características de su frente. Los alumnos fueron distribuidos en grupos, que se confiaron a divisiones; de tal manera, sabían que habían sido integrados al III Ejército y que determinado grupo formaba parte de determinada división, y tal otro de cual otra. De tanto en tanto los profesores iban con sus grupos a la respectiva división. Esa era la idea básica. Claro está que hay que controlar el modo en que los ejércitos utilizan los cursos. Si no se hallan en condiciones de emplearlos con plena conciencia, retomaremos los cursos y reprenderemos al ejército respectivo. También es cierto que algunos ejércitos dan muestra de una gran comprensión y de espíritu de iniciativa a este respecto. Con tales verificaciones es nuevamente imposible prever otra cosa que inspecciones de la Dirección Nacional de Institutos de Estudios Superiores, del estado mayor de campaña, de la Dirección Política y del estado mayor general panruso. Esta comisión deberá controlar la utilización que hacen los ejércitos de los cursos a ellos confiados. Los ejércitos habían recibido la orden de desarrollarlos, de asegurarles todo lo necesario y de darles las mejores raciones, pues los frentes y los ejércitos son más ricos que las retaguardias. Si no se ha llevado a cabo esto, si el traslado de los cursos al ejército ha resultado nocivo, entonces retomaremos en nuestras manos los cursos y volveremos a colocarlos bajo la autoridad de la Dirección Nacional de Institutos de Estudios Superiores.

Se ha hablado aquí, igualmente, de la brigada moscovita. Pienso que ahora hay que fijar una fecha para una reunión de los representantes de la Dirección Nacional de Institutos de Estudios Superiores, del comité moscovita encargado de la defensa y de la dirección de la división, a fin de lograr un acuerdo para que la introducción de cursos en una brigada especial y la integración en una división no tengan consecuencias enojosas sobre la buena marcha de los cursos; de igual modo hay que indicar firmemente dentro de qué límites deben obedecer los alumnos, y a quién. Creo que una reunión como esa permitirá obtener los resultados que se descuentan. Debo precisar que, como las maniobras se hallan vinculadas a este último punto, la importancia educativa será inmensa. Necesitábamos una razón muy precisa cuando impartimos cursos en un regimiento que marchaba a Petrogrado; habíamos organizado maniobras en la frontera con Finlandia. Los alumnos estaban contentos. La discusión de aquel juego de guerra, que se llevó a cabo en seguida con la presencia de la totalidad de los alumnos de todos los cursos, fue particularmente útil. Todo era de suma importancia, pues sólo así resultaba posible remediar en parte la falta de práctica. Un intercambio de opiniones permitirá darse claramente cuenta de la eventual utilización de la brigada de marcha en el curso del período preparatorio de la guerra de posición en Moscú; espero, no obstante, que nunca se llegue a ello en la práctica, pero por eso insisto tanto a fin de no perjudicar los estudios.

Desearía además atraer la atención de los camaradas comisarios, así como la de todos los responsables de los cursos que no se interesan tan sólo por su trabajo diario, sino también por la situación general del país, sobre el hecho de que en adelante podemos considerar una broma de pésimo gusto la circunstancia de que agentes de Denikin concurran a nuestros cursos. Es cosa que puede repetirse en el futuro inmediato, pues habrá de ser, en el pleno sentido del término, un período difícil para nosotros en el frente meridional. En reiteradas oportunidades se ha probado que en el seno del efectivo de los oficiales la mayoría de éstos no ha recibido educación política alguna. Cuando falta la más elemental educación política, los individuos más decentes, capaces de ser los mejores en su actividad, viven continuamente en un estado de ánimo pequeñoburgués. Cuando Mamontov se arrojó sobre Tambov, todo pequeño burgués pensaba que era el fin de la revolución mundial y que Mamontov resolvería todos los problemas gracias a unos pocos miles de jinetes. Ahora, cuando la ofensiva hacia Moscú ha adquirido un giro bastante serio, ni que decir tiene que cierta parte del efectivo de comando -y por lo tanto no pocos de nuestros profesores- sufre palpitaciones. ¿Qué va a ocurrir?, se preguntan. ¿Cómo se comportarán con nosotros? Y como cierto número de agentes blancos se encuentran en Moscú -por cierto que muchos menos después del aplastamiento del Centro Nacional [Organización contrarrevolucionaria.] gracias al mencionado subterfugio, todavía tienen la posibilidad de atraerse a ciertos miembros del cuerpo de comando. Pienso que los comités políticos y los comisarios deben vigilar no sólo los cursos, sino además a los camaradas comandantes y a los profesores, pues éstos, aun cuando sean profesores en el terreno militar, en el terreno político aún son simples alumnos; en virtud de su educación y de su modo de vida, con frecuencia conocen en este sentido menos que un obrero de diecinueve años de una fábrica moscovita o petersburguesa. Para que en el futuro no se conviertan en el clientes de la Cheka, es necesario que pasen a ser desde ahora alumnos de los centros políticos, lo cual quiere decir que hay que prestar suma atención a su educación política y hacerles comprender que la suerte de Rusia y de la revolución mundial no será decidida por los Denikin y compañía ni por los cosacos, sino por la revolución mundial de la clase obrera. ●