Leon Trotsky

PETROGRADO SE DEFENDERÁ DESDE ADENTRO TAMBIÉN


Escrito: 16 de octubre de 1919
Fuente digital de esta edicion: en el Mia.org
Traduccion: Matteo David, octubre 2019.


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Nuestra tarea no es sólo defender Petrogrado, sino acabar de una vez por todas con el ejército enemigo del noroeste.

Desde este punto de vista, sería muy ventajoso para nosotros dejar que la banda de Yudenich se metiera dentro de las murallas de la propia ciudad, ya que Petrogrado podría convertirse sin dificultad en una trampa para las tropas de la Guardia Blanca.

Petrogrado no es Yamburg ni Luga. La capital norteña de la revolución obrera ocupa un área de 91 verstas cuadradas. En Petrogrado hay casi dos mil comunistas, una guarnición importante, y medios de defensa inmensos y casi inagotables para uso de los zapadores y los artilleros.

Si entraban en esta gigantesca ciudad, las Guardias Blancas descubrirían que habían caído en un laberinto de piedra en el que cada edificio sería para ellos un acertijo, una amenaza o un peligro mortal. ¿De qué dirección deben esperar que venga el disparo? ¿Desde la ventana? ¿Del ático? ¿Desde el sótano? ¿De la vuelta de la esquina? ¡Desde todas las direcciones! Tenemos ametralladoras, rifles, revólveres, granadas de mano..... Podemos cubrir algunas calles con rollos de alambre de púas, dejando otras abiertas y convirtiéndolas en trampas. Para ello sólo hace falta que unos pocos miles de hombres decidan con firmeza que no van a rendirse ante Petrogrado.

¿Con Qué fuerzas cuenta el enemigo? Supongamos que tiene 5.000 hombres, o incluso 10.000. En las calles de la ciudad no podrán maniobrar ni en masas compactas ni en líneas extendidas. Tendrán que dividirse en pequeños grupos y destacamentos que se perderán en las calles y callejones de Petrogrado, sin ninguna intercomunicación adecuada, y rodeados de peligro en cada esquina.

Todo el aparato de comunicación dentro de la ciudad estaría totalmente en nuestras manos. Ocupando una posición central, debemos operar a lo largo de líneas radiales que van del centro a la periferia, apuntando cada uno de nuestros golpes en la dirección de mayor importancia para nosotros. La posibilidad de una transferencia ininterrumpida de tropas y la abundancia de medios de transporte multiplicarían por diez nuestra fuerza. Todo combatiente sentiría que detrás de él hay una base bien organizada y abundantes reservas móviles.

En caso de que los guardias blancos hubieran podido acercarse lo suficiente para usar su artillería, antes de la llegada de nuestros refuerzos, en ese caso tampoco habrían ganado nada. Un bombardeo de artillería sobre Petrogrado, por supuesto, dañaría edificios extraños aquí y allá, y mataría a un cierto número de habitantes, mujeres y niños. Pero los pocos miles de combatientes rojos, estacionados detrás de las barricadas de alambres de púas, en sótanos o áticos, estarían sujetos a un riesgo muy pequeño en proporción al número total de la población y al número de proyectiles disparados.

Por el contrario, toda Guardia Blanca que entrara a la ciudad estaría sujeta a un peligro personal directo, pues los defensores de Petrogrado le dispararían a medida que avanzaba, desde detrás de las barricadas, desde las ventanas y desde las esquinas.

Sería muy difícil para la caballería de la Guardia Blanca ya que para cada uno de ellos su caballo pronto se convertiría en una pesada carga.

Dos o tres días de peleas callejeras como ésta bastarían para que las bandas invasoras se transformaran en una manada de cobardes aterrorizados y cazados que se rendirían en grupos o como individuos a los transeúntes desarmados o a las mujeres.

Todo el nudo de la cuestión radica en no darse por vencido en el primer momento. Se dijo hace mucho tiempo que una gran ciudad genera un gran pánico. Y, sin duda, en Petrogrado hay no pocos remanentes de lacayos pequeñoburgueses del viejo régimen, que carecen de fuerza de voluntad, energía, ideas o coraje. Esta pulpa humana, en sí misma, no es capaz de nada. Pero en un momento crítico a menudo se hincha fuertemente, absorbiendo todos los humos del miedo egoísta y el pánico del rebaño.

Afortunadamente para la revolución hay en Petrogrado gente de un espíritu diferente, un sello diferente: los proletarios avanzados y, en primer lugar, la juventud consciente de la clase obrera. Sobre estos elementos descansa la defensa interna de Petrogrado, o, más precisamente, la tarea de exterminar a las hordas de la Guardia Blanca si irrumpen en la capital proletaria.

Las batallas callejeras conllevan, por supuesto, el riesgo de víctimas accidentales y la destrucción de tesoros culturales. Esta es una de las razones por las que el comando en el campo tiene que tomar todas las medidas posibles para evitar que el enemigo entre en Petrogrado. Pero si las unidades de campo no son capaces de hacer esto, y dejan el camino abierto para que el enemigo entre en Petrogrado, esto no significaría en lo más mínimo que la lucha en el frente de Petrogrado hubiera terminado. Por el contrario, la lucha se volvería más concentrada, más amargada y más resuelta. La responsabilidad de las víctimas inocentes y de la destrucción sin sentido recaería totalmente en los bandidos blancos. Pero, al precio de una lucha decidida, audaz y feroz en las calles de Petrogrado, debemos lograr el exterminio total de las bandas del noroeste.

¡Prepárate, Petrogrado!

Más de una vez los días de octubre han sido días maravillosos en su historia. El destino los convoca a escribir en octubre una nueva y quizás más gloriosa página en la historia de la lucha proletaria. ●

El 16 de octubre de 1919. Bologoye-Petrogrado "En el Camino", N º 98