Leon Trotsky

GUERRILLA Y EJÉRCITO REGULAR

 


Escrito: 24 de julio de 1919
Fuente de esta edicion: MIA.org
Traduccion: Izquierda revolucionaria, con cuyo permiso aparece aquí.


 

Dentro de la lucha contra el movimiento insurreccional hoy en disgregación ha aparecido cierta confusión de nociones que amenaza con crearnos a la larga serios inconvenientes prácticos. Se trata ante todo de, la noción misma de guerrilla. En nuestros artículos y nuestros discursos esta noción se ha convertido hoy en sinónimo de indisciplina, de bandidaje, de bandolerismo. Definida en gran parte por la noción de "escaramuzas", la guerrilla participa no obstante de la doctrina militar oficial, si no como hijo legal, al menos como bastardo legalizado. Si la guerra tiene por finalidad, hablando de un modo general, deshacer al adversario, la guerrilla por su parte se aplica a provocar dificultades y daños al enemigo. Desde el punto de vista de la organización y las operaciones, las escaramuzas se caracterizan por la gran independencia de los destacamentos.

Movimientos insurreccionales espontáneos a medias, como los que hemos observado en Ucrania, siempre contienen cierto elemento de guerrilla. Sin embargo, esto no quiere decir que "guerrilla" signifique siempre acción espontánea de destacamentos desprovistos de formación militar y mal armados. La guerrilla también puede ser una forma de acción de destacamentos de maniobras cuidadosamente constituidos que, a despecho de su total independencia, están rigurosamente sujetos al Estado Mayor operacional. Combatiendo hoy al bandidaje en todas sus formas, inclusive las seudocomunistas, claro está que no recusamos la necesidad ni la utilidad de los movimientos de guerrilleros. Al contrario, podemos declarar con absoluta seguridad que en el futuro desarrollo de la guerra la guerrilla tendrá una importancia cada vez mayor.

Ha habido críticos que en repetidas oportunidades le, han reprochado a nuestro método de guerra el hecho de estar grávido de pesadez, oponiéndole la necesidad de una estrategia de maniobras más ligera y rápida que dé al mismo tiempo una mayor independencia a diversos destacamentos móviles. Partiendo, entre otros principios, de éste, Tarasov-Ródionov [ Véanse sus "tesis" ridículas en Los asuntos militares. L.T.] ha probado la inutilidad y hasta el peligro de reclutar especialistas militares, cuyo pensamiento se encuentra supuestamente anquilosado por los hábitos y las nociones de la guerra de posición. La estrategia "proletaria" de Tarasov-Ródionov, incompatible con la pasividad y la contemporización de la guerra de posición, exige movilidad, iniciativa local y combatividad, con la esperanza de hallar siempre en la retaguardia del enemigo nuevos recursos de abastecimiento.

Dejando a un lado por el momento el problema del ulterior desarrollo de nuestra estrategia, no podemos pese a todo dejar de destacar que las características de la guerra "proletaria" -que según Tarasov-Ródionov vuelven inútil la integración de los antiguos oficiales "de posición"- son en realidad los métodos operacionales característicos de Dutov, Kaledin, Kornilov, Krasnov y Denikin. No mantienen, justamente, un frente único; precisamente en sus tropas es donde los destacamentos de maniobras, en los que domina la caballería, tienen suma importancia. Shkura, Pokrovski y algunos otros utilizan las escaramuzas guerrilleras para rodear el punto central del enemigo y atacarlo en su punto débil, lanzarse sobre su retaguardia y encontrar en ésta nuevos recursos de abastecimiento entre los elementos burgueses de la población y entre los kulaks. De tal manera que la estrategia que los muy elocuentes "comunistas" intentan legalizar a título de nueva estrategia "proletaria" -incompatible a su modo de ver, con la mentalidad de los generales zaristas- ha sido en rigor empleada hasta ahora por estos últimos con todo éxito, perseverancia y amplitud. La experiencia prueba que en la concepción recién mencionada la guerrilla puede ser en ciertas circunstancias un arma sumamente eficaz en manos de cada una de las clases combatientes en el curso de la guerra civil. No obstante, cuando existe el propósito de enseñar lo esencial de los métodos de los francotiradores entre la tropa de Kolchak (¡los esquiadores!) o de Denikin (¡la caballería!), resulta absurdo mencionar al respecto la estrechez de espíritu "posicional" de los generales zaristas.

Como tipo predominante, la guerrilla es el arma del beligerante más débil contra el más fuerte. éste intenta destrozar y aplastar al más débil; a su vez este otro, consciente de su debilidad, pero sin rehuir el combate -ante la perspectiva cierta de alguna futura modificación-, se esfuerza por debilitar y desorganizar a su poderoso adversario.

La "guerra grande" -masas imponentes, unidad del frente, dirección centralizada, etc.- procura vencer al enemigo.

La "guerra pequeña" o guerrilla -pequeños destacamentos de maniobras independientes unos de otros- procura debilitar y extenuar al adversario. Tal y como Dutov, Krasnov y Denikin contaban con una ayuda del exterior. Su objetivo consistía, pues, en frenar el poder soviético, en no darle respiro, en aislarlo de las regiones importantes, en destruir la red ferroviaria y religarla con las provincias periféricas, en no permitirle emprender un amplio trabajo económico planificado. Entonces el método natural de los más débiles era la guerrilla. En todo momento el poder soviético ha sido y sigue siendo el campo más fuerte. Su objetivo -vencer al enemigo a fin de tener las manos libres para emprender la edificación socialista- no ha cambiado desde su advenimiento al poder. Durante el primer Período, cuando las esperanzas de los guardias blancos de obtener ayuda de Alemania y luego de, Francia e Inglaterra tenían cabal fundamento y los blancos se conformaban con debilitar el poder soviético asestándole golpes periféricos, el poder soviético procuraba por todos los medios desarmar a esos enemigos marginales a fin- de no darles la posibilidad de sobrevivir hasta la intervención exterior. Por eso aun en la época de su inicial debilidad militar el poder soviético tendía a la centralización del ejército y a la constitución de un frente único para oponerse a las incursiones del enemigo, de carácter desorganizador.

Y precisamente la posición política del proletariado, convertido en clase dirigente, lo ha impulsado hacia formas más estructuradas de la organización militar, opuestamente a los "generales zaristas", que en su condición de rebeldes consagraron su experiencia y su espíritu de invención al desarrollo y utilización de la guerrilla. Echando un vistazo retrospectivo a la toma de Siberia y Arcángel por los blancos, a la ocupación circunstancial de las ciudades del Volga, a los éxitos del adversario en el frente occidental y también en gran parte a las victorias de Denikin en el sur, es imposible no darse cuenta de que su carta de triunfo son las incursiones, las emboscadas, los profundos movimientos envolventes completados con insurrecciones o complots en la retaguardia y hasta con complots en el seno mismo del Ejército Rojo; en una palabra, los métodos calificados de específicamente proletarios por Tarasov-Ródionov, por oposición a los métodos de posición de los generales.

Hay no obstante que añadir inmediatamente que cuanto más se debilitaba la esperanza de una intervención directa de Europa occidental y cuanto más aumentaban los éxitos personales de Denikin, como antes los de Kolchak, más evidente se hacía que ambos trataban de crear un frente más o menos único y centralizar la dirección de las grandes formaciones de combate; en otros términos, se esforzaban por pasar de la "pequeña guerra" o guerrilla como arma-tipo a la "guerra grande", que en tal caso habría sido sencillamente completada con las incursiones y los golpes de mano de la guerrilla. Ese cambio en la estrategia de Kolchak y Denikin queda subrayado por el hecho de que, al no contar ya con una ayuda militar exterior, se vieron compelidos a prever como finalidad esencial no solo el debilitamiento del poder soviético por sus propias fuerzas, sino también su aplastamiento. Esta forzada transición de la guerrilla a la gran guerra lleva el germen esencial de la ineluctable derrota de Kolchak y Denikin, pues todo ejército blanco de masa está condenado a la disgregación. Bien comprendida, la guerrilla no impone a cada uno de los participantes menos exigencias que la gran guerra; al contrario, impone más. Repetimos: no hay que confundir una sublevación militar inexperimentado con la guerrilla en su condición de tal. La sublevación de los campesinos ucranianos contra la ocupación alemana y las bandas de Skoropadsky y la revuelta de los kulaks contra el poder soviético difieren de manera esencial, por los métodos de acción, de los cuerpos guerrilleros del general Shkura y Pokrovski. Por una parte tenemos que vérnoslas con pequeños grupos surgidos a medias espontáneamente, muy caóticos, organizados y armados a la disparada y lanzando sus golpes a tientas, y por la otra debemos 'enfrentar a tropas plenamente organizadas, pensadas hasta en los menores detalles, poseedoras de un elevado porcentaje de especialistas militares calificados (oficiales) y provistas de armas y municiones bien adaptadas; son destacamentos que llevan a cabo operaciones militares cuidadosamente calculadas y que excluyen todo aventurerismo. Está absolutamente claro que tenemos ante nosotros manifestaciones de dos categorías profundamente distintas, a las que no se puede definir sencillamente con la etiqueta de estrategia "del proletariado" o "de los generales", como querría hacerlo Tarasov-Rádionov. Son manifestaciones características de circunstancias diversas, de fases diferenciadas de la guerra civil y de momentos diferentes. Son armas en manos de una u otra de las clases enfrentadas y hasta por momentos de ambas a la vez simultáneamente.

Nuestro Ejército Rojo ha nacido de los destacamentos obreros de la Guardia Roja y de los destacamentos rebeldes de campesinos, a los que se añadieron luego formaciones más o menos reglamentarias llegadas de la retaguardia. Los destacamentos rebeldes y los de los Guardias Rojos solo podían obtener éxitos militares en el curso del primer período, a raíz de la primera e irresistible escalada revolucionaria de las clases trabajadoras y del general desorden de las clases poseyentes, prácticamente desarmadas. La dirección operacional unificada de los Guardias Rojos y de los destacamentos rebeldes podía utilizarse únicamente dentro de límites muy precisos. Las líneas operacionales eran en rigor las del desarrollo de la revolución en sí. Los destacamentos se desplazaban por las líneas de menor resistencia, es decir, allí donde encontraban más comprensión y una colaboración mayor, allí donde más fácil resultaba sublevar las masas trabajadoras. En esa época el comando apenas podía fijarse tareas operacionales independientes y se hallaba en la imposibilidad de elegir la dirección de sus golpes: en cierta medida tan solo podía coordinar la presión de los destacamentos que avanzaban como las aguas del deshielo en primavera, cuando avanzan impetuosas por los flancos de la montaña.

Si por guerrilla se entiende, un método de maniobras rápidas y ligeras, de incursiones, súbitas, queda patente que los destacamentos rebeldes eran -vistos su primitivismo y la inexperiencia de sus efectivos de combate y comando- los menos indicados para verdaderas operaciones de guerrilleros.

En cambio, Denikin, teniendo a su disposición un gran número de oficiales supuestamente siempre bajo la influencia de la "incomprensión posicional", tenía notablemente más posibilidades de crear destacamentos de maniobras sólidamente constituidos, capaces de llevar a cabo tareas definidas y de alta responsabilidad en su carácter de guerrilla.

Es una verdadera absurdidad afirmar que nuestro comando central, hipnotizado por los ejemplos de la guerra de posición, no haya intentado desde un primer momento dar a las operaciones mayor flexibilidad e iniciativa, así como conceder a la caballería un lugar más importante; sin embargo, durante el primer período todos los esfuerzos en este sentido tropezaron con la insuficiente preparación de los propios hombres.

Los destacamentos de guerrilleros exigen cualidades excepcionales por parte de los cuadros de comando, desde el jefe de destacamento hasta el brigadier, así como una elevada preparación militar de los soldados rasos. Precisamente lo que nos faltaba. No teníamos, además, ni bastantes jinetes, ni bastantes caballos. Al considerar la guerra de movimiento como un privilegio de la clase obrera (lo que es unilateral) y la caballería como un factor indispensable para la guerra de movimiento (lo que es cabalmente justo), tenemos que hacernos a la evidencia, no sin estupefacción, de que la caballería logra sus mayores éxitos precisamente en las regiones más atrasadas del país: en el Don, en el Ural, en las estepas de Siberia, etc. Observemos también que buena parte de nuestros enemigos, como Kornilov, Dutov, Kaledin y Krasnov, pertenecen a la caballería...

Hace más de medio siglo pudo observarse el mismo fenómeno en el curso de la guerra civil en Norteamérica, donde los estados del sur, reaccionarios, esclavistas, disponían de una inmensa superioridad en caballería y además se beneficiaban de modo proporcional con una preparación superior de los efectivos de comando; así, en las posibilidades de maniobras e iniciativas, los sudistas tenían una notable ventaja sobre los nordistas, que eran, sin embargo, más progresistas y revolucionarios.

Por ser de más fácil constitución en su condición de arma, la caballería no se hacía presente, lo que obligó a nuestro comando a esforzarse por crear una infantería capaz de participar plenamente en una guerra de movimiento; pero el nivel poco elevado de las unidades de infantería y la falta de caballos hicieron imposible la realización de tal tarea en el curso de la primera época de la guerra civil.

Las nuevas promociones de marxistas intentan en coro deducir su sistema militar y su estrategia de clase de la psicología ofensiva del proletariado. Olvidan, ¡ay!, un hecho fundamental: no siempre al carácter de clase ofensivo corresponde una cantidad suficiente de... caballos de caballería.

De esta exposición surge una conclusión opuesta a la de Tarasov-Ródionov. El bajo nivel de formación militar y educación de los Guardias Rojos, de las masas rebeldes y hasta de los movilizados, la notoria insuficiencia de un efectivo de comando calificado y cabalmente fiel, la casi general ausencia de caballería: todo esto ha compelido naturalmente al poder soviético a hacer uso de una estrategia de masas y de un frente único, con características de guerra posicional muy inestable en sus comienzos.

En cambio la desconfianza para con los obreros y los campesinos y una abundancia de efectivo de comando experimentado en el espíritu de guardia blanco, así como una relativa abundancia de caballería, impulsaron a los jefes militares contrarrevolucionarios a organizar pequeños destacamentos móviles de maniobras y algunas "aventuras" de francotiradores cuidadosamente calculadas.

Como ya hemos señalado, sería no obstante imprudente pegar de manera teórica esta etiqueta a las dos clases enfrentadas, contentándose muy lindamente con cambiar el destinatario. En rigor asistimos a una modificación de ambos tipos' Los generales blancos, habiendo obtenido algunos éxitos, han recurrido a la movilización forzada de los campesinos y hasta de los obreros; ponen en pie, así, un ejército impresionante por sus efectivos, pero que debido a ello se priva de movilidad y posibilidades de maniobras. Junto a los diversos ejércitos "posicionales", los blancos crean destacamentos de cuerpos especiales, los que gozan de una independencia operacional bastante grande.

Por lo demás, en el curso de una lucha tensa que abarca durante meses y meses diferentes frentes en condiciones naturales muy variadas y en circunstancias operacionales muy diversas, el Ejército Rojo ha educado en su seno a una serie de unidades selectas provistas de un efectivo de comando bien templado y lleno de iniciativas. Los esfuerzos del primer período por organizar destacamentos de guerrilleros tuvieron como único resultado... la elaboración de planes de un batallón de maniobra, sin llegar no obstante a la creación de destacamentos de maniobra realmente capaces de efectuar tareas de guerrilla. Hoy, todas las premisas necesarias para la fundación de tales destacamentos existen, aun cuando todavía haya que superar muchos obstáculos en la organización de la caballería. Son obstáculos que disminuirán a medida que avancemos en las estepas de Oremburgo y cuanto antes alcancemos el Don.

Hoy es mucho más fácil que un año o seis meses atrás integrar una movilidad superior y más iniciativa en la actividad de combate del Ejército Rojo. Sin embargo, aún tendremos en este campo mucho que aprender de los "generales zaristas", precisamente de los que combaten del otro lado de la barricada.

Finalmente, puede decirse que como consecuencia de una larga guerra civil los métodos militares de ambos campos se aproximan. Si hoy concedemos mayor atención a la creación de la caballería, nuestros adversarios, que desde hace tiempo vienen siguiendo nuestro ejemplo de movilización masiva, montan sus secciones políticas, sus centros y sus trenes de propaganda. Ya habíamos podido observar una aproximación como esta en cuanto a los métodos y los medios de ambos campos durante la guerra imperialista. Cuando se combate durante mucho tiempo los enemigos terminan por aprender mucho uno del otro: rechazan lo inútil y remedian las carencias. Sin subestimar por nada del mundo la importancia de la técnica o de la organización de la dirección operacional (en todos es tos terrenos hay, como ya se lo ha señalado, cierta mejora) puede afirmarse con certeza que en resumidas cuentas la salida del combate se decidirá en función de la fuerza de convicción de los "centros de propaganda", es decir, en función de la idea que resulte más apta para convencer a las masas populares y para mantener la unión espiritual, sin la cual ningún ejército es posible. Es una salida que no presenta duda alguna. Nuestro frente se ve íntegramente recorrido por trenes que llevan el nombre de Lenin, el del camarada Kalinin; en cuanto a ellos, su tren se llama... ¡Purishkiévich!

La salida del combate ya está fijada. Solo nos resta apresurar la victoria, pero sin apartarnos del camino elegido, sin embarazarnos con doctrinarismo seudoproletario y teniendo en cuenta las lecciones de la vida, aun cuando se nos aparezcan con los rasgos de las "iniciativas" de generales zaristas. ●

Kremenchug, Romodán, 24 de julio de 1919.