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León Trotsky


Carta a los Obreros de la U.R.S.S.



Escrito: Constantinopla, 27 de marzo de 1929
Fuente: "De Octubre rojo a mi destierro".Ed. Zeus, Madrid, 1931
Traducción Germán Gómez de la Mata
Digitalización: J. López
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2001




Queridos compañeros:

Os escribo para deciros una vez aún cómo os embaucan los Stalin, los Yaroslavsky y sus compadres. Os cuentan que me he dirigido a la prensa burguesa para entablar la lucha contra la República de los Soviets, en cuya creación y por cuya defensa he trabajado mano a mano con Lenin. Se os engaña. Me he dirigido a la prensa burguesa para defender los intereses de la República de los Soviets contra la mentira, la perfidia y la traición de Stalin y compañía.

Se os invita a condenar mis artículos. ¿Los habéis leido? No, no los habéis leído. Se os presenta una traducción falsa, falsificada, de algunos extractos reducidos y aislados. Mis artículos han aparecido en lengua rusa, en un folleto aparte, exactamente como los he escrito. ¡Exigid que los reproduzca Stalin sin cortes ni falsificaciones! No se atreverá. Teme la verdad sobre todo. Voy, pues, a exponer aquí el contenido esencial de esos artículos.

1. La resolución del "Guepeu" concerniente a mi destierro afirma que dirijo "la preparación de la lucha armada contra la República de los Soviets". En la "Pravda" se suprimieron estas palabras. ¿Por qué? Porque se sabía que no le creería nadie. Después de la historia del oficial wrangeliano, después de desenmascararse al agente provocador enviado por Stalin a los oposicionistas para proponerles un complot militar, nadie creerá que preparan la lucha armada los bolcheviques leninistas, quienes quieren convencer al partido de la justicia de sus opiniones. Tal es la causa de que no se haya atrevido Stalin a publicar en la "Pravda" lo que se decía en la resolución de la "Guepeu" de 18 de enero. Pero, entonces, ¿a cuento de qué introducir tan evidente mentira en este decreto? Lo requerían así, no la URSS, sino Europa y el mundo entero.

Por mediación de la agencia Tass, Stalin colabora sistemática y cotidianamente en la prensa burguesa de todo el universo, propagando sus calumnias contra los bolcheviques leninistas. No ha podido explicar las deportaciones y los arrestos innumerables más que señalando la preparación de la lucha armada por la oposición. Con esta mentira monstruosa ha causado un daño inmenso a la República de los Soviets. Toda la prensa burguesa ha anunciado que Trotzky, Rakovsky, Smilga, Radek, J.N. Smirnov, Beloborodov, Muralov, Mratchkovsky y muchos otros, que han edificado y defendido la República, preparan al presente la lucha por las armas contra el poder de los Soviets. Harto a las claras se desprende hasta qué punto debe semejante idea debilitar a la República Soviética a los ojos del mundo entero... Para justificar la represión, está obligado Stalin a crear leyendas fabulosas, causando al poder de los Soviets un daño inclaculable. Por eso he estimado necesario intervenir en la prensa burguesa y decir a través del mundo que es falso que la oposición abrigue intenciones de entablar una lucha armada contra ese poder. En pro de él, y en contra de sus enemigos todos, ha emprendido y emprenderá una campaña implacable. Esta declaración hecha por mí se ha publicado a decenas de millones de ejemplares en todas las lenguas del globo, y contribuye a consolidar la República de los Soviets. Stalin quiere reforzar su posición debilitando esta República. Yo quiero afirmar la República de los Soviets desenmascarando la mentira estaliniana.

2. Desde hace largo tiempo, Stalin y su prensa propagan por el mundo entero mensajes según los cuales yo habría declarado que la República soviética se había convertido en un Estado burgués, que el poder proletario estaba muerto, etcétera. En Rusia saben muchos obreros que esta es una calumnia odiosa, basada en citas fingidas. Por docenas de veces he denunciado tal falsificación desde cartas que se transmitían de mano en mano. Pero la prensa burguesa mundial les da crédito o simula hacerlo. En las columnas de los periódicos de todas partes campean las citas stalinianas ficticias, tendiendo a probar que Trotsky había reconocido que era inevitable la caída del poder de los Soviets. En vista del enorme interés que la opinión universal, sobre todo la de las grandes masas populares, denota por cuanto ocurre en la República de los Soviets, los periódicos burgueses, impelidos por sus conveniencias mercantiles, por su deseo de grandes tiradas y por la presión de sus lectores, se vieron en la necesidad de insertar mis artículos. A través del universo he dicho en ellos que, a pesar de la errónea política de la dirección staliniana, el poder de los Soviets tiene raíces extremadamente profundas en las masas, que es poderodo y que vivirá más que todos sus enemigos.

No hay que olvidar que en Europa, y sobre todo en América, la aplastante mayoría de los obreros continúa nutriéndose aún de prensa burguesa. Puse como condición que se publicaran mis artículos sin modificaciones de ninguna especie. Verdad es que no han observado esta condición ciertos periódicos de algunos países; pero la han respetado la mayor parte de ellos. En cualquier caso, todos se ha visto forzados a publicar que, contra los asertos de la mentira y la calumnia staliniana, Trotsky está persuadido de la fuerza interna, profunda, del régimen soviético, y cree con firmeza que los obreros lograrán por medios pacíficos modificar la actual política engañosa del Comité Cenral.

En la primavera de 1917, encerrado dentro de la jaula suiza, Lenin utilizó el vagón "precintado" del Hohenzollern para escaparse de ella y acudir junto a los obreros rusos. La prensa chauvinista acosó a Iliitch, y no le llamaba de otro modo que el mercenario alemán y "Herr Lenin". Encerrado por los thermidorianos en la jaula de Constantinopla, yo me he servido del vagón precintado de la prensa burguesa para decir la verdad al mundo entero. El acoso de los stalinianos contra "Mister Trotzky", estúpido en su ausencia de cordura, no constituye sino una repetición del que los burgueses y los socialistas revolucionarios ejercieron contra "Herr Lenin". Como Iliitch, afronto con un desprecio tranquilo la opinión pública de los pequeños burgueses y de los funcionarios cuya alma resume Stalin.

3. En mis artículos, desigurados y falsificados por Yaroslavsky, conté cómo, por qué y en qué condiciones se me confinó de la URSS. Propagan los estalinianos en la prensa europea un rumor según el cual se me había dejado marchar al Extranjero a instancias mías. Asimismo he descubierto esa mentira. He explicado que se me deportó allende las fronteras por fuerza, merced a un convenio previo entre Stalin y la policía turca. También entonces obré no sólo con el propósito de protegerme personalmente contra la calumnia, sino, ante todo, en interés de la República de los Soviets. Por el mero hecho de que los oposicionistas se esforzaran en abandonar el territorio de la Unión Soviétca, todo el mundo comprendería que considerábamos desesperada la situación del gobierno de los Soviets. En realidad, no se nos había ocurrido siquiera semejante cosa. Además de asestar la política staliniana golpes terribles a la revolución china, al movimiento obrero inglés y a toda la Internacional Comunista, también los ha asestado a la estabilidad interna del régimen de los Soviets. Esto es incontestable.

Sin embargo, no se delata desesperada la situación ni por asomo. En ningún caso abrigaba la oposición intenciones de huir de la República de los Soviets. Por mi parte, me negué categóricamente a salir para el extranjero, proponiendo que se me encarcelase. No se atrevieron los stalinianos a recurrir a esta medida: temían que los obreros exigieran con insistencia mi libertad. Prefirieron entenderse con la policía turca y me internaron por la fuerza en Constantinopla. Tal es lo que he expuesto al mundo entero. Todo obrero que reflexione comprenderá que si Stalin, por mediación de la agencia Tass, alimenta a diario la prensa burguesa con calumnias contra la oposición, yo tenía el deber de intervenir para refutar esas calumnias.

4. A decenas de millones de ejemplares he contado al mundo entero que no me confinaron los obreros rusos, los aldeanos rusos, los soldados soviéticos del ejército rojo, ni tampoco aquellos con quienes conquistamos el Poder, y con quienes de completo acuerdo hemos combatido hombro contra hombro en todos los frentes de la guerra civil. Me deportaron los individuos del aparato estatal, que habían estafado el Poder, que han degenerado hasta formar una casta burocrática ligada por una responsabilidad común.

Para defender la revolución de Octubre, la República de los Soviets y el buen nombre revolucionario de los bolcheviques leninistas, he dicho al mundo entero la verdad acerca de Stalin y de los stalinianos. He recordado una vez más cómo Lenin, en su "testamento", maduradamente meditado, le calificó de "desleal". En todas las lenguas del orbe se comprende esta palabra. Significa hombre deshonesto o de mala fe que se deja guiar en sus actos por motivos mediocres, hombre en quien no se puede poner confianza. Así fue como caracterizó Lenin a Stalin, y de nuevo vemos ahora cuán justa era la advertencia.

No existe crimen mayor para un revolucionario que engañar a su partido y envenenar la conciencia de la clase obrera con la mentira. Esto supone, empero, la principal ocupación de Stalin. Engaña a la Internacional Comunista y al proletariado mundial, atribuyendo a la oposición intenciones y actos contrarios con respecto al poder de los Soviets. Precisamente por saber que él estaba inclinado en su fuero interno a obrar de tal suerte, le calificó Lenin de desleal; precisamente por eso proponía al partido que relevara de su puesto a ese hombre. Así, pues, se hace más necesario que nunca ahora, después de cuanto ha pasado, explicar al mundo entero en qué consiste la deslealtad, es decir, la mala fe y la falta de honradez de Stalin con la oposición.

5. Los calumniadores (Yaroslavsky y otros agentes de Stalin) arman mucho alboroto alrededor de los dólares norteamericanos. En otras circunstancias, no valdría la pena de rebajarse a examinar esas porquerías; pero la prensa burguesa más rabiosa exhibe con deleite las suciedades de Yaroslavsky. Para no dejar en penumbra nada, hablaré, pues, de los dólares también.

Transmití mis artículos a una agencia norteamericana de prensa en París. Tanto Lenin como yo, muchas veces hemos concedido "interviews" y expuesto por escrito nuestra opinión sobre toda clase de cuestiones a agencias análogas. En virtud de mi confinamiento y de las circunstancias misteriosas en las cuales se efectuó, la gente de todo el mundo se interesaba una enormidad por este asunto, y la agencia esperaba obtener pingües benefícios. Me ofreció la mitad de los ingresos. Respondí que personalmente no aceptaría ni un céntimo; pero que debía poner a mi orden la mitad del importe de mis artículos.

Con ese dinero editaré en lengua rusa y en las demás lenguas, toda una serie de obras de Lenin (discursos, artículos, cartas) prohibidos en la República Soviética por la censura staliniana. Del propio modo, utilizando esa suma, publicaré una porción de documentos del partido (actas de conferencias y congresos, cartas, artículos, etc.) que se han escamoteado sólo porque demuestran con ejemplos la inconsistencia teórica y política de Stalin. He aquí, en concreto, la literatura "contrerrevolucionaria" -según la denominación de Stalin y Yaroslavsky- que intento editar. A su tiempo se publicará una reseña precisa de las cantidades invertidas a este efecto. Cualquier obrero ha de convenir en que vale infinitamente más hacer que el dinero tomado de la burguesía a título de tributo ocasional sirva para editar las obras de Lenin, que propagar calumnias contra los bolcheviques leninistas utilizando el dinero recogido a los obreros y aldeanos rusos.

No lo olvidéis, compañeros. En la URSS sigue considerándose el "testamento" de Lenin un documento contrarrevolucionario, por la propagación del cual se arresta y se destierra. No se trata de una simple casualidad. Stalin emprende la lucha contra el leninismo dándole una extensión internacional. No queda casi ya en el mndo un solo país donde al frente del partido comunista se hallen los mismos revolucionarios que lo dirigían en vida del caudillo muerto. Casi todos están excluidos de la Internacional Comunista. Lenin tuvo la presidencia de los cuatro primeros Congresos de esta Internacional. Con él elaboré todos los documentos esenciales de la misma. Cuando se celebraba el IV Congreso (1922) compartió él a medias conmigo la memoria principal acerca de la nueva política económica y de las persapectivas de la Revolución Internacional. Después de su muerte quedaron excluidos de la Internacional Comunista casi todos los participantes, y, en cualquier caso, todos los participantes "influyentes" de los cuatro primeros Congresos. Por doquiera en absoluto hay a la cabeza de los partidos comunistas hombres nuevos, de ocasión, llegados ayer del campamento adversario y enemigo.

Para realizar una política antileninista se imponía, por lo pronto, derrocar la dirección leninista. Stalin lo hizo apoyándose en la burocracia, en las nuevas capas de la pequeña burguesía, en el aparato estatal, en el "Guepeu", en los recursos materiales del Estado. No sólo se ejecutó tal tarea en la URSS, sino en Alemania, en Francia, en Italia, en los Estados Unidos, en los países escandinavos y en casi todas las naciones sin excepción. Ciego habría que estar para no comprender el sentido del hecho de ser relevados de sus puestos, calumniados y excluidos los colaboradores más íntimos y los compañeros de combate de Lenin en el partido comunista de la URSS y en toda la Internacional Comunista, todos los dirigentes de los partidos comunistas durante los años primeros y más difíciles, todos los participantes y directores de los cuatro primeros Congresos, casi todos, literalmente, en fin. Los stalinianos necesitaban esta lucha rabiosa contra la dirección comunista para practicar una política antileninista.

Mientras se aniquilaba a los bolcheviques leninistas, se clamaba al partido diciéndole que en lo sucesivo sería monolítico. Ya sabéis que en la actualidad está más dividido que nunca. Y esto no es todo aún. No hay salvación por la vía staliniana. No es posible practicar más que una política ustrialovista, es decir, consecuente desde el punto de vista thermidoriano, o una política leninista. La posición centrista de Stalin acarrea inevitablemente la acumulación de inmensas dificultades económicas y políticas, la devastación y la destrucción continua del partido.

Todavía no es demasiado tarde para cambiar de orientación. Hace falta modificar brutalmente la política y el régimen del partido en el sentido de la plataforma de la oposición. Hay que acabar con las vergonzosas persecuciones dirigidas contra los mejores revolucionarios leninistas en el partido comunista de la URSS y en el mundo entero. Se impone reconstituir la dirección leninista. Se impone condenar y desarraigar los métodos desleales, es decir, deshonestos y de mala fe, del procedimiento staliniano. La oposición está dispuesta a ayudar con todas sus fuerzas al núcleo proletario del partido en la ejecución de esta tarea de importancia vital. Las persecuciones rabiosas, las calumnias deshonestas y las represiones de Estado no pueden modificar nuestra actitud con respeto a la revolución de Octubre o al partido internacional de Lenin. Permanecemos fieles hasta el fin a uno y a otro en las prisiones stalinianas, en el destierro y en la emigración.

Salud bolchevique.

L. Trotzky



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