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León Trotsky


Un análisis de las consignas y divergencias



Redactado: 14 de diciembre de 1925.
Traducción al castellano: Desde Cahiers Léon Trotsky, número 34, junio de 1988, páginas 114-116, por Grupo Germinal, 2015.
Digitalización: Grupo Germinal, 2015.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, octubre de 2015.



 

Ni las clases ni los partidos pueden ser juzgados por lo que dicen de sí mismo o por las consignas que lanzan en un momento determinado. Esto es completamente válido también para los agrupamientos en el interior de un partido político. Es preciso considerar las consignas dentro de todo su contexto y particularmente en relación con la historia de un agrupamiento particular, sus tradiciones, la selección del material humano en él, etc.

Esto, sin embargo, no significa que las consignas carezcan de sentido. Aunque no determinan plenamente la complexión política de un agrupamiento, constituyen uno de sus componentes. Tratemos de analizar las consignas clave en sí mismas y por sí mismas y evaluémoslas después en el marco de la situación política existente.

El hecho que la cuestión de la diferenciación en el interior del campesinado esté brutalmente planteada es incontestablemente un importante y positivo desarrollo, aunque sólo sea porque nos vuelve a llevar, desde el concepto puramente abstracto de la “cooperativización” del campesinado medio, a la realidad del proceso económico. Concentrando la atención del partido en la diferenciación en el interior de las fuerzas campesinas para comprender que ni hay, ni puede haber, ninguna salida hacia el socialismo a través de los recursos existentes solamente en la aldea. De ahí el cambio de posición de Kámenev, que ahora combate el concepto de Bujarin según el cual “el socialismo” es el poder soviético más las cooperativas”, con una fórmula más compleja, “poder soviético, más electrificación, más cooperativas”, en la cual la electrificación debe ser comprendida como técnica industrial en general. Semejante formulación de la cuestión es incontestablemente un paso adelante comparada con la posición de 1923, que era “una de las razones del retraso sistemático de la industria”. Si se quiere desarrollar esta idea hasta su conclusión, he aquí cómo se puede formular en resumidas cuentas.

La cooperativización puede tener un carácter socialista o un carácter burgués. Si el proceso económico en el campo es abandonado a sí mismo, la cooperativización marchará, ciertamente, en una dirección capitalista, es decir que devendrá un instrumento en manos de los kulaks. La cooperativización de los campesinos pobres y medios sólo puede asegurar un avance hacia el socialismo si se hace sobre la base de la técnica nueva, es decir del predominio en aumento de la industria sobre la agricultura. Cuanto más rápido se desarrolle la industria y más pronto asegure su predominio sobre la agricultura, más se puede esperar con confianza un plazo en la diferenciación del campesinado, una salvación para la masa de los campesinos medios contra la pauperización, etc.

Pero al mismo tiempo que Kámenev opone la industria en tanto que fuerza motriz a la perspectiva agraria-cooperativista de Bujarin, este último se levanta contra Kámenev en la cuestión de la evaluación de la naturaleza social de la industria por sí misma. Kámenev, Zinóviev y otros, consideran aún a la industria como a un de los componentes del sistema de capitalismo de Estado. Tenían este punto de vista hace dos o tres años, y lo han planteado de forma particularmente persistente durante la discusión de 1923-1924. La esencia de esta idea es que la industria es una de las partes subordinadas de un sistema que incluye a la economía campesina, las finanzas, las cooperativas, las empresas privadas reguladas por el estado, etc. Todos esos procesos económicos, regulados y controlados por el estado, constituyen el sistema del capitalismo de estado que se presume que conducirá al socialismo a través de toda una serie de etapas.

En el esquema, el papel dirigente de la industria se desvanece completamente. El principio de la planificación casi es dejado enteramente a un lado por la regulación crédito-finanzas, que ha asumido el papel de intermediario entre la economía campesina y la industria de estado, considerándolas como dos partes en un proceso. Es precisamente de ese esquema del que ha nacido el concepto del socialismo agrario-cooperativo, contra el que Kámenev se alza con razón. Pero de ese mismo esquema ha salido una caracterización de la industria de estado no como el factor-clave del socialismo sino como un componente subordinado del capitalismo de estado, contra el que Bujarin se alza hoy en día con razón. Vemos aquí que cada parte ha liquidado parcialmente la posición común de 1923, una posición que ha llevado, por una parte, al retraso de la industria tras la agricultura y, por otra parte, a los esquemas cooperativos campesinos medios de Bujarin, expresados por la consigna en absoluto accidental de “¡Enriqueceos!”

Será necesario liquidar la posición de 1923 no en parte sino completamente. Se debe decir con firmeza y claridad que la esencia de la cuestión no radica en el nivel actual de diferenciación sino en la tasa de desarrollo industrial que es lo único que tiene la capacidad de provocar cambios cualitativos en el proceso fundamental del desarrollo económico en el campo. De ello se deduce a continuación que “frente al campo” significa, en primer lugar, “frente a la industria”. También se deduce que la planificación no es un intermediario entre la industria y la economía campesina sino el objeto de una actividad económica del estado, que se cumple primero que nada y ante todo a través de la industria. El eje de la planificación puede y debe ser un programa de desarrollo industrial. La planificación, separada de la industria, degenera inevitablemente en beneficio de minucias, una corrección aquí o allá, y las tentativas de coordinación de un caso al siguiente. Ello se aplica también al consejo supremo de la planificación de estado como a un consejo del trabajo y la defensa. En la medida en que la planificación ha devenido una mediación semipasiva entre la industria de estado (que permanece lejos tras el mercado) y la economía campesina, el comisariado de las finanzas ha empujado, naturalmente, al Gosplan a un lado porque la financiación se ha visto como un medio más directo y práctico de regulación intermedia que las compilaciones estadísticas del Gosplan. Pero la regulación crédito-finanzas, en y por sí misma, no incluye ninguna planificación en principio y, al tiempo que sostiene todo el proceso económico, ni contiene, ni puede contener, ninguna garantía inherente de un progreso hacia el socialismo.

En el alba de nuestro trabajo económico, Lenin avanzaba la idea de la electrificación como base para un plan económico. La electrificación es una expresión altamente desarrollado del principio industrial. Formalmente, la electrificación ha continuado siendo reconocida como una idea directriz. En la práctica, ha ocupado un lugar relativamente más reducido en el desarrollo general de la economía. La electrificación estaba íntimamente ligada al concepto de plan económico. Encontramos aquí la primera expresión de la idea que la economía no puede ser planificada de manera socialista más que mediante la tecnología industrial. Sin ligar estrechamente el Gosplan al consejo supremo de la economía nacional no tendremos ni programa debidamente integrado de desarrollo industrial ni una planificación económica práctica, útil y activa, realizada esencialmente a través de la industria. La agricultura, el transporte e incluso la estabilidad del chernovet dependen del carácter y de la tasa de desarrollo industrial. La industria es el eslabón fundamental y decisivo en la cadena del conjunto de la economía.