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Leon Trotsky

En defensa del marxismo

 

 

Carta a Max Shachtman

6 de noviembre de 1939

 

Querido camarada Shachtman:

Recibí la transcripción de su discurso del 15 de octubre[1] que me envió usted y la leí con todo el interés que se merece. He encontrado un montón de excelentes ideas y de formulaciones en completo acuerdo con nuestra posición común, tal y como se expresa en los documentos fundamentales de la IV Internacional. Pero lo que no pude encontrar es una explicación de por qué ataca nuestra posición previa como "insuficiente, inadecuada e inactual".

Dice usted: "Los acontecimientos, que han resultado ser diferentes de nuestras hipótesis y predicciones teóricas, han cambiado la situación". Pero desgraciadamente, habla usted tan en abstracto de "los acontecimientos" que no soy capaz de comprender cómo cambian la situación y cuáles pueden ser las consecuencias de estos cambios para nuestra política. Usted menciona algunos ejemplos del pasado. Así, "vimos y previmos la degeneración de la III Internacional"; pero sólo después de la victoria de Hitler consideramos necesario proclamar la IV Internacional. El ejemplo no está formulado exactamente. Habíamos previsto no sólo la degeneración de la III Internacional, sino también la posibilidad de su regeneración. Sólo la experiencia alemana de 1929-33 nos convenció de que el Comintern estaba podrido y nada podría regenerarlo. Pero entonces cambiamos nuestra política radicalmente: opusimos a la III la IV Internacional.

Pero no sacamos las mismas conclusiones respecto al estado soviético. ¿Por qué? La III Internacional era un partido una selección de personas en base a ideas y métodos. Esta selección era tan opuesta al marxismo que tuvimos que abandonar toda esperanza de regenerarla. Pero el estado soviético no es sólo una selección ideológica, es un complejo de instituciones sociales que persiste a pesar de que las ideas de la burocracia sean opuestas a las de la Rev6lución de Octubre. Esta es la razón por la que no renunciamos a regenerar el estado soviético mediante una revolución política. ¿Cree usted que debernos cambiar de actitud? Si no, y estoy seguro de que usted no quiere proponer eso, ¿dónde está el "cambio" fundamental que se ha producido a raíz de los últimos acontecimientos?

Veo con satisfacción que acepta usted el slogan "por una Ucrania soviética independiente". Pero añade: "Yo siempre entendí nuestra posición básica como opuesta a las tendencias separatistas en las Repúblicas Soviéticas Federadas". Ve con respecto a esto "un cambio fundamental en nuestra política". Pero: l) el slogan sobre Ucrania independiente se propuso antes del pacto Hitler-Stalin; 2) este slogan es sólo una aplicación a una cuestión nacional de nuestro slogan general de lucha contra la burocracia. Podría usted decir con el mismo derecho: "Tal y como yo entiendo nuestra posición básica, nos hemos opuesto siempre a todo acto de rebelión contra el Gobierno soviético". Naturalmente, pero cambiamos esta postura básica hace ya varios años. No veo qué nuevo cambio propone usted ahora.

Cita usted la marcha del Ejército Rojo en 1920 sobre Polonia y Georgia, y dice: "Ahora, si no ha cambiado nada en la situación, ¿por qué la mayoría no propone apoyar el avance del Ejército Rojo en Polonia, los países bálticos o Finlandia?". En esta parte decisiva de su discurso, usted establece que "algo ha cambiado" entre 1920 y 1939. ¡Claro, hombre! La novedad es la situación de bancarrota de la III Internacional, la degeneración del estado soviético, el desarrollo de la oposición de izquierda, y la creación de la IV Internacional. Los "acontecimientos concretos" han ocurrido precisamente entre 1920 y 1939. Y estos acontecimientos explican suficientemente por qué hemos cambiado radicalmente nuestra postura hacia el Kremlin, incluyendo su política militar.

Olvida usted que en 1920 apoyamos no sólo al Ejército Rojo, sino también al GPU. Desde nuestra concepción del estado, no existe diferencia radical entre el Ejército Rojo y el GPU. Sus actividades están estrechamente conectadas y son interdependientes. Podemos afirmar que en 1910 y los años siguientes, apoyamos a la Cheka en su lucha contra los rusos contrarrevolucionarios y los espías imperialistas, pero que, cuando en 1927 el GPU empezó a arrestar, exiliar y perseguir a los auténticos bolcheviques, cambiamos nuestra apreciación de esa institución. Este cambio se produjo por los menos once años antes del pacto germano-soviético. Por eso me ha asombrado profundamente que hable usted sarcásticamente de "el rechazo de la mayoría a adoptar la misma postura que todos tomamos en 1920...". Todos nosotros empezamos a cambiar de postura en 1923 avanzando poco a poco de acuerdo con los desarrollos objetivos. El punto decisivo de la evolución fue 1933-34. ¡Si no somos capaces de ver qué cambios fundamentales se han producido ahora y por qué debemos cambiar nuestra política, según propone usted, no significa que hayamos vuelto a 1920!

Insiste usted fundamentalmente en la necesidad de abandonar el slogan de la defensa incondicional de la URSS, porque usted interpretó en el pasado ese slogan como apoyo a toda acción diplomática o militar del Kremlin, es decir, de la política de Stalin. No, mi querido Schatman, eso no corresponde "a los acontecimientos concretos". Ya en 1927 proclamamos en el Comité Central: "¿Por la patria socialista? ¡Sí! ¿Por la carrera de Stalin? ¡No! " (The Stalin School of Falsification.) Además, parece olvidar usted la llamada "tesis de Clemenceau", que significaba que, en interés de la auténtica defensa de la URSS, la vanguardia proletaria podría estar obligada a destruir el gobierno de Stalin y reemplazarlo por el suyo propio. ¡Todo esto se dijo en 1927! Cinco años después, explicamos a los trabajadores que el cambio de gobierno podría llevarse a cabo sólo mediante la revolución política. Así separamos nuestra defensa de la URSS como estado obrero de la defensa de la URSS que hacía la burocracia. ¡A pesar de ello, usted interpreta nuestra política anterior como apoyo incondicional a las actividades diplomáticas y militares de Stalin! Permítame decirle que eso es una deformación horrible de nuestra postura, no sólo desde la creación de la IV Internacional, sino desde el principio de la oposición de izquierda.

La defensa incondicional de la URSS significa, simplemente, que nuestra política no está determinada por las hazañas, maniobras o crímenes de la burocracia del Kremlin, sino solamente por nuestra concepción de los intereses del estado soviético y de la revolución mundial.

Al final de su discurso cita usted la fórmula de Trotsky de subordinar la defensa de la propiedad nacionalizada en la URSS a los intereses de la revolución mundial, y prosigue: "Mi interpretación de nuestra postura en el pasado significaba que no podía haber contraposición entre ambas... Nunca interpreté que se debía subordinar la una a la otra. Si entiendo inglés, el término significa que hay, o puede haber, conflicto entre ambas". Y de ahí deriva usted la imposibilidad de mantener el slogan de la defensa incondicional de la URSS.

Este argumento se basa por lo menos sobre dos malentendidos. ¿Cómo y por qué han de entrar en conflicto los intereses de la revolución mundial y el mantenimiento de la propiedad nacionalizada en la URSS? Usted infiere tácitamente que la política del Kremlin (no la nuestra) puede entrar en conflicto con los intereses de la revolución mundial. ¡Naturalmente! ¡A cada paso! ¡En todos los aspectos! Por eso nuestra política de defensa no está condicionada por la política del Kremlin. Este es el primer malentendido. Pero, pregunta usted, sino hay conflicto, ¿para qué hace falta la subordinación? Aquí está el segundo malentendido. Debemos subordinar la defensa de la URSS a la revolución mundial lo mismo que subordinamos una parte al todo. En 1918, en la polémica con Bujarin, que insistía en la necesidad de una guerra revolucionaria contra Alemania, Lenin contestó más o menos: "Si hubiera ahora una revolución en Alemania, nuestro deber sería ir a la guerra, aun a riesgo de perderla. La revolución alemana es más importante que nosotros y deberíamos sacrificar el poder soviético en Rusia (por un tiempo) si fuera necesario, para ayudar a establecerlo en Alemania." Una huelga en Chicago puede ser irrazonable en un momento determinado y por sí misma, pero si los trabajadores de Chicago tienen que apoyar una huelga general deben subordinar sus intereses a los de su clase y llamar a la huelga. Si la URSS se ve envuelta en la guerra del lado de Alemania, la revolución alemana amenazaría los intereses de la defensa de la URSS. ¿Debemos decirles a los trabajadores alemanes que no la hagan? El Comintern seguramente se lo diría, pero nosotros no. Les diremos: "Debemos subordinar los intereses de la defensa de la URSS a los intereses de la revolución mundial."

Me parece que algunos de sus argumentos han sido rebatidos por Trotsky en su último artículo "Una y otra vez sobre la naturaleza de la URSS", escrito antes de que yo recibiera la transcripción de su discurso.

Tenemos cientos y cientos de nuevos camaradas que no han pasado por nuestra experiencia común. Me temo que sus argumentos les hagan creer que alguna vez hemos apoyado al Kremlin, al menos en el campo internacional, que no habíamos previsto la posibilidad de cooperación entre Hitler y Stalin, que los acontecimientos nos han pillado desprevenidos y que debemos cambiar fundamentalmente nuestra posición.

¡Y eso no es verdad! E, independientemente de otras cuestiones, discutidas o sólo tocadas en su discurso (dirección, conservadurismo, régimen del partido y demás), creo que debemos examinar de nuevo nuestra posición sobre la cuestión rusa, todo lo cuidadosamente que nos sea posible, en bien de la sección americana y de la IV Internacional en su conjunto.

El verdadero peligro ahora no es la defensa "incondicional" de lo que merece ser defendido, sino la ayuda directa o indirecta a la corriente política que trata de identificar la URSS con los estados fascistas en beneficio de las democracias, o con quienes intentan echar todas las tendencias en el mismo saco para comprometer el bolchevismo o marxismo con el stalinismo. Somos el único partido que previó los acontecimientos, no concretamente, como es natural, pero sí su tendencia general. Nuestra ventaja consiste en que no tenemos que cambiar nuestra orientación, aunque comience la guerra. Y me parece muy poco adecuado que algunos de nuestros camaradas, movidos por la lucha de facciones por un "buen régimen" (que, que yo sepa, no han definido nunca) insistan en gritar: " ¡Nos han cogido desprevenidos! ¡Nuestra orientación se ha vuelto inadecuada! ¡Debemos improvisar una nueva línea!" Todo esto me parece totalmente incorrecto y muy peligroso. 

Con los mejores saludos del camarada,

LUND (Leon Trotsky)

 

Saludos a J. P. Cannon.
 

P.S.-Las formulaciones de esta carta están lejos de ser perfectas, porque no es un artículo elaborado, sino simplemente una carta que he dictado a mi colaborador en inglés y que él ha corregido sobre la marcha. L. 

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[1] Este discurso fue pronunciado en una reunión de la organización neoyorkina del Partido Socialista Obrero (SWP). Se reproduce en el Boletín Interno, vol. II, núm. 3, de 14 de noviembre de 1939. (Nota del editor.

 

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