Leon Trotsky - STALIN

CAPÍTULO VIII

COMISARIO DEL PUEBLO
 
Los bolcheviques habían realizado tan a conciencia la labor de atraerse a todas las fuerzas armadas del país, que su victoria final del 7 de noviembre se logró prácticamente por falta de enemigo. El golpe de octubre fue "más fácil que levantar una pluma", para servirse de las palabras de Lenin. Ni un sólo regimiento se alzó para defender la democracia rusa. Con las fuerzas de la antigua policía dispersas, el Gobierno de Kerensky en Petrogrado no contaba más que con los cadetes militares y los batallones de mujeres, muy defectuosos, frente a los destacamentos al mando de revolucionarios profesionales bolcheviques. La lucha por el poder supremo en un Imperio que comprendía la sexta parte del globo terráqueo se decidió entre fuerzas asombrosamente reducidas por ambas partes, tanto en las provincias como en las dos ciudades principales.
(El Oeste democrático civilizado, que caminaba hacia su cuarto año de guerra, no quería creer en el hecho consumado. Después de llevar los bolcheviques casi una semana en el Poder, Kerensky aseguró sinceramente al mundo sorprendido, que el bolchevismo "como fuerza organizada... no existe ya, ni siquiera en Petrogrado". El triunfo bolchevique había sido más fácil y seguro en Petrogrado que en Moscú y en las provincias. Los cosacos estacionados en Petrogrado eran "neutrales" [incluso el cuartel general y los más declarados reaccionarios], y rehusaban prestar ayuda al Gobierno provisional, reservándose el derecho de obrar por cuenta propia, mientras que el general Krassnov marchaba sobre la capital con un numero desconocido de tropas. Los jefes y empleados de los Bancos, Ministerios y prácticamente todas las instituciones de la Administración Pública se habían declarado en huelga. Los Sindicatos de Ferrocarriles, Teléfonos, Telégrafos y Correos, dirigidos por mencheviques, amenazaron con ir a la huelga y paralizar todos los servicios de comunicaciones y transportes mientras los vencedores no consintieran en formar un Gobierno de coalición de todos los partidos socialistas, pero sin participación de Lenin ni de Trotsky. Aquella amenaza produjo una crisis más aparente que real en la dirección del Partido bolchevique.)
Inmediatamente después de la insurrección, por insistencia del ala derecha bolchevique (Zinoviev, Kamenev, Rikov, Lunacharsky y otros), se iniciaron negociaciones con los mencheviques y los populistas respecto a un Gobierno de coalición. Entre otras condiciones, los partidos derribados por el alzamiento pedían una mayoría para ellos, y, por encima de todo, que se apartase del Gobierno a Lenin y a mí, como responsables personales de la "aventura" de octubre. Los miembros derechistas del Comité Central se inclinaban a aceptar esta petición. Se estudió el asunto en el Comité Central durante la sesión del 1. º (14) de noviembre. He aquí lo que dice el acta: "Se propone expulsar a Lenin y a Trotsky. Esto significa decapitar a nuestro Partido, y no lo aceptamos." La facilidad con que los derechistas se prestaban incluso a entregar sumisamente el Poder, fue condenada por el Comité Central como "miedo de la mayoría del Soviet a utilizar su propia mayoría". Los bolcheviques no se negaban a compartir el Poder con otros partidos, pero sólo a base de la debida proporción de fuerzas dentro de los Soviets. Lenin declaró que las negociaciones con los partidos pequeñoburgueses sólo tenían sentido como pantalla para apartar la atención de las acciones militares.
Mi moción para concluir las negociaciones con los transaccionistas fue aprobada. Stalin no tomó parte en los debates; pero votó con la mayoría. En protesta, los representantes de la derecha se retiraron del Comité Central y del Gobierno. La mayoría del Comité Central se dirigió a la minoría exigiéndole someterse incondicionalmente a la disciplina del Partido. El ultimátum iba firmado por diez miembros y candidatos del Comité Central: Lenin, Trotsky, Stalin, Sverdlov y otros. Respecto al origen del documento, uno de los miembros del Comité Central, Bubnov, declara: "Después de escribirlo (Lenin), hizo entrar uno a uno en su despacho a los miembros del Comité Central, informándoles del texto de la declaración e invitándoles a firmarla." La narración es interesante porque permite evaluar con justeza la importancia del orden de las firmas. Lenin me enseñó el ultimátum en primer lugar, y después de firmar yo, llamó a los otros, comenzando por Stalin. Así era siempre, o casi siempre. Si el documento no se hubiese dirigido contra Zinoviev y Kamenev, las firmas de éstos probablemente figurarían delante de la de Stalin.
Pestkovsky refiere cómo durante los días de octubre "hubo de elegir entre los miembros del Comité Central a los directores de la insurrección. Fueron elegidos Lenin, Stalin y Trotsky". Al confiar la dirección a estos tres, digamos de pasada que el colaborador de Stalin sepulta definitivamente el "centro" práctico al que ni Lenin ni yo pertenecíamos. En el testimonio de Pestkovsky hay esta vez un grano de verdad. No durante los días del alzamiento, pero sí después de su victoria en los centros importantes, aunque antes de establecer ningún género de régimen estable, fue necesario crear una compacta plana mayor del Partido, que pudiese imponer localmente todas las decisiones necesarias. Como consta en el acta, el 29 de noviembre (12 de diciembre) de 1916, el Comité Central eligió para resolver cuestiones perentorias un Buró compuesto de cuatro personas: "Stalin, Lenin, Trotsky y Sverdlov." "A este cuarteto se dio el derecho de resolver todos los asuntos extraordinarios, pero con obligación de incluir en la decisión a todos los miembros del Comité Central que estuviesen a la sazón en Smolny." Zinoviev, Kamenev y Rikov se habían apartado del Comité Central a causa de su acusada disconformidad. Esto explica la composición del cuarteto. Pero Sverdlov se veía absorbido por la Secretaría del Partido, hablaba en mítines, arreglaba conflictos y rara vez estaba en Smolny. El cuarteto se redujo prácticamente a un terceto.
(En la noche del 19 al 20 de febrero de 1918, el Consejo de Comisarios del Pueblo, formado por la coalición bolchevique-essar de izquierda) eligió un Comité Ejecutivo (compuesto de) Lenin, Trotsky, Stalin, Proshyan y Karelin, que fue autorizado a realizar todo el trabajo ordinario en los intervalos de una a otra sesión del Consejo. (Este Comité Ejecutivo del Gobierno comprendía a los mismos tres bolcheviques y a dos essars de izquierda. Sin embargo, no hay motivo para imaginar que esos tres formasen un "triunvirato".) El Comité Central se reunía frecuentemente, y resolvía todas las cuestiones importantes y particularmente complicadas. El terceto era necesario para decidir sin dilación asuntos inaplazables relacionados con el curso del alzamiento en provincias, los intentos de Kerensky para entrar en Petrogrado, el suministro de víveres a la capital, y otros análogos. Este terceto perduró, al menos nominalmente, sólo hasta que el Gobierno se trasladó a Moscú.
Fustigando la política de los bolcheviques después de 1917, Iremashvili escribe: "El triunvirato, hecho de ideas inextinguibles de venganza, comenzó a exterminar con inhumana crueldad todo lo vivo y lo muerto", etc. En el triunvirato, Iremashvili incluye a Lenin, a mí y a Stalin. Puede decirse con seguridad que esta idea del triunvirato nació en el ánimo de Iremashvili sólo mucho después, cuando Stalin hubo llegado al primer plano de importancia. Hay, sin embargo, una chispa de verdad (o, al menos, de apariencia de verdad) en esas palabras de Iremashvili. Con relación a las negociaciones en Brest-Litovsk, se citan una y otra vez estas palabras de Lenin: "Consultaré a Stalin y le contestaré." Lo cierto es que el terceto existió solamente en ciertos momentos, aunque no siempre con la participación de Stalin. Dimitrievsky se refiere asimismo a este terceto, aunque en un tono y con un punto de referencia distintos:
"Incluso Lenin en aquel período sintió la necesidad de Stalin a tal grado, que cuando llegaron noticias de Trotsky desde Brest y hubo que tomar una decisión mientras Stalin no estaba en Moscú, Lenin informó a Trotsky:
""Quisiera consultar con Stalin antes de contestar a tu pregunta"".
Y sólo tres días después telegrafió Lenin: "Stalin acaba de llegar. Lo estudiaré con él y te daremos en seguida nuestra respuesta."
Las decisiones más importantes de aquella época se adoptaron no pocas veces por acuerdo entre Lenin y yo. Pero en este caso, en que había disparidad de criterio, era necesaria una tercera persona. Zinoviev estaba en Petrogrado, y Kamenev no siempre permanecía en Moscú. Además, él, como otros miembros del Politburó y del Comité Central, dedicaban una parte considerable de su tiempo a la agitación, a la dirección de los Soviets y a otros menesteres apremiantes. Por eso, antes de salir de Tsaritsyn, solía desempeñar las obligaciones del "tercero". Lenin era muy escrupuloso en cuestiones de forma, y, naturalmente, nunca se permitía responder en su solo nombre, Por lo general, las observaciones que con cierta frecuencia figuraban en la literatura reciente a propósito de que Lenin dirigía, ordenaba, etc., están inspiradas solamente por analogía con el régimen stalinista. Lo cierto es que tal estado de cosas nunca existió. Se daban instrucciones, en efecto, y se dictaban órdenes únicamente por el Politburó, y durante la ausencia de miembros del mismo, hacía sus veces el terceto, que constituía el quorum de sus cinco componentes. Cuando Stalin estaba ausente, Lenin consultaba con Kretinsky, secretario del Comité Central, con la misma escrupulosidad, y en los archivos pueden verse muchas referencias a tales consultas.
Pero por entonces se hablaba mucho más de un "diunvirato". Durante la guerra civil, el "laureado poeta" del Soviet, Dyemyan Byedny, escribió unos versos sobre "nuestro dueto". Nadie hablaba entonces de un triunvirato. En todo caso, cualquier persona que usara tal expresión nunca se habría referido a Stalin como tercero, sino a Sverdlov, que era el popularísimo presidente del Comité Ejecutivo Central de los Soviets y firmaba todos los decretos más importantes. Recuerdo haber hablado con él varias veces sobre la insuficiente autoridad de algunos de nuestros miembros directivos en provincias, En una de estas ocasiones, Sverdlov observó: "En las localidades aceptan sólo tres firmas: la de Ilich, la tuya y hasta cierto punto la mía." (Sverdlov, dijo Lenin, era persona de aptitudes organizadoras verdaderamente notables, y de prodigiosa capacidad para trabajar duro, muy superior a Stalin.) "Nadie era tan capaz de llevar a la vez tareas de organización y políticas como Sverdlov -dijo Lenin en el Congreso del Partido de 1920-. Y tendremos que probar a remplazar su actividad con la labor de toda una junta."
Cuando llegué a Petrogrado a principios de mayo, apenas me acordaba del nombre de Stalin. Probablemente lo habría encontrado en la Prensa bolchevique, al pie de artículos que no atraían gran cosa mi atención. Mis primeras entrevistas fueron con Kamenev, Lenin y Zinoviev. Con ellos se hicieron negociaciones sobre fusión. No encontré a Stalin en las sesiones de los Soviets, ni en el Comité Ejecutivo Central, ni en los numerosos mítines que consumían considerable parte de mi tiempo. Al llegar, inmediatamente me puse en estrecho contacto con todas las figuras dirigentes en virtud de mi misión dentro del Comité Central, pero no eché de ver a Stalin ni entre los miembros de segunda fila del Comité Central, como Bubnov, Milutin, Nogin y otros. (Después de la fusión de los interdistritos, [Mezhraiontsy] con los bolcheviques, Stalin continuó siendo una figura secundaria.) "En la Mesa presidencial del Parlamento previo -dicen las actas del Comité Central del Partido-, Trotsky y Kamenev representaban a los bolcheviques." (Cuando llegó el momento de enviar representantes rectores del Partido a la Asamblea Constituyente repetidas veces mencionada, a la que se asignaba la labor de determinar en forma parlamentaria democrática el futuro Gobierno de Rusia, Stalin fue designado portavoz del Comité Central del Partido para nombrarlo. Como dice el acta, las palabras de Stalin fueron: "Camaradas, propongo como candidatos a la Asamblea Constituyente a Lenin, Zinoviev, Kollontai, Trotsky y Lunacharsky.") Estas fueron las cinco personas propuestas en nombre de todo el Partido. Recordemos que (según la historiografía oficial) sólo dos semanas antes, yo, en unión de los mencheviques y los essars, había expuesto al parecer que Lenin se presentara a consejo.
En la lista completa de bolcheviques delegados para la Asamblea Constituyente, encabezada por Lenin, el nombre de Stalin se consigna en octavo lugar. Los veinticinco nombrados eran primeros candidatos oficiales del Comité Central. La lista fue preparada por una Comisión a la que asesoraban tres miembros del Comité Central: Uritsky, Sokolnikov y Stalin. Lenin protestó enérgicamente contra la lista: había en ella demasiados intelectuales dudosos, pocos trabajadores de confianza.
"Totalmente inadmisible era también el número desproporcionado de candidatos elegidos entre personas poco probadas que, habían ingresado recientemente en el Partido (como U. Larin). Al llenar la lista de este modo, y no con candidatos que realmente hayan trabajado meses y meses en el Partido, el Comité Central abre la puerta de par en par al arribismo, a los que buscan puestos en la Asamblea Constituyente... Es evidente que entre los interdistritos (Mezhraiontsy), poco hechos aún al trabajo proletario y a la dirección de nuestro Partido, ninguno se opondría, por ejemplo, a la candidatura de L. D. Trotsky, porque, en primer lugar, Trotsky, en cuanto llegó adoptó la posición de los internacionalistas; en segundo lugar, luchó entre los interdistritos por la fusión; en tercer lugar, durante los difíciles días de julio se mostró a la altura de las tareas y fue un campeón leal del Partido del proletariado revolucionario. Es claro que no puede decirse otro tanto de muchos de los miembros que ingresaron en el Partido ayer mismo, y cuyos nombres figuran en la lista..."
De los veinticinco (representantes bolcheviques), trece fueron castigados más tarde por Stalin, o condenados después de morir.
Después de la conquista del Poder, Stalin comenzó a sentirse más seguro de sí mismo, aunque siguió siendo una figura de segunda fila. Pronto observé que Lenin estaba "ascendiendo" a Stalin, apreciando en él la firmeza, la sangre fría, la tenacidad y hasta cierto punto la astucia, como atributos necesarios para la lucha. No esperaba de él ideas independientes, iniciativa política o imaginación creadora. Stalin avanzaba lentamente y con cautela-, cuando podía, se quedaba quieto, Pero la victoria en Petrogrado y luego en Moscú le convencieron. Comenzó a acostumbrarse al Poder. "Después de octubre -escribe Alliluyev-, Stalin se trasladó a Smolny y ocupó allí dos cuartitos del piso bajo." (Era miembro del primer Consejo de Comisarios del Pueblo, como Comisario de Nacionalidades.) Después de la Revolución, la primera sesión del Gobierno bolchevique se celebró en Smolny, en el despacho de Lenin, donde un tabique de madera sin pintar separaba el rincón de la telefonista y la mecanógrafa. Stalin y yo fuimos los primeros en llegar. De detrás del tabique llegó hasta nosotros el vozarrón de Dybenko: estaba hablando con Finlandia y la conversación era un tanto tierna. El corpulento y arrogante marinero de veintinueve años y negra barba, había intimado hacía poco con Alejandra Kollontai, mujer de antecedentes aristocráticos, que conocía media docena de lenguas extranjeras y se acercaba a los cuarenta y seis. En ciertos círculos del Partido se murmuraba no poco a propósito de aquello. Stalin, con quien hasta entonces no había sostenido yo una conversación personal,, vino hacia mí con una especie de inesperado alborozo, y señalando con el hombro hacia el tabique, dijo a través de una sonrisa forzada: "¡Ahí está ése con Kollontai, con Kollontai!" Sus gestos y su risa me parecieron fuera de lugar y de una vulgaridad insoportable, especialmente en aquella ocasión y aquel lugar. No recuerdo si le contesté algo, volviendo la cabeza a otro lado, o si le respondí secamente: "Es asunto suyo." Pero Stalin se dio cuenta de que había cometido un error. Cambió de expresión, y en sus ojos brilló el mismo relámpago de animosidad que había sorprendido en Viena. Desde entonces, nunca más intentó conversar conmigo sobre temas personales.
A fines de enero de 1918, como representante del Partido, Stalin participó en una conferencia de representantes de varios partidos socialistas de izquierda del extranjero. En ella se llegó a la conclusión de que "debía convocarse una conferencia socialista internacional... bajo las siguientes condiciones: primera, que los partidos y organizaciones convengan en seguir el camino de la lucha revolucionaria contra "sus propios Gobiernos" para lograr la paz inmediata; segunda, que apoyen la Revolución rusa de octubre y al Gobierno de los Soviets".
Por la época de las negociaciones de Brest-Litovsk se disolvió la Asamblea Constituyente. La iniciativa fue de Lenin, que también tomó sobre sí la tarea de trazar el instrumento correspondiente. Durante aquellos días se publicó la Declaración de los Derechos de los Trabajadores y de los Pueblos Oprimidos. En el texto de estos documentos históricos hay correcciones hechas por Bujarin y Stalin. "La mayoría de sus correcciones -declara una nota al pie de las obras de Lenin- no tienen carácter de principio."
Los puestos que Stalin ocupó durante los primeros años posteriores a la Revolución, y las misiones especiales, sobre todo de carácter organizador o diplomático que desempeñó muy diversas. Pero otro tanto sucedió a la mayoría de los funcionarios responsables de aquella época. Directa o indirectamente, todo el mundo estaba ocupado con la guerra civil; las obligaciones corrientes solían confiarse a los auxiliares más próximos. Stalin figuraba como miembro del cuadro de dirección del órgano central, pero, de hecho, nada tenía que ver con Pravda. Realizaba una labor más sistemática, interrumpida por viajes al frente, en el Comisariado de Nacionalidades. El Estado Soviético estaba en plena formación, y no era fácil determinar en el nuevo orden de cosas esta relación recíproca entre las distintas nacionalidades. La orientación general de esta labor, y, como es natural, también la iniciativa, era completamente de Lenin, quien desde tiempo inmemorial había atribuido a la cuestión nacional una enorme importancia, sólo superada por la del problema agrario. Resulta claro, por el Diario de su secretaria, que con frecuencia recibía delegaciones y dirigía cartas, indagaciones e instrucciones con referencia a uno u otro grupo nacional. Todas las medidas más principales habían de pasar por el Politburó; las de menos importancia se trataban por teléfono con Lenin. En el Comisariado de Nacionalidades recaía simplemente la ejecución técnica de las decisiones ya adoptadas.
La información concerniente a la labor de este Comisariado puede hallarse en las Memorias de Pestkovsky, publicadas en 1922 y 1930. Fue el auxiliar principal de Stalin durante los primeros veinte meses del régimen soviético. Viejo revolucionario polaco que había sido condenado a trabajos forzados en Siberia, y partícipe en la Revolución de octubre, que ocupó después de la victoria los puestos más diversos, entre ellos el de ministro soviético en México de 1924 a 1926, Pestkovsky estuvo durante largo tiempo en uno de los grupos de oposición, pero acertó a rectificar a tiempo. La señal de arrepentimiento reciente se encuentra en la segunda edición de esas Memorias, pero ello no les priva de su espontaneidad e interés.
La iniciativa de su colaboración salió de Pestkovsky, que había llamado a varias puertas sin encontrar aplicación para sus modesta aptitudes:

* "-Camarada Stalin -dije-, ¿eres el comisario del Pueblo para los asuntos de las Nacionalidades?
-Sí.
-Pero, ¿tienes un comisariado?
-No.
-Bueno, entonces yo te haré un comisariado.
-Magnífico. ¿Qué necesitas primero?
-De momento, me basta una credencial.
Entonces, Stalin, que detestaba las palabras inútiles, fue a la oficina ejecutiva del Consejo de Comisarios del Pueblo, y regresó a los pocos minutos con la credencial solicitada."

En una de las habitaciones de Smolny ya ocupadas, Pestkovsky encontró una mesa libre que arrimó a la pared, y por encima de ella clavó un pliego de papel con la inscripción: "Comisariado del Pueblo para Asuntos de las Nacionalidades." Luego agregó a la instalación dos sillas.

* "-Camarada Stalin -dije-, no hay consignado un céntimo a nuestro nombre.
Por entonces, el nuevo Gobierno no había tomado posesión del Banco del Estado.
-¿Necesitas mucho dinero? -preguntó Stalin. 
-Para comenzar, con mil rublos tendría suficiente.
-Ven dentro de una hora.
Cuando me presenté una hora después, Stalin me mandó pedir a Trotsky tres mil rublos prestados.
-él tiene dinero. Lo encontró en el antiguo Ministerio de Negocios Extranjeros.
Fui a ver a Trotsky y le entregué un recibo por tres mil rublos. Que yo sepa, el Comisariado del Pueblo de las Nacionalidades no ha devuelto aún ese dinero al camarada Trotsky."

[Stalin estuvo al lado de Lenin el 9 (22) de noviembre de 1917, desde las dos hasta las cuatro y media de la madrugada, cuando Vladimiro Ilich, conferenciando por hilo directo con el comandante en jefe general Dujonnin, daba órdenes para entablar inmediatamente negociaciones de paz con todas las naciones en guerra. Al negarse Dujonnin, escribió una orden destituyéndole y nombrando a N. V. Krylenko comandante en jefe. [A propósito de incidentes como éste] Pestkovsky escribe que Stalin se convirtió en el "lugarteniente" de Lenin en la dirección de las acciones revolucionarias de lucha. Estaba encargado de vigilar las operaciones del Don, de Ucrania y otras partes de Rusia. La palabra "lugarteniente" no encaja bien aquí; más corriente sería decir "ayudante técnico". Como la observación del curso de la guerra civil en el país se hacía principalmente por vía telegráfica directa, esta función corría asimismo a cargo de Stalin, porque sus obligaciones le dejaban más tiempo libre que las suyas a los restantes miembros del Comité Central.
Las conversaciones de Stalin por telégrafo directo eran esencialmente entre técnicas y políticas. Cumplía instrucciones. De sumo interés resulta una de sus primeras conversaciones por línea directa, el 17 (30) de noviembre de 1917, con Porsh, representante de la Rada ucraniana. Esta institución era similar al Gobierno de Kerensky, y se apoyaba en la capa superior de la pequeña burguesía. Indudablemente, también contaba con la ayuda de la gran burguesía y de los aliados contra los bolcheviques. Los Soviets de Ucrania iban cayendo por aquel tiempo bajo la influencia de los bolcheviques, y estaban en abierta oposición con la Rada. Era inevitable un choque entre ésta y los Soviets, especialmente después de la Revolución de octubre en Petrogrado y Moscú. Porsh, en nombre de la Rada, preguntaba cuál era la actitud del Gobierno de Petrogrado respecto al problema de las nacionalidades y a la suerte de Ucrania y de su régimen interno y particular. Stalin contestó sin concretar nada. "El Poder de Ucrania, como en otras regiones -decía Stalin-, debe pertenecer a la totalidad de diputados de los trabajadores, soldados y campesinos, incluyendo en él también la organización de la Rada. En esa esfera hay un gran margen para la coincidencia entre la Rada Central y el Soviet de Comisarios del Pueblo." ésta era precisamente la combinación que los mencheviques y los essars pidieron después de la Revolución de octubre, y sobre esta cuestión versaban las negociaciones que Kamenev no había podido llevar a buen fin.
Al otro extremo de la línea, en Kiev, junto al ministro ucraniano Porsh, estaba el bolchevique Sergio Bakinsky, quien también solicitaba respuesta a varias preguntas. Uno y otro se vigilaban. Bakinsky representaba a los Soviets. Dijo que la Rada central no creía posible transferir el Poder localmente a los Soviets. Contestando a Bakinsky, Stalin dijo que si la Rada Central no se prestaba a convocar un Congreso de Soviets con los bolcheviques, "lo convocase él sin la Rada". Además: "El Gobierno de los Soviets debe aceptarse localmente. Este es un mandamiento revolucionario que no podemos dar de lado, y no comprendo cómo la Rada Central de Ucrania puede argumentar contra un axioma." Un cuarto de hora antes Stalin había declarado que era posible combinar los Soviets con las organizaciones democráticas de la Rada; ahora se pronunciaba por el Gobierno de los Soviets sin ningún género de combinación, como axiomático. ¿Cómo explicarse esta contradicción? No tenemos documentos a la vista. Pero la mecánica que encubre la conversación está muy clara. Durante las negociaciones, Stalin enviaba la cinta del piso bajo del Smolny al piso superior, a Lenin. Habiendo leído éste la proposición de Stalin de combinar los Soviets con las organizaciones de la Rada, no pudo menos de enviarle una enérgica nota. Tal vez bajase corriendo al cuarto del telégrafo para decir a Stalin lo que pensaba. Stalin no discutió, y en la segunda parte de su conversación dio instrucciones totalmente opuestas a las transmitidas en la primera parte de ella.
Como miembro del Politburó, Stalin estaba incluido en la delegación del Partido Comunista ruso al Congreso del Partido Socialista fines. Pero esta inclusión sólo tenía carácter nominal. Stalin no tomó parte en la labor de aquél. "Cuando a fines de diciembre de 1917 se reunió el Congreso del Partido finlandés -escribe Pestkovsky-, surgió la cuestión de señalar a quién seguirla la clase trabajadora de Finlandia. El Comité Central de los bolcheviques envió a aquel Congreso a Stalin como representase suyo." Ni Lenin, ni yo, ni Sverdlov podíamos abandonar Petrogrado; y, por otra parte, Zinoviev y Kamenev no servían en aquella época para la tarea de provocar una insurrección en Finlandia. La candidatura de Stalin parecía la más apropiada. En aquel Congreso fue, seguramente, donde Stalin conoció a Tanner, con quien, veintidós años después, hubo de tratar en vísperas de la guerra finosoviética.
El mismo Pestkosvky se refiere a la íntima colaboración entre Lenin y Stalin. "Lenin no podía prescindir de Stalin siquiera un día. Probablemente por eso nuestro despacho en el Smolny estaba "bajo las alas" de Lenin. Durante el día llamaban a Stalin infinitas veces, o se presentaba en nuestro despacho para llevárselo. Stalin pasaba con Lenin la mayor parte del día. No sé lo que hicieran, pero en cierta ocasión, al entrar en el despacho de Lenin, sorprendí un cuadro interesante. De la pared pendía un gran mapa de Rusia. Delante había dos sillas, y en ellas estaban sentados Ilich y Stalin, moviendo los dedos por la zona Norte, creo que por Finlandia.

"Por la noche, cuando la agitación en el Smolny cedía un poco, Stalin iba al hilo directo y se pasaba allí horas enteras. Llevaba las más largas negociaciones, bien con nuestros jefes militares (Antonov, Pavlunovsky, Muravyov y otros), bien con nuestros enemigos, con el ministro de la Guerra de la Rada ucraniana, Porsh. De vez en cuando, si por un asunto urgente se veía obligado a salir, me llamaba al telégrafo." Los hechos se refieren aquí más o menos correctamente; la interpretación es parcial. En aquel período, Lenin necesitaba mucho de Stalin; de eso no puede dudarse. Zinoviev y Kamenev habían estado sosteniendo una lucha contra Lenin; yo pasaba mi tiempo en los mítines o en Brest-Litovsk, sobre todo esto último; Sverdlov cargaba con la responsabilidad de todo el trabajo de organización del Partido. Stalin, en realidad, no tenía obligaciones definidas. El Comisariado de las Nacionalidades, sobre todo al principio, le consumía poco tiempo. Por consiguiente, desempeñaba las funciones de jefe de personal o de empleado de confianza a las órdenes de Lenin. Las conversaciones por telégrafo directo eran esencialmente técnicas, aunque de gran responsabilidad, y Lenin sólo podía confiarlas a una persona experta, perfectamente informada de todas las tareas y cuidados de Smolny.
[Incluso después del traslado de Petrogrado a Moscú, Lenin continuó fiel a la regla axiomática de no dar órdenes personales. Unos tres años más tarde cuando] el 24 de septiembre de 1920, Ordzhonikidze le pidió permiso por telégrafo desde Bakú para enviar un destructor a Enzeli (Persia), Lenin escribió en el mismo telegrama: "Preguntaré a Trotsky y a Krestinsky." En efecto, hay multitud de notas de esta clase en telegramas, cartas e informes. Lenin nunca decidía por sí mismo; siempre acudía al Politburó. Dos o tres de sus miembros solían estar en Moscú. De estos cientos de notas sobre el propósito de consultar con miembros del Politburó, sólo se han extraído las que llevan la inscripción de "consultar con Stalin", para interpretarlas en el sentido de que Lenin no sabía dar un paso sin él.
[Con referencia a las negociaciones de Brest-Litovsk], los historiógrafos de Stalin se han despachado a su gusto. [Tenían documentos auténticos que citar en apoyo de su mitología, documentos de los archivos del Comisariado de Negocios Extranjeros, presidido entonces por Trotsky. Así, en 1935, escribía un tal Sorin:]

* "En una carta a Lenin, desde Brest, Trotsky proponía el siguiente plan, profundamente aventurado en esencia: no firmar una paz anexionista, sino continuar la guerra, y desmovilizar a la vez el ejército. El 15 (2) de enero, en una Conversación por hilo director con Trotsky, que pedía una respuesta, Vladimiro Ilich calificó el plan de Trotsky de "disputable", y demoraba la contestación definitiva hasta que llegase Stalin, que por entonces no estaba en Petrogrado, y a quien Vladimiro Ilich deseaba consultar. Reproducimos la reseña completa de estas conversaciones:
"15 (2) enero. Trotsky y Lenin sostuvieron por hilo directo las siguientes conversaciones: Trotsky pregunta a Lenin si recibió una carta que le dirigió por medio de un soldado lituano. Trotsky necesita una respuesta inmediata a esa carta. La respuesta debe estar concebida en términos de conformidad o de desacuerdo." 
"Lenin al aparato: Acabo de recibir tu carta especial. Stalin no está aquí, y no he podido enseñársela aún. Tus planes me parecen contestables. ¿No es posible aplazar la decisión final hasta después de una sesión especial del Comité Ejecutivo Central? Tan pronto como vuelva Stalin le enseñaré la carta. - Lenin."
"Debemos procurar diferir la decisión todo lo posible, esperando tus noticias. Trata de apresurarte. La delegación de la Rada está realizando una política de traición flagrante. El estudio del plan en el Comité Central me parece inconveniente, pues puede provocar una reacción antes de llevar el plan a efecto.-Trotsky." Respuesta a Trotsky: "Desearía consultar primero con Stalin antes de contestar a tu pregunta. Hoy sale a visitarte una delegación del Comité Ejecutivo Central de Ucrania en Jarkov, que se asegura que la Rada de Kiev está en la agonía. - Lenin."
Cuando las negociaciones de 18 (5) de enero alcanzaron un punto crítico, L. D. Trotsky pidió normas por hilo directo, y recibió, una tras otra, las dos siguientes notas:

1. "A Trotsky: Stalin acaba de llegar. Consultaré el caso con él y te daremos nuestra contestación.-Lenin."
2. "Informad a Trotsky que consiga una tregua y venga a Petrogrado.-Lenin. Stalin."

[La historia oficial del Partido bolchevique, publicada en 1939, se desborda aquí por completo. Afirma lo siguiente:]

* "El 10 de febrero de 1918 se interrumpieron las negociaciones de paz de Brest-Litovsk. A pesar de que Lenin y Stalin insistían en firmar la paz en nombre del Comité Central del Partido, Trotsky, que presidía la delegación soviética en Brest, traidoramente violó las instrucciones explícitas del Partido bolchevique. Declaró que la República Soviética se negaba a firmar la paz en las condiciones propuestas por Alemania, y al mismo tiempo informó a los alemanes que la República Soviética no continuaría la guerra y seguiría desmovilizando el ejército.
"Esto era monstruoso. Los imperialistas alemanes no podían pedir más de este traidor a los intereses de la patria soviética."

[Pasando de la página 207 a la 208 del mismo libro, encontramos la siguiente invención:]

* Lenin calificó esta decisión de "extraña y monstruosa".
En aquel tiempo, el Partido no comprendía aún cuál era la razón de la conducta hostil al mismo de Trotsky y los "comunistas de izquierda". Pero como se ha probado últimamente en la causa contra el "Bloque de derechistas y trotskistas" antisoviéticos (iniciado en 1938), Bujarin y el grupo de "comunistas de izquierda", encabezado por él, en unión de Trotsky y de los essars "de izquierda", ya conspiraban entonces secretamente contra el Gobierno soviético. Bujarin, Trotsky y sus cómplices conspiradores según ha resultado, tendían a anular el tratado de paz de Brest, detener a V. I. Lenin, J. V. Stalin, Ya. M. Sverdlov, matarlos y formar un nuevo Gobierno de bujarinistas, trotskistas y essars "de izquierda".

[Examinemos ahora las actas. Sesenta y tres bolcheviques asistieron a la Conferencia del 21 (8) de enero 1918, de los cuales una mayoría absoluta (32) votaron en favor de emprender una guerra revolucionaria. La posición de Trotsky (ni paz ni guerra), obtuvo 16 votos; la de Lenin (paz con el Imperio alemán), 15 votos. La cuestión se examinó de nuevo tres días después por el Comité Central del Partido. Las actas de la sesión del 24 (11) de enero de 1918, dicen lo siguiente:]

* "El camarada Trotsky propone que se someta a votación la siguiente fórmula: "Terminemos la guerra, no hacemos la paz, desmovilicemos el Ejército." Para someter a votación. En favor, 9; en contra, 7.
"Se puso a votación la propuesta de Lenin: "Insistimos en que la paz se firme de todos modos." (En favor, 12; en contra, 1.) La de L. D. Trotsky: "¿Vamos a lanzar una apelación a la guerra revolucionaria?" (En favor, 2; en contra, 11; abstenciones, 1); y "Paramos la guerra, no hacemos la paz, desmovilizamos el Ejército". (En favor, 9; en contra, 7.)"

En aquella sesión, Stalin fundaba la necesidad de firmar una paz separadamente en este argumento: "No hay ningún movimiento revolucionario en el Oeste; no hay hechos, sino tan sólo potencialidades, y no podemos tener éstas en cuenta." "¿No podemos tenerlas en cuenta?", fue la refutación inmediata de Lenin; es verdad que la revolución en Occidente no ha empezado; "sin embargo, si cambiáramos nuestra táctica por eso, seríamos traidores al socialismo internacional".
El día siguiente, 25 (12) de enero, se examinó la cuestión de la paz en la sesión conjunta de los Comités Centrales de los bolcheviques y de los socialrrevolucionarios (essars) de izquierda, por mayoría de votos se acordó someter a la consideración del Congreso de los Soviets la fórmula: "Ni empeñar guerra ni firmar paz."
¿Cuál fue la actitud de Stalin respecto a esta fórmula? Esto es lo que Stalin declaraba una semana después de la reunión en que la fórmula fue aprobada por 9 votos contra 7:

"Sesión de 1 febrero (19 de enero) de 1918. Camarada Stalin: "...La salida de esta difícil situación se nos brinda en el punto de vista intermedio, o sea en la posición de Trotsky"."

Las palabras de Stalin se harán perfectamente comprensibles teniendo presente que en todo aquel período crítico la inmensa mayoría de las organizaciones del Partido y Soviets estaban por la guerra revolucionaria, y que, por tanto, la posición de Lenin solo podía resolverse en una revolución del Partido y del Estado (lo que, naturalmente, no era posible). Así, lejos de equivocarse, Stalin reconocía un hecho incontrovertible, al decir que mi proposición era entonces la única salida de la situación para el Partido.
[En 1 de febrero] la delegación de los Soviets en la Conferencia de la Paz, en Brest-Litovsk, hizo pública la declaración oficial de la negativa del Gobierno soviético a firmar la paz anexionista y de la terminación de la guerra con las potencias de la Cuádruple Alianza. [Dos días después se publicó] la orden del generalísimo N. V. Krylenko, dando fin a la actividad militar contra dichas potencias y desmovilizando el Ejército ruso.
[Refiriéndose a estos sucesos un año después, Lenin escribió:]

* "¿Cómo ocurrió que no hubiese una sola tendencia, sentido ni organización del Partido que se opusiera a aquella desmovilización? ¿Qué nos ocurrió? ¿Es que habíamos perdido la cabeza por completo? Nada de eso. Oficiales no bolcheviques andaban diciendo, aun antes de octubre, que el Ejército no podía seguir luchando, que no podía mantenerse en el frente unas semanas más. Después de octubre, eso se hizo palpable a todo el mundo que quisiera mirar las cosas cara a cara, que no tratase de volver la espalda a la cruda y desagradable realidad, ni de ocultarse o echarse el sombrero ante los ojos, contentándose con frases arrogantes. No había Ejército. Era imposible atenerse a él. Lo mejor era proceder a la desmovilización lo antes posible.
Aquél era el lado enfermo del organismo estatal ruso, que no podía sostener sin momento más la carga de la guerra. Cuanto antes lo desmovilizásemos, antes se disolvería en partes no enfermas todavía, y el país estaría en condiciones de prepararse para sus nuevas y difíciles tareas. Esto es lo que sentíamos cuando por unanimidad, sin la más leve protesta, aprobarnos la resolución, la decisión que, desde el punto de vista de los acontecimientos exteriores, era absurda: desmovilizar el Ejército. Era lo que debía hacerse. Decíamos que sostener el Ejército era una vana ilusión. Cuanto antes lo desmovilizáramos, antes comenzaría la convalecencia de todo el organismo social en conjunto. De aquí que las frases revolucionarias: "Los alemanes no pueden avanzar", y su consecuencia: "No podemos declarar terminado el estado de guerra; ni guerra ni firma de paz" envolviesen un error tan profundo, una valoración tan excesiva de los hechos. Pero, supongamos que avanzan los alemanes. "No, no serán capaces de avanzar.""

En realidad, el avance de las tropas alemanas duró catorce días, del 18 de febrero al 3 de marzo. Todo el día 18 de febrero dedico el Comité Central a la cuestión de cómo reaccionar al avance alemán que había comenzado.
Después de romperse las negociaciones de Brest, el 10 de febrero, y de publicar los delegados rusos una declaración de terminación de la guerra y de negativa a firmar la paz con Alemania, el "partido militar" (el partido de anexión a toda costa) había vencido. En una conferencia celebrada en Hamburgo el 13 de febrero, bajo la presidencia del emperador Guillermo, se aprobó la siguiente declaración que él mismo propuso: "La negativa de Trotsky a firmar el tratado de paz conduce automáticamente a la terminación del armisticio." El 16 de febrero, el mando militar alemán informó oficialmente al Gobierno soviético de la terminación del armisticio con la República de los Soviets, a contar del mediodía del 18 de febrero, violando así la condición estipulada de que el aviso de finalizar el armisticio debía darse siete días antes de iniciar la acción militar.
La cuestión de cómo reaccionar ante el avance alemán se planteó primeramente en la reunión del Comité Central del Partido, de la noche del 17 de febrero. La proposición inmediata de Alemania de abrir nuevas negociaciones para la firma de la paz fue rechazada por seis votos contra cinco. En cambio, nadie votó por "la guerra revolucionaria"; N. I. Bujarin, G. I. Lomov y A. A. Joffe "renunciaron a votar por plantearse así la cuestión". Por mayoría de votos se aprobó una resolución "difiriendo la reanudación de negociaciones de paz hasta que el avance se manifestase en grado suficiente y se haga notar su influencia sobre el movimiento obrero" Con tres abstenciones, se aprobó por los votos restantes la siguiente decisión: "Si es hecho el avance alemán y no hay sublevación revolucionaria en Alemania y Austria, tenemos que hacer la paz."
El 18 de febrero, iniciado ya el avance alemán, el Comité Central del Partido estuvo reunido todo el día, con breves interrupciones (en una de las actas se cita como hora "por la noche", sin mencionarse la de las otras dos). En la primera sesión, después de intervenir Lenin y Zinoviev en favor de firmar la paz, y yo y N. I. Bujarin en contra, se rechazó por siete votos contra seis la moción de "presentar inmediatamente una proposición para reanudar las negociaciones de paz". En la segunda sesión, o sea la de la noche, después de hablar Lenin, Stalin, Sverdlov y Krestinsky en favor de reanudar las gestiones de paz, y Uritsky y Bujarin en contra, y de manifestarme yo en el sentido de no reanudarlas, sino solicitar de los alemanes sus condiciones, se sometió a votación el punto siguiente: "¿Debemos presentar inmediatamente al Gobierno Alemán una proposición de concertar la paz en el acto?" Esta proposición fue aprobada por siete votos (Lenin, Smilga, Stalin, Sverdlov, G. Sokolnikov, Trotsky, Zinoviev) contra cinco (Uritsky, Lomov, Bujarin, Joffe, Kretinsky) y una abstención (Stassova). Entonces se convino en formular una declaración explícita del acuerdo y redactar el texto de la comunicación que había de dirigirse al Gobierno alemán. Se puso a votación la propuesta de Lenin sobre los puntos de que habla de constar el telegrama. Salvo dos abstenciones, el resto voló por anotar y referirse a la dureza de las condiciones de paz; en el sentido de firmar, desde luego, las condiciones conocidas, indicando que no había posibilidad de rechazar otras aún peores, se pronunciaron siete contra cuatro y dos abstenciones. La tarea de formular el texto se delegó en Lenin y en mí. Lenin escribió acto seguido el radiograma, y,, con leves correcciones mías, se aprobó éste en la reunión conjunta de los Comités Centrales de los bolcheviques y de los essars de izquierda, mandándose las firmas del Consejo de Comisarios del Pueblo a Berlín el 19 de febrero.
En la sesión del Consejo de Comisarios del Pueblo de 21 de febrero, los representantes de la izquierda essar votaron en contra de utilizar la ayuda de la Entente para contrarrestar el avance alemán. Se habían iniciado negociaciones con los aliados sobre ayuda militar y técnica poco después de la revolución de octubre. Las llevábamos Lenin y yo con los generales Lavergne y Niessel y el capitán Jacques Sadoul por los franceses, y con el general Raymond Robbins por los norteamericanos. El 21 de febrero, en relación con el continuado avance de los alemanes, el embajador francés Noulens me telegrafió: "En su resistencia a Alemania, pueden contar con la cooperación militar y económica de Francia." Naturalmente, la diferencia entre el militarismo alemán y el militarismo francés no era para nosotros cuestión de principio. Era sólo cuestión de asegurar la necesaria neutralización de ciertas fuerzas antagónicas a fin de salvar al Gobierno soviético. (Pero el Gobierno francés no cumplió su palabra.) Clemenceau proclamó una guerra santa contra los bolcheviques. Entonces nos vimos obligados a firmar la paz de Brest-Litovsk.
La respuesta al radiograma de los Soviets que bosquejaba las condiciones alemanas de paz se recibió en Petrogrado a las diez y media de la mañana (del 23 de febrero). Comparadas con las condiciones de paz ofrecidas el 10 de febrero, las nuevas eran mucho peores. El Ejército rojo debía evacuar inmediatamente Letonia y Estonia, que ocuparía la Policía alemana; Rusia se comprometía a concertar la paz con los Gobiernos burgueses de Ucrania, Finlandia, etc. Se discutió (el mismo día) si se aceptaban los términos de paz alemanes, primero en la sesión del Comité Central del Partido bolchevique, y luego en una reunión conjunta de nuestro Comité Central y el de los essars izquierdistas, y, por último, en la sesión plenaria del mismo Comité Ejecutivo Central de toda Rusia. 
En la reunión del Comité Central del Partido bolchevique, Lenin, Zinoviev, Sverdlov y Sokolnikov hablaron en favor de aceptar aquellas condiciones y firmar la paz. Bujarin, Dzerzhinsky, Uritsky y Lomov se manifestaron contrarios a ello. Yo declaré que, "de haber tenido unanimidad, podíamos habernos encargado personalmente de organizar la defensa. Hubiéramos podido hacerlo... Pero eso requería la máxima unidad. Como no la había, no quería cargar con la responsabilidad de votar por la guerra". El Comité Central resolvió por siete votos contra cuatro, con cuatro abstenciones, aceptar en el acto la proposición alemana, prepararse para una guerra revolucionaria y (unánimemente, con tres abstenciones), efectuar una votación entre los electores del Soviet en Petrogrado y Moscú, para cerciorarse de la actitud de las masas respecto a la conclusión de la paz.
En aquella sesión del Comité Central de 23 de febrero, Stalin declaró: "No necesitamos firmar, pero hay que iniciar enseguida negociaciones de paz." A lo que Lenin replicó: "Stalin no tiene razón al decir que no necesitamos firmar. Las condiciones deben firmarse. De no hacerlo firmáis la sentencia de muerte del Gobierno de los Soviets para dentro de tres semanas." (Y el acta dice además: "El camarada Uritsky, contestando a Stalin, dijo que las condiciones habían de aceptarse o rechazarse, pero que ya no era posible entablar negociaciones.")
A cualquier enterado de los asuntos en aquellos momentos (incluso a un ardiente y tenaz defensor de una guerra revolucionaria contra la Alemania imperial como Uritsky) le era evidente la inutilidad de resistirse. La propuesta de Stalin obedecía totalmente a la falta de una posición meditada. Ya el 18 de febrero, el Ejército alemán [había ocupado] Minsk. Su avance se desarrollaba con extraordinaria rapidez. La política de retroceder se había apurado hasta las heces. [Y, sin embargo,] Stalin proponía [cinco días después,] el 23 de febrero, no firmar la paz, sino... entablar negociaciones.
Stalin habló de nuevo en la sesión del 23 de febrero, esta vez en defensa de la necesidad de firmar el tratado de paz. Aprovechó la ocasión para rectificarse igualmente en cuanto al punto de la revolución internacional [al verse criticado] por Lenin. [Stalin dijo:] "También nosotros apostamos por la Revolución, pero vosotros contáis por semanas, mientras que nosotros lo hacemos por meses." Esto se ajustaba enteramente al humor de aquellos días y a las palabras de Sergeyev (Artemio) [en la sesión del 24 (11) de enero de 1918], de que todos los miembros del Comité Central estaban conformes en una cosa: en que sin la victoria de la Revolución en el plazo más breve posible (según Stalin de allí a pocos meses), la República de los Soviets perecería. Así, por entonces prevalecía unánimemente el "trotskismo" en el Comité Central del Partido.
Esencialmente, Stalin no adoptó una posición independiente en el período de las negociaciones de Brest. Vacilaba, esperaba la ocasión, mantenía la boca cerrada... intrigaba. "El viejo espera aún la paz -me decía, moviendo la cabeza en dirección a Lenin-, pero no la conseguirá." Luego, probablemente iría a decir a Lenin algo parecido respecto a mí. La verdad es que nunca se ponía al' descubierto, seguramente porque nadie se interesaba por su opinión ni por sus contradicciones. Tengo la certeza de que mi tarea principal, consistente en hacer nuestra actitud respecto a la paz lo más comprensible que pudiera al proletariado del mundo, era una consideración secundaria para Stalin. él estaba interesado por la "paz en un país", lo mismo que después había de interesarse por el "socialismo en un país". Durante la votación decisiva se unió a Lenin. Sólo al cabo de unos años, en provecho de su lucha contra el trotskismo se tomó la molestia de componer para su uso cierta apariencia de "punto de vista" sobre los acontecimientos de Brest. Compárese su actitud con la de Lenin, quien, dirigiéndose al VII Congreso del Partido, el 8 de marzo, inmediatamente después de la enconada lucha de facciones, dijo:

* "Además, debo referirme a la posición del camarada Trotsky. Es necesario distinguir dos aspectos de su actividad; cuando comenzó las negociaciones en Brest, utilizándolas espléndidamente para la agitación, todos estábamos de acuerdo con el camarada Trotsky... La táctica de Trotsky, en cuanto tendía a ganar tiempo, era justa. Pero se hizo injusta cuando se declaró terminado el estado de guerra sin haber firmado aún la paz... Pero como la Historia ha disipado aquello, no vale la pena recordarlo."

Evidentemente, había una profunda diferencia entre la política de Lenin en todo el asunto de la crisis de Brest-Litovsk y la política de Stalin, que estaba más cerca de Zinoviev. Debe consignarse que únicamente Zinoviev tuvo el valor de reclamar la inmediata firma de la paz, profetizando que la suspensión de las negociaciones llevaría de seguro a una agravación de las condiciones inmediatamente; pero Lenin pensaba que dando largas a las negociaciones de paz se hacía agitación revolucionaria y que las tareas de la revolución internacional estaban por encima de las consideraciones patrióticas, por encima de las condiciones territoriales y de todo otro orden del tratado de paz. Para Lenin, la cuestión era asegurarse un respiro en la lucha por la revolución internacional. Stalin seguramente opinaba que la revolución internacional era algo "potencial" con lo que no podía contarse. Verdad es que más tarde, rectificó estas palabras, para imponerse a otros, pero, en esencia, la revolución internacional en aquellos días, como mucho más tarde, siguió siendo para él una fórmula sin vida, de nula utilidad para la política práctica.
Precisamente en la época de esta crisis fue cuando se vio claro que los factores de la política mundial eran incógnitas para Stalin. Nada sabía de ellas, ni le interesaban. Entre las capas mejor preparadas de los trabajadores alemanes se entablaban discusiones apasionadas sobre las negociaciones iniciadas por los bolcheviques con objeto de concertar la paz. No pocos exteriorizaban la opinión de que los bolcheviques y el Gobierno de los Hohenzollern estaban representando una comedia en la que el desenlace era conocido de antemano. La lucha por la revolución requería que aclarásemos a los trabajadores que no podíamos proceder de otra manera, que los enemigos nos arrollaban y nos veíamos forzados a firmar el tratado de paz. Precisamente por esa razón, el avance alemán era nuestra mejor prueba de la índole obligada del tratado. Un ultimátum de Alemania no hubiera sido bastante; un ultimátum pudiera haberse tornado también como parte de la comedia ensayada. Era muy diferente, en cambio, el movimiento efectivo de las tropas alemanas, la ocupación de ciudades y de efectos militares. Estábamos perdiendo una enorme riqueza, pero ganábamos a su costa la confianza política de la clase trabajadora de todo el mundo. Tal era el sentido del desacuerdo.

Según el texto de la Constitución, un Comisariado del Pueblo se componía del presidente y de la Junta que constaba, a su vez, de media docena y hasta de una docena de miembros. No era tarea fácil dirigir un departamento. Según Pestkovsky, "todos los miembros de la Junta sobre Asuntos Nacionales estaban en oposición con Stalin, y con frecuencia dejaban a su comisario del Pueblo en minoría" El contrito autor se apresura a añadir: "Stalin decidió reeducarnos, y a ello se consagró con perseverancia, poniendo en tal propósito infinita perspicacia y discreción." Es lástima que Pestkovsky no entre en pormenores sobre este aspecto de la cuestión. Pero sí nos enteramos por él del original modo de resolver Stalin sus conflictos con la Junta. "A veces perdía la paciencia -relata Pestkovsky-, pero nunca lo demostraba durante las reuniones. En esos casos, cuando a causa de nuestras inacabables discusiones en las conferencias se impacientaba, salía de la habitación con gran habilidad; "por un momento" desaparecía de pronto de la habitación para retirarse a un rincón del Smolny, y más tarde del Kremlin. Era imposible encontrarle. Al principio solíamos esperarle; pero, al cabo, aplazábamos la reunión. Yo me quedaba solo en nuestro despacho común, aguardando pacientemente su vuelta, pero en vano. En aquellos momentos solía sonar el teléfono; era Vladimiro Ilich llamando a Stalin. Le ¡Replicaba que Stalin había desaparecido, y él contestaba invariablemente: "Buscadle en seguida." No era cosa fácil. Salía a dar una larga carrera por los corredores interminables del Smolny o del Kremlin en busca de Stalin, para encontrarte en los sitios más inesperados. Un par de veces le hallé en el cuarto del marinero camarada Vorontsov, en la cocina, tendido en un diván y fumando una pipa mientras cavilaba sobre su tesis."
No menos colorido hay en la descripción que hace Pestkovsky de la búsqueda de local para el Comisariado en Moscú, cuando el Gobierno se trasladó allí en marzo siguiente desde Petrogrado. Entre los Departamentos se desencadenó una furiosa pelea por las casas particulares de los comerciantes. El Comisariado Popular de Nacionalidades no consiguió absolutamente nada al principio. "Yo puse a contribución a Stalin." Ignoro a quién pondría Stalin a contribución. "Al poco tiempo, el Comisariado Popular de Nacionalidades estaba en posesión de varias casas particulares. La Oficina central y los bielorrusos se alojaron en la Povarskya; los letones y los estonios en la Nikitskaya; los polacos en el Arbat los judíos en Prechistenka, y los tártaros en un local de la ribera. Además, Stalin y yo teníamos despachos en el Kremlin. Stalin no pareció satisfecho ni mucho menos con la situación. "Ahora es completamente imposible teneros a todos a la vista. Deberíamos encontrar una casa grande y estar allí todos reunidos." Esta idea no le abandonó un solo minuto. Pocos días después, me dijo: "Nos han dado el 'Gran Hotel' de Siberia, pero el Consejo Supremo de Economía Nacional se lo ha apropiado. Sin embargo, yo no pienso ceder. Di a Alliluyeva que escriba lo siguiente en varias cuartillas: Estos locales están ocupados por el Comisariado Popular de Nacionalidades. Y llévate unas chinches.""
Alliluyeva, futura esposa de Stalin, era mecanógrafa en el Comisariado de Nacionalidades. Armados de las mágicas cuartillas y de chinches, Stalin y su ayudante fueron en automóvil a la calle de Zlatoustensky. "Ya estaba oscureciendo. La entrada principal del hotel estaba cerrada. En la puerta se veía un trozo de papel con el siguiente texto: "Esta casa está ocupada por el Consejo Supremo." Stalin lo arrancó, y en su lugar pusimos nuestros letreros. "Ya no nos queda más que entrar aquí", dijo Stalin. No era fácil hacerlo. Con gran dificultad encontramos la entrada posterior. Por una razón ignorada la electricidad no funcionaba. Nos alumbramos con cerillas. En el segundo piso tropezamos con un largo pasillo. Clavamos nuestros avisos en varias puertas, al azar. Cuando llegó el momento de volvernos se nos habían terminado los fósforos. Al bajar en la más completa oscuridad, nos caímos hasta el piso de abajo y casi nos rompimos la cabeza. Al fin, pudimos encontrar el camino hasta nuestro automóvil."
Exige algún esfuerzo de imaginación figurarse a un miembro del Gobierno, al amparo de la oscuridad, entrando violentamente en un edificio ocupado por otro Ministerio, arrancando unos avisos y poniendo otros en su lugar. Puede decirse con certeza que no se le hubiera ocurrido tal cosa a ningún otro comisario del Pueblo miembro del Comité Central. En este rasgo reconocemos al Koba de los días de la cárcel de Bakú. Stalin no podía menos de saber que la cuestión discutible de un edificio había de decidirse en última instancia por el Consejo de Comisarios del Pueblo ante un hecho consumado. El intento fracasó; el edificio fue concedido al Consejo Supremo de Economía Nacional, que era un Ministerio más importante. Ya tenía Stalin otra rencilla secreta contra Lenin.
La mayoría de la Junta razonaba, según el relato de Pestkovsky, del siguiente modo: toda opresión nacional era solamente una de las manifestaciones de la opresión de clase. La Revolución de octubre ha destruido la base de la opresión clasista. Por consiguiente, no había necesidad de organizar en Rusia repúblicas y regiones Autónomas. La división territorial debía hacerse sólo con sujeción a normas económicas. "...La oposición a la política leninista, por extraño que parezca de primera intención, era especialmente fuerte entre los bolcheviques no rusos (letones, ucranianos, armenios, judíos, etc.). Los bolcheviques de las tierras fronterizas que sufrían opresión se habían formado en la lucha con partidos nacionalistas, y se inclinaban a rechazar, no sólo el veneno del patrioterismo, sino incluso las reivindicaciones sociales progresivas. La Junta del Comisariado Popular de Nacionalidades contaba con dos no rusos rusificados, que oponían su abstracto internacionalismo a las necesidades de desenvolvimiento de las nacionalidades oprimidas. Realmente, su política apoyaba la vieja tradición de la rusificación, y era intrínsecamente un peligro especial en las circunstancias de la guerra civil."
El Comisariado Popular de Nacionalidades se creó para organizar todas las antiguas naciones oprimidas de Rusia mediante Comisariados nacionales (como el armenio, el bielorruso, el judío, el letón, el musulmán -llamado más tarde tártarobashkir-, el polaco y las secciones de los montañeses del Cáucaso, los alemanes, los kirghises, los ucranianos, los chuvash, los estonios, los calmucos, los yugoslavos, los checoslovacos -para servir a los prisioneros militares checos-, los votiacos y los komis). El Comisariado trataba de organizar la educación de las nacionalidades sobre una base soviética. Publicaba un periódico semanal, La Vida de las Nacionalidades, en ruso, y varias publicaciones en diversas lenguas nacionales. Pero se dedicaba principalmente a organizar repúblicas nacionales y regionales, para encontrar los necesarios cuadros dirigentes entre los mismos naturales de ellas; a la orientación general de las entidades territoriales recién organizadas, y a cuidar de las minorías nacionales que residían fuera de su propio territorio segregado. A los ojos de las nacionalidades atrasadas que por primera vez se vieron solicitadas por la Revolución a llevar una existencia nacional independiente, el Comisariado de Nacionalidades tenía una indudable autoridad. Les abría las puertas que llevaban a una vida independiente dentro del marco del régimen soviético. En aquella esfera, Stalin era un ayudante insustituible para Lenin. Stalin conocía la vida del pueblo aborigen del Cáucaso, íntimamente, como sólo un nativo podía conocerla. Llevaba aquel primitivismo en la sangre. Le gustaba la sociedad de aquella gente, encontraba un lenguaje común para conversar con ellos, no recelaba que pudiesen superarle en nada, y, por consiguiente, los trataba con aire democrático, amistoso. Lenin apreciaba estas cualidades de Stalin, que otros no compartían, y en todos sentidos trató de respaldar la autoridad de Stalin frente a toda clase de delegaciones nacionales. "Trátalo con Stalin. Conoce bien ese asunto. Sabe cómo andan las cosas. Discute el asunto con él." Tales consejos salieron de sus labios centenares de veces. En todas aquellas ocasiones en que Stalin tenía serios conflictos con los delegados nacionales, o con su propia Junta, se acudía al Politburó, donde todas las cuestiones en litigio se resolvían invariablemente en favor de Stalin. Esto reforzó, seguramente, su autoridad aún más en el concepto de los círculos rectores de las nacionalidades atrasadas: del Cáucaso, del Volga, de Asia. La nueva burocracia de las minorías nacionales llegó a ser más tarde un baluarte no despreciable del poder de Stalin.
El 27 de noviembre de 1919 se celebró en Moscú el 11 Congreso de Organizaciones comunistas musulmanas de toda Rusia y de los pueblos del Este. Abrió el Congreso Stalin en nombre del Comité Central del Partido. Fueron elegidos cuatro miembros honorarios: Lenin, Trotsky, Zinoviev y Stalin. El presidente del Congreso, Sultán-Galiyev, uno de los que después tuvieron mal fin, propuso que el Congreso saludara a Stalin como "uno de esos luchadores que arden con una llama de odio contra el imperialismo internacional". Pero es muy característico para la gradación de los dirigentes en aquel tiempo, que incluso en este Congreso terminase el informe de Sultán-Galiyev sobre la revolución política en general con la salutación: "¡Viva el Partido Comunista ruso! ¡Vivan sus dirigentes, camaradas Lenin y Trotsky! " Aun este Congreso de los Pueblos del Este, celebrado bajo la dirección inmediata de Stalin, no creyó necesario incluir a Stalin entre los líderes del Partido. 
Stalin fue comisario Popular de Nacionalidades desde el momento de la Revolución hasta la liquidación del Comisariado en 1923, al crearse la Unión Soviética y el Consejo de Nacionalidades del Comité Ejecutivo Central de la U.R.S.S. Puede considerarse firmemente comprobado que, por lo menos hasta mayo de 1919, Stalin no tuvo mucho quehacer con los asuntos del Comisariado. Al principio, Stalin no escribía los editoriales de La Vida de las Nacionalidades; luego, cuando el periódico empezó a salir en formato grande, comenzaron a aparecer los editoriales de Stalin un número tras otro. Pero la productividad literaria de Stalin no era grande, y fue disminuyendo de año en año. En 1920-1921 sólo encontramos dos o tres artículos suyos. En 1922, ni uno solo. Por entonces, Stalin se había pasado por completo a la política de máquina.
En 1922, el Consejo de dirección del periódico decía: "Al iniciar la publicación de La Vida de las Nacionalidades, el camarada Stalin, comisario Popular de Asuntos de las Nacionalidades, tomó en ella parte activa. Escribió en aquel periódico no sólo artículos editoriales, sino también a menudo revistas informativas y colaboraba con notas para la sección de "Vida del Partido" y otras." Leyendo estas colaboraciones, reconocemos al antiguo director de las publicaciones de Tiflis y de la Pravda de San Petersburgo en 1913.
Así, en varios números, dedicó su atención al Este. ésta fue una idea directriz de Lenin. Puede seguirse en varios de sus artículos y discursos. Indudablemente, el interés de Stalin por el Este revestía en gran medida carácter personal. él mismo era natural del Este. Si ante representantes del Oeste, desconocedor como era de la vida occidental y de sus lenguas, se encontraba siempre apurado, con representantes de las naciones atrasadas del Este, cuya suerte dependía en considerable proporción de él en calidad de comisario, se hallaba incomparablemente más a gusto y pisaba terreno más firme. La idea básica era de Lenin. Pero en Lenin, las perspectivas del Este y del Oeste estaban íntimamente trabadas. En primer plano, en 1918, estaban los problemas de Occidente, no de Oriente; la guerra se hallaba a punto de terminar, había motines en todos los países, revoluciones en Alemania y Austria-Hungría y en otras partes. Por ejemplo, el artículo de Stalin titulado No hay que olvidar el Este apareció en el número de 24 de noviembre de 1918, esto es, coincidiendo con la revolución en Austria-Hungría y en Alemania. Todos nosotros habíamos mirado estas revoluciones como precursoras de las revoluciones socialistas de Europa. Y entonces escribía Stalin que "sin el movimiento revolucionario en el Este, es inútil pensar en el triunfo final del socialismo"; en otras palabras, Stalin consideraba el triunfo del socialismo imposible, no sólo en Rusia, sino en Europa, sin el despertar revolucionario del Este. Aquello era una repetición de la idea directriz de Lenin; pero en esa repetición había una división, no sólo de trabajo, sino también de intereses: Stalin no tenía absolutamente nada que decir con referencia a las revoluciones del Oeste. No conocía Alemania, su vida ni su lengua, y otros escribían sobre ello con mucho más conocimiento de causa. Stalin se encontraba sobre el Este.
En 1 de diciembre de 1918, Stalin escribió en La Vida de las Nacionalidades un artículo titulado "Ucrania se está liberando." Era la misma vieja retórica seminarista. La repetición ocupa el puesto de otros recursos: "No dudamos de que el Gobierno Soviético de Ucrania será capaz de ofrecer la debida resistencia a sus nuevos huéspedes importunos, los esclavizadores venidos de Inglaterra y Francia. No dudamos de que el Gobierno Soviético de Ucrania sabrá desenmascarar la misión reaccionaria de tales huéspedes", y así ad nauseam. En un artículo publicado en la misma revista el 22 de diciembre de 1918, escribía: "Con ayuda de las mejores fuerzas comunistas, la máquina estatal soviética (en Ucrania) se está reorganizando. Los miembros del Comité Central de los Soviets en Ucrania tienen a su frente al camarada Pyatakov..." Las mejores fuerzas comunistas que componían el Gobierno de Ucrania eran: Pyatakov, Vorochilov, Sergeyev (Artemio), Kviring, Zatonsky y Kotsubinsky. De todos ellos sólo Vorochilov ha sobrevivido y llegó a mariscal. Sergeyev (Artemio) murió en accidente; los demás fueron ejecutados sin reservas o desaparecieron sin dejar huellas. Tal fue el sino de "las mejores fuerzas comunistas".
El 23 de febrero publicó un editorial titulado Dos campos, en el que decía, entre otras cosas: "El mundo se ha dividido resuelta e irrevocablemente en dos campos: el campo del imperialismo y el campo del socialismo... Las olas de la revolución socialista crecen sin freno, y asaltan las fortalezas del imperialismo... Su fragor resuena en las tierras de los pueblos oprimidos... Bajo los pies del imperialismo, el suelo se enciende..." A pesar de las olas, estas imágenes son estereotipadas, y no están muy de acuerdo unas con otras. En todo ello se advierte cierto tonillo de insinceridad bajo el énfasis de la pobreza de estilo burocrático. El 9 de marzo de 1919, La Vida de las Nacionalidades publicó un artículo de Stalin bajo el título de Después de dos años, que expresaba sus conclusiones: "La experiencia de los dos años de lucha del proletariado confirma cuanto vaticinó el bolchevismo..., la inevitabilidad de la revolución proletaria mundial..." En aquellos días, la perspectiva del bolchevismo no se había reducido a socialismo en ningún otro país. Del mismo tipo eran todos los demás artículos, todos ellos completamente horros de originalidad de pensamiento y de atractivos de forma. Los artículos eran francamente de carácter doctoral, sin sustancia, lacios y falsos.
El 7 de noviembre (esto es, el tercer aniversario de la Revolución de octubre), encontramos a Stalin en Bakú, donde habló en la sesión solemne de los Soviets, pronunciando un informe titulado Tres años de dictadura proletaria. En el Congreso del Pueblo de Daguestán, el 13 de noviembre, Stalin proclamó la autonomía de Daguestán. "El discurso del camarada Stalin -según nos informa el periódico del Comisariado de Nacionalidades- fue interrumpido en varios de sus pasajes por tempestades de aplausos y la Internacional, y terminó en medio de una ovación estruendosa." El 17 de noviembre, en el Congreso del Pueblo del Territorio de Terek, celebrado en Vladikavkaz, Stalin en persona "proclamó la autonomía soviética del Pueblo de Gurian", y se presentó con un informe sobre la mencionada República Soviética autónoma de Gurian. Entre el 18 y el 21 de diciembre de 1920 tuvo lugar la primera Conferencia de Repúblicas Autónomas, territorios y, regiones de toda Rusia. Kaminsky transmitió a la Conferencia saludos en nombre de Stalin, que no pudo asistir por hallarse enfermo. La moción para enviar un saludo a Stalin se aprobó por unanimidad. Pero en ese Congreso de los Pueblos del Este, dicen las actas: "Fueron elegidos presidentes honorarios del Congreso: los camaradas Lenin, Zinoviev y Trotsky... Estruendosos aplausos... Miembros honorarios de la presidencia fueron elegidos... y Djugashvili-Stalin..." ¡Otra vez en último lugar!
En Viena, asesorado por Lenin, había escrito Stalin una obra interesante sobre el problema nacional, pero su intento de continuarla independientemente en Siberia dio tal resultado que Lenin juzgó imposible publicar siquiera su artículo. En la Conferencia de marzo de 1917, Stalin desarrollaba la tesis de que la opresión nacional es producto del feudalismo, perdiendo totalmente de vista el imperialismo como principal factor de la opresión nacional en nuestra época. En 1923 situaba en el mismo plano del nacionalismo granruso, que tenía tras sí tradiciones seculares y la opresión de naciones débiles, el nacionalismo defensivo de estas últimas. Estos errores palmarios, errores estalinistas, son explicables en conjunto, como ya se ha apuntado, por el hecho de que no una sola cuestión en que se eleve a una concepción sistemática. Se sirve de proposiciones inconexas del marxismo conforme las necesita de momento, eligiéndolas como quien escoge zapatos por el tamaño de una zapatería. Por eso se contradice con tanta facilidad a cada nuevo sesgo de los acontecimientos. Así, aun en el campo del problema nacional, que se convirtió en su especialidad, Stalin no pudo llegar a un concepto integral.
"Reconocer el derecho a la secesión no significa recomendarla -escribía en Pravda el 10 de octubre del año 1920-. La secesión de las comarcas limítrofes hubiese minado el poder revolucionario de la Rusia central, que estimulaba el movimiento liberador del Oeste y del Este. Las naciones limítrofes segregadas hubieran caído inevitablemente bajo la dominación del imperialismo internacional. Basta echar una ojeada a Georgia, Armenia, Polonia, Finlandia, etc., que se han separado de Rusia y sólo conservan una mera ilusión de independencia, puesto que, en realidad, se han convertido en vasallas incondicionales de la Entente. Basta recordar la reciente historia de Ucrania y de Azerbaijan, la primera violada por el capitalismo alemán, y el segundo por la Entente para comprender en toda su plenitud el sentido contrarrevolucionario de la exigencia de secesión de un país limítrofe en las condiciones internacionales reinantes."
"La oleada revolucionaria del Norte -escribía Stalin en el primer aniversario de la Revolución de octubre- se ha difundido por toda Rusia, inundando una comarca tras otra. Pero en este punto se ha encontrado con un dique formado por los "Consejos nacionales" y los "Gobiernos" territoriales (Don, Kubán, Siberia), que se organizaron incluso antes de octubre. Burgueses por naturaleza, no deseaban de ningún modo destruir el viejo mundo burgués. Antes al contrario, juzgaban deber suyo preservarlo y robustecerlo con todas sus fuerzas. Naturalmente, se convirtieron en focos de reacción, agrupando en torno suyo cuanto había de contrarrevolucionario en Rusia... Pero la lucha de los "Gobiernos nacionales" y territoriales (contra el Centro soviético) resultó desigual. Atacados por ambos lados, de fuera por el Gobierno soviético, y de dentro por sus propios trabajadores y campesinos, los "Gobiernos nacionales" hubieron de retroceder después del primer choque... Completamente derrotados, los "Gobiernos nacionales" tuvieron que solicitar ayuda, contra sus propios trabajadores y campesinos, de los imperialistas de Occidente."
Así comenzó la ola de intervención extranjera y la ocupación de las comarcas limítrofes, pobladas predominantemente por nacionalidades no rusas, que no podían menos de odiar a Koltchak, Denikin, Wrangel, o a su policía imperialista y rusificante. En un informe que presentó Stalin en Bakú, el 8 de noviembre de 1920, con el título de Tres años de revolución proletaria, encontramos las siguientes palabras decisivas: "No cabe duda de que nuestro camino dista mucho de ser fácil, pero tampoco es dudoso que no nos asustan las dificultades..." Parafraseando ciertas palabras de Lutero, Rusia podría haber dicho: "Aquí estoy, en la frontera entre el viejo mundo capitalista y el mundo socialista; en esta frontera uno los esfuerzos de los proletarios del Oeste con los del campesinado del Este, para echar abajo el viejo mundo. ¡Que el dios de la Historia me ayude!"
[Según] Petskovsky:

* "En la primavera de 1918, el Comité Central decretó crear la República tártaro-bashkir. Para dar cumplimiento a esta decisión más concretamente, se convocó en el mes de mayo una Conferencia en Moscú, compuesta de representantes del Partido y organizaciones soviéticas del territorio del Ural, representantes de las nacionalidades tártara y bashkir, y funcionarios del Comisariado Popular de Nacionalidades.

"Los delegados del territorio del Ural en esta Conferencia eran los camaradas Syromolotov y Tintul, y traían con ellos a un comunista bashkir "auténtico", el camarada Shamigulov. Los tres eran adversarios resueltos de la creación de la República tártaro-bahkir, considerándola en cierto modo como una concesión al nacionalismo panislámico. Habiendo recibido este inesperado refuerzo, nosotros, los "izquierdistas" de la Junta del Comisariado de Nacionalidades, cobramos ánimos y resolvimos oponer firme resistencia al "oportunismo" de Stalin. De este modo, los partidarios de crear una República se encontraron en minoría. El único que resueltamente apoyó a Stalin fue Nur-Vajitov, dirigente de los comunistas tártaros, con Ibragimov, un essar de izquierda representante de los tártaros de Ufa. El comunista único de Bashkir, Shamigulov,, se expresó en contra de la República, estimándole una concesión innecesaria al nacionalismo. Peor fue la conducta de otro bashkir, Manatov. En la reunión votó por la República, para no "reñir con sus superiores", pero en el vestíbulo nos estimulaba a luchar resueltamente contra su creación, porque, a su parecer, los bashkires no deseaban formar con los tártaros en una misma República.
"Después convocó Stalin una sesión de la Conferencia y declaró que, por haber resuelto de antemano el asunto el Comité Central, había que votar en favor de la organización de la República; nos resistimos, y después de protestar contra la decisión del asunto antes de haber reunido la Conferencia, abandonamos el mitin de fracción y nos negamos a participar en ulteriores deliberaciones del Consejo. Al mismo tiempo nos mofábamos de Stalin, diciendo que "se quedaba con un essar de izquierda". Aquello nos valió una reprimenda escrita del Comité Central."

Después de proclamada la República autónoma de Bashkir en noviembre de 1917, brotó de las masas una gran simpatía por el Gobierno soviético. La dirección de estas masas de Bashkir pasó a manos de los elementos nacionalistas acaudillados por Zak-Validov, que representaba los intereses de los burgueses kulaks de la población. Gradualmente, este grupo degeneró en una avanzada de actividad antisoviética, y estableció contacto con Dutov y Koltchak. Sin embargo, por presión de las masas, después de liquidar Koltchak la autonomía de Bashkir, Zar-Validov se vio forzado a entablar negociaciones con el Gobierno soviético. En febrero de 1919, después de la liquidación por parte de Koltchak, el Gobierno de Bashkir se pasó al lado del Gobierno soviético, y hacia fines del mismo mes, en Simbirsk, en el Cuartel general del frente Este, la delegación del Gobierno bashkir firmó un acuerdo preliminar que garantizaba la autonomía al pueblo bashkir a condición de establecer un Gobierno a base de la Constitución soviética y de actuar en común los destacamentos bashkires con el Ejército rojo contra los blancos, entre otros puntos.
A primeros de marzo de 1919, Stalin comenzó en Moscú las negociaciones con la delegación bashkir a propósito de crear la República Soviética de Bashkiria. El resultado de estas negociaciones fue el convenio del Gobierno' soviético central con el Gobierno de Bashkir respecto a la Bashkiria soviética autónoma, concertado el 20 de marzo de 1919. A primeros de marzo también tuve que salir de Moscú, habiendo declinado participar en el VIII Congreso del Partido en vista de los reveses militares sufridos en las cercanías de Ufa. Stalin continuó tranquilamente en Moscú, en el Congreso, y hasta el 20 del mismo mes llevó adelante las negociaciones con la delegación bashkir. Sin embargo, los historiadores contemporáneos de Bashkiria apenas citan a Stalin en relación con este asunto. [Las dos citas siguientes (la primera de Antagulov y la segunda de Samoilov) son típicas]:

1

"La lucha entre los camaradas rusos y bashkires se hizo más honda, y comenzó una anarquía completa. En un sitio los rusos eran detenidos en nombre del Gobierno de Bashkiria; en otros, los bashkires eran detenidos en nombre del Gobierno local. El viaje del camarada Trotsky a Ufa coincidió casualmente con esta situación (marzo de 1920). Los funcionarios bashkires comenzaron de nuevo negociaciones con el Gobierno soviético en la persona del camarada Trotsky, y consiguieron ponerse de acuerdo en muchos puntos."

2

"Entretanto, como resultado de informaciones recibidas de Bashkiria, el Centro dedicó no escasa atención al asunto bashkir. A mediados de marzo, el camarada Trotsky, que llegó a Ufa con poderes especiales, nos llamó allí para conferenciar sobre las cuestiones bashkires. A aquella conferencia de Sterlitamak, representando a los bashkires acudieron Validov, Tujvatulin, Rajmatuvin y Kasprensky representando al Comité territorial, y a los funcionarios del Centro, fueron Dudnik, Samoilov, Sergeyev (Artemio), Preobrazhensky, y el presidente del Comité Ejecutivo provisional de Ufa, Eltsin."

Durante los años iniciales del régimen soviético, el bolchevismo en Ucrania era débil. La causa debe buscarse en la estructura nacional y social del país. Las ciudades, cuya población estaba constituida por granrusos, judíos, polacos y sólo en pequeña proporción por ucranianos, eran en grado considerable una especie de colonias. Entre los obreros industriales de Ucrania, buena parte eran granrusos. Entre la ciudad y el campo había un abismo casi imposible de salvar. Aquellos intelectuales ucranianos que se interesaban por la aldea, por el idioma y la cultura ucranianos, encontraban en la ciudad una acogida semiburlona, y aquello, naturalmente, los impelía con resentimiento en dirección al patrioterismo. Las facciones socialistas no ucranianas de las ciudades no tenían sentido de afinidad con la vida de las masas en los pueblos. En las ciudades ucranianas representaban la cultura de los granrusos con la que la mayoría de ellos, especialmente los intelectuales judíos, no estaban sobradamente familiarizados. De ahí, en buena parte, el carácter exótico del bolchevismo ucraniano, la ausencia del mismo durante el período en que pudo haber echado sólidas raíces, su profunda independencia, y los múltiples conflictos, reyertas y constantes disputas faccionales intestinas.
Era deber de Stalin, en su calidad de comisario popular de Nacionalidades, no perder de vista el desarrollo del movimiento nacionalista en Ucrania. Sólo par eso estaba más íntimamente relacionado que otros con el Partido bolchevique ucraniano. Aquella afinidad comenzó ya en 1917, poco después de la Revolución de octubre, y se prolongó varios años. En Ucrania, Stalin representaba al Comité Central ruso de los bolcheviques. En cambio, en ciertos Congresos generales del Partido representaba a las organizaciones ucranianas. Esto era corriente por aquella época. Tomó parte en las conferencias del Partido Comunista ucraniano como uno de sus dirigentes efectivos, y como la vida de la organización ucraniana se consumía en gran parte en continuas querellas, conflictos y agrupaciones faccionales, Stalin se sentía en tal atmósfera como un pez en el agua.
Su período ucraniano estuvo lleno de deslices, y por eso permanece totalmente, secreto. [Los relatos oficiales estalinianos, obligados a consignar un fracaso tras otro en el intento de imponer la línea del Partido en Ucrania durante toda la permanencia de Stalin al frente del Comisariado Popular de Nacionalidades, soslayan cuidadosamente toda mención de su nombre en conexión con la epidemia de fracasos. No afirman que, en fin de cuentas, "los errores en las cuestiones campesina y nacional cometidos en Ucrania a principios de 1919, y que contribuyeron a la calda del Gobierno soviético allí" se debían a la poco adecuada defensa que Stalin hizo de la política fijada por el Comité Central del Partido Comunista ruso. Criticando este desacierto, decía Lenin: "Sólo una parte muy pequeña de las granjas bien administradas debieran convertirse en granjas soviéticas, pues de otro modo no nos entenderemos con los campesinos... Necesitamos una política similar a la que nos hizo falta a fines de 1917 y muchos meses de 1918... Por consiguiente, hemos de dedicar un gran número de granjas soviéticas al reparto general de tierras."]
[Al presentarse en la IV Conferencia del Partido de toda Ucrania el 16 de marzo de 1920, como representante plenipotenciario del Comité Central, armado de la explícita resolución de aquel organismo sobre la cuestión ucraniana, Stalin se halló de nuevo frente a una abigarrada oposición, cuyo punto de vanguardia eran los adeptos de la tendencia del "centralismo democrático" de Sapronov, derrotada al discutirse en la Conferencia del Partido de toda Rusia en diciembre anterior. Esta vez se conocían de antemano todos los argumentos de esa oposición, y el comisario popular de Nacionalidades adujo las refutaciones que para el caso le había preparado Trotsky, a quien confió dicha tarea el Politburó. Sin embargo, fue derrotado en la liza de la Conferencia ucraniana. El Comité Central tuvo que intervenir disolviendo el Comité Central ucraniano elegido por la IV Conferencia y haciendo volver de Ucrania a varios funcionarios adictos al chauvinismo granruso, antes de que pudieran difundir su política, que insistía sobre la inflexible imposición del principio de la "autodeterminación de las naciones". El punto cardinal de la resolución del Comité Central adoptado en la Conferencia del Partido en toda Rusia, celebrada en diciembre de 1919, declaraba: ]

"En vista del hecho de que la cultura ucraniana... ha sido suprimida durante siglos por el zarismo y las clases explotadoras de Rusia, el Comité Central del Partido Comunista ruso hace obligatorio para todos los miembros del Partido contribuir por todos los medios a orillar cualquier obstáculo que se oponga al libre desenvolvimiento de la lengua y la cultura ucranianas. A causa de siglos de opresión, las tendencias nacionalistas se encuentran entre los sectores más atrasados de las masas ucranianas, y teniendo esto en cuenta, es deber de los miembros del Partido tratarlos con extrema tolerancia y discreción, ofreciéndoles una amistosa explicación de la identidad de intereses de las masas trabajadoras de Ucrania y de Rusia. Los miembros del Partido... deben imponer efectivamente el derecho de las masas trabajadoras a estudiar en lengua ucraniana y usar ésta en todas las instituciones soviéticas...,, esforzándose por hacer de la lengua ucraniana un arma para la educación comunista de las masas obreras. Deben emprenderse en el acto gestiones para conseguir un número suficiente de funcionarios, en todas las instituciones soviéticas, que conozcan el idioma ucraniano, procurando que, en lo sucesivo, todos los empleados estén en condiciones de hablar dicho idioma."

Esto debería haber sido una tesis de fácil defensa. Aunque, por regla general, Stalin no era un polemista afortunado, considerando la relación de fuerzas sorprende su derrota, de todos modos. Es muy posible que habiendo advertido desde un principio que la actitud de la Conferencia era adversa a su tesis, Stalin resolviera jugar al ganapierde, dando a entender por intermediarios que defendía aquella tesis, no por propia convicción, sino por cuestión de disciplina. De este modo podía contar con matar dos pájaros de un tiro: ganarse la simpatía de los delegados ucranianos y transferir la abominación de la derrota sobre mí, como autor de la tesis. ¡Semejante intriga cabía muy bien en la índole del hombre!
[Los siguientes documentos de la época arrojan nueva claridad sobre la sovietización de Georgia]:

1

* Al Consejo Revolucionario de Guerra del frente caucásico. Para Ordzhonikidze.
Recibimos tu carta de queja. Estás equivocado al juzgar mi pregunta, que es mi deber, como falta de confianza. Espero que antes de una entrevista personal conmigo abandonarás este injustificado tono de molestia.

Lenin.

//96.
3 de abril de 1920.

2

* A Bakú, por Rostov.
Al miembro del Consejo Revolucionario de Guerra del frente caucásico, Ordzhonikidze:
(Para entregar por personas responsables, informando de la entrega a Sklyansky, del Consejo Revolucionario de Guerra de la República.)
El Comité Central te ordena retirar todas las unidades del territorio de Georgia a la frontera, y abstenerte de penetrar en Georgia. Después de las negociaciones de Tiflis, es evidente que no está descartada la paz con Georgia. Informa inmediatamente de todos los hechos más precisos acerca de los rebeldes.

Por orden del Politburó:
Lenin. Stalin.

3

//004/109.
5 de mayo de 1920.
[Hay una carta escrita en papel con membrete del comandante en jefe de todas las fuerzas armadas de la República, fechada en Moscú el 17 de febrero de 1921, 864, y con la indicación de "Secreto, Personal", dirigida al vicepresidente del Consejo Revolucionario de Guerra de la República. Llevaba dos inscripciones al margen, una de Sklyansky, transfiriéndola a Lenin; otra de Lenin, devolviéndola a Sklyansky. Lo esencial del texto era]:

* ...Por iniciativa del mando del II Ejército, nos encontramos ante el hecho consumado de la incursión en Georgia: se han cruzado las fronteras y el Ejército Rojo ha entrado ya en contacto con el de Georgia...

Comandante en jefe, S. Kamenev,
Comisario Militar del E. M. / S. / Danilov.
Jefe de Personal del Consejo Revolucionario
de Guerra, / P. / Lebedev.

4

Ekaterinburg.

* A Moscú, para Sklyansky. Secreto.
Haz el favor de escribirme un resumen sucinto de lo relativo a las operaciones militares contra Georgia, cuándo comenzaron, por orden de quién, y lo demás. Necesito esa nota para el Pleno.

Trotsky.

//16.
21 de febrero de 1921.
 

* (Escrita a máquina, firmada por el camarada Sklyansky.) (Escrito por Lenin; copia de un documento secreto.)

Absolutamente secreto.

El Comité Central estaba inclinado a permitir que el II Ejército ayudase activamente la sublevación en Georgia y la ocupación de Tiflis, ajustándose a las normas internacionales y siempre que todos los miembros del Consejo Revolucionario de Guerra II, después de examinar seriamente todos los testimonios, estén seguros del éxito. Os advertimos que estamos reunidos sin pan, a causa del transporte, y que, por consiguiente, no os daremos un solo tren ni un solo vagón. Nos vemos forzados a obtener del Cáucaso tan sólo grano y aceite. Pedimos inmediatamente respuesta por hilo directo, con la firma de todos los miembros del Consejo Revolucionario de Guerra II, así como de Smilga, Sytin, Trifonov, Frumkin. Hasta nuestra respuesta a los telegramas de todas estas personas, no emprendáis nada decisivo.
Por orden del Comité Central:

Krestinsky, Sklyansky.

[Sin fecha.]
6

Camarada Sklyansky: Inmediatamente haz poner esto en clave en tu presencia y con sumo cuidado, después de fotografiar el original, y mándalo a Smilga, para que acuda personalmente al hilo directo y lo descifre él mismo. (Informa de ello al comandante en jefe, pero sin enseñárselo.)
Stalin mismo enviará a Ordzhonikidze.
Así, una precaución triple y diversa. Bajo tu responsabilidad.

Lenin.

14 de febrero de 1921.
(Escrito de propia mano por el camarada Lenin.)

La Georgia menchevique no podía resistir. Eso lo comprendíamos todos. Sin embargo, no había unanimidad en cuanto al movimiento y a los métodos de sovietización. Yo era partidario de un período preliminar de trabajo dentro de Georgia, a fin de desarrollar la sublevación y acudir después en su ayuda. Pensaba que después de la paz con Polonia y la derrota de Wrangel, no había peligro directo desde Georgia, por lo que el desenlace podía aplazarse. Ordzhonikidze, secundado por Stalin, insistía en que el Ejército Rojo invadiese inmediatamente Georgia, donde suponía la sublevación ya madurada. Lenin se inclinaba a unirse con los dos miembros georgianos del Comité Central. La cuestión se decidió en el Politburó el 14 de febrero de 1921, mientras yo estaba en los Urales.
La intervención militar se realizó con pleno éxito y no provocó ninguna complicación internacional, de no tener en cuenta la frenética campaña de la burguesía y de la II Internacional. Y, sin embargo, el método de sovietización de Georgia tuvo enorme importancia durante los años siguientes. En regiones donde las masas obreras antes de la Revolución habían procurado, en la mayoría de los casos, pasarse al bolchevismo, aceptaron las dificultades y sufrimientos subsiguientes como vinculados a su propia causa. Esto ocurrió así en las regiones más atrasadas, donde la sovietización corría a cargo del Ejército. Allí, las masas trabajadoras consideraban las privaciones adicionales como resultado del régimen impuesto desde fuera. En Georgia, la sovietización prematura dio alientos a los mencheviques durante cierto período, y condujo a la insurrección de masas de 1924, cuando, según admitió el propio Stalin, "Georgia debía ser "arada de nuevo"".

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