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Escritos Militares

León Trotsky

 

PREFACIO 

CINCO AÑOS


 En ocasión del quinto aniversario del Ejército Rojo ha nacido la idea de publicar el conjunto de mis artículos, discursos, informes, proclamas, órdenes, directivas, cartas, telegramas y otros documentos dedicados a él. La iniciativa de esta publicación se debe al camarada V. P. Polonsky; y la elección, confrontación, disposición y corrección a los camaradas I. G. Blumkin, F. M. Vermel, A. I. Rubin y A. A. Nikitin. Las notas, cronología, tablas onomásticas y analíticas han sido redactadas por el camarada S. I. Ventsov.
Al revisar rápidamente los originales antes de su impresión, me ha parecido que el conjunto de los textos rendía cuenta de una manera insuficiente y demasiado abstracta del trabajo cumplido realmente por el Ejército Rojo.
Hoy día estamos lo bastante alejados como para poder juzgar la labor de cinco años de revolución. Es evidente que casi todas si no todas las dificultades y los problemas de principio planteados por la edificación soviética los considerábamos en función de la guerra. En razón de las necesidades militares, era preciso resolverlos con dureza, sumariamente, en bloque. Por regla general, no se podía permitir postergación alguna. Las ilusiones y los errores se pagaban casi inmediatamente, y muy caro. Las decisiones más graves se tomaban en el acto. Toda oposición a esas decisiones se sopesaban en la acción misma. De allí, en suma, la lógica inherente a la creación del Ejército Rojo, la ausencia de vacilaciones entre un sistema y otro. Se puede decir que en cierto sentido ha sido la agudeza misma del peligro al que estábamos expuestos lo que nos ha salvado. Si hubiéramos dispuesto de más tiempo para razonar y deliberar, probablemente habríamos cometido muchos más errores.
Lo peor fue durante el primer período, más o menos en la segunda mitad de 1918. En parte por la presión de las circunstancias y en parte por la sola fuerza de la inercia, los revolucionarios se dedicaron antes que nada a romper con todo lo que nos ligaba al pasado, a retirar a los representantes de la vieja sociedad de todos los puestos que ocupaban. No obstante, era preciso al mismo tiempo forjar otros lazos, y en primer lugar los de los nuevos regimientos revolucionarios, donde más que en ninguna otra parte había que hacer uso de severidad y de presión. Sólo nuestro partido, con sus cuadros todavía poco numerosos, pero sólidamente organizados, podía realizar bajo los schrapnels ese viraje decisivo. Las dificultades y los riegos eran enormes. Mientras la vanguardia del proletariado, no sin dificultades, se sometía al "trabajo", a la "disciplina" y al "orden", las masas obreras y sobre todo las campesinas comenzaban a moverse, barriendo, aun sin tener una idea clara de cómo sería el nuevo, con todo lo que subsistía del antiguo régimen. Fue un momento critico en la evolución del poder soviético. El partido de los socialistas revolucionarios de izquierda -organización de la intelligentsia, que por un lado se apoyaba en el campesinado y por el otro en las masas pequeñoburguesas de las ciudades- ha reflejado sobre todo en su propio destino la dolorosa transición de la etapa espontáneamente destructiva de la revolución a la de la creación un estado nuevo. El pequeño burgués que masca el freno (der rabiat gewordene Spiessburger, según la expresión de Engels) no quiere reconocer ninguna restricción, ninguna concesión, ningún compromiso con la realidad histórica hasta el día, en que ésta se abate sobre él. Entonces cae en la postración y capitula sin resistencia ante el enemigo. El partido de los socialrrevolucionarios, que la víspera de la revolución representaba al elemento periférico, no podía comprender en absoluto la paz de Brest-Litovsk, ni el poder centralizado, ni el ejército regular. Ante estos problemas, la oposición de los socialrrevolucionarios derivó en una revuelta que terminó con la muerte política de su partido. El destino ha querido que el camarada Blumkin, antiguo socialrrevolucionario (en julio de 1918 se jugó la vida luchando contra nosotros, mientras hoy en día es miembro de nuestro partido) colabore conmigo en la elaboración de este tomo, que en una de sus partes relata nuestra lucha a muerte contra los socialrrevolucionarios de izquierda. La revolución sabe muy bien cómo separar a los hombres y cómo, si es preciso, volver a unirlos. Todos los elementos más valientes y consecuentes del partido socialrrevolucionario de izquierda están ahora con nosotros.
Tomada de manera global, la revolución representa un brusco viraje histórico. Observándola más de cerca, descubrimos en ella una serie de giros, tanto más bruscos y críticos cuanto más rápido es el ritmo con que se desarrollan los acontecimientos revolucionarios. Cada uno de esos virajes constituye, ante todo, una prueba severa para los dirigentes del partido. Dicho de manera esquemática, la tarea o, más exactamente, los objetivos del partido se basan en los siguientes elementos: comprender a tiempo la necesidad de una nueva etapa y prepararse para ella y tomar los virajes sin separarse de las masas que aún se mueven en virtud de la inercia del período precedente. Hay que recordar, con relación a esto, que la revolución distribuye con mucha parsimonia a los dirigentes la materia prima fundamental: el tiempo. Después de un viraje demasiado brusco, la dirección central puede hallarse en oposición con el mismo partido, y el partido con la clase revolucionaria; por otra parte, el partido y la clase que él dirige, y que a menudo siguen la corriente del pasado, pueden estar atrasados en la solución de una tarea urgente, planteada por la marcha objetiva de los acontecimientos. Y cada una de esas perturbaciones en el equilibrio dinámico amenaza con ser mortal para la revolución. Lo dicho se refiere no solamente al ejército, sino también, con la indispensable corrección en cuanto al ritmo, a la economía.
Todavía el antiguo ejército se dispersaba a través de todo el país, propagando el odio a la guerra, cuando ya teníamos que organizar nuevos regimientos. Se expulsaba del ejército a los oficiales del zar, y se les aplicaba, aquí y allí, una justicia sumaria; pero debíamos lograr que ex oficiales instruyeran al nuevo ejército. En los antiguos regimientos zaristas los comités habían sido la encarnación misma de la revolución, al menos en su primera etapa. En los nuevos no era posible admitir que el comité pudiera ayudar la descomposición. Todavía se oía maldecir la vieja disciplina, y ya teníamos que introducir una nueva. En seguida fue preciso pasar del voluntariado al reclutamiento forzoso, de los destacamentos de guerrillas a la organización militar regular. La lucha contra el "guerrillerismo" proseguía día a día sin descanso, y exigía enorme perseverancia, intransigencia y a veces rigor. El "guerrillerismo" era la expresión militar de los trasfondos campesinos de la revolución mientras ésta no había llegado a la conciencia política. Por lo mismo, la lucha contra el "guerrillerismo" fue una lucha por el estatismo proletario y en contra del elemento anarquista pequeñoburgués que lo roía. Pero los métodos y la práctica de los guerrilleros hallaban eco en las filas del partido; fue necesario, pues, llevar contra ellos una lucha ideológica en el seno mismo de aquél, complemento indispensable de las medidas de organización educativas y punitivas en el ejército. Sólo obligado por una enorme presión, el "guerrillerismo" anarquista se sometió a las normas de centralización y disciplina. Una presión exterior: la ofensiva alemana después del levantamiento checoslovaco. Otra interior: la organización comunista en el seno del ejército.
Como ya dije, los artículos, discursos y órdenes aquí reunidos rinden cuenta de manera muy insuficiente del trabajo realmente realizado. La parte importante de ese trabajo no se cumplió ni con discursos ni con artículos. Además, los discursos más importantes y significativos, aquellos que los militares pronunciaron en el terreno mismo, en los frentes y los regimientos, y que tenían un sentido profundamente práctico y concreto determinado por las necesidades del momento, por lo general no fueron trascritos, a lo que hay que añadir que hasta los que fueron anotados, en su inmensa mayoría lo fueron mal. En ese período de la revolución el arte de la taquigrafía era tan poco honrada como las otras artes. Todo se hacía a la ligera y un poco como saliera. Con frecuencia el texto descifrado aparecía como un conjunto de frases enigmáticas. No siempre era posible restablecer su significado, sobre todo cuando el que lo hacía no era el autor del discurso.
No obstante, estas páginas son el reflejo de los grandes años trascurridos. Por eso he aceptado publicarlas con todas las reservas hechas más arriba. Nada impide que de cuando en cuando volvamos al pasado. Por otra parte, puede ser que ellas no sean inútiles para los camaradas extranjeros que, aunque con lentitud, marchan a la conquista del poder. Llegado el momento, ellos enfrentarán las tareas y dificultades que nosotros ya hemos superado. Tal vez estos documentos les ayudarán a evitar al menos una parte de los errores que les espera. Sin errores nada se hace; sobre todo, no una revolución. Por lo tanto conviene reducirlos, por lo menos, a un mínimo.
León Trotsky
27 de febrero de 1923
Moscú


 P. S. De la presente edición forman parte principalmente artículos, discursos y otros documentos que en su momento fueron pronunciados en público o aparecieron en la prensa. Otra parte, relativamente pequeña, está compuesta de materiales que por diferentes razones no han sido publicados en el momento de su redacción y que se imprimen hoy por primera vez. No entran en esta edición los diversos documentos (órdenes, informes, trascripciones telegráficas, etc.) para los que no ha llegado, ni llegará dentro de poco, la oportunidad de su publicación. Se debe tener en cuenta este hecho al juzgar la presente edición.
 

L. T.



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