LEON TROTSKY

 

EL CASO ROSMER

(Cartas a Andres Nin)

 

 

 

 

2 de julio de 1931

[( ... ) No le reprochaba que escribiera poco o muy de vez en cuando, sino de eludir sistemáticamente ciertas cuestiones en su correspondencia ( ... )

Aún hay una cuestión que me inquieta. Usted no puede ignorar la posición actual de Rosmer. [1]] En esta cuestión esperaba más claridad por su parte. Si usted considera que yo he cometido tal o cual error, estoy dispuesto a escuchar cualquier tipo de crítica, incluso la más dura, y dispuesto igualmente para hacer todo lo posible para arreglar una situación completamente deteriorada por culpa de Rosmer. Confieso que me inquieta mucho el hecho de que usted no me haya comunicado la visita de Rosmer[2] y no me informe de lo que quiere y lo que propone, ni lo que debo hacer, según su opinión, en este asunto. Aquí se puede apreciar cómo, según mi opinión, en usted, hay algo de «diplomacia».

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27 de julio de 1931

[( ... ) Confieso que la parte. de su carta dedicada a Rosmer me ha producido una extraña impresión. Usted escribe que los aspectos políticos y personales son inseparables. Es cierto, yo insisto continuamente en esto. Sin embargo, me parece que usted no se conforma con separarlos, sino que tiene una cierta tendencia a subordinar la política a lo personal.[3]

Hemos consumado un cierto número de rupturas a escala internacional; nos hemos “desembarazado” de Van Overstraeten, que era la edición belga de Maurín y al que Rosmer sostenía a medias (Rosmer lo hace todo a medias); con grandes esfuerzos nos hemos separado de los Monatistas y de los semimonatistas[4] , a los que Rosmer sostenía obstinadamente; hemos sostenido una lucha contra las recaídas sindicalistas (Gourget), que se produjeron por culpa de Rosmer; [5] durante un año, Rosmer ha bloqueado abierta y deliberadamente el debate con los bordiguistas; [6] ha sostenido la «pandilla» de Landau en métodos y opiniones sobre los que he escrito extensamente en la carta circular. [7]

Me parece que todos estos asuntos, más que programáticos son archipolíticos. Pero usted dice que necesita ver a Molinier y a Frank antes de decidir de qué lado se coloca. [8] No consigo comprenderle... ¿Cómo podríamos efectuar nuestro trabajo internacionalmente en el caso de que surgieran nuevas divergencias de principio en el seno de las, diferentes secciones? ¿Deberíamos trasladar a los representantes de las dos opiniones a todas las capitales del mundo? ¿Existe algún malentendido cuyo carácter principal o episódico no haya apreciado yo?

¿Puede ser que, absorbido por los problemas españoles, no haya leído las publicaciones extranjeras de la Oposición, entre otras La Vérité, el Boletin ruso y sobre todo el Boletín internacional? Si no fuera eso, debería calificar su actitud de la siguiente forma: Para usted todo el trabajo ideológico de estos últimos años no existe y lo instituye por impresiones personales. Esto es impresionismo, no marxismo. Evidentemente no debe seguir una política semejante.]

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26 de agosto de 1931

[Usted se queja de que no recibe cartas mías; sin embargo, yo le he escrito, y no menos a menudo que usted. En concreto le he escrito una larga carta sobre Rosmer, no sé si la habrá recibido. Por otra parte, los camaradas de Berlin se quejan de que usted no contesta a nadie...

Me veo en la obligación de declarar formalmente que todas esas «acusaciones personales» que Rosmer lanza contra Molinier, ya las conocíamos antes del conflicto, y tanto Rosmer como yo, las consideramos como calumnias y tomamos las medidas necesarias para obligar a los calumniadores a asumir su responsabilidad. Rosmer no se ha rebajado a reunir estas acusaciones, sino después de que estallase el conflicto político entre Molinier y él (...) [9]

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1 de septiembre de 1931

[Sin duda a Rosmer le parece que sus adversarios inventan las divergencias. Pero esto no explica el hecho de que Rosmer se detenga precisamente cuando empieza el problema. Este hombre posee grandes cualidades personales y tiene un pasado muy estimable. Sin embargo, tiene tres defectos: 1) no es marxista, 2) no es un revolucionario 3) no es un político

Mis divergencias con Rosmer comenzaron el mismo día de su regreso a París, desde Prinkipo. Vuelto a su antiguo ambiente ha vuelto a adquirir casi automáticamente sus antiguas relaciones y su forma de pensar. La Vérité inmediatamente comenzó a tener desviaciones sindicalistas. Sobre McDonald y su partido, Rosmer escribía como si pensase que ellos «no comprendían en absoluto» cómo defender los intereses de la clase obrera. [10]

Si Curier determinaba la especie por la mandíbula de los animales, es por estas palabras de «no comprenden nada» que es posible determinar el pensamiento de Rosmer.

Cree que el partido es una cosa y La Vérité otra. No cree en la necesidad de una organización internacional, y en sus relaciones con ella, la considera como un fardo. Ha protegido a Overstraeten, a los bordiguistas, en suma, a todo lo confuso e indeterminado. Si fuese un camarada joven se podría decir: «ya aprenderá». Desgraciadamente todo el mundo esperaba que fuese Rosmer quien les enseñase, y todo el mundo se ha visto decepcionado. De esta forma ha surgido el conflicto entre los elementos vivos y revolucionarios y el grupo Rosmer. Intentando convencerle por medio de cartas personales, he realizado al mismo tiempo todo lo que dependía de mi, para conservar la unidad de la organización, así como el puesto de responsabilidad que Rosmer ocupaba en ella. Pero no ha aceptado ningún compromiso, ya que quería aniquilar a esos jóvenes camaradas que, en el fondo, tenían razón contra él (...) [11]

 

 


[1] El 17 de enero de 1931, Nin había escrito a Trotsky: «Debo, confesarle que no consigo orientarme convenientemente sobre las causas reales de la crisis (francesa). Rosmer me escribió hace unos días una larga carta para demostrarme que no existían divergencias de principio, que todo se reducía a la incompatibilidad entre ellos y Molinier, al que califica de "ambiguo" y "muy desacreditado en el movimiento obrero francés".»

[2] Nin responderá el 15 de julio: «Un par de palabras sobre las cuestiones que ocasionaron injustamente su inquietud, ya que usted ve en mí ciertos elementos de "diplomacia". Voy a hablarle de la visita de Rosmer. Ante todo debo decirle que estoy convencido de haberle hablado de esto. En realidad no hay gran cosa que decir. Estuvo muy sobrio en sus opiniones ( ... ). Sobre la cuestión francesa me contó algunas cosas de las que no estaba enterado. Debo decirle sinceramente que no acabo de ver estas cuestiones suficientemente claras.»

En otras ocasiones Nin volverá a referirse a estas cartas que cree haber escrito y que Trotsky no recibió. En este tipo de problemas, el escepticismo de Trotsky aumentará con el tiempo.

[3] En su carta del 15 de julio, Nin escribía igualmente: «Sobre Molinier y Frank he podido escuchar las opiniones más contradictorias y he de confesarle que me inclino del lado de las negativas. Pero le repito, todo esto no son más que suposiciones y presentimientos. Creo que no estoy lo suficientemente informado como para expresar una opinión definitiva, de la misma forma que la expresé, por ejemplo, sobre Alemania, donde no tenía ningún tipo de duda, ya que conocía a las personas y lo veía todo claro.»

[4] Sobre Van Overstraeten, ver más arriba (“La crisis revolucionaria madura”, nota 5). Sobre la ruptura con Monatte, ver «Les fautes fondamentales du syndicalisme» La lutte de classes n.º 17, enero de 1920, y «Monatte a franchi le Rubicon» La Vérité, -19 de diciembre de 1930, reproducidos en «Le Mouvement communiste en France», pp. 355-362 y 363­368. Por «semicentristas», Trotsky se refería probablemente a militantes como Carbit, al principio miembro del grupo iniciador y colaborador de La Vérité, y que se había unido a Monatte.

[5] En abril de 1930 nació la oposición unitaria -oposición antiestalinista en el interior de la C.G.T.U.- cuyos fundadores habían sido Rosmer y Maurice Dommanget, uno de los animadores de la federación unitaria de la enseñanza. Los organizadores trotskystas de este agrupamiento sindical habían sido Gourget (sinónimo de Barozine) y Michel Collinet (alias Paul Sizoff) que enseguida serían atacados por Molinier y Frank, acusados de desviación sindicalista (Le Mouvement Comuniste, p. 286) Trotsky intervino defendiendo a estos últimos a los que llama «el ala marxista» y lanza contra Gourget y sus camaradas una requisitoria que cierra el debate («Les erreurs des éléments droitiers de la Ligue dans la question syndical», La Vérité, 16 de enero de 1931. Le Mouvement communiste, pp. 379-389).

[6] Los bordiguistas actuaban en el interior de la Ligue por medio de las oposiciones defendidas por el grupo italiano en Bruselas, que editaba Prometeo.

[7] La crisis de la oposición alemana acabaría en escisión. Se consumó en mayo. Las secciones de la oposición fueron informadas por Trotsky en una carta del 17 de febrero de 1932. Hasta el último momento Trotsky había intentado evitar la escisión, atacando tanto a la «Fracción Well», que hablaba de expulsar a Landau, como a la «fracción Landau». A causa de las suspensiones y expulsiones tomadas por este último contra sus adversarios, 16 miembros de la sección alemana, elegidos el año precedente, no quedaron más que 5, todos partidarios de Landau. Una delegación del secretariado internacional, con Pierre Frank fue a Alemania con la intención de reunificar a la dirección y preparar una conferencia. Pero Landau denunció los «métodos administrativos» destinados a excluirle, rechazando todo arbitraje del S.I. en un conflicto que consideraba resuelto. El 31 de mayo tuvo lugar una reunión de la dirección, sin los 5 miembros de su fracción que se negaron a acudir. El 11 de junio, el S.I. informaba de la escisión declarando: «Landau ha fraccionado la sección alemana sin que ningún tipo de debate haya sacado a la luz las líneas divergentes.» Retomando la apreciación de Trotsky, que en su carta del 17 de febrero había escrito que: «Ni la organización de Saxe, ni el grupo de Landau representan dos corrientes divergentes, ni mucho menos dos corrientes irreconciliables» citando al propio Landau a causa de la «artificial profundización de las divergencias políticas como consecuencia de las relaciones personales hostiles». En el mismo texto, en el que califica al grupo de Landau como «clique», Trotsky indicaba que ya en la discusión francesa, Landau se había colocado en el grupo de los «sindicalistas» y «que no dejaba pasar una ocasión para atacar a los camaradas de la nueva dirección de la Ligue», que llevaba internacionalmente «una campaña inocua y denigrante». En el plano internacional, Landau y Rosmer estaban ligados por lo menos por su común hostilidad a Molinier. Nin, como miembro ,del Buró internacional, había apoyado a Trotsky y condenado muy claramente a Landau, escribiendo el 5 de abril: «la actual crisis de la sección alemana podría tener consecuencias desastrosas para todo nuestro movimiento si no adoptamos medidas enérgicas y rápidas. La crisis debe resolverse por los eficaces medios del centralismo democrático. En este sentido las proposiciones formuladas por el camarada Trotsky me parecen absolutamente justas y las suscribo sin reserva». Sólo algo más tarde tendrá lugar el acercamiento entre Nin por una parte y Landau y Rosmer por otra

[8]. La frase de la carta del 15 de julio de 1931 a la que Trotsky hace alusión era la siguiente: «Sería necesario que viese a Molinier y a Frank para charlar con ellos.» Trotsky se indignaba de que Nin, para juzgar, tuviese necesidad de algo más que examinar las respectivas posiciones defendidas por los protagonistas. Aparentemente Nin había sufrido la influencia de Rosmer, que no veía en el conflicto más que antagonismos de orden personal.

[9] Aparentemente Nin iba a deponer las armas en seguida, pues Molinier había ido a España y le había visitado varias veces en Barcelona. Después de su primera visita, Nin escribía a Trotsky en una carta del 25 de agosto: «Sólo dos palabras sobre la cuestión francesa. Me expresé mal, lo cual es lógico, ya que escribí apresuradamente debido a la falta de tiempo. No subordino -sería absurdo- las cuestiones políticas a las personales. Sencillamente creo -y en eso está usted de acuerdo- que las personas juegan un importante papel. No he tenido tiempo de examinar a fondo los papeles concernientes a la sección francesa, estoy a punto de hacerlo ahora; es a causa de esto que no puedo hablarle lo suficientemente claro. En líneas generales, su manera de enfocar la cuestión sindical me parece absolutamente correcta (ver más arriba nota 5). Sin embargo no he podido aún apreciar en qué medida existen los errores que usted señala. Aquí es donde los fallos de las personas pueden jugar un importante papel. A veces se atribuyen a las personas errores que no han cometido nunca. Con esto no quiero acusarle -nada más lejos de mis intenciones- pero esta hipótesis no está excluida en el lado francés. Se lo repito: no son conjeturas. Un estudio detenido de los documentos sin duda me ayudará a llegar a las conclusiones precisas. Por otra parte he conocido a Molinier -circunstancia que tiene su importancia- y debo decirle que la impresión que me ha causado ha sido excelente. No dejaré de comunicarle mi opinión definitiva. En lo que concierne a Rosmer estoy totalmente de acuerdo con usted.»

[10] En un articulo dedicado a «Sept mois de gouvernement travalliste» en La lutte de elasses, n.º 17, enero de 1930, pp. 44-56, Rosmer al término de un análisis hecho bajo el aspecto de un observador señalaba la siguiente conclusión: «El Independent Labour Party ha acentuado netamente su programa a lo largo de estos últimos años declarando que el socialismo puede ser realizado desde ahora ( ... ). Ha criticado vigorosamente la nueva tendencia de los dirigentes del Labour Party, dirigiéndose cada vez más hacia la derecha en busca de los tránsfugas del liberalismo. Si no avanza más rápido es porque duda, porque no quiere emplear los únicos medios que permitirían la realización del socialismo ahora (...). El Labour Party ( ... ) se aleja de sus orígenes, reemplaza su base obrera socialista por un laborismo liberal, que recuerda mucho al viejo laborismo, pero más apagado y más timorato.»

[11] Se puede pensar que Nin puso punto final a esta discusión cuando escribió a Trotsky el 18 de septiembre: «Durante estas dos semanas he estudiado los documentos relativos a la cuestión francesa. He conversado largamente sobre este problema con Molinier, que, como usted sabe, ha estado entre nosotros. Todas mis dudas se han acabado. Ahora estoy convencido de que la razón no está del lado de Rosmer y Naville (a Rosmer no le he visto en esta ocasión). Estoy contento de haber conocido a Molinier, del que he apreciado toda su devoción y en el que he visto un verdadero revolucionario Debo confesarle que lo que Rosmer me había dicho sobre él, me había producido cierta impresión; pero se lo repito, ya no abrigo ninguna duda sobre esto. La posición de Molinier me parece absolutamente justa y considero que tener militantes como él es un gran avance para la Oposición.» Sin embargo, dos meses más tarde Nin volvía a cambiar de opinión, ya que Molinier no había cumplido su promesa de ayudar financieramente al semanario El Soviet. Se puede pensar si por el contrario no habían sido las promesas de Molinier unidas a su innegable atractivo personal, lo que había provocado la conversión de Nin en septiembre. En todo caso a esta conclusión llegará Trotsky. En honor de la verdad hay que señalar también que Trotsky, después de la fundación del diario La Commune y la escisión del grupo bolchevique-leninista por iniciativa de Molinier, juzgó a éste, desde entonces hasta su muerte, de forma por lo menos tan severa como lo habían hecho Naville Rosmer, Nin y Leonetti. En 1938, después de la muerte de León Sedov, hijo de Trotsky, que había cuidado de su nieto, Sieva Volkov, hijo de su hermana Zina, su compañera Jeanne Martin de Pailléres, cuyo primer marido había sido Molinier y que pertenecía a su grupo, intentó conservar el niño, a pesar de que Trotsky y su mujer, sus únicos parientes vivos, lo reclamaban en México. Fue Rosmer quien llevó el niño a México con sus abuelos.