LEON TROTSKY

 

 

DESPUÉS DE COPENHAGUE

La situación de la Oposición de Izquierda

(16 de diciembre de 1932)

 

 

 

 

El fruto más importante del viaje a Copenhague fue, indudablemente, la reunión de militantes de la Oposición provenientes de muchos países. Originalmente teníamos la intención de convocar a una decena de camaradas de los países más cercanos a Dinamarca para poder tomar las medidas de seguridad necesarias. Pero en definitiva llegaron veinticuatro camaradas (dos con demora), entre ellos los dirigentes más importantes de varias secciones. También vinieron algunos simpatizantes, lo que llevó a treinta la cifra total de participantes

Si Stalin informó por radio a la policía capitalista que se celebraba una conferencia "trotskista" en Copenhague, mintió. El viaje a Copenhague se produjo en forma accidental, y por eso tomó a la Oposición de Izquierda por sorpresa. Los preparativos de la conferencia se encontraban en sus primeras etapas Ni siquiera podía plantearse en Copenhague la cuestión de la aprobación de una plataforma o de tesis programáticas. Las secciones europeas no estaban plenamente representadas, y no todos los camaradas asistentes tenían plenos poderes. Desgraciadamente, no hubo conferencia y, dadas las circunstancias, no pudo haberla.

Ni que decir tiene que, de todas maneras, los camaradas que concurrieron aprovecharon la oportunidad de conocerse y discutir en forma privada los problemas más apremiantes y candentes. Esta reunión imprevista de veinticuatro bolcheviques leninistas de siete países europeos quedará indudablemente registrada como un acontecimiento importante en la historia de nuestra fracción internacional.

La Oposición de Izquierda creció en forma considerable. Los cuadros de dirección conocen la historia de la Oposición de Izquierda en los distintos países, se orientan libremente en las cuestiones teóricas y políticas y todos juntos, y cada uno por separado, encarnan una experiencia política importante. Las consultas, que se prolongaron por espacio de varios días, sirvieron para unir sólidamente a los camaradas, hecho que rendirá frutos durante todo nuestro trabajo futuro. Sin caer víctimas de un optimismo excesivo, podemos decir con certeza que quienes participaron en la consulta derivaron de la misma nuevas fuerzas y confianza.

 

La sección española

Hubo un problema que echó un cono de sombra sobre toda la consulta: la situación de la Oposición española. Si bien existían ciertos matices de opinión divergentes dentro de la Oposición de Izquierda Internacional respecto de los males y errores de la Oposición española, éstos pasaron a segundo plano ante el sentimiento generalizado de preocupación. Todos los participantes coincidieron plenamente en la necesidad de una discusión franca y completa con los camaradas españoles, y en que esta vez la misma no debe quedar restringida a los dirigentes de la Oposición. Para que la Oposición española retorne a la buena senda es necesario que todos los militantes de las secciones se familiaricen con los problemas en debate.

Sería criminal de nuestra parte mantener los ojos cerrados ante la verdadera situación, o querer embellecerla. Si oportunamente no logramos una claridad total, mediante una discusión franca de todos los problemas en disputa -y ya son muchos los que se han acumulado-, la marcha violenta de los acontecimientos bien puede separarnos en campos diferentes.

Desgraciadamente, la sección española no estuvo representada en el encuentro. Ciertos problemas de último momento, obviamente fortuitos, se encargaron de impedirlo. Pero me tomo la libertad de afirmar con toda convicción que si los camaradas dirigentes españoles se encerraran menos en su entorno y mostraran mayor interés en su organización internacional, habrían encontrado el camino a Copenhague sin la menor dificultad.

Pero he ahí, precisamente, la principal desgracia de la Oposición española. Sus dirigentes se han obstinado en mantenerla alejada de la vida y luchas intestinas de otras secciones, quitándole así todo acceso a la experiencia internacional, que es irremplazable. En la medida en que la posición oficial de la sección española la obligó a intervenir en los problemas internacionales, separados tanto de la experiencia de otras secciones cuanto de la opinión de su propia organización, se dejaron guiar por vínculos, simpatías y antipatías personales.

Debemos afirmar con toda claridad que en demasiadas ocasiones sustituyeron el análisis marxista de la situación y las diferencias por el psicologismo y el sentimentalismo pequeñoburgués. Así ocurrió en el caso de la Federación Catalana (Maurín) cuando varios camaradas barceloneses fincaron sus esperanzas en las "relaciones personales amistosas" en lugar de librar una lucha de principios contra el nacionalismo pequeñoburgués, lo que frenó el desarrollo de la Oposición de Izquierda en la etapa decisiva. Así también ocurrió en el caso de Landau, a quien, para sorpresa de todos, Comunism puso en la lista de simpatizantes después de demostrar su inutilidad total, quedar en minoría y finalmente abandonar la Oposición de Izquierda. Así ocurrió con las diferencias en el seno de la sección francesa, donde los camaradas españoles coincidieron en privado que las ideas y métodos de Rosmer eran inútiles pero si bien no lo apoyaron directamente en público, lo hicieron indirectamente con el argumento de que "les resultaba más simpático" que sus adversarios. Así ocurrió en el caso de Mill, a quien los camaradas de la dirección española tuvieron a bien elegir como representante suyo en el Secretariado Internacional cuando este individuo ya había demostrado plenamente su incapacidad política. Jamás observamos de parte de Madrid y Barcelona el menor intento de buscar un fundamento de principio, una explicación política para todos estos problemas.

Los mismos rasgos se revelaron de manera no menos crítica y dolorosa en la vida interna de la organización española. La crisis que estalló en su dirección tomó por sorpresa no sólo a la Oposición Internacional sino también a la sección española. Los miembros del Comité Central renunciaron uno tras otro. La dirección quedó, de hecho, exclusivamente en manos de Lacroix. Entonces, nuevamente para sorpresa de todos, resultó que el camarada Lacroix no estaba en el Comité Central, que incluso durante un tiempo estuvo fuera de la Oposición, y que la dirección se había trasladado a Barcelona. ¿Por qué? ¿Cuáles son las diferencias? ¿En qué se basa la crisis? Nadie lo sabe, por lo menos nadie que no integre el estrecho círculo de los iniciados. Una organización revolucionaria de ninguna manera puede tolerar semejante régimen, que no le traerá sino derrotas. Sus actitudes de abstención respecto de las polémicas en torno a problemas de principios y de reemplazo de las diferencias políticas por evaluaciones personales han hecho víctimas a los camaradas españoles de conflictos personales y "revoluciones palaciegas" inevitables.

El Comité Central de la sección española no habría podido cometer semejantes arbitrariedades subjetivas en el terreno político si hubiera estado sujeto al control de su propia organización. Pero las cosas no sucedieron así. Varios dirigentes de la Oposición española se han defendido en más de una ocasión con el pretexto del insuficiente nivel teórico y político de la organización. ¡Excusa inaceptable, por cierto! El nivel de una organización se incrementa tanto más rápidamente cuanto más inmediata sea su participación en todas las discusiones, cuanto menos traten los dirigentes de pensar, actuar y comportarse como guardianes de la organización.

La primera premisa para la democracia del partido es que exista una completa información. La etapa inicial debe ser el estudio de los documentos internacionales referidos a la Oposición española: el Comité Central español debe imponerse la obligación de hacer circular estos documentos entre todos los miembros de la Oposición; todo bolchevique leninista debe estudiar meditar y juzgar no sólo la experiencia con Mill sino también la esencia de la crisis del Comité Central español. Los miembros de la Oposición española aprenderán mucho más con ello que con una decena de artículos abstractos sobre el centralismo democrático y las buenas relaciones "humanas"

También en este campo los camaradas españoles han hecho caso omiso de las experiencias de la izquierda internacional. En su última conferencia se declararon inesperadamente a favor de la participación independiente en las elecciones. De lo dicho más arriba se desprende con toda claridad que tampoco somos fetichistas a este respecto. En ciertas circunstancias, la Oposición de Izquierda puede y debe presentar candidatos propios. Pero el motivo no puede ser una falsa búsqueda de "independencia" sino la verdadera relación de fuerzas, y así hay que plantearlo en el trabajo agitativo; no se trata de quitarle puestos electivos al partido oficial sino de levantar la bandera del comunismo allí donde el partido no puede hacerlo. Queda claro que: dada la relación de fuerzas imperante, las candidaturas independientes de la Oposición deben constituir la excepción, no la regla.

Pero quizás la situación particular de España justifica la táctica de la Oposición española, dirigida en los hechos a la construcción de un partido nuevo. Supongamos que es así. ¿Por qué, entonces, los camaradas españoles no tratan de explicarnos estas condiciones y enriquecernos con su experiencia? ¿Creen acaso que no puede ser comprendida la situación española fuera de las fronteras del país? En tal caso tendríamos que preguntarnos para qué tenemos una organización internacional.