Cómo triunfaron los bolcheviques

Por Alexander Rabinowitch | Jacobin, 7 de noviembre de 2017

Traducción: Juan Fajardo para  marxists.org

 

El Soviet
Muertos y heridos en Nevsky Prospekt luego de que tropas del Gobierno Provisional abrieran fuego contra una manifestacion el 4 de julio de 1917

 

 

En mi contribución deseo revisar las principales conclusiones de mis escritos sobre 1917, especialmente en cuanto a la espinosa, aún altamente politizada cuestión de cómo los bolcheviques ganaron en la contienda por el poder en Petrogrado de 1917. Sin embargo, permítaseme empezar con algunas palabras sobre las perspectivas de historiadores previos sobre este tema.

Para los historiadores soviéticos la revolución de octubre 1917 fue la legítima expresión de la voluntad revolucionaria de las masas de Petrogrado –una insurrección armada a favor del poder bolchevique dirigida por un partido de vanguardia altamente disciplinado, conducido brillantemente por V. I. Lenin. Historiadores occidentales, por contraste, han tendido a ver el éxito de la revolución bolchevique como consecuencia de la blandura del Gobierno Provisional hacia la izquierda radical; un accidente de la historia o, con más frecuencia, el resultado de un bien-ejecutado golpe militar, carente de apoyo popular, realizado por una organización pequeña, altamente autoritaria y conspiracional, controlada por Lenin y subvencionada por el enemigo, Alemania. Para los historiadores que sustentan esta perspectiva –entre quienes se incluye hoy a muchos historiadores en Rusia– la estructura y prácticas del Partido Bolchevique en 1917 fueron inevitablemente los progenitores del autoritarismo soviético.

Las conclusiones de mi trabajo de investigación acerca de 1917 varía de modo significativo de aquellas interpretaciones comunes. Como ilustración permítaseme señalar algunos momentos importantes, frecuentemente pasados por alto, de los cruciales verano y otoño de 1917, que me parecen de especial importancia para comprender el carácter y el curso de la “Revolución de Octubre" en Petrogrado. Resumiré enseguida como veo, hoy, la “Revolución de Octubre".

 

La insurrección de julio

El primero de los momentos que quiero señalar es la abortiva “insurrección de julio", la cual les pareció a muchos en aquél momento, y a la mayoría de historiadores en Occidente desde entonces, un intento fallido por Lenin de tomar el poder y como un ensayo para el “Octubre Rojo".

En mi libro Preludio a la revolución[1] llegué a la conclusión de que la caótica, sangrienta y finalmente fallida, insurrección de julio fue un reflejo fiel de la renuencia de los soldados de la guarnición de Petrogrado, inflada por la guerra, a aceptar ser enviados al frente para apoyar la ofensiva rusa de julio de 1917, y de genuina, extensa, y creciente impaciencia y desafecto de la gran masa de los obreros fabriles y soldados en Petrogrado y de marinos de la flota báltica hacia el continuado mantenimiento del esfuerzo bélico y los magros resultados sociales y económicos de la revolución de febrero de 1917. En cuanto al papel bolchevique en la preparación y organización de la insurrección de julio, llegué a la conclusión de que la erupción fue, en parte, una extensión de cuatro meses de incesante propaganda y agitación bolchevique; que militantes de fábrica y a nivel de unidad bolcheviques desempeñaron importantes papeles en iniciarla; que , en respuesta a sus nuevas e impacientes masas, los líderes extremistas de dos ramas auxiliares del partido, la Organización Militar y el Comité de Petesburgo, la azuzaron en oposición a los deseos de Lenin y de la mayoría del Comité Central bolchevique.

También sugerí algunas generalizaciones más amplias, con implicancias importantes para los eventos subsiguientes, surgidas de mi estudio de la insurrección de julio. Un grupo de generalizaciones concierne las actitudes de las masas de Petrogrado hacia el Gobierno Provisional, los soviets, y los bolcheviques en aquél tiempo. Al estudiar la evolución de la opinión popular entre febrero y julio concluí que entre aquellos obreros, soldados y marinos de Petrogrado quienes, de alguna manera, actuaban políticamente, el Gobierno Provisional era ya =es decir, a mediados del verano de 1917= ampliamente percibido como un órgano de las clases pudientes, opuesto al cambio fundamental político y social, y frio a las necesidades populares. Por otro lado, aunque los estratos inferiores de la población de Petrogrado sometían a los socialistas moderados a crecientes críticas por su apoyo al Gobierno Provisional y a la continuación de la guerra, ellos veían a los soviets de todo nivel como genuinas instituciones democráticas de auto-gestión popular. Por ello, el enorme y creciente atractivo entre las masas de dos consignas bolcheviques, “¡Todo el poder a los soviets!" y “¡Paz inmediata!"

En cuanto a los bolcheviques, la insurrección acabó en una dolorosa y aparentemente decisiva derrota para ellos. Sin embargo, lo que a mí me pareció lo más importante fue la gran popularidad del programa radical bolchevique, mostrado antes y durante la insurrección de julio. En momentos en que las expectativas populares por cambio significativo estaban por los cielos, y cuando demás principales grupos políticos exigían paciencia y sacrificio a favor del esfuerzo bélico, el programa radical bolchevique y la aparente sensibilidad del partido ante las necesidades y las aspiraciones del ciudadano común, contribuyeron importantemente a la muy considerable influencia y fuerza que había adquirido en apenas unos pocos meses.

Ello me llevó a un segundo conjunto de generalizaciones reflejadas en las experiencias de julio. Estas generalizaciones son en relación a la imagen tradicional del Partido Bolchevique en 1917 como una organización unida, autoritaria y conspirativa, estrechamente controlada por Lenin. En base a exhaustiva investigación empírica, concluí que aquella imagen tenía poca relación con la realidad. No fue simplemente que, de marzo de 1917 en adelante, la organización bolchevique, desde arriba hasta abajo, incluía fracciones de izquierda, derecha y centro, cada cual contribuyó a las políticas del partido. De no menor importancia, a mi parecer, fue el hecho de que en medio de las inestables, localmente variantes, y constantemente cambiantes, condiciones imperantes en Petrogrado revolucionario en 1917, por no decir en Rusia en su totalidad, el Comité Central bolchevique simplemente no pudo ejercer control sobre agencias nominalmente subordinadas. Organismos inferiores tenían relativa libertad de ajustar sus llamados y tácticas según su percepción del desarrollo de la situación local. Concluí que la importancia de este factor en interpretar el comportamiento del Partido Bolchevique durante la revolución de 1917 fue difícil de sobreestimar.

Más aún, hallé que el concepto pre-revolucionario de Lenin de un partido conspirativo pequeño y profesional se había tornado obsoleto después de la “Revolución de Febrero" y que las puertas del partido pronto fueron abiertas a decenas de miles de nuevos miembros quienes también influyeron sus políticas. En otras palabras, en gran medida, la organización bolchevique en Petrogrado era abierta y sensible a las preocupaciones de las masas populares. Indudablemente, ello causó gran dificultad en julio. Sin embargo, concluí que a largo plazo, los extensos y cuidadosamente cultivados nexos de los bolcheviques en las plantas y fábricas, en millares de organizaciones obreras y unidades militares, fueron una fuente importante de la fuerza del partido y de su final habilidad de tomar el poder.

 

La reacción

El segundo momento revelador de 1917 que quiero tocar es el breve período de reacción en Petrogrado que siguió al colapso de la insurrección de julio. Ese fue el momento en que la inicialmente exitosa ofensiva rusa en el Frente Oriental fue convertida en una terrible retirada del ejército ruso, y cuando Aleksandr Kerensky devino Primer Ministro. Kerensky encabezaba un gobierno de coalición liberal-socialista moderado, mayormente preocupado con suprimir a los bolcheviques, reimponer la autoridad política y el orden domésticos (por la fuerza si fuera necesario), y de alguna manera sostener el frente que estaba en colapso.

Por un rato, parecía que se había llegado a una pausa en el movimiento obrero revolucionario. La opinión pública en Petrogrado parecía haber girado decisivamente a la derecha. Pero, a pesar de un torrente de retórica dura y florida por parte de Kerensky, repetida sin cesar por temporalmente resurgentes agrupaciones civiles y militares conservadoras , es claro que ninguna de las medidas represivas vociferadas por Kerensky ni fueron implementadas íntegramente ni cumplieron sus objetivos (lo que no equivale a decir que no pudieron haber exitosamente reimpuesto el orden). Más que ello, el aparentemente creciente peligro de contrarrevolución reflejado en eventos como la Conferencia de Moscú –la gran y muy sensacionalizada reunión de fuerzas conservadoras en agosto de 1917– incrementó la suspicacia popular hacia el Gobierno Provisional y estimuló el anhelo de dejar lo pasado en el pasado y de más estrecha unión en defensa de la revolución. Encontré que aquella respuesta de las masas a lo que popularmente se percibía como peligrosas amenazas a la revolución se reflejaba en numerosos, y mutuamente reforzantes, documentos de la época.

Si hostilidad hacia los bolcheviques por parte de ciudadanos comunes se desvaneció ante la aparente amenaza de contrarrevolución dentro de pocas semanas después de la insurrección de julio, ya para la segunda quincena de agosto –antes del fallido putsch derechista del General Lavr Kornílov– había crecientes señas de que el partido, con su aparato esencialmente intacto, había iniciado un nuevo período de crecimiento notable y veloz. Encontré que una indicación clara del grado al que las suertes del partido estaban nuevamente en auge se demostraba en el resultado del las elecciones de agosto para la Duma Municipal de Petrogrado. En aquellas elecciones municipales, los bolcheviques obtuvieron un triunfo contundente.

 

El asunto Kornílov

Con la existencia misma del estado ruso bajo amenaza inmediata de fuerzas militares por fuera, e internamente por desintegración política, social y económica, y con el gobierno de Kerensky siendo tan obviamente incapaz de detener el creciente deterioro, los grupos liberales y conservadores, quizá inevitablemente, miraron hacia el estado mayor del ejército por salvación. Los esfuerzos de algunos de estos elementos culminaron en el llamado “asunto Kornílov" de fines de agosto. Considerando el fallido putsch derechista del General Kornílov, mi principal preocupación hoy no es las aún disputadas interrogantes sobre los motivos y metas personales de Kornílov, ni de la posible complicidad de Kerensky en arrancharle autoridad a los soviets y restablecer el orden por medio de una fuerte dictadura militar. En el contexto actual, la faceta de aquel momento histórico tan revelador que me interesa más es lo que la lucha contra Kornílov en Petrogrado mostró acerca de las actitudes y poder de los ciudadanos comunes entonces y acerca del impacto que la experiencia con Kornílov tuvo sobre el status de los bolcheviques.

Permítaseme recalcar, en breves términos, lo que ocurrió en Petrogrado luego del anuncio por Kerensky el 27 de agosto de que el General Kornílov se había negado a reconocerle su autoridad y que tropas simpateticas a Kornílov se encontraban a bordo de trenes y ya se acercaban a la capital. El Partido Kadete, el principal partido liberal ruso, simpatizante de las metas de Kornílov y desconfiado y desdeñoso hacia Kerensky, se negó a darle apoyo. Por un brevísimo momento pareció que no se podría evitar la ocupación de la capital por las tropas de Kornílov y que el Gobierno Provisional ciertamente caería. Pero, todos los grupos a la izquierda de los Kadetes –bolcheviques, mencheviques, eseristas, anarquistas, toda organización obrera de envergadura, y comités de soldados y marinos de todos los níveles– se unieron inmediatamente en defensa de la revolución.

Bajo la dirección del Sindicato de Trabajadores Ferroviarios, se cortó la comunicación entre Kornílov, en el sur de Rusia, y sus fuerzas en camino a Petrogrado, y trenes portando tropas insurgentes fueron descarrilados. Dondequiera que las fuerzas de Kornílov quedaron atascadas, los oficiales se vieron obligados a mirar sin recurso mientras que multitud de delegados de las organizaciones de masas, algunos enviados desde Petrogrado y otros desde los pueblos y aldeas aledañas, rápidamente persuadían a las tropas de Kornílov, selectas por ser confiables y disciplinadas, a no avanzar más y a jurar lealtad a la revolución. Vale decir que el episodio acabó en pocos días y sin un sólo disparo.

En el rubor inicial de aquel triunfo sobre la contrarrevolución , la mayoría de las organizaciones de Petrogrado que participaron en el movimiento anti-Kornílov expresaron sus puntos de vista acerca de la naturaleza, la composición y el programa de un futuro gobierno, en un torrente de resoluciones políticas. Obviamente, esas resoluciones no fueron diseñadas por ninguna agencia única puesto que difieren grandemente en sus específidades. Pero común a la mayoría es un rechazo hacia más colaboración política de cualquier tipo con las clases propietarias, y una atracción por la creación inmediata alguna suerte de gobierno exclusivamente socialista que pondría fin a la terrible guerra. Estaba claro para muchos, incluyendo a los bolcheviques, que la rápida derrota del General Kornílov confirmó el inmenso potencial político del trabajar conjunto de todos los socialistas.

Me pareció que hubo otras ramificaciones políticas notables de la experiencia con Kornílov. Por el momento, el movimiento derechista se estrelló, eso estaba claro. Y, por su comportamiento antes y después de la crisis, los Kadetes eran ampliamente sospechados de haber estado en alianza con el general; estaban ahora debilitados y profundamente desmoralizados. Más aún, a raíz de amargas disputas internas sobre el carácter y la composición de un gobierno futuro, los mencheviques y eseristas estaban es escasamente mejor condición. Ahora, cada uno de ellos incluía rápidamente crecientes fracciones de izquierda cuyas metas políticas inmediatas estaban alíneadas con aquellas de los bolcheviques moderados. Mientras tanto, la desintegración de la economía rusa continuaba. En Petrogrado la escasez de alimentos y combustibles se hizo más aguda.

Naturalmente, el asunto Kornílov le hizo daño incalculable a la reputación de Kerensky entre ambos, la Derecha vencida y la Izquierda. Entre aquellos en competencia por el poder en Petrogrado en 1917, claramente, los bolcheviques fueron los grandes beneficiarios de la fallida intentona derechista. Aun así, parecía cuestionable argüir, como lo hicieron y lo hacen aún muchos historiadores, que la derrota de Kornílov hizo virtualmente inevitable la victoria de Lenin. Por supuesto que el fallar de Kornílov atestiguó el gran poder potencial de la Izquierda y mostró una vez más el enorme atractivo popular del programa bolchevique de cambio radical. Pero, el ánimo de las masas no era específicamente bolchevique en el sentido de reflejar el deseo por un gobierno bolchevique. Ese, me pareció a mí, era el punto clave. Pues el hecho es que la idea de un gobierno bolchevique nunca antes había sido flotada en público. A ojos de los obreros, soldados y marinos de Petrogrado los bolcheviques estaban por el poder de los soviets –por democracia multipartidista popular soviética. Eso era ahora un impedimento a la toma unilateral del poder. Pues, como lo demostraba el torrente de resoluciones políticas post-Kornílov, las clases bajas de la ciudad estaban más atraídas que nunca por la posibilidad de crear un gobierno soviético que uniese a todos los elementos socialistas democráticos.

En todo caso, la abortada insurrección de julio y la subsiguiente reacción demostraron los riesgos inherentes a depender sobremanera del ánimo popular. Esta conclusión también es ineludible. Más aún, la historia del partido desde la época de la Revolución de Febrero en adelante mostró el potencial por discordia programática y por actividad indisciplinada y desorganizada dentro de las filas bolcheviques. Así que, luego del asunto Kornílov, si el partido hallaría la fuerza de voluntad, la disciplina orgánica, y la sensibilidad a las complejidades de la fluída y potencialmente explosiva situación imperante, que serían necesarias para tomar el poder era aún cuestión pendiente.

 

“Octubre Rojo"

Tal, pues, fue mi interpretación de momentos históricos significantes, pero frecuentemente pasados por alto, del verano de 1917 que me parecieron de especial importancia en entender el “Octubre Rojo". Permítaseme, ahora, sugerir cómo ocurrió el triunfo bolchevique de octubre de 1917, frente a aquel trasfondo. Recordemos que a mediados de septiembre, Lenin, aún clandestino en Finlandia, envió dos transcendentales epístolas a la dirigencia partidaria en Petrogrado. En aquellas cartas, que llegaron como rayos desde un cielo azul, Lenin exigió que los bolcheviques en Petrogrado organicen una insurrección armada y derroquen al Gobierno Provisional “sin perder un solo instante". Recordemos también que la directiva de Lenin fue rechazada por votación unánime del Comité Central.

Hubo, como lo demuestran los registros, varias razones para esa instantánea, enteramente negativa –francamente, horrorizada– respuesta. Por un lado, el recibo de la chocante directiva de Lenin coincidió con el inicio de la Conferencia Democrática Pan-Rusa en momentos en que los líderes del partido en la capital, bajo la impresión de que contaban con el visto bueno de Lenin, se orientaban hacia convencer a la mayoría de los delegados que la conferencia misma debería iniciar la creación de un nuevo gobierno exclusivamente socialista. Aquel intento no tuvo éxito. El hecho de que la dirigencia bolchevique hizo caso omiso a las ordenes de Lenin, aún cuando se hizo evidente que la Conferencia Democrática Pan-Rusa no abandonaría la política de coalición, se debió en parte a la influencia de bolcheviques moderados como Lev Kámenev. Sin embargo, de mayor significancia es que aún líderes bolcheviques como Trotsky, quienes, en principio, compartían los supuestos teóricos fundamentales de Lenin en cuanto a la necesidad y factibilidad de una temprana revolución socialista en Rusia, tenían dudas respecto a movilizar a los obreros, soldados y marinos para la “inmediata carga con bayonetas" por la que insistía Lenin.

La situación era similar a aquella durante el apogeo de la reacción que imperó luego de la insurrección de julio. En aquel momento la mayoría de los dirigentes del partido en Petrogrado ignoraron la exigencia de Lenin de abandonasen los soviets como órgano revolucionario. Ahora, a finales de septiembre, aquellos bolcheviques parecían nuevamente tener una apreciación más realista que Lenin de los límites de la influencia y autoridad del partido entre los ciudadanos comunes, y de la continuada adhesión de estos a los soviets como legítimos órganos democráticos en los cuales todos los grupos genuinamente revolucionarios colaborarían para llevar a cabo la revolución. En consecuencia, empezaron, junto a los Eseristas de Izquierda, a públicamente asociar la toma del poder y la formación de un gobierno de coalición netamente socialista con la convocatoria temprana a otro Congreso Nacional de Soviets, a modo aprovechar de la legitimidad de los soviets a nivel popular.

El impacto de las tácticas bolcheviques en las perspectivas de los obreros, soldados y marinos fue más notoria durante la quincena previa al derrocamiento del Gobierno Provisional. Por cierto, en una histórica sesión secreta del Comité Central el 10 de octubre, en la cual participó Lenin, se resolvió hacer de la insurrección armada “la orden del día". Pero, pese a esa luz verde para la organización de un levantamiento armado, las masas de Petrogrado no fueron convocadas a las armas.

Ello se debió, una vez más, a los frenéticos esfuerzos de moderados bolcheviques, encabezados por Kámenev, de evitar violencia inmediata contra el gobierno. Pero, tras la histórica decisión del Comité Central del 10 de octubre, es evidente que dirigentes militantes del partido en mayor contacto con los obreros y con los estamentos menores del personal militar –bolcheviques quienes, en principio, coincidían con Lenin– francamente exploraron la posibilidad de organizar una insurrección armada. Pero, luego de varios días de circular por “los distritos" (en plantas, fábricas, y guarniciones militares), gran número de ellos se vieron obligados a la conclusión de que el partido no estaba técnicamente preparado para lanzar acción inmediata contra el gobierno. Concluyeron también que la mayoría de los ciudadanos ordinarios no responderían a un llamado del partido a alzarse antes del inminente congreso de soviets, el cual los mismos bolcheviques habían promocionado como la máxima autoridad política de Rusia revolucionaria pendiente de la convocatoria temprana de una Asamblea Constituyente.

Algunos líderes militantes bolcheviques respondieron a estos problemas con insistir que el comienzo de la insurrección sea simplemente aplazado hasta completar los preparativos militares. Pero, hubo también otra manera de abordar el asunto: que, en vez de órganos partidarios, se utilice a los soviets, por su prestigio a nivel popular, para derrocar a Kerensky; que, entonces, un ataque contra el gobierno debería ser disfrazado como una operación defensiva a favor del soviet; que toda oportunidad debería ser aprovechada para socavar pacíficamente el poder del Gobierno Provisional; y que el derrocamiento formal del gobierno debería estar ligado a, y legitimado por, el II Congreso Pan-Ruso de Soviets. Los dirigentes bolcheviques que compartían estas perspectivas estaban más confiados que Lenin de que la mayoría de los delegados al congreso de soviets apoyaría la formación de un gobierno de coalición inclusivo y netamente socialista. Esa perspectiva, descubrí, era compartida por muchos de los principales bolcheviques en Petrogrado (más notablemente, por Trotsky).

En Los bolcheviques llegan al Poder[2] me esforcé por reconstruir el exitoso seguimiento por los bolcheviques de esas tácticas en vez de las de Lenin –en especial su uso de una amenaza contrarrevolucionaria para ayudar a formar el Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado, un órgano aparentemente no-partidario. Bajo la guisa de proteger la revolución, aquel órgano adquirió control sobre virtualmente toda la guarnición de Petrogrado en el proceso de desarmar al gobierno sin disparar un tiro. Fue recién después de que Kerensky respondiera a la usurpación de autoridad sobre la guarnición con iniciar una represión militar de los bolcheviques que se inició la acción armada contra el gobierno que Lenin había estado exigiendo por más de un mes. Ello ocurrió avanzadas horas de la noche del 24 al 25 de octubre, apenas horas antes de la programada apertura del II Congreso Pan-Ruso de Soviets. Para entonces, sólo un número magro, desmoralizado y cada vez menor de cosacos, cadetes y tropas femeninas aún defendía al gabinete de Kerensky, arrimado y aislado en el Palacio de Invierno.

En su libro, Octubre Rojo, el desaparecido Robert V. Daniels[3] –un influyente historiador norteamericano del comunismo ruso– concluyó que el retrasado “levantamiento" de octubre 24-25 fue de crucial importancia histórica porque, al empujar a los mencheviques y eseristas a abandonar el congreso nacional soviético, eliminó la posibilidad de que el congreso formara un gobierno de coalición socialista representativo en el cual los socialistas moderados probablemente habrían tenido una voz importante. De esa manera, allanó el camino para la formación de un gobierno exclusivamente bolchevique, el Sovnarkom. Tal fue también la perspectiva de Sukhanov. Análisis de la identificación política y la posición política de los delegados arribados a la sesión inaugural del congreso respecto a la cuestión del gobierno, y de la dinámica de la decisiva sesión de apertura del congreso, indicó que efectivamente fue así. Sin embargo, un punto más importante que se me hizo evidente fue que solo después del ataque militar, comprensible pero sin esperanza, de Kerensky contra los bolcheviques que se hizo factible la acción armada preconizada por Lenin.

Los obreros y soldados de Petrogrado que apoyaron a los bolcheviques en la subversión y derrocamiento del Gobierno Provisional lo hicieron porque estaban convencidos que la revolución y el congreso estaban en peligro inminente. Sólo la creación de un gobierno multipartidario y exclusivamente socialista por el congreso de soviets, pendiente de las decisiones sobre el futuro político permanente de Rusia por una Asamblea Constituyente –lo cual, repito, es lo que los bolcheviques promovían a nivel popular– parecía ofrecer esperanza alguna de evitar la muerte en el frente y de lograr una vida mejor, más libre, y más justa.

 

Más allá de Petrogrado

Permítaseme terminar con sugerir lo que me parecen las implicancias actuales de todo esto, en el centenario de la revolución, en relación a la pregunta “¿cómo triunfaron los bolcheviques?" Claramente, es evidente que la respuesta a la interrogante es más compleja que lo que sugieren las tradicionales interpretaciones soviéticas y occidentales. Por cierto, era y es tan difícil para mí, como para virtualmente todos los historiadores de la Revolución Rusa, imaginar el triunfo bolchevique ausente las intervenciones, finalmente decisivas, de Lenin (en particular su llamado, a su retorno a Petrogrado en abril de 1917, a continuar la revolución y sus apelaciones por la toma inmediata del poder a partir de mediados de septiembre de 1917). Esas intervenciones de Lenin son un nítido ejemplo del a veces decisivo papel del individuo en la historia.

Sin embargo, de importancia similarmente crucial para el rápido auge de los bolcheviques y de su eventual triunfo, fue la correspondencia entre el programa público de los bolcheviques y las aspiraciones populares en momentos en que el Gobierno Provisional era culpado por las rápidamente decayentes condiciones económicas, la prosecución de la guerra, y tolerancia, si no apoyo, a la contrarrevolución. Ello mientras los tres otros principales partidos políticos rusos –los Kadetes, mencheviques y eseristas– estaban ampliamente desacreditados debido a su aparente apoyo a Kerensky y sus políticas domésticas y exteriores. La diferencia más fundamental entre muchos historiadores de la “Revolución de Octubre" y yo es que, desde mi punto de vista, la habilidad del partido de albergar puntos de vista teóricos divergentes y un grado importante de iniciativa e independencia táctica por parte de órganos nominalmente subordinados, tanto como la estructura descentralizada del partido y su sensibilidad hacia el ánimo popular, tuvieron tanto o más que ver con el éxito del partido como lo tuvieron la disciplina revolucionaria, la unidad orgánica, y la obediencia a Lenin. Pues, es evidente que las tácticas exitosas de los bolcheviques de Petrogrado en el otoño de 1917 surgieron de un intercambio continuo de ideas en torno al desarrollo de la revolución, y la interacción constante entre miembros del partido de todo nivel con trabajadores fabriles, soldados y marinos.

Como vemos, en varios momentos en julio, septiembre y octubre de 1917, Lenin emitió directivas que, si hubiesen sido cumplidas al pie de la letra, probablemente habrían sido desastrosas. En cada instante, los órganos del partido y los dirigentes bolcheviques, atentos a las rápidamente fluctuantes realidades políticas y sensibles a la opinión popular, o rechazaron las ordenes de Lenin o las adaptaron a las circunstancias imperantes. De otra manera los bolcheviques probablemente no habrían triunfado. Desde esta perspectiva, el “Octubre Rojo" en Petrogrado fue en gran medida una genuina expresión de las fuerzas populares, una compleja lucha política tanto como una contienda militar, en la cual se selló la suerte del Gobierno Provisional –aunque no la composición ni el carácter del nuevo régimen soviético– mucho antes de las operaciones militares enfocadas en la mayoría de las descripciones.

¿Ha cambiado de modo significativo mi explicación del éxito bolchevique en Petrogrado? La respuesta es: en lo fundamental, no. Si pudiera, cambiaría el titulo de mi primer libro, Preludio a la revolución. Vistas a través de todo un siglo, la insurrección de julio, e incluso las revoluciones de febrero y octubre, parecen fases claves en un gran proceso político y social fundamental al que bien podría llamársele “La Gran Revolución Rusa". El acceso a los archivos rusos y más o menos recientemente publicadas colecciones de documentos y monografías iluminan temas largamente ignorados como la Revolución de 1917 en las provincias, agregando valiosos detalles nuevos al conocimiento de eventos particulares en Rusia central. Pero, no han socavado mi sentimiento global de la importancia de la estructura del partido bolchevique y del atractivo popular del poder democrático soviético en explicar “cómo triunfaron los bolcheviques".

 

 

________________________________

[1] Alexander Rabinowitch. Prelude to Revolution: The Petrograd Bolsheviks and the July 1917 Uprising. Indiana University Press, 1991. ISBN 978-0-253-20661-9.

[2] Alexander Rabinowitch. The Bolsheviks Come to Power: The Revolution of 1917 in Petrograd. Haymarket Books, 2009. ISBN 978-1931859851.

[3] Robert V. Daniels. Red October:The Bolshevik Revolution of 1917. Charles Scribner’s Sons, 1967.