Escrito: Por Miguelina Acosta, con el seudónimo de "Emedosa",
17 de diciembre de 1917.
Fuente: La Critica, Año I, No. 22 (03 de
febrero de 1918), pág. 7. Consultado en facsímil albergada en la Biblioteca
Digital de la Biblioteca Nacional del Perú:
https://bibliotecadigital.bnp.gob.pe/items/9784fe36-6900-4523-aef5-ec7423e9d32e
Transcripción: Juan Fajardo, para marxists.org,
31 de agosto de 2025.
Ayer Blanca Errázuriz y hoy Victoria Alfaro, se han rebelado contra la infamia de dos hombres y de todos los hombres infames.
La gran dama del mejor circulo social y la humilde joven de la [clase] trabajadora han tenido su gesto magnifico: han redimid o la una su felicidad truncada por un explotador de alto vuelo, y la otra su honor mancillado por un vulgar seductor de doncellas. Gesto magnifico, gesto sublime porque al redimir su dignidad de hembra, su amor de madre, han sacrificado su tranquilidad de espíritu, han tenido que envolverse en el manto rojo y negro del crimen y la acusación. Gesto donde todos los sentimientos generosos han sido superados por el de reacción contra el hombre miserable que rebaja la humana especie; contra la injusticia de la sociedad que endiosa la castidad, que hace de ella la propiedad más preciosa de la mujer, y a quien sola castiga por su pérdida, sin enseñarla a librarse de las acechanzas masculinas, ni dar sanción inflexible a los ladrones de castidades.
Contra la injusticia de la Sociedad que castiga con baldón de ignominia a la víctima y mira con alentadora mirada, o con culpable tolerancia, al hombre vil que tras de mentir, engañar, seducir, faltar a su palabra empeñada, poner quizá en el camino del vicio a una mujer, le hace la afrenta canalleza de dudar de esta mujer que ha vencido con medios arteros y niega finalmente la paternidad al fruto de su vileza, quien con su desgraciada madre empezará su vía crucis por la vida, sin nombre, sin honor y con una madre difamada, con una madre despreciada por esa misma Sociedad que no la ha defendido y que ha contribuido a hundirla en el fango de la degradación y la miseria; se levanta vengador, el brazo débil de la mujer abandonada, de la madre vilipendiada, de la amante ofendida.
La ley inflexible que condena los actos, sin consideración de las causales que los ban impulsado; la ley inmoral que encuentra siempre atenuantes para los criminales de delitos contra la honestidad y el honor; la ley injusta que castiga a los que faltos de todo apoyo para la reivindicación efectiva de los derechos de mujer y de madre, se yerguen llenas de dignidad para castigar por su propia mano al menguado que sin duda proseguirá ufano su abominable papel de robador de honras y de agente de los antros de corrupción, de vicio y miseria; la ley fría y terrible como la roca que se alza amenazadora sobre la superficie del mar, será conmovida con la reacción femenina que se inicia.
Inútilmente dará su fallo; las férreas barras de las celdas del Panóptico y sus duras paredes, no serán testigos de los lamentos de Victoria Alfaro, la mujer altiva que impulsada por el hijo que lleva en sus entrañas, hijo que reniega del que le ha dado ser, ha castigado al infame que negó su hijo después de haberle dado vida.
Con la reacción femenina, surge la reacción social, y esta Sociedad hasta ayer culpable de inmoral tolerancia, ha dado su fallo absolutorio a Victoria Alfaro.
Podrán los jueces, esclavos de la ley en estos casos, condenar a Victoria Alfaro, pero el más alto poder absolverá a la que ya lleva el perdón de todas las madres, el de todas las mujeres y el de todos los hijos de todas las madres.
Serán los padres de la Patria que oyendo los dictados de su conciencia, y los que no la tengan oyendo a las súplicas de sus madres, de sus esposas, tendrán que devolver a la Sociedad a Victoria Alfaro, libre de toda culpa, como se ha devuelto a Blanca Errázuriz, porque ellas no son criminales. Su gesto magnifico que las ha envuelto en manto rojo y negro de sangre y dolor, no es más que la conciencia femenina que seca sus lágrimas inútiles y reacciona contra la maldad del macho; es la sociedad toda que se purifica; es la conquista del Derecho de mujer y madre que como toda conquista se hace con sangre y con dolor.
Emedosa.
Enero, 30 de 1918.