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JAMES P. CANNON
(1942)

Historia del Trotskismo norteamericano

 

 

Conferencia III
El comienzo de la Oposición de Izquierda


La última conferencia nos trajo a discusión el año 1927 en el Partido Comunista de Estados Unidos. La lucha fundamental entre marxismo y stalinismo se había puesto en marcha dentro del Partido Comunista Ruso hacía ya cuatro años. Esta había continuado también en las otras secciones de la Comintern, incluida la nuestra, pero nosotros no lo sabíamos. Los sucesos de la gran lucha en el Partido Ruso eran confinadas desde el principio a cuestiones rusas extremadamente complejas. Muchas de ellas eran nuevas y poco familiares para nosotros, norteamericanos, que sabíamos muy poco acerca de los problemas internos de Rusia. Era muy difícil entenderlos para nosotros a causa de su naturaleza teórica profunda -después de todo, hasta esa época no habíamos tenido una seria educación teórica y la dificultad fue incrementada por cl hecho de que no se nos presentaba la información completa. No se nos suministraban los documentos de la Oposición de Izquierda rusa, se nos ocultaban sus argumentos. No se nos decía la

verdad, por el contrario sistemáticamente se nos mantenía con tergiversaciones, distorsiones y documentación unilateral. Yo hice esta explicación en beneficio dc aquellos que se inclinaban a preguntar: "¿Por qué no levantó desde el principio la bandera del trotskismo?" Si las cosas son muy claras ahora para cualquier estudioso serio del movimiento, "¿por qué no se lo pudo entender en los primeros días?" La explicación que di nunca fue considerada por la gente que ve estas grandes disputas separadas y aparte del mecanismo de la vida del partido. Aquel que no carga con responsabilidades, que es un mero estudioso o comentador u observador desde afuera, no necesita ninguna precaución o restricción. Si tiene dudas e incertidumbre, se siente perfectamente libre para expresarlas. Este no es el caso de un revolucionario de un partido. El que toma sobre sí la responsabilidad de llamar a los trabajadores, sobre las bases de un programa, a reunirse en un partido al que le dedicarán su tiempo, su energía, sus recursos y hasta sus vidas, debe

tomar una actitud seria hacia el partido. No puede, en buena conciencia, llamar a tirar abajo un programa hasta que no haya elaborado uno nuevo. Descontento y dudas no son un programa. No se puede organizar a la gente sobre esas bases. Una de las más fuertes condenas que Trotsky dirigió a Schachtman, en los primeros días de nuestra disputa sobre la cuestión rusa en 1939 fue esta, que Schachtman, quien comenzó a fomentar dudas sobre la corrección de nuestro viejo programa sin tener en su mente ninguna idea clara de uno nuevo, atravesó al partido irresponsablemente expresando sus dudas. Trotsky dijo, el partido no puede detenerse. No puede hacer un programa fuera de dudas. Un revolucionario serio y responsable no puede molestar a su partido meramente porque se ha vuelto descontento con esta, aquella, u otra cosa. Debe esperar hasta estar preparado para proponer concretamente un programa distinto, u otro partido.

Esa fue mi actitud en el Partido Comunista en aquellos primeros años. De mi parte, sentía gran insatisfacción. No estuve nunca entusiasmado por la pelea en el partido ruso. No podía entenderla. Y como la pelea se hacía más intensa y se incrementaban las persecuciones contra la Oposición de Izquierda Rusa, representada por grandes líderes de la revolución como Trotsky, Zinoviev, Radek y Rakovsky -la duda y el descontento se acumulaban en mi mente. Esto militaba contra mi posición y contra la posición de nuestra fracción en los eternos conflictos dentro del PC. Intentábamos todavía resolver las cosas a escala norteamericana: un error común. Pienso que una de las lecciones más importantes que nos dio la IVª Internacional es que en la época moderna no se puede construir un partido político revolucionario solamente sobre bases nacionales. Se debe comenzar con un programa internacional, y sobre esas bases construir secciones nacionales de un movimiento internacional. Esta, por la vía de la disgregación, fue una de las grandes disputas entre los trotskistas y los brandleristas, la gente del Bureau de Londres, Pivert, etc., quienes afirmaban la idea de que no se puede hablar dc una nueva internacional sin antes construir fuertes partidos nacionales. Según ellos, sólo después de haber creado formidables partidos de masas en varios países, se les puede federar en una organización internacional. Trotsky procedió justo en forma opuesta. Cuando fue deportado de Rusia en 1929 y fue capaz de tomar su trabajo internacional con las manos libres, propuso la idea de que se debe comenzar con un programa internacional. Se debe organizar a la gente, no importa lo poco que puedan ser en cada país, sobre las bases de un programa internacional y gradualmente construir sus secciones nacionales. La historia dio su veredicto sobre esta disputa. Todos aquellos partidos que comenzaron con una aproximación nacional y quisieron expulsar este problema de la organización internacional, sufrieron el naufragio. Los partidos nacionales no pueden echar raíces porque en esta época internacional no hay más espacio para estrechos programas nacionales. Sólo la IV Internacional, arrancando en cada país desde el programa internacional, ha sobrevivido.

Este principio no era comprendido por nosotros en la primera época del Partido Comunista. Engordábamos en la lucha nacional en Norteamérica. Veíamos a la Internacional Comunista como una ayuda para nuestros problemas nacionales. No queríamos molestarnos con los problemas de otras secciones o de la Comintern de conjunto. Este error fatal, esta estrecha visión nacional, nos empujó al callejón sin salida de las luchas fracciones. Las cosas se hacían más críticas para nosotros. Ninguna de las fracciones quería romper o dejar el partido. Todos eran leales, fanáticos leales a la Comintern y no pensaban en romper con ella. Pero la desalentadora situación interna se hacía peor y aparecía sin perspectivas. Se hacía obvio que debíamos encontrar o bien un modo de unir las fracciones, o permitir que una se haga predominante. Algunos de los más sabios o mejor, algunos de los más ladinos, y aquellos que tenían las mejores fuentes de información de Moscú, comenzaron a hacer lo necesario para ganar el favor de la Comintern y así ubicar el gran peso de su autoridad del lado de su fracción, que era la enérgica y agresiva lucha contra el trotskismo. Desde Moscú fueron ordenadas campañas contra el trotskismo en todos los partidos del mundo. Las expulsiones de Trotsky y Zinoviev en los fallos de 1927 fueron seguidas por demandas de que todos los partidos tomen inmediatamente una posición, con la amenaza implícita de represalias desde Moscú contra cualquier individuo o grupo que no tomara la posición "correcta", es decir en favor de las expulsiones. Se llevaron a cabo campañas de "esclarecimiento". Los lovestonistas eran la vanguardia en la lucha contra el trotskismo. Así lograron el apoyo de la Comintern y gozaron de éste en todo aquel período. Organizaron campañas de "esclarecimiento". Reuniones de miembros, de ramas, de secciones, se llevaban a cabo en todos los partidos, en las que los representantes del Comité Central eran enviados para ilustrar a los miembros en la necesidad de las expulsiones del organizador del Ejército Rojo y del presidente de la Comintern. Los fosteristas, que no eran tan rápidos y astutos como los lovestonistas, pero con los que tenían un buen trato, los siguieron pronto. Realmente corrían carreras con los lovestonistas para mostrar quién era el más grande anti-trotskista. Se gastaban en hacer largos discursos sobre el tema. Ahora, mirando hacia atrás, es una circunstancia interesante, que casi prefiguraba lo que iba a seguir, que yo nunca tomé parte en ninguna de esas campañas. Voté resoluciones estereotipadas, debo decirlo, lamentablemente, pero nunca hice un simple discurso o escribí un simple artículo contra el trotskismo. Esto no fue así porque yo era trotskista. No quería quedar fuera de la línea de la mayoría del partido ruso y la Comintern. Me negué a tomar parte en las campañas sólo porque no entendía los sucesos. Bertram D. Wolfe, principal lugarteniente de Lovestone, era uno de los más grandes anti-trotskistas. A la más leve provocación hacía un discurso de dos horas, explicando cómo Trotsky estaba equivocado sobre la cuestión agraria en Rusia. Yo no podía hacer eso porque no entendía la cuestión. El tampoco lo entendía, pero en su caso, este no era un eran obstáculo. El objetivo real de los lovestonistas y los fosteristas en hacer esos discursos y llevar a cabo esas campañas, era congraciarse con el poder de Moscú. Alguien podría preguntar "¿por qué no hizo discursos en favor de Trotsky?" Yo no podía tampoco hacer eso porque no entendía el programa, mi estado mental era en ese entonces la duda y la insatisfacción. Por supuesto, si uno no tuviera ninguna responsabilidad en el partido, si fuera un mero comentador u observador, podría meramente hablar de sus dudas. No se puede hacer eso en un partido político serio. Si uno no sabe qué decir, no debe decir nada. Lo mejor es permanecer en silencio.

El Comité Central del Partido Comunista citó a un pleno en febrero, el famoso pleno de febrero de 1928, que fue unos pocos meses después de la expulsión de Trotsky, Zinoviev y todos los líderes de la Oposición Rusa. Ya comenzaba una gran campaña para movilizar a los partidos del mundo en apoyo a la burocracia de Stalin. En ese pleno peleamos y discutimos sobre las fracciones y el partido, la estimación de la situación política, la cuestión sindical, la cuestión de la organización -peleamos furiosamente sobre todas esas cuestiones. Ese era nuestro real interés, Después llegamos al último punto de la agenda, la cuestión rusa. B.D. Wolfe, como vocero de la mayoría lovestonista la "explicó" por un largo espacio de alrededor de dos horas. Después quedó abierta la discusión. Uno por uno, cada miembro de las fracciones lovestonistas y fosteristas tomaron la palabra para expresar su acuerdo con el informe y agregar algunos toques para mostrar que entendían la necesidad de las expulsiones y que estaban a favor de ellas. No hablé. Naturalmente, a causa de mi silencio, los otros miembros de la fracción Cannon se sintieron algo constreñidos para hablar. No les gustaba la situación y organizaron una suerte de campaña de presión. Recuerdo ese día, cómo mc senté al fondo del hall, descontento, amargado y confundido, seguro de que había algo sobre la cuestión pero no sabía que era eso. Bill Dunne, la oveja negra de la familia Dunne, quien era en ese momento un miembro del Comité Político y mi más estrecho asociado, vino con un par de otros compañeros. "Jim, tú debes hablar sobre esta cuestión. Es la cuestión rusa. Ellos cortarán nuestra fracción en pedacitos si no dices nada sobre ese informe. Levántate y di unas pocas palabras para el registro". Me negué a hacerlo. Ellos insistieron pero yo estaba muy duro. "No voy a hacer eso. No voy a hablar sobre esa cuestión". Esto no era "sabiduría política" de mi parte, aunque retrospectivamente puede aparecer así. Esto no fue para nada una anticipación del futuro. Fue simplemente un temple, un caprichoso sentimiento personal que tenía sobre la cuestión. No teníamos ninguna información real. No sabíamos cuál era la verdad. En esa fecha, 1927, las disputas en el partido ruso habían comenzado a implicar cuestiones internacionales -la cuestión de la revolución China y del Comité anglo-ruso. Casi cualquier miembro de nuestro partido puede contar ahora cuáles fueron los problemas de la revolución China porque desde esa época, fueron publicados extensos materiales. Habíamos educado a nuestros jóvenes camaradas sobre las lecciones de la revolución china. Pero, en 1927, nosotros, provincianos norteamericanos, no sabíamos nada sobre esto. China estaba muy lejos. Nunca vimos ninguna de las tesis de la Oposición Rusa. Tampoco entendíamos bien la cuestión colonial. Ni los profundos principios teóricos involucrados en la cuestión China y la disputa que le siguió, por lo que honestamente no pudimos tomar posición. La cuestión del comité anglo-ruso parecía un poco más clara para mí. Era un punto de la gran lucha entre la Oposición Rusa y los stalinistas sobre la formación del Comité anglo-ruso, un comité de sindicalistas rusos e ingleses que se volvieron un sustituto del trabajo independiente comunista en Inglaterra. Esta política ahogó la actividad independiente del Partido Comunista inglés en el momento crucial de la huelga general de 1926 en ese país. Casi por accidente, en la primavera del mismo año, me crucé con uno de los documentos de la Oposición Rusa sobre esa disputa que tuvo gran influencia sobre mí. Sentía que, como mínimo, sobre la cuestión del Comité anglo-ruso, la Oposición tenía la línea correcta. Por distintas razones, fui convenciéndome de que no eran contrarrevolucionarios, como habían sido pintados. En 1928, después del pleno de febrero, hice uno de mis más o menos regulares viajes nacionales. Tenia el hábito de hacer al menos un tour por el país de costa a costa, todos los años o cada dos años, para tener así un respiro de la Norteamérica real, para sentir qué estaba pasando en Norteamérica. Mirando atrás, ahora, se puede marcar que muchas de las ideas irrealistas, errores y muchas de las inclinaciones estrechas de algunos líderes del partido en Nueva York, se deben al hecho de que han vivido todas sus vidas en la isla de Manhattan y no tenían el sentimiento real de este gran y diversificado país. Hice mi tour en 1928 bajo el auspicio de la ILD (Intemational Labor Defense) que se prolongó por cuatro meses. Quería bañarme en cl movimiento de masas, lejos de la atmósfera sofocante de las eternas luchas fraccionales. Quería una oportunidad para pensar unas pocas cosas sobre la cuestión rusa, que me preocupaba mucho más que cualquier otra cosa. Vicent Dunne me ha recordado más de una vez, que en mi regreso desde la costa del Pacífico, cuando me detuve en Minneápolis, él y el camarada Skoglund me preguntaron entre otras cosas qué pensaba de la expulsión de Trotsky y Zinovicv, y yo les respondí "Quién soy yo para condenar a los líderes de la revolución rusa", indicándoles así que no era muy simpatizante de la expulsión de Trotsky y Zinoviev. Recordaron esto cuando la pelea estalló a campo abierto, unos pocos meses más tarde.

A fines de la primavera y comienzo del verano de 1928, fue llamado en Moscú el VI Congreso Mundial de la Comintern. Partimos hacia Moscú como lo hicimos en otras ocasiones, en una gran delegación representando a todas las fracciones. Yendo allí, lamento decirlo, no preocupados con los problemas del movimiento internacional, a los cuales nosotros como representantes de una sección podríamos ayudar a resolver, sino que todos nosotros estábamos preocupados más o menos primeramente con nuestras propias pequeñas peleas en el partido norteamericano, yendo al Congreso Mundial para ver qué ayuda podíamos obtener para freír nuestro propio pescado. aquí en casa. Desafortunadamente, esa era la actitud prácticamente de todos Saliendo para el Congreso yo no tenia ninguna expectativa de obtener una real clarificación sobre la cuestión rusa, la disputa con la Oposición. En el momento, parecía que la Oposición había sido completamente destruida. Los líderes fueron expulsados de sus partidos. Trotsky estaba en el exilio en Alma-Ata. Alrededor del mundo, los simpatizantes que podían tener habían sido expulsados de sus partidos. Parecía no haber perspectivas de revivir la cuestión. Sin embargo esto continuaba molestándome. Y me molestaba tanto que no pude tomar parte efectiva en nuestra lucha fraccional en Moscú. Naturalmente, continuamos la pelea fraccional cuando llegamos aquí. Inmediatamente alineamos nuestras delegaciones en las juntas electivas del partido y comenzamos a ver qué podíamos hacer para derribar a cada una de las otras fracciones, lanzando acusaciones mutuas y debatiendo eternamente las cosas antes de la comisión. Yo fui más o menos un participante hosco en el asunto. En ese momento comenzaron a dividir las comisiones, es decir los miembros líderes de cada delegación fueron nombrados para varias comisiones del Congreso, algunos en la comisión sindical, algunos en la comisión política y a algunos en la de organización. Además estaba la Comisión de Programa. El VI Congreso se comprometió a adoptar por primera vez un programa, un programa final de la Comintern. La Comintern fue organizada en 1919 y hasta 1928, 9 años más tarde, aún no tenían un programa definitivo. Esto no significa que en los primeros años hubiera una falta de atención e interés en la cuestión del programa. Es simplemente una indicación de cuán seriamente los más grandes marxistas tomaban la cuestión del programa y cuidadosamente lo elaboraban. Comenzaron con una serie de resoluciones básicas en 1919. Adoptaron otras en 1920, 21, 22. Al IV Congreso tenían el comienzo de una discusión sobre el programa. El V Congreso no prosiguió la cuestión. Así llegamos al VI Congreso en 1928, teniendo ante nosotros el borrador de un programa que sostenía la autoridad de Bukharin y Stalin. Yo fui puesto en la comisión de programa, parcialmente porque los otros líderes no estaban muy interesados en el programa. "Dejen eso para Bukharin. No queremos molestarnos con eso. Querernos estar en la comisión política que va a decidir sobre nuestra lucha fraccional, en la comisión sindical, o en alguna otra comisión práctica que va a decidir algo sobre alguna pequeña cuestión sindical que nos preocupa". Este era el sentimiento general de la delegación norteamericana. Yo fui empujado dentro de la comisión de programa como una suerte de honor sin sustancia. Y a decir verdad, no estaba tampoco interesado en ello.

Pero esto se tornó un gran error, ponerme en la comisión de programa. Le costó a Stalin más de un dolor de cabeza, para no decir nada de Foster, Lovestone y los otros. Porque Trotsky, exiliado en Alma-Ata, expulsado del partido ruso y de la Internacional Comunista, apeló al Congreso. Ustedes ven, Trotsky no se alejó simplemente del partido. Correctamente repesó después de su expulsión a la primera oportunidad, la convocatoria al VI Congreso de la Comintern, no sólo con un documento apelando su caso, sino con una contribución teórica tremenda bajo la forma de una critica al borrador del programa de Bukharin y Stalin. El documento de Trotsky se titulaba "El proyecto de programa de la Internacional Comunista: una crítica de fundamentos". A través de algunos deslices en el aparato de Moscú, que suponía ser burocráticamente hermético, este documento de Trotsky llegó dentro de la sala de traducción de la Comintern. Cayó en el colador, donde tenían una docena o más de traductores y estenógrafos sin nada más para hacer. Ellos recibieron cl documento y distribuyeron a las cabezas de las delegaciones y a los miembros de la comisión de programa. ¡Entonces, he aquí que fue puesto en mi falda y traducido al inglés! Maurice Spector, un delegado del partido canadiense, y en algunas cosas del mismo modo de pensar que yo, estaba también en la comisión de programa y consiguió una copia. Dejamos los encuentros de juntas y las sesiones del Congreso se fueron al demonio mientras leíamos y estudiábamos ese documento. Después supe qué tenía que hacer y él también. Nuestras dudas fueron resueltas. Estaba tan claro como la luz del día que la verdad marxista estaba del lado de Trotsky. Hicimos un bloque allí y después -Spector y yo- que volveríamos a casa y comentariarnos una lucha bajo la bandera del trotskismo.

No comenzamos la pelea en Moscú, en el Congreso, aunque ya estábamos convencidos. Desde el día en que leí aquel documento me consideré. sin una simple vacilante duda, enseguida un discípulo de Trotsky. A causa de que no levantamos la lucha en Moscú, algunos puristas que se mantuvieron al margen, podrían nuevamente demandar: "¿por qué no tomaron la palabra en el VI Congreso y hablaron por Trotsky?" La respuesta es que no podíamos haber servido mejor a nuestros fines políticos haciendo eso. La Comintern ya estaba muy bien stalinizada. El Congreso fue maniobrado. Para nosotros, haber desplegado nuestra posición completa en el Congreso, probablemente hubiera resultado en nuestra detención en Moscú hasta haber sido cortados en pedacitos y aislados en casa. Lovestone, cuando llegó su turno, fue atrapado más tarde en su trampa de Moscú. Mi obligación y mi tarea política, como yo lo veía, era organizar una base de apoyo en mi propio partido para la Oposición rusa. Para hacer esto debía primero llegar a casa. Por lo tanto, me mantuve quieto en el Congreso stalinizado. La franqueza entre amigos es una virtud, en tanto con enemigos inescrupulosos es el atributo de un necio.

A pesar de esto no fuimos muy cautelosos en guardar nuestros sentimientos escondidos. Yo, especialmente, fui considerado más y más como "casado" con el trotskismo. Gitlow ha relatado en su patético libro escrito-fantasma de arrepentimiento que la GPU había chequeado mis actividades en Moscú y había informado a la Comintern que "Cannon en conversaciones con rusos ha demostrado tener fuertes enseñanzas trotskistas". Me tenían bajo sospecha pero dudaban en proceder contra mí demasiado bruscamente. Pensaban que probablemente podrían enderezarme y esto sería mucho mejor que tener un escándalo abierto. Tengan buenas razones para asumir que yo podía hacer un escándalo si se llegaba a una pelea abierta.

Entonces, eventualmente regresamos, creo que en septiembre -sin nada resuelto- en tanto que la pelea fraccional en el partido norteamericano estaba comprometida. Los lovestonistas habían avanzado unas pocas pulgadas en la pelea en Moscú, pero al mismo tiempo, Stalin había incluido algunos requisitos en las resoluciones que sentaban las bases para zafarse más tarde de los lovestonistas. Yo saqué de contrabando de Rusia la critica de Trotsky al proyecto del programa y me lo traje conmigo. Regresamos e inmediatamente procedí con mi tarea determinada de reclutar una fracción para Trotsky. Ustedes podrían pensar que era una cosa fácil para hacer. Pero he aquí el estado de cosas. Trotsky había sido condenado en todos los partidos de la Internacional Comunista, y una vez más, condenado por el VI Congreso, como contrarrevolucionario. Ni un solo miembro en el partido era conocido como franco seguidor del trotskismo. El partido entero estaba regimentado contra eso. Por aquella época, el partido ya no era una de esas organizaciones democráticas donde uno puede levantar una cuestión y tener una discusión limpia. Declarar a favor de Trotsky y de la Oposición rusa significaba estar sujeto a la acusación de traidor contrarrevolucionario y ser expulsado en el acto sin ninguna discusión. Bajo estas circunstancias la tarea era reclutar una función nueva en secreto antes de que llegara la explosión inevitable, con la perspectiva cierta de que esta fracción, no importa cuan grande o pequeña podría ser, sufriría la expulsión y tendría que pelear contra los stalinistas, contra el mundo entero, para crear un nuevo movimiento. Ya desde el comienzo, yo no tenía la más mínima duda sobre la magnitud de la tarea. De permitirnos alguna ilusión, hubiéramos sido tan defraudados por los resultados que podríamos habernos quebrado. Comencé tranquilamente a buscar individuos y a hablar con ellos conspirativamente. Rose Karsner fue mi primera adherente firme. Ella nunca titubeó desde ese día hasta hoy. Schachtman y Abern, quienes trabajaban conmigo en la Intenational Labor Defense y eran ambos miembros del Comité Nacional, aunque no del Comité Político, se unieron a mí en el nuevo gran empeño. Luego lo hicieron otros pocos. Lo estábamos haciendo bastante bien, progresando un poquito aquí y allá, trabajando cautelosamente todo el tiempo. Corría el rumor de que Cannon era trotskista pero yo nunca lo dije tan abiertamente y nadie sabía qué hacer con ese rumor. Además, había una pequeña complicación en la situación del partido que también trabajaba a nuestro favor. Como ya había contado, el partido estaba dividido en tres fracciones, pero la fracción de Foster y la fracción de Cannon estaban trabajando en un Bloque y tuvieron en ese momento un encuentro de juntas. Esto puso a los fosteristas entre el diablo y el precipicio. Si ellos no exponían al trotskismo escondido y lo combatían enérgicamente, perderían la simpatía y el apoyo de Stalin. Pero, por otro lado, si se ponían rudos con nosotros y perdían nuestro apoyo, no podrían esperar ganar la mayoría en la próxima convención. Estaban rasgados por la indecisión y nosotros explotamos sus contradicciones cruelmente.

Nuestra tarea era difícil. Teníamos una copia del documento de Trotsky, pero no teníamos modo de duplicarla. No teníamos ni estenógrafo, ni máquina de escribir, ni mimeógrafo, ni dinero. La única manera en que podíamos operar era apropiarse cuidadosamente de individuos seleccionados, despertar suficiente interés y después persuadirlos de que vinieran a la casa y leyeran el documento. Un largo y penoso proceso. Ganamos unas pocas personas juntas y ellos nos ayudaron a divulgar el evangelio en círculos más amplios. Finalmente, después de un mes o algo más, fuimos expuestos por una pequeña indiscreción de parte de uno de los camaradas, y tuvimos que enfrentar prematuramente el hecho en el bloque Foster-Cannon. Los fosteristas lo levantaron en forma de interrogatorio. Habían escuchado esto y aquello y querían una explicación. Era claro que estaban muy preocupados y aún indecisos. Nosotros tomamos la ofensiva. Yo dije: "Considero como un insulto para cualquier persona el querer examinarme. Mi posición en el partido ha sido muy claramente establecida desde hace diez años y me niego a que cualquier persona la cuestione". Así conseguimos a fuerza de descaro otra semana más, y en esa semana hicimos unos pocos nuevos conversos aquí y allá. Después llamaron a otro encuentro del bloque para considerar nuevamente la cuestión. Para ese momento Hathaway había regresado de Moscú. Había estado en la tan nombrada Escuela de Lenin de Moscú, en realidad una escuela de stalinismo. Había sido avivado en la escuela de Stalin y sabia mejor que los zapateros locales cómo proceder contra el trotskismo . Dijo que la forma de proceder es hacer una moción: "Esta junta condena al trotskismo como contrarrevolucionario" y ver si todos adhieren a la moción. Objetamos a esto en su fundamento - disimuladamente formal pero una táctica necesaria en tratos con una mente policíaca, graduada en la escuela de Stalin- que la cuestión del "trotskismo" había sido decidida hacía mucho y que no había absolutamente ninguna razón en levantar ese asunto de nuevo. Dijimos que nos rehusábamos a ser parte de cualquier pampirolada.

Debatimos esto por cuatro o cinco horas y a esa altura, ellos no sabían qué hacer con nosotros. Enfrentaban este dilema: si se manchaban con trotskismo perderían la simpatía de Moscú, si por el contrario, rompían con nosotros, su causa, obtener la mayoría, carecía de expectativas, en tanto estaba implicada. Ellos querían la maldita mayoría y abrigaban la esperanza - ¡y cómo la esperaban!- que un astuto compañero como Cannon eventualmente entrara en razón y no se saldría y comenzaría una fútil pelea por Trotsky en los últimos días sin decirlo directamente. Les dimos un pequeño campo para pensar que podía ser así, la decisión fue pospuesta nuevamente.

Ganamos alrededor de dos semanas con este asunto. Finalmente los fosteristas decidieron entre ellos que el asunto se estaba poniendo muy caliente. Escuchaban más y más rumores de que Cannon, Schachtman y Abern hacían proselitismo para el trotskismo entre miembros del partido. Los fosteristas tenían un susto mortal de que los lovestonistas les ganaran de mano y los acusaran de ser cómplices. En el pánico, nos expulsaron del encuentro conjunto de bloque y nos acusaron ante el Comité Político. Fuimos juzgados ante una reunión conjunta del Comité Político y la Comisión Central de Control. Reportamos el juicio en las primeras ediciones de The Militant. Naturalmente fue una corte amañada, pero tuvimos un campo completo para hacer un montón de discursos y para contradecir los argumentos de los fosteristas. Esto no fue por la democracia partidaria, sino que se nos dieron nuestros "derechos" porque los lovestonistas, quienes estaban en mayoría en el Comité Político, estaban ansiosos por comprometer a los fosteristas. Para conseguir sus propósitos nos dieron una pequeña vía libre y nosotros la explotamos lo más posible. El juicio se prolongaba fastidiosamente día tras día -más y más líderes partidarios y funcionarios eran invitados a asistir- hasta que finalmente tuvimos una audiencia de alrededor de 100. Hasta ese entonces no habíamos admitido nada. Habíamos sido confinados a contradecir sus argumentos, comprometer a los fosteristas, y una cosa, y otra. Finalmente, cuando nos cansamos de esto, y dado que el informe sobre qué estaba pasando fue difundido por todo el partido, decidimos romper. Leí a una audiencia algo atemorizada de funcionarios del partido una declaración donde nos declarábamos 100% en apoyo a Trotsky y a la Oposición Rusa en todas sus cuestiones principales y anunciamos nuestra determinación de pelear por esta línea hasta el fin.

Fuimos expulsados por la reunión conjunta de la Comisión de Control y el Comité Político. Al día siguiente hicimos circular una declaración mimeografiada en todo el partido. Habíamos anticipado nuestra expulsión. Estábamos listos para esto y lo gritamos. Una semana después, para su consternación, los golpeamos con la primera edición de The Militant. La copia había sido preparada y habíamos hecho un trato con el editor mientras continuaba el juicio. Fuimos expulsados el 27 de octubre de 1928. The Militant salió la semana siguiente como una edición de noviembre, celebrando el aniversario de la revolución rusa, dando nuestro programa, etc. Así comenzó la pelea abierta por el trotskismo norteamericano. Ciertamente no teníamos una perspectiva brillante para comenzar. Pero ganamos constantemente en las primeras semanas y construimos firmemente desde el principio porque comenzamos correctamente. Rompimos la gran traba de los fraccionalismos sin principios en el partido con una carga de dinamita. De un solo soplo nos desembarazamos de todos los viejos errores de las fracciones del partido norteamericano cuando nos pusimos en el terreno de un programa principista de internacionalismo. Estábamos seguros de por qué peleábamos. Todas las pequeñas maquinaciones organizacionales, que se habían tejido en la vieja riña fueron desechadas como un saco viejo. Comenzábamos el movimiento real del bolchevismo en este país, la regeneración del comunismo norteamericano. La lucha no era muy prometedora desde el punto de vista del número. Los tres de nosotros que habíamos firmado la declaración -Abern, Schachtman y yo- nos sentíamos muy solos caminando hacia mi casa, sentando los planes para construir un nuevo partido que tomara el poder en los Estados Unidos. Los tres trabajábamos en la ILD. Fuimos echados inmediatamente, con salarios anteriores no pagados. No teníamos dinero y no sabíamos cómo conseguirlo. Planeamos la primera edición de The Militant antes de saber como íbamos a pagarlo. Pero hicimos un trato con el editor para que nos dé un crédito por una edición. Le escribimos a algunos amigos en Chicago

quienes nos enviaron algo de dinero y levantamos el pagaré. Anunciamos orgullosamente que iba a ser publicado dos veces al mes y así fue. Muy poco después de haber sido echados del partido, descubrimos un grupo de camaradas húngaros quienes habían sido expulsados del partido por varias razones en las luchas fraccionales un año o dos antes. Independientemente de nosotros, desconocido para nosotros, entraron en contacto con algunos trabajos de la Oposición rusa en Amtorg -la agencia comercial soviética en Nueva York- y se hicieron trotskistas convencidos. Ellos parecían para nosotros un ejército de un millón de personas. Encontramos un pequeño grupo de oposicionistas italianos en Nueva York, seguidores de Bordiga, no realmente trotskistas, aunque trabajaron con nosotros por un tiempo. Condujimos una batalla bastante enérgica. Respondimos a las acusaciones en forma militante. Comenzamos a hacer circular materiales nuevos de la Oposición rusa a través de The Militant -la crítica de Trotsky al proyecto de programa, etc. Pronto se podía ver el comienzo de cristalización de una fracción que tenía un futuro ante sí, porque tenía un claro programa principista Mientras fue una pequeña fracción por un largo tiempo, fue una fracción muy convencida, fanática y definida. Comenzamos a ganar adherentes a través del país. Nuestra más importante adquisición vino de Minneapolis. Minneapolis ha jugado un rol no solo en las luchas de las huelgas camioneras, sino también en la construcción del trotskismo norteamericano. Ganamos seguidores en Chicago. Estábamos terriblemente obstaculizados en muchos aspectos. No habíamos tenido tiempo antes de nuestra expulsión para comunicarnos un poco más con los compañeros del partido afuera de Nueva York. Lo primero que muchos camaradas en el Partido Comunista supieron de nuestra posición fue la noticia de que habíamos sido expulsados. Las crudas tácticas de la dirección del partido nos ayudaron mucho. Sus métodos fueron, ir de arriba a abajo del país, proponiendo una moción en todo comité y rama, para aprobar la expulsión de Cannon, Schachtman y Abern. Y cualquier persona que quería preguntar u obtener más información era acusado de ser trotskista y expulsado inmediatamente. Esto nos ayudó muchísimo; ponían a estos camaradas en una posición donde podíamos al menos hablar con ellos.

En Minnesota, donde teníamos buenos amigos de vieja data, el representante de la pandilla lovestonista los citó a un mitin y les demandó un voto inmediato sobre la moción para aprobar nuestra expulsión. Ellos se negaron. "Queremos saber qué es esto, queremos escuchar lo que estos camaradas tienen para decir". Fueron expulsados inmediatamente. Ellos nos lo comunicaron. Los aprovisionamos con material documental. The Militant, etc. Eventualmente, prácticamente todos los que habían sido echados por vacilaciones en votar para confirmar nuestra expulsión se volvieron simpatizantes nuestros y la mayoría se unieron a nosotros.

Nosotros enfatizamos bien desde el comienzo que esto no era simplemente una cuestión de democracia. La cuestión es el programa del marxismo. Si nos hubiéramos contentado con organizar gente en base al descontento con la burocracia podríamos haber ganado más miembros. Estas no son bases suficientes. Pero usamos los principios de la democracia para lograr una audiencia simpatizante y después comenzar inmediatamente a golpear sobre lo correcto del trotskimo sobre todas las cuestiones políticas. Ustedes pueden fácilmente imaginar qué tremendo shock fue para todos los miembros del partido nuestra posición y expulsión. Por anos habían sido educados en que Trotsky fue un menchevique. El fue expulsado como un "contrarrevolucionario". Todo se había dado vuelta. Las mentes de los miembros más desvalidos habían sido llenadas con prejuicios contra Trotsky y la Oposición rusa. Después, a cielo abierto, tres dirigentes partidarios se declararon trotskistas. Ellos son expulsados inmediatamente, van a todas partes donde puedan encontrar miembros del partido y dicen: "Trotsky tiene razón en todas las cuestiones principales, y podemos probarlo". Esta era la situación con la que se enfrentaban muchos buenos camaradas. Muchos de ellos, expulsados por dudar de votar en contra nuestro, no quisieron dejar el partido. Ellos no sabían nada sobre el trotskismo en ese momento y estaban más o menos convencidos de que era contrarrevolucionario. Pero la estupidez de la burocracia en echarlos nos dio una oportunidad de hablar con ellos, tratar con ellos, proveerlos de literatura, etc. Esto creó las bases para la primera consolidación de la fracción.

En aquellos días cada individuo se presentaba como enormemente importante. Si ustedes tienen cuatro personas para comenzar una fracción, cuando pueden encontrar a una quinta, esto es un 25% de incremento. De cuerdo con la leyenda, el Socialist Labor Party (Partido Obrero Socialista), al modo de aquellos viejos tiempos, hizo un jubiloso anuncio de que en la elección ellos habían doblado sus votos en el estado de Texas. Resultó que en vez de su único voto usual, habían obtenido dos.

Nunca olvidaré el día en que ganamos nuestro primer adepto en Filadelfia. Poco después de que fuimos expulsados, mientras las ayes y gritos estaban sonando en el partido contra nosotros, hubo un golpe a mi puerta, y ahí estaba Morgenstern, de Filadelfia, un hombre joven pero un viejo "cannonista" en las luchas fraccionales. El dijo: "Oimos sobre su expulsión por trotskista , pero no lo creímos. ¿Cuál es el informe confidencial real?" En aquellos días no tomábamos nada por moneda buena de cualquier persona, a no ser que viniera de nuestra propia fracción. Puedo recordar el día, yendo a la habitación del fondo, sacando el precioso documento de Trotsky de su lugar escondido y dándoselo a Morgie. El se sentó en la cama y leyó la larga "critica" -este era un libro entero- de principio a fin, sin parar ni una vez. Cuando lo terminó, se había decidido y comenzó a trabajar en los planes para construir un núcleo en Filadelfia.

Alistamos otros individuos en la misma forma. Las ideas de Trotsky eran nuestras armas. Publicamos seriadamente la "crítica" en The Militant. Teníamos sólo una copia, y pasó un tiempo largo antes de que pudiéramos publicarla en la forma de folleto. Por su tamaño no podíamos mimeografiarlo. No teníamos mimeógrafo propio, ni tipeadora, ni plata. El dinero era un problema muy serio Todos habíamos sido desprovistos de nuestras posiciones en el partido y no teníamos ingresos de ningún tipo. Estábamos muy ocupados con nuestra pelea política para buscar otros trabajos para sobrevivir. En la cumbre de eso teníamos el problema de financiar un movimiento político. No podíamos soportar el costo de una oficina. Sólo cuando cumplimos un año, finalmente pudimos rentar una oficina desvencijada en la Tercera Avenida, con el viejo "tren aéreo" bramando en la ventana. Cuando teníamos dos años obtuvimos nuestro primer mimeógrafo, y después comenzamos a salir adelante.

 

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