Indice

JAMES P. CANNON
(1942)

Historia del Trotskismo norteamericano

 

 

Conferencia IV
La Oposición de Izquierda bajo fuego

 

 

 

 

La semana pasada finalmente nos encontramos expulsados del PC stalinizado, formamos la fracción del trotskismo y comenzamos nuestra gran lucha histórica por la regeneración del comunismo norteamericano. Nuestra acción trajo a colación un cambio fundamental en el conjunto de la situación en el movimiento norteamericano, la transformación, virtualmente de un solo golpe, de una desmoralizante, degenerante lucha fraccional nacional en una gran lucha histórica principista con objetivos internacionales. En esta abrupta transformación ustedes pueden ver ilustrado una vez más el tremendo poder de las ideas, en este caso las ideas que el marxismo no falsificado.

Estas ideas se abrieron camino a través de un doble juego de obstáculos. El gran movimiento de luchas fraccionales, que he descrito en las conferencias precedentes, nos había llevado a un callejón sin salida. Estábamos perdidos en insignificantes consideraciones organizativas y desmoralizados por nuestra visión nacionalista. La situación parecía insoluble. Por otro lado, en la lejana Rusia, la oposición Bolchevique-Leninista fue completamente destruida en sentido organizativo. Los dirigentes fueron expulsados de sus partidos, proscriptos, ilegalizados y sujetos a persecuciones criminales. Trotsky estaba en el exilio en Alma-Ata. Las uniones de adherentes en todo el mundo fueron dispersadas, desorganizadas. Después, a través de una conjunción de eventos, la situación fue corregida, y cada cosa comenzó a caer en su propio lugar. Un solo documento de marxismo fue enviado por Trotsky desde Alma-Ata al VI Congreso de la Comintern. Encontró su camino a través de una fisura en el aparato del secretariado, llegó a las manos de unos pocos delegados -en particular, un solo delegado del partido norteamericano y un solo delegado del partido canadiense. Este documento, expresando todas las conquistas del marxismo, cayó en las manos correctas, en el momento correcto, suficiente para llevarnos a una rápida y profunda transformación que revimos la semana pasada.

El movimiento que comenzó entonces en Norteamérica trajo repercusiones en el mundo entero; repentinamente, el cuadro, el conjunto de las perspectivas de la lucha cambiaron. El trotskismo, oficialmente proclamado muerto, era resucitado en la arena internacional e inspirado con nuevas expectativas, nuevo entusiasmo, nueva energía. Las denuncias contra nosotros eran llevadas adelante por la prensa norteamericana del partido reimpresas en el mundo entero, incluido el Pravda de Moscú. Los oposicionistas rusos en prisión y exilio, donde tarde o temprano recibieron copias del Pravda, fueron notificados así de nuestra acción, nuestra revuelta en Norteamérica. En las horas más oscuras de la lucha de la oposición, ellos aprendieron que habían salido a la batalla refuerzos frescos, a través del océano en los Estados Unidos, lo que en virtud del poder y del peso del país en sí, le daba importancia y peso a las cosas hechas por los comunistas norteamericanos.

León Trotsky, como ya lo señalé, estaba aislado en el pequeño poblado asiático de Alma-Ata. El movimiento mundial estaba en declinación, sin dirección, proscrito, aislado, prácticamente inexistente.

Con estas auspiciosas noticias de un nuevo destacamento en la lejana Norteamérica, las pequeñas publicaciones y boletines de los grupos de Oposición explotaron a la vida nuevamente. Lo más inspirante para todos nosotros fue estar seguros de que nuestros camaradas rusos más presionados habían oído nuestra voz. Siempre pienso en esto como uno de los más gratificantes aspectos de la histórica pelea a la que nos comprometimos en 1928 -que las noticias de nuestra lucha llegaran a los camaradas en Rusia, en todos los rincones de las prisiones y campos de exilio, inspirándolos con nuevas expectativas y nueva energía para seguir en la lucha.

Como ya he dicho, nosotros comenzamos nuestra lucha con una visión bastante clara de lo que estábamos enfrentando. Nunca dimos pasos a la ligera o sin un pensamiento adecuado y preparación. Anticipamos una gran lucha que iba a ser mucho más pesada. Esta es la causa por la que, desde el comienzo, no sostuvimos expectativas optimistas de una victoria rápida. En toda edición de nuestro periódico, en todo pronunciamiento enfatizábamos la naturaleza fundamental de nuestra lucha. Acentuamos la necesidad de apuntar para adelante, tener dureza y paciencia, esperar el posterior desarrollo de los eventos para probar lo correcto de nuestro programa.

Primero en orden, por supuesto, estaba el lanzamiento de nuestro periódico, The Militant no era un boletín mimeografiado distribuido clandestinamente, como le hubiera gustado a algunas pequeñas camarillas, sino un gran periódico impreso. Después nos pusimos a trabajar, tres de nosotros -Abern, Schatman y Cannon- a quienes ellos llamaban con desdén los "Tres Generales Sin Ejército". Esta se transformó en una designación popular y nosotros tuvimos que admitir que había en ella algo de verdad. No podíamos dejar de admitir que no teníamos ejército, pero esto no removía nuestra confianza. Teníamos un programa, y estábamos seguros que el programa nos capacitaría para reclutar un ejército.

Comenzamos una enérgica correspondencia, a cualquier lugar donde conocíamos alguna persona, o escuchábamos de alguna persona que estaba interesada, le escribíamos largas cartas. La naturaleza de nuestro trabajo propagandístico y de agitación fue necesariamente transformado. En el pasado nosotros, y especialmente yo, habíamos sido acostumbrados a hablar ante grandes audiencias -no mucho antes de nuestra expulsión, yo había hecho mi tour nacional, hablando a cientos y a veces a miles de personas. Ahora teníamos que hablarle a individuos. Nuestro trabajo propagandístico consistía principalmente en encontrar nombres de individuos aislados en el PC, o acercados al partido, quienes podrían estar interesados, arreglar una entrevista, pasar horas y horas hablando con un solo individuo, escribir largas cartas explicando todas nuestras posiciones principistas en un intento por ganar una persona. Y de este modo reclutábamos gente -no por decenas o cientos, sino uno por uno.

Tan pronto como la explosión tuvo lugar en el movimiento norteamericano, es decir Estados Unidos, Spector llevó adelante su parte del acuerdo; la misma cosa pasó allí; fue formado un sustancioso grupo canadiense que comenzó a cooperar con nosotros. Camaradas con los que habíamos entrado en contacto vinieron hacia nuestra bandera en Chicago, Minneápolis, Kansas, Filadelfia -no grandes grupos como regla. Chicago comenzó con un par de decenas, pienso. El mismo número en Minneápolis. Tres o cuatro en Kansas; dos en Filadelfia, el formidable Morgenstown y Goodman. En algunos lugares individuos aislados tomaron nuestra lucha solos. En Nueva York encontramos unos pocos aquí y allá-individuos. Cleveland, St. Louis y los campos de minas de Illinois Sur. Esta fue la escala de contacto organizacional en el primer período.

Mientras nosotros estábamos ocupados con la agitación individual, como solíamos llamarla en la IWW -es decir, proselitismo de una persona para otra- el Daily Worker, con su comparativamente gran circulación, disparaba sobre nosotros en artículos de página completa y a veces de doble página día tras día. Esos artículos explicaban largamente que nosotros nos habíamos vendido al imperialismo norteamericano; que éramos contrarrevolucionarios ligados a los enemigos de los trabajadores y a los poderes imperialistas en un plan para destruir a la Unión Soviética; que nos habíamos vuelto la "guardia de avanzada de la burguesía contrarrevolucionaria". Esto era impreso día tras día en una campaña de terrorismo político y de injurias contra nosotros, calculada para hacernos imposible retener algún contacto con miembros individuales del partido. Era un crimen castigado con la expulsión hablar con nosotros en la calle. visitarnos, tener alguna comunicación con nosotros. La gente era llevada a juicio en el PC, acusada de haber ido a un mitin en el que hablamos nosotros, de haber comprado un periódico que vendíamos en la calle en frente del cuartel general de la Union Square; o de haber tenido alguna conexión con nosotros en el pasado -siendo obligados a probar que no habían seguido manteniendo a posteriori esos contactos. Un muro de ostracismo nos separaba de los miembros del partido. Gente con quienes habíamos trabajado y conocido por años se volvían extraños para nosotros de pronto. Nuestras vidas enteras, deben recordarlo, habían estado en el movimiento comunista y su periferia. Nosotros éramos obreros profesionales del partido. No teníamos intereses, ni relaciones de naturaleza social fuera del partido y su periferia. Todos nuestros amigos, nuestras relaciones, todos nuestros colaboradores en el trabajo cotidiano por años eran de este medio. Luego, de repente, éste se cerró para nosotros. Estábamos completamente aislados de ellos. Esta clase de cosas usualmente ocurren cuando se cambia la fidelidad a una organización por otra. Como regla, esto no es demasiado serio porque cuando uno deja un juego de relaciones, política, personal y social, inmediatamente es propelido dentro de un nuevo medio. Encuentra nuevos amigos nueva gente, nuevas relaciones. Pero nosotros experimentamos sólo un lado de ese proceso. Fuimos separados de nuestras viejas relaciones sin tener alguna nueva a donde ir. No había ninguna organización a la que nos pudiéramos unir, donde podrían ser encontrados amigos y compañeros nuevos. Sin nada, salvo nuestro programa y nuestras manos vacías tuvimos que crear una nueva organización.

Vivíamos en aquellos primeros días bajo una forma de presión que es en muchos aspectos la más temida que puede llegar a ejercerse contra un ser humano, el ostracismo social de la gente de nuestra simpatía. En gran medida, yo personalmente había sido preparado para esta prueba por una experiencia del pasado. Durante la primera Guerra Mundial, yo vivía como un paria en mi propia ciudad entre la gente que conocía de toda la vida. Consecuentemente la segunda experiencia no fue, probablemente, tan dura para mí como para algunos de los otros. Muchos camaradas que simpatizaban con nosotros personalmente, que habían sido nuestros amigos, y algunos que simpatizaban de última en parte con nuestras ideas fueron aterrorizados por venir con nosotros, a reunirse con nosotros por la terrible pena del ostracismo. Esa no era una experiencia fácil para nuestra pequeña banda de trotskistas, pero al mismo tiempo, era una buena escuela. Las ideas que son valoradas, exigen alto valor para pelear por ellas. Las injurias, el ostracismo y la persecución que tuvo que enfrentar nuestro joven movimiento a través de todo el país en los primeros días de la Oposición de Izquierda en Norteamérica, fue un excelente entrenamiento en preparación para resistir la presión social y el aislamiento que vendría en conexión con la Segunda Guerra Mundial, cuando el peso real de la sociedad capitalista comienza a presionar sobre los disidentes y oposicionistas.

La primera arma del stalinismo fue la calumnia. La segunda arma empleada contra nosotros fue el ostracismo. La tercera fue el gangsterismo.

Sólo imaginen, aquí, un partido con miembros y periferia de decenas de miles de personas, con no una sino no menos de 10 publicaciones diarias en su arsenal, con innumerables semanarios y mensuarios, con dinero y un enorme aparato de obreros profesionales. Este relativamente formidable poder era desplegado contra un mero puñado de gente sin recursos, sin conexiones -sin nada más que su programa y la voluntad de pelear por él. Nos calumniaron, nos aislaron, y cuando esto falló para quebrarnos, intentaron agredimos físicamente. Buscaban escapar de responder cualquier argumento, haciéndonos imposible hablar, escribir, existir.

Nuestra prensa apuntaba directamente a los miembros del PC. No intentábamos convencer al mundo entero. Dirigimos nuestro mensaje primero a aquellos que consideramos la vanguardia, aquellos que se veían más interesados en nuestras ideas. Nosotros sabíamos que teníamos que reclutar, al menos los primeros destacamentos de sus filas.

Después de que nuestra pequeña prensa fue impresa, los editores, tanto como los miembros, tuvimos que salir a venderla. Nosotros escribíamos la prensa. Ibamos al negocio de impresión, ansiosos sobre las pruebas, hasta que el último error fuera corregido, esperando ansiosamente ver la primera copia saliendo de la prensa. Esto era siempre una emoción -una nueva impresión de The Militant. una nueva arma. Después con los paquetes bajo el brazo íbamos a venderlos en las esquinas de la calle, en la Union Square. Por supuesto esta no era la forma más eficiente del mundo para tres editores, transformarse en tres "canillitas". Pero teníamos poca ayuda y teníamos que hacerlo no siempre, pero sí algunas veces. Pero esto no era todo. Para vender nuestra prensa en la Union Square, teníamos que defendemos contra los ataques físicos. Mientras hojeaba hoy el primer número de The Militant, refrescando mi mente sobre algunos eventos de aquellos días, leí la primera historia sobre los ataques físicos contra nosotros que comenzaron unas pocas semanas después de nuestra expulsión. Los stalinistas fueron tomados por sorpresa al principio. Antes de que ellos supieran cómo los íbamos a golpear tuvimos la prensa y nuestros camaradas estaban en frente del cuartel del PC vendiendo The Militant a cinco centavos la copia. Este creó una tremenda sensación. Por unas pocas semanas ellos no sabían qué hacer. Después decidieron probar con los métodos de Stalin de la fuerza física. El primer reporte de The Militant, cuenta de dos camaradas mujeres del grupo húngaro quienes fueron allí con los paquetes de periódicos e intentaron venderlos. Fueron corridas por los pillos, empujadas, golpeadas y alejadas de la vía pública, y sus periódicos fueron desbaratados. Esto fue reportado en The Militant como el primer ataque de gangsters contra nosotros.

Después esto se hizo una cosa más o menos regular. Nosotros defendíamos nuestro terreno. Hicimos un gran disturbio y escándalo contra ellos por toda la ciudad.

Movilizamos todas nuestras fuerzas para ir allí los sábados a la tarde, formamos una guardia alrededor de los editores y resistimos abiertamente a los pillos stalinistas para que no nos corrieran. Tenía lugar una pelea tras otra.

Esto consumió las primeras semanas. El 17 de diciembre fue citado en Nueva York el pleno del CC del PC. Y aquí de nuevo quiero demostrar una de las importantes lecciones dc nuestras tácticas en esta pelea. Es decir, nosotros no volvimos la espalda al partido, sino que correctamente volvimos a él. Habiendo sido expulsados el 27 de octubre, fuimos al pleno del 17 de diciembre, golpeamos la puerta y dijimos: "Tenemos algo que apelar contra nuestra expulsión". Ellos se tomaron un tiempo y después nos permitieron hacer nuestra apelación ante 100 o 150 dirigentes del partido. Los lovestonistas no hacían esto por consideraciones democráticas o por una leal adhesión a la constitución. Lo hacían por razones fraccionales. Como ven, nuestra expulsión no puso fin a la lucha fraccional entre los fosteristas y los lovestonistas. Los lovestonistas, que estaban en mayoría, concebían la astuta idea de que si nos daban la palabra, esto podría ayudarlos a comprometer a los fosteristas como "conciliadores trotskistas". A través de esta fisura entramos al pleno. Nosotros no teníamos ilusiones, ni siquiera pensábamos en convencerlos. No nos concernía esta pequeña estrategia barata contra los fosteristas. Nosotros pensábamos en hacer nuestra apelación formal e imprimirla en The Militant como propaganda para distribución. Los "Tres generales sin ejército" aparecieron en el pleno de diciembre como los representantes de todos los expulsados. Yo hice un discurso de alrededor de dos horas. Después fuimos echados. Al día siguiente el discurso fue mecanografiado para el próximo número de The Militant bajo el título de "Nuestra apelación al partido".

Yo he mencionado las armas de la calumnia, el ostracismo y el gangsterismo empleadas por los stalinistas contra nosotros. La cuarta arma en el arsenal de los dirigentes del stalinismo norteamericano fue el robo. Ellos tenían tanto miedo a este pequeño grupo armado con las grandes ideas del programa de Trotsky, que querían, por todos los medios, destruirlo antes de que pudiera ganar una audiencia. Un sábado a la tarde volviendo de un mitín de nuestra primera rama en Nueva York -12 o 13 personas reunidas solamente para formar la organización y sentar las bases para tirar abajo el capitalismo norteamericano- encontré el departamento saqueado, de arriba a abajo. En nuestra ausencia habían forzado la cerradura de la puerta de mi casa y la habían roto. Todo estaba en desorden; todos mis papeles privados, documentos, registros, correspondencia - todo a lo que pudieron poner sus manos encima- estaba desparramado sobre el piso. Evidentemente los habíamos sorprendido antes de que pudieran acarrear la rapiña hasta el fin. Mientras yo estaba de viaje, unas pocas semanas después, ellos regresaron y terminaron su tarea. Esta vez tomaron todo.

Continuamos peleando según nuestras líneas. Los escandalizamos cruelmente, gritando hasta lo alto de los cielos, publicamos su bribonería y su gangsterismo, y los hicimos retroceder con nuestros escándalos. Ellos no podían derrotamos ni silenciarnos. Aquí por supuesto, teníamos la tremenda ventaja de nuestras experiencias pasadas. Nosotros ya sabíamos por experiencia. Habíamos tomado parte en varias buenas luchas y ellos no podían hacernos fracasar con unas pocas bribonadas y calumnias. Sabíamos cómo explotar todas esas cosas contra ellos para un buen efecto. Peleamos con armas políticas que eran mucho más fuertes que el gangsterismo. Apelamos a la buena voluntad y a la conciencia comunista de los miembros del partido y comenzamos reclutando a la gente que venía a nosotros, primero como una protesta contra estos procedimientos stalinistas.

En unas pocas semanas, el 8 de enero de 1929, organizamos el primer mitin público trotskista en Norteamérica. Hoy busqué el primer volumen encuadernado de The Militant y vi el anuncio del mitín en la primera página de la edición del 1 de enero de 1929. Admito que me sentí un poco emocionado cuando recordé el momento en que tiramos la bomba dentro de los círculos radicales en Nueva York. En el frente de este Labor Temple un gran cartel anunciaba que yo iba a hablar de "La verdad sobre Trotsky y la Oposición rusa". Fuimos a ese mitín preparados para protegerlo, tuvimos la asistencia del grupo italiano de bordigistas, nuestros camaradas húngaros, unos pocos simpatizantes individuales del comunismo, que no creían en frenar la libertad de expresión, y nuestras propias valientes fuerzas recientemente reclutadas. Ellos fueron desplegados alrededor de la plataforma en el Labor Temple y cerca de la puerta para cuidar de que el mitín no fuera interrumpido. Y el mitín se desarrolló sin ninguna interrupción. El hall estaba lleno, no sólo con simpatizantes y militantes, sino también con toda clase de gente que venía por distintos motivos, interés, curiosidad, etc. La conferencia fue exitosa, consolidamos a nuestra gente y ganamos algunos nuevos adeptos. Esta también arrojó una gran alarma dentro del campo de los stalinistas, y los empujó a ir aún más lejos en su camino de violencia contra nosotros. En breve planeamos un tour nacional con el mismo objetivo. Intenté hablar en New Haven pero allí fuimos completamente superados en número. Los stalinistas nos cercaron y el mitín fue enteramente roto. Hablé en Boston; aquí hicimos mejores preparativos. Yo llegué unos días antes, fui a ver a unos pocos viejos amigos míos de la IWW para ver si ellos no podían conseguir algunos muchachos de los muelles, para ayudarnos a defender la libertad de expresión. Tuvimos alrededor de 10 de esos muchachos alrededor de la plataforma. Una banda de pillos stalinistas también estaba allí, dispuesta a romper el mitín, pero evidentemente se convencieron que sólo obtendrían sus propias cabezas rotas si lo intentaban. El encuentro de Boston fue un éxito. Es necesario decir que el director de esa ocasión histórica fue Antoinelle Konikow. Un grupo de 8 a 10 camaradas fueron consolidados en Boston alrededor del programa de Trotsky.

En Cleveland tuvimos una pelea. El bien conocido Amter era el organizador de distrito en Cleveland y trajo una escuadra a nuestro mitín para romperlo. Nosotros también teníamos unos pocos muchachos que habían venido con nosotros, y que se dividían en un número de simpatizantes, radicales y otros que querían juego limpio y libertad para hablar. Instruidos por nuestra experiencia en New Haven, nuestras fuerzas fueron organizadas en un escuadrón alrededor del orador. Comencé mi conferencia y después de unas pocas frases, recuerdo, usé la expresión: "Quiero explicarles la significación revolucionaria de esta lucha".

Amter se levantó y dijo: "Usted quiere decir, significación contrarrevolucionaria". Esta aparentemente fue la señal. La banda stalinista empezó a gritar y a silbar. "Siéntese contrarrevolucionario", "traidor", "agente del imperialismo norteamericano", etc. Esto continuó por alrededor de quince minutos. Su idea era hacer imposible que fuera escuchado entre el tumulto. Esa era la manera en que iban a clarificar la cuestión, simplemente no dejándonos hablar. Nosotros teníamos otra idea. Ya estaba claro que los amteristas iban a gritar toda la noche si era necesario. Nuestro escuadrón estaba listo, esperando que yo diera la señal. Finalmente dije; "OK, adelante". En seguida fueron sobre Amter y su banda, tomaron uno por uno y los tiraron escaleras abajo, limpiando el hall y la atmósfera de los stalinistas. Después todo estuvo bien; el encuentro prosiguió sin posteriores disturbios. Teníamos la más maravillosa paz y quietud.

En Chicago, unas pocas noches más tarde, los stalinistas vinieron con una pequeña banda, pero no pudieron decidirse si querían empezar a pelear o no. Yo continué con la conferencia. Mientras yo viajaba, varios funcionarios stalinistas venían a verme en la noche, como la figura bíblica de Nicodemus. Uno de ellos fue B K Gebert, quien más tarde se volvió una gran figura en el PC y el organizador del distrito de Detroit. Vino a verme en el hotel de Chicago, un hombre de corazón partido. El repudiaba todos esos métodos usados en contra nuestro. Gerbert fue un comunista conciente, simpatizaba con nuestra lucha pero no podía dejar al partido. No podía situarse en la idea de romper con toda la vida que había conocido y comenzar una nueva. Ese era el caso de muchos. Distintas formas de compulsión afectan a gente distinta. Algunos temían golpes físicos; otros a las calumnias, otros al ostracismo. Los stalinistas empleaban todos esos métodos. El efecto acumulativo de todos ellos era aterrorizar a cientos y aún miles de personas, quienes en una atmósfera libre, hubieran simpatizado con nosotros y nos hubieran apoyado en uno u otro grado.

En mi conferencia en Minneápolis, como testifiqué años más tarde en la Corte Federal de Minnesota del Norte, fuimos tomados con la guardia baja. Nuestras fuerzas eran relativamente más fuertes en Minneápolis. Los reconocidos dirigentes del movimiento comunista de Minneápolis, V. R. Dunne, Carl Skoglund y otros, habían venido todos en nuestro apoyo. Ellos eran también muy fuertes físicamente, y se volvieron descuidados. Al organizar el mitín sobre la teoría de que los pillos no intentarían ninguna tontería, no fue hecho ningún plan especial de defensa. Nuestra gente llegó más tarde. La banda stalinista llegó primero, asaltó a Oscar Coover en la puerta, forzaron su camino hacia adentro, y ocuparon sillas del frente en un hall bastante chico. Cuando empecé a hablar, comenzaron a gritar a la manera de Amter y su banda en Cleveland. Después de unos minutos nos arrojamos sobre ellos y comenzó una pelea de vale todo. Después vino la policía y rompió el mitin. Esto fue bastante escandaloso y desmoralizante para Minnesota. Se decidió que yo debía quedarme e intentar hacer otro mitin. Fuimos al local de la IWW con el propósito de hacer un frente único para proteger la libertad de expresión. Junto con ellos, unos pocos simpatizantes e individuos aislados formamos la Guardia de Defensa Obrera. Planeamos un mitin en el local de la IWW; el cartel advertía que ese encuentro se haría bajo la protección de la Guardia de Defensa Obrera. La Guardia fue allí equipada con sus cachiporras, hachas medianas, compradas en una ferretería, lindas y manejables. Los guardias se alinearon a lo largo de las paredes y en frente del orador. Otros fueron apostados en la puerta. El director anunció con calma que se iban a permitir preguntas y discusiones, pero que nadie podría interrumpir mientras el orador tuviera la palabra. El mitin se desarrolló pacíficamente, sin ningún signo de disturbio. La organización de nuestro grupo en Minneápolis estaba completamente en buen camino.

En Nueva York, como comenzamos a citar mitines más regularmente, los stalinistas intensificaron sus intentos por pararlos. Un mitín en el Labor Temple fue roto. Su plan era entrar con tanta fuerza de manera dc arrasar al orador de la plataforma, dar vuelta el mitin y transformarlo en una demostración anti-trotskista. No triunfaron en hacer esto porque nosotros teníamos nuestra guardia en la plataforma equipada con los implementos necesarios. Los stalinistas nunca alcanzaron la plataforma pero si lograron comenzar peleas de todo vale por lo que la policía entró a la fuerza y el mitin fue roto en el desorden. Los stalinistas intentaron la misma cosa una segunda vez, pero fueron derrotados y echados. Las cosas realmente llegaron a un clímax cuando los stalinistas intentaron por última vez romper nuestros mitines, en un hall sobre la costa este, donde nuestro grupo húngaro solía reunirse. Citamos para una celebración el 1ro. de mayo de 1929 -la primavera después de nuestra expulsión. Mirando The Militant hoy, vi el anuncio del mitin del lro. de mayo en el local de los compañeros húngaros y el añadido de que estaría bajo la protección de la Guardia de Defensa Obrera. Estuvo bien vigilado. Nuestra estrategia era no permitir entrar a los perturbadores. Nuestros propios camaradas, simpatizantes y todos aquellos que obviamente venían a celebrar el 1ro. de mayo fueron achaitidos. Cuando los stalinistas trataron de entrar a la fuerza, encontraron a la guardia al pie de la escalera, y recibieron golpes en la cabeza hasta que decidieron que no podían tomar por asalto ese escalera. Tuvimos el mitin en paz.

El viernes siguiente, creo, los stalinistas decidieron tomar revancha sobre el grupo húngaro, por su inhabilidad para romper el mitín del 1ro. de mayo como estaban instruidos. Los camaradas húngaros habían citado una reunión cerrada -8 o 10 personas que casi ordinariamente planeaban la actividad de la rama. Entre ellos estaba el veterano comunista, Louis Basky, un hombre de alrededor de 50 años, y su viejo padre, un hombre de alrededor de 80, que era un militante, partidario de su hijo y del movimiento trotskista. Varios camaradas estaban allí. De pronto el local fue invadido por una banda de pillos stalinistas. Ingresaron y comenzaron a golpear a hombres y mujeres, incluido el viejo Basky. Nuestros compañeros empuñaron sillas y patas de sillas y se defendieron lo mejor que pudieron. En un momento, en la sangrienta pelea. uno de los presentes, un carpintero de profesión, que tenía una de las herramientas en su bolsillo, vio a un par de esos pillos golpeando al viejo. Se volvió muy violento cuando vio eso y se arrojó sobre uno de ellos. Llevaron al asesino stalinista al hospital. Estuvo allí tres semanas, los doctores no sabían si iba a poder salir de esa o no. Esto puso un límite a los ataques a nuestras reuniones. Los stalinistas habían llevado las cosas casi a una terrible tragedia y al escándalo del movimiento comunista entero. Se convencieron de que nosotros no íbamos a renunciar a nuestro derecho a hablar y a reunirnos, que nos levantaríamos y pelearíamos, que no podían quebrarnos. Después, hubo sólo instancias de violencia aisladas contra nosotros. No ganamos nuestra libre expresión de los gangsters stalinistas por un cambio de corazón de su parte. sino por la defensa decidida y militante de nuestros derechos. Entre tanto, ganamos nuevos miembros y simpatizantes a causa de que nuestra pelea puso las cosas en su lugar. Éramos sólo un puñado de gente. y todas las armas de calumnia y ostracismo y violencia fueron ejecutadas contra nosotros. Pero defendimos nuestro terreno. Por uno u otro medio nuestra prensa salía regularmente. Nos volvíamos más fuertes después de cada pelea, y esto traía la simpatía y el apoyo. Mucha gente radical de Nueva York, simpatizantes del PC y aún algunos de sus miembros, llegaban a venir a nuestros mitines para ayudar a protegerlos, en interés dc la libre expresión. Eran atraídos por nuestra lucha, nuestro coraje y nuestra revuelta contra los métodos de los stalinistas. Empezaban a leer nuestros materiales y a estudiar nuestro programa. Nosotros comenzamos a ganarlos, uno por uno, y hacer de ellos políticamente conversos del trotskismo. Por lo tanto, podemos decir, que los primeros núcleos del trotskismo norteamericano fueron reclutados bajo el fuego de una lucha real. Semana a semana, mes a mes, construimos esos pequeños grupos en varias ciudades, y pronto tuvimos el esqueleto de una organización nacional. The Militant salía cada dos semanas, como no se los podría contar ahora. Lo hicimos con la ayuda de amigos leales. Por uno u otro medio lo hicimos, al costo de sacrificios bastante duros. Pero esos sacrificios no eran nada comparado con la compensación intelectual y espiritual que seguía a sacar nuestro periódico, expresar nuestro mensaje y sentir que estábamos llevando adelante con dignidad la gran misión que se había impuesto sobre nosotros. En todo este tiempo no tuvimos contacto con el camarada Trotsky. No sabíamos si estaba vivo o muerto. Había noticias de que estaba enfermo. Nosotros nunca sostuvimos la esperanza de que aún llegáramos a verlo o tener contacto directo con él. Nuestra única conexión con él fue aquel documento que yo traje de Moscú, y otros documentos que recibimos más tarde de los grupos europeos. Edición tras edición de The Militant comenzamos a publicar, uno tras otro, los varios documentos y tesis de la Oposición de Izquierda rusa, cubriendo todo el período desde 1924 a 1929. Rompimos el bloqueo contra las ideas de Trotsky y sus compañeros en Rusia. Después, al comienzo de la primavera de 1929, unos pocos meses más tarde de nuestra expulsión, la prensa del mundo fue sacudida por el anuncio de que Trotsky había sido deportado de Rusia. Ese anuncio no decía nada sobre dónde sería enviado. Día tras día la prensa estuvo llena de toda clase de historias especulativas, pero no de información sobre su paradero. Esto continuó por una semana aún. Estábamos pendientes, en suspenso, sin saber si Trotsky estaba vivo o muerto, hasta que finalmente vinieron las noticias de que había sido deportado a Turquía. Establecimos nuestro primer contacto con él allí, en la primavera de 1929, 4 o 5 meses después de que habíamos comenzado el movimiento en su nombre y sobre la base de su ideas. Le escribí una carta; recibimos la respuesta pronto. Después, excepto por el tiempo que estuvo internado en Noruega, hasta el día de su muerte, nunca estuvimos sin un contacto muy íntimo con el fundador e inspirador de nuestro movimiento

El 15 de febrero de 1929, a menos de 4 meses de nuestra expulsión, como el PC estaba preparando su convención nacional, publicamos la "Plataforma" de nuestra fracción - una completa declaración de principios y nuestra posición sobre las cuestiones actuales nacionales e internacionales. Comparando esta plataforma con las resoluciones y tesis que nosotros, como cualquier otra fracción, solíamos escribir en la lucha fraccional nacional interna, se ve el abismo que separa a la gente que ha adquirido un punto de vista teórico internacional de aquellas mentes nacionales fraccionalistas, peleando en un área restringida. Nuestra plataforma comenzaba con nuestra declaración de principios a escala internacional, nuestra visión de las cuestiones rusas, nuestra posición sobre las grandes cuestiones teóricas que estaban en la cima de la pelea en el partido ruso -la cuestión del socialismo en un solo país. A partir de aquí, nuestra plataforma proseguía con las cuestiones nacionales, la cuestión sindical en los EE.UU. los detalles de los problemas de organización del partido, etc. Por primera vez. en la prolongada pelea fraccional en el movimiento comunista norteamericano, entraba en la arena un real documento marxista internacional. Este fue el resultado de haber adherido a la Oposición de Izquierda rusa y a su programa. Imprimimos esta plataforma en The Militant, primero como nuestra propuesta a la convención del PC, porque, aunque expulsados, manteníamos nuestra posición de fracción. No disparamos del partido.

No comenzamos uno nuevo. Volvimos a los miembros del partido y dijimos: "Venimos de este partido, y este es nuestro programa para la convención del partido, nuestra plataforma". Naturalmente, no esperábamos que los burócratas nos permitieran defenderlo en la convención. Tampoco esperábamos que lo adopten. Apuntábamos a los cuadros y a las filas del comunismo. Fue esta línea, esta técnica. la que nos dio una aproximación a los cuadros y a la base del PC. Cuando Lovestone, Foster y Cía. les decían: "Estos compañeros, estos trotskistas son enemigos de la Internacional Comunista; quieren romper el partido, nosotros podíamos, demostrarles que no era así. Nuestra

respuesta era: "No, nosotros aún somos miembros del partido, y estamos sometiendo una plataforma al partido que daría una clara posición principista y una mejor orientación". De esta forma mantuvimos nuestro contacto con los mejores elementos del partido. Refutamos la calumnia de que éramos enemigos del comunismo y los convencimos de que nosotros mismos éramos sus leales defensores. Por este medio primero ganamos su atención y eventualmente reclutamos algunos de ellos, uno por uno, a nuestro grupo.

El 19 de marzo, veo en mis notas, citamos un mitin en el Labor Temple para protestar por la deportación de Trotsky de la Unión Soviética. A la altura de la conmoción mundial que había creado esta noticia, llamamos a un encuentro de masas aquí en el Labor Temple con Cannon, Aber y Schachtman anunciados como oradores. Protestamos contra esta infamia y nuevamente declaramos en público nuestra solidaridad con Trotsky.

Con fecha del 17 de mayo de 1929, The Militant publicó el llamado para la primera Conferencia de la Oposición de Izquierda de EE.UU. La tarea principal de esta conferencia, como la anunciamos en el llamado y en los subsecuentes artículos pre-conferencia, era adoptar la plataforma. Esta plataforma, que Cannon, Abern y Schachtman habían bosquejado y sometida al PC como un esquema, se transformó en el bosquejo de plataforma para nuestra organización, sometida a nuestra primer conferencia. Otra tarea de esta conferencia fue clarificar a nuestras filas en nuestra posición sobre la cuestión rusa. Si ustedes estudian la historia del bolchevismo norteamericano desde 1917 hasta el presente, encontrarán que en cada coyuntura, en cada ocasión crítica, en cada giro de los hechos, la cuestión rusa era la que dominaba la disputa. Era la cuestión rusa la que determinaba la lealtad de la gente, si era revolucionaria o reformista, desde 1917 hasta la ruptura en el Partido Socialista en 1919. En el momento de la expulsión de los trotskistas en 1928; en las innumerables peleas que hemos tenido con varias fracciones y grupos en el curso de nuestro propio desarrollo; hasta nuestra pelea con la oposición pequeño burguesa en el SWP en 1939 y 1940- la cuestión sobresaliente era siempre la cuestión rusa. Siempre era dominante porque la cuestión rusa es la cuestión de la revolución proletaria. No es el problema abstracto de una futura revolución; es la cuestión de la revolución misma, que tiene lugar en la actualidad y aún vive. La actitud hacia aquella revolución hoy, como ayer, y como en el comienzo, es el criterio decisivo para determinar el carácter de un grupo político.

Teníamos que clarificar esta cuestión en nuestra primer conferencia, porque tan pronto fuimos expulsados y comenzamos a pelear contra la burocracia stalinista, toda clase de gente quiso unirse a nosotros con una sola pequeña condición, que volviéramos la espalda a la Unión Soviética y al PC construyéndonos en una organización anticomunista. Podríamos haber reclutado a cientos de miembros en los primeros días si hubiéramos aceptado esa condición. Había otros que querían abandonar la idea de funcionar como una fracción de PC y proclamaban un movimiento comunista completamente independiente. La tarea de nuestra conferencia era también aclarar este punto. ¿Deberíamos comenzar un partido independiente nuevo y renunciar a cualquier trabajo futuro en el PC, o debíamos continuar declarándonos fracción? Esta cuestión debía ser resuelta decisivamente.

Otro problema referido a la primera Conferencia Nacional era la naturaleza y la forma de nuestra organización nacional, y la elección de nuestra dirección nacional. Hasta ese momento los "tres generales" habían funcionado como la dirección simplemente por virtud del hecho de que ellos habían empezado la pelea. Esto era un buen y suficiente certificado para comenzar: aquellos que toman la iniciativa se vuelven líderes en la acción por una ley mucho más elevada que un referéndum. Pero esto no podía continuar indefinidamente. Reconocíamos que era necesario tener una conferencia y elegir una dirección del comité. Fuimos lo suficientemente afortunados como para recibir la respuesta del camarada Trotsky a nuestra comunicación en el momento de la conferencia. Su respuesta, así como todas sus cartas, todos sus artículos, estaban impregnados de sabiduría política. Sus consejos amistosos nos ayudaron a resolver nuestros problemas.

The Militant reportó que 31 delegados y 17 suplentes de 12 ciudades fueron a la primer conferencia del trotskismo norteamericano, representando a un total de alrededor de 100 miembros en todo el país. La conferencia fue citada en Chicago en Mayo de 1929. Como pueden ver por los números que he citado, casi la mitad de los miembros de nuestra joven organización vinieron como delegados y suplentes para formar esta histórica conferencia. Se encontró un espíritu de unidad, entusiasmo y una infinita confianza en nuestro gran futuro. La primera preparación que hicimos fue práctica, proteger la conferencia contra los pillos stalinistas. La delegación completa, unos 48 estaba alistada en el ejército de auto-defensa. Si los estalinistas intentaban interferir la conferencia hubieran recibido una buena respuesta por sus pecados. Pero ellos decidieron dejarnos solos y nosotros nos reunimos por días en paz.

Permítanme repetir. Había 31 delegados y 17 suplentes de 12 ciudades, representando aproximadamente a 100 miembros de nuestra organización nacional. No llamamos Liga Comunista de América, Oposición de Izquierda del PC.

Estábamos seguros que hacíamos lo correcto. Estábamos seguros que nuestro programa era correcto. Salimos de aquella conferencia convencidos de que todo el futuro desarrollo del movimiento comunista regenerado en Norteamérica, hasta el momento en que el proletariado tome el poder y comience a organizar la sociedad socialista, buscaría su origen en aquella primera Conferencia Nacional del Trotskismo Norteamericano en Chicago, en mayo de 1929.

 

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