OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

CARTAS DE ITALIA

 

 

EL VATICANO Y EL QUIRINAL1

 

Desde hace poco, la prensa italiana trata un tema que parecía eliminado de la actualidad pe­riodística: la posibilidad de un entendimiento entre la Santa Sede y la monarquía. El motivo inmediato y contingente de este debate ha sido la reanudación de las relaciones diplomáticas de Francia y el Vaticano. Algunos periódicos mo­nárquicos han llamado la atención sobre el hecho de que, mientras todas las grandes poten­cias están representadas en el Vaticano, Italia vive ausente de ese centro de actividad diplo­mática. Y han preguntado si no es el caso de que Italia busque la forma de solucionar la cuestión pendiente con la Iglesia.

Los periódicos católicos han recogido bené­volamente estas observaciones. No sólo Il Co­rriere d'Italia, órgano del Partido Popular, ha declarado conciliables las aspiraciones del Va­ticano y las aspiraciones del Quirinal. También L'Osservatore Romano, órgano del Vaticano, ha dado a comprender que la Santa Sede desea un arreglo.

El tono del debate ha revelado que la opor­tunidad de un acuerdo del papado con la mo­narquía italiana no está distante. Ni de parte del Vaticano ni de parte del Quirinal subsiste la antigua intransigencia rígida e inflexible. El Vaticano tiene el propósito de ser modesto en su desiderátum. Y el Quirinal, a su vez, tiene el propósito de considerarlo amistosamente.

El Papado no pretende ya el restablecimien­to de su fenecido poder temporal. Parece que se conformaría con el reconocimiento de su soberanía territorial en los palacios papales. Reconocimiento que, evidentemente, la monarquía no encontraría comprometedor acordarlo.

La cuestión, pues, es hoy más una cuestión de forma que de fondo.

Esta nueva situación se debe principalmente al cambio operado en la política italiana du­rante los últimos años. En los primeros tiem­pos de la Unidad dominaba absolutamente en la política de Italia el Partido Liberal, que era en esos tiempos un partido de mentalidad anti­confesional y de tendencia masónica. Superado el ideal jacobino, la hegemonía liberal ha con­cluído. Dos grandes fuerzas políticas están aho­ra frente al Partido Liberal: el Partido Socialista y el Partido Popular o Católico. Además, los liberales se dividen en demócratas liberales, liberales de derecha, nacionalistas y agra­rios. Y de acuerdo con las necesidades de los tiempos nuevos, no subordinan su programa po­lítico a su tradición anticlerical. Los liberales, por consiguiente, aparte de ser menos organizados, compactos y fuertes que antes, son, asi­mismo, menos intransigentes en sus puntos de vista doctrinarios.

El Partido Popular participa actualmente en el gobierno. Sin la cooperación de sus ciento nueve votos parlamentarios, los grupos consti­tucionales no pueden constituir ningún gabinete.

El catolicismo italiano posee así una influen­cia política que no puede dejar de repercutir en la actitud de la monarquía respecto del Va­ticano. Esa influencia, que ha sido empleada ya para detener el divorcio, será empleada igualmente, con la ponderación y sagacidad preci­sas, para inducir al gobierno a negociar la paz con la Santa Sede.

Es sintomático que el líder del "fascismo", Benito Mussolini, político de insospechable filia­ción librepensadora, haya sostenido en su re­ciente discurso-programa en el Parlamento la conveniencia de solucionar la cuestión con el Vaticano. Mussolini se ha fundado, naturalmen­te, en razones nacionalistas. Ha dicho que la Iglesia Católica es en el mundo un gran agen­te de italianidad. Pero, en el fondo, las palabras del líder "fascista" constituyen un homenaje a la fuerza del Partido Popular. El "fascismo" ma­niobra por atraer a los populares a la derecha. Por evitar que se acentúe su inclinación a una colaboración con los socialistas.

Ciertamente, aún no estamos en vísperas de un arreglo entre el Vaticano y el Quirinal. Carecen de fundamento las intempestivas noticias de la prensa sensacionalista del extranjero. Pero sí estamos en el período preparatorio de ese arreglo. En el período del debate periodístico.

Algunos diarios descartan la posibilidad de un entendimiento y niegan su necesidad. Obser­van que sería peligroso crear un estado autóno­mo dentro del Estado italiano; que el Vaticano puede convertirse en un foco de aspiraciones diplomáticas; y que no existe apremio para sa­lir del modus vivendi actual.

Pero éstas son las naturales expresiones de la resistencia masónica. Por el momento, lo posi­tivo y lo interesante es que la prensa de ambas partes ha discutido el asunto mostrando por una solución transaccional una simpatía que hasta hace algunos años habría sido imposible. Y que en la Cámara el líder de un grupo, tendencial­mente republicano, pero prácticamente monár­quico, ha enaltecido, y no por pura retórica, la italianidad de la Iglesia Católica.

 


NOTA:

1 Fechado en Roma, 30 de junio de 1921; publicado en El Tiempo, Lima, 30 de agosto de 1921.