OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

CARTAS DE ITALIA

 

   

LOS PROGRAMAS DE SALANDRA Y ORLANDO1

 

Nitti expuso su programa electoral en una carta a sus electores de Potenza. Salandra y Orlando han expuesto el suyo en un discurso a sus respectivos electores de Bari y Palermo. Con estos discursos se ha clausurado la esta­ción polémica del proceso electoral.

Salandra es el líder de los liberales de dere­cha. Es el hombre de la reacción. Ha hablado como tal. No ha atenuado su fe conservadora con concesiones oportunistas a las ideas social-democráticas. No ha seguido la moda tan ge­neralizada en los políticos actuales de coquetear con el socialismo moderado. Su discurso ha sido, honestamente, conservador.

Intransigente en su individualismo, Salandra quiere un inmediato abandono de los sistemas intervencionistas adoptados a partir de la gue­rra. Sostiene Salandra —apreciación muy obje­tiva— que la guerra ha sido un experimento so­cialista. ¿Por qué? Porque la producción, los cambios, los transportes, la distribución de las cosas necesarias a la vida, cayeron en poder del Estado.

Este experimento, según Salandra, ha fraca­sado. Hay que desistir, por consiguiente, de to­da transacción con el socialismo. Hay que res­tituir al Estado su viejo rol.

Salandra pide la restauración de la libertad económica: libertad de comercio, libertad de pro­ducción, libertad de industria "Facultad de trabajar cuándo, dónde y cómo se quiera —son sus palabras— y de gozar con seguridad los frutos del propio trabajo, reduciendo al mínimo posi­ble las coacciones, las intervenciones, las inge­rencias de las autoridades gubernamentales o comunales, defendiendo debidamente al indivi­duo contra cualquiera imposición, no recono­ciendo sobre él otros poderes qué aquéllos que la ley crea y en los términos y modos que la ley ordena".

Y, opinando que "todo acto de autoridad no puede dejar de ser en su fin y en sus medios, disminución de libertad", agrega: "Recordémos­lo cuando imponemos deberes siempre nuevos y mayores a los poderes públicos. Recordémoslo, también, cuando en las asociaciones y en los sin­dicatos espontáneamente instituimos sobre los nuestros, otros y no menos gravosos poderes".

Estas declaraciones son sustancialmente anti­socialistas. Están saturadas de aversión a los sin­dicatos y a las cooperativas. Y es que la pala­bra de Salandra es, en todo instante, la pala­bra de la extrema derecha, compuesta de ele­mentos acendradamente individualistas y acé­rrimamente enemigos de ensayos colectivistas y de organismos sindicales. Es la palabra de la burguesía pura. De aquélla que no acepta la más mínima dosis de socialismo en la administra­ción pública. De aquella que, por ende, se man­tiene aferrada a principios tradicionales que no consiguen ya entusiasmar a la mayoría de las clases burguesas, dominada por un concepto más sagaz, más elástico, más inteligente y más realista de la situación social del mundo.

Orlando, que tiene antecedentes de político radical y reformista, ha sido poco consecuente con ellos en su discurso electoral. Ha hecho de­masiadas concesiones al nacionalismo, al "fas­cismo", al individualismo, a todas las manifes­taciones esenciales de la reacción. Y, para po­nerse a tono con el ambiente giolittiano-fascista, ha criticado con aspereza la política del gobier­no de Nitti. La ha calificado de demagógica y anarcoide.

En el discurso de Orlando se encuentra aproximadamente la misma retórica nacionalis­ta de los editoriales de la prensa conservadora. Y hasta la misma animosidad, anti-sindicalista del discurso de Salandra. Y, en cambio, no se encuentra una reprobación de la exageración reaccionaria, una exconfesión de la violencia "fascista", un disentimiento cualquiera de la po­lítica del gabinete.

En resumen, Salandra, ratificando su progra­ma de hombre de la derecha, ha ocupado su po­sición lógica. Orlando, mientras tanto, pronun­ciando un discurso lleno de transacciones men­tales con la derecha, malgrado una que otra protesta de fidelidad a la izquierda, ha perdi­do o desdeñado la oportunidad de tomar una posición propia.

Salandra representa, por esto, una tendencia definida, neta, precisa, en la contienda política. Orlando no representa tendencia fija alguna. La representación de la izquierda monárquica queda monopolizada por Nitti. Orlando renuncia a sus derechos a compartir con él esa representa­ción. Se coloca así, voluntariamente, fuera de los candidatos al gobierno.

Porque si prevalece en el Parlamento el sen­timiento reaccionario, el sucesor de Giolitti sería Salandra. Y, si prevaleciera el sentimiento reformista, regresaría al gobierno Nitti.

Y, en el caso de que fuese necesario un go­bierno de transición, un gobierno mixto, tampo­co tocaría a Orlando presidirlo. Lo encabezaría, más bien, De Nicola, a quien se asigna, por su actuación en la presidencia de la Cámara, máxi­mas condiciones para dirigir una política con­ciliadora y equilibrista.

 


NOTA:

1 Fechado en Roma, mayo de 1921; publicado en El Tiem­po, Lima, 14 de agosto de 1921.