OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

DEFENSA DEL MARXISMO

 

   I

 

LOS IDEÓLOGOS DE LA REACCIÓN[1]

 

El hecho reaccionario como tuve ocasión de apuntarlo a propósito de la adhesión de Maeztu a la dictadura de su patria2 ha precedido a la idea reaccionaria. Tenemos ahora una abun­dante filosofía de la reacción; pero para su tranquilo florecimiento ha sido necesaria, previa­mente, la reacción misma. No pretendo que antes de la crisis de la democracia y del liberalismo faltasen intelectuales reaccionarios, sino que sus tesis, desarticuladas y fragmentarias, tenían el carácter de una protesta romántica, o de una crisis pesimista de instituciones y principios de­mocráticos, mas no el de sistema o doctrina afir­mativa y beligerante que ha adquirido después de la marcha fascista de Roma. La actitud gene­ral de la Inteligencia fue, hasta la paz, de más o menos ortodoxa aceptación de las ideas del Progreso y la Democracia. El pensamiento reac­cionario se contentaba con una especulación teó­rica, casi siempre negativa y en muchos casos literaria. Ahora sale de su clausura, gana mu­chas adhesiones intelectuales, causa gran estra­go en la conciencia asustada y abdicante de la democracia y se arroga la representación espi­ritual de la civilización de Occidente, mal defen­dida, es cierto, por sus ideólogos liberales, en cuyas filas parece haber cundido el escepticismo y el desencanto. Para que medre de este modo una ideología reaccionaria, ha sido preci­so, por una parte, que el fascismo descubra y propague sus golpes de Estado y, por otra parte, que el general Dawes3 y los banqueros yanquis impongan a la Europa vencida, lo mismo que a la Europa vencedora, su contralor económico.

Mientras Europa se mostró sacudida por la agitación revolucionaria, y desgarrada por sus contradicciones económicas y sus pasiones na­cionalistas, la Inteligencia se inclinó a adoptar una actitud agorera, pesimista. La teoría de Spengler, apresuradamente interpretada como la profecía de un cataclismo ya desencadenado, en­gendró un estado de ánimo de derrotismo y de­sesperanza. Guillermo Ferrero, identificando el destino de la civilización occidental con el de la democracia capitalista, sembró en el espíritu la­tino el espíritu sajón no alcanzaba su prédica enfadosa fúnebres presagios. En la prisa de declarar la quiebra de la civilización, no se advir­tió la largueza de la previsión de Spengler, den­tro de la cual entraba, precisamente, un perío­do de cesarismo imperialista, que muy pronto tocaría inaugurar a Mussolini4, antiguo agita­dor socialista, reacio como el que más a inspi­rarse en los filósofos.

Sólo después de que Europa, liquidada la ope­ración del Rhur y conjurada la amenaza revo­lucionaria de Italia y Alemania, entró en una etapa de estabilización capitalista y cuando, no con poca sorpresa de algunos, los intelectua­les se sintieron momentáneamente al cubierto del peligro de la confiscación o el racionamien­to se desarrollaron y difundieron teorías de todo porte, para réclame y consulta de las dictaduras reaccionarias.

Pero esta apologética prospera, hasta hoy, casi en los países donde, por su escaso arraigo, la idea demo-liberal ha sido fácilmente batida por el método fascista. La ideología de la reacción pertenece sobre todo a Italia, aunque los intelectuales fascistas se presentan, bajo tantos puntos de vista, amamantados por el nacionalismo de Maurras. Italia ocupa el primer lugar en ese movimiento, no sólo porque Gentile, Rocco, Suckert, etc., han acometido con más brío y originalidad la empresa de explicar el fascismo que acaso con mayor título debía haber correspondido a Giuseppe de Rensi, a quien su Principi di Politica Impopolare5 señala como uno de los pioneros intelectuales de la reacción sino porque, en el fascismo italiano, la teoría reaccionaria es hija de la práctica del golpe de Estado. Suckert, al menos, pone en su tesis algo así como la emoción de la cachiporra. Francia que, por el apego de sus tribunos a la tradición parlamentaria y republicana, se ha contentado con llegar a la antesala de la dictadura, no puede producir, a pesar de la prestancia de sus ingenios, una literatura fascista emancipada de la experiencia italiana. René Johannet y Georges Valois se suponen discípulos directos de Georges Sorel; pero el fascismo italiano coloca entre sus maestros al genial autor, tan diversamente entendido, de Reflexiones sobre la Violencia. Y, Henri Massis, al proclamar el orden romano como la suprema ley de la civilización del Occidente, suscribe un concepto del fascismo italiano, que mira también en la latinidad la mayor y más viva reserva espiritual de Europa.

Desde sus puntos de vista de escolástico, para quien el cimiento de la civilización europea consiste, simple y únicamente en la tradición romana, Henri Massis ha hecho una defensa de Occidente. Llamémosla defensa de oficio; ya que la civilización occidental no parece muy propensa a elegir su abogado en los rangos de la Iglesia Romana.

La restauración que ambiciona el fascismo si nos atenemos a sus retóricas alusiones al Imperio Romano, ante las cuales no debemos olvidar que en su origen, este mismo movimiento, se manifestaba anticlerical y republicano es todavía demasiado improbable para que se vincule indisolublemente a la latinidad y al catolicismo el destino de la civilización occidental. El dilema Roma o Moscú no es sino provisorio. No existe aún ninguna razón seria para dudar que será el capitalismo anglosajón el que dirá la última palabra de la burguesía, en el conflicto entre el derecho romano y el derecho soviético.

El Occidente, tan solícitamente defendido por Henri Massis, no es sino parcialmente católico y latino. El fenómeno capitalista que domina a toda la edad moderna, se ha alimentado del pensamiento protestante, individualista y liberal, esencialmente anglosajón. La Reforma, un hecho histórico que Massis repudia ortodoxamente, nutre todavía con su savia a esta cultura, que el celo escolástico del escritor francés quiere reducir a una fórmula romana. Esta es una cosa que hasta un simple novelista, sin excesivo bagaje filosófico, como Paul Morand, ha logrado advertir. 

 


NOTAS:

1 Publicado en Variedades: Lima, 29 de Octubre de 1927

2 Véase en El Alma Matinal y otras Estaciones del hombre de Hoy, de José Carlos Mariátegui, el articulo ''Maeztu, Ayer y Hoy” (N. De los E.).

3 Véase en La Escena Contemporánea, del autor, el artícu­lo "El debate de las deudas interaliadas" (N. de los E.).

4 Véase, del autor, el capítulo "Biología del Fascismo", en La Escena Contemporánea (N. de los E.).

5 Principios de Política Impopular.