OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

EL ALMA MATINAL

     

     

LA INFLUENCIA DE ITALIA EN LA CULTURA HISPANO-AMERICANA1

La resonancia del pleito del meridiano intelectual, no ha estado exenta de útiles indagaciones sobre las influencias que prevalecen en las letras de Hispano-América. Lambertino Sorrenti ha efectuado una encuesta entre los escritores argentinos, sobre la extensión y eficacia de la influencia italiana en la literatura de su país, y algunas de las respuestas cosechadas, para su exhibición en la revista argentina Nosotros y la italiana La Fiera Letteraria aportan sagaces inquisiciones al esclarecimiento del ascendiente italiano en la cultura de nuestra América. Porque, resulta según la mayoría de dichas respuestas, no obstante el porcentaje de sangre italiana que la Argentina debe a la inmigración, que los elementos de imitación o inspiración italiana que se encuentran en la literatura de ese país, no son casi diversos ni mayores de los que se constatan en otras literaturas hispano-americanas, sin exceptuar la nuestra.

Las primeras asimilaciones de la cultura de Italia, en todas estas literaturas, se operan por intermedio de España, cuyos literatos y pensadores bebieron abundantemente en la fuente la- tina e itálica, en todos los tiempos, lo que Benedetto Croce advierte en el propio empeño de Menéndez Pelayo y sus secuaces de reivindicar el españolismo del pensamiento y la literatura castellanos, el influjo de la nacionalización que se había actuado en el siglo décimonono en Italia por obra de Gallupi, de Rosmini, de Gioberti, al acoger el pensamiento extranjero y moderno, sobre todo alemán, pero dándole colorido nacional, de modo que aquellos escritores se presentaban como intérpretes y vivificadores de la antigua sabiduría de su patria. Desde los clásicos hasta los ultraístas, España no ha cesado de servir de mediadora entre Italia y sus ex-colonias, y la misma Argentina, malgrado un mayor intercambio directo, no ha podido hasta ahora emanciparse totalmente de esta mediación. Los cuadernos y affiches ultraístas y creacionistas españoles han sido las primeras versiones del movimiento futurista italiano aprovechadas por el vanguardismo de Hispano-América, aunque algunos confusos ecos del furioso jazz band marinettiano hubiesen llegado antes, a fuerza de su singular estridencia. Y ahora mismo debemos a la España del Directorio y Primo de Rivera la mayoría de los plagios fascistas en nuestra América de que se nutren algunos incipientes reaccionarios que sin el "cultivo" hispano se habrían librado acaso del contagio del mussolinismo. He observado, por mi parte, que las citas directas de Rocco, Corradini, Sucker, Settimelli, etc., abundan más en mis escritos de crítica socialista que en las fulastres rapsodias de estos filo-fascistas terciarios.

Lugones, que declara haber "buscado y sufrido la influencia de la cultura italiana con el mayor provecho para su vida intelectual", se considera a este respecto una excepción. Esa influencia de la Argentina no le parece proporcionada al caudal de la sangre italiana que su país ha absorbido. Ricardo Rojas niega importancia racial específica a esta gran contribución de sangre italiana en la formación argentina. Consecuente con su tesis nacionalista, piensa que "la argentinidad es más un ethos que un etnos". Alfredo A. Bianchi encuentra exigua la influencia intelectual de Italia al lado de la de Francia. A su juicio, "el único meridiano intelectual de América es París". Alberto Gerchunoff, no acepta ninguna influencia dominante en estos pueblos, cuyo espíritu "se forma bajo la sugestión atractiva de los diversos aspectos que ofrece la cultura europea, sin preferencias acentuadas".

Enrique Méndez Calzada, siente incompatible la cuestión, con el cosmopolitismo de la época y halla, en materias de influencia "una constante interferencia y superposición que hace inextricable la maraña". Eva Méndez, recuerda el esfuerzo de Martín Fierro por divulgar obras e ideas estéticas de la nueva Italia con la colaboración de Volta, Piantanida, Sorrentino, Marinetti y otros, considerando por lo demás insignificante o nula la influencia procesada. Homero Guglielmini, reconoce a Italia un ascendiente considerable, indicando a D'Annunzio como el escritor que ha ejercido en la pasada generación argentina un influjo comparable al de Anatole France, y a Pirandello como el escritor italiano más leído y estudiado presentemente. Agrega que "Crece es uno de los pensadores europeos que ha provisto de mayor contenido teórico a la nueva sensibilidad argentina".

Los estragos de la lectura y renombre de Anatole France y Gabriel D'Annunzio han sido proporcionalmente parejos en toda Hispano-América, lo que se explica con facilidad por el parentesco espiritual de ambos grandes literatos como representativos del decadentismo, y por la propensión espontánea del alma criolla a toda suerte de bizantinismos y delicuescencias crepusculares. El d'annunzianismo, sobre todo, fue un fenómeno de irresistible seducción para el estado de ánimo rubendariano. En el Perú padecimos algunas de sus más empalagosas y ramplonas caricaturas, aunque, como compensación, la influencia d'annunziana dejara su huella en temperamento tan sensible y afinado como el de Valdelomar, d'annunziano de primera mano, bien distinto de cuantos se iniciaron en los misterios del "divino Gabriel" en las ediciones baratas de Maucci o en sus no menos infieles biblias parisienses.

Pero es un tanto arbitrario reducir casi a D'Annunzio la importancia cultural italiana de toda una época. En el orden científico y universitario, la importación italiana ha sido considerable. Los tratadistas italianos se han contado entre los más favorecidos en diversas materias: derecho, filosofía, etc., si bien no siempre se ha acertado en estas preferencias, que a veces nos han impuesto autoridades equívocas, a expensas del conocimiento de autoridades auténticas. Una buena parte de los falaces y simplistas conceptos, en circulación todavía en Latino-América, sobre el materialismo histórico, se debe, verbigratia, a las obras del señor Aquiles Loria, tenidas por muchos como una versión fidedigna de la escuela marxista, no obstante la descalificación inmediata que encontró en Alemania y la condena inapelable que, con muy fundadas razones, mereciera de Croce, quien en cambio comentó siempre con el más justo aprecio los trabajos de Antonio Labriola, menos divulgado entre nuestros estudiosos de sociología y economía.

En la literatura peruana, las influencias de Italia no son muy extensas, pero son siempre distinguidas. El caso de Valdelomar, que he citado a propósito del d'annunzianismo, no es una excepción, La filiación de algunos elementos técnicos de la obra de González Prada es netamente italiana. González Prada, conocía bien a Leopardi, a Carducci y a otros grandes italianos del 800. José María Eguren, nuestro gran poeta, debe mucho a sus lecturas italianas, gusto que heredó de un hermano cultísimo que residió largos años en Italia y conoció mucho su idioma y sus letras. Eguren es un enamorado de la lengua italiana, en la cual le encantaría escribir, según repite a sus amigos. Lee con deleite particular a los italianos contemporáneos, de Pirandello a Bontempelli, estimando mucho por su modernidad y talento al bizarro director de 900, aunque sin simpatizar con su reivindicación de Dumas y el folletín que no le parece sincero. Enrique Bustamante y Ballivián —que, siguiendo una inclinación evidente en él desde sus primeras jornadas literarias y favorecidas por sus estancias en Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires, se ha formado una cultura literaria muy amplia y cosmopolita—, incluye a no pocos italianos entre sus autores favoritos. Riva Agüero me manifestó en Roma su interés por el grupo de L'Idea Nazionales —ya absorbido por el fascismo— y otros intelectuales de derecha. César Falcón ha pasado en Italia dos temporadas muy bien aprovechadas por su magnífico talento. Juntos visitamos a Papini en Florencia, asistimos al congreso socialista de Livorno y a otras jornadas de la lucha política anterior a la marcha a Roma, presenciamos la conferencia europea de Génova y recorrimos los paisajes, ideas, ciudades, museos y sucesos de Italia en un viaje en cuyo itinerario se confunden Montecitorio, Nitti, el Vaticano, Venecia, Fiesole, Milán, la Scala, Frascati, el Renacimiento, Botticelli, Croce, L'Ordine Nuovo, Terracini, Gramsci, Bordigá, el café Aragno, el Marinese, Pisa, el Augusteo, etc. Los García Calderón, sobre todo Francisco, no se sustraen a la atracción de los grandes movimientos espirituales de Italia. Clodo Aldo, entre los más jóvenes, ha aprendido bastante en Italia. Y yo —aunque en mis escritos se suponga arbitrariamente más galicismo que italianismo— he contribuido no poco al conocimiento entre nosotros de la Italia contemporánea, con todo el amor que siento por la cultura y la historia de ese gran pueblo.


NOTA:

1 Publicado en Variedades: Lima, 25 de Agosto de 1928.