OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

EL ARTISTA Y LA EPOCA

  

  

HEINRICH ZILLE1

 

El clima histórico y el genio nacional alema­nes son propicios al arte social. Un pueblo, una época han menester siempre de una mitología. Ningún arte era menos apto para administrárselos que el arte verista o impresionista —no diré realista— esencialmente sensual e imitativo. Los artistas alemanes no han brillado mucho en el siglo en que el paisaje, el retrato y el desnudo, interpretados con el más puro natu­ralismo, imperaban por sí solos como asuntos de pintura y escultura. En esto sobresalían los latinos: franceses, españoles, italianos. El em­pirismo inglés podía producir un prolijo Turner y aún la exquisita obra prerrafaelista.2 El ge­nio nacional alemán es siempre metafísico, mitológico, abstractista. Ningún impresionista alemán puede ser colocado al lado de Renoir, de Manet, de Cezanne. Cuando la pintura latina extraía sus temas de la Naturaleza y se esme­raba en su reproducción, hasta caer en el ascetismo de la botella y la manzana novecentistas, la más genuina pintura germana estaba repre­sentada por Boekling y por sus grandes ficcio­nes anacrónicas.

Pero, desde que en el arte se trata de crear la mitología de la época, el genio alemán reclama de nuevo su parte en este trabajo. Y es así como la estirpe de Honorato Daumier, en ningún país está quizá tan egregiamente repre­sentada como en Alemania, donde dibujantes cual George Grosz3 y Kaethe Kolwitz cómuni­can tan vivamente a su obra un sentimiento político-social.

Heinrich Zille, el gran artista que Alemania ha perdido recientemente, era de esta estirpe. No era exclusivamente un satírico terrible, a lo George Grosz. Podía emplear su talento ar­tístico en la interpretación del drama proleta­rio con fuerza patética, no exenta de lirismo. Pero podía también emplearlo, con el mismo acierto, en la representación implacable de los pingües y salaces especimenes de una burguesía ahita y glotona. Las caderas, los vientres y los muslos de las burguesas alemanas no han tenido una más exasperada y obsesionante des­cripción. En Grosz, la burguesa, situada en un ambiente de lujo metropolitano, tiene cierta es­tilización de cocotte4 —vicio y perversidad—; en Zille es aún primitiva, animal, rudimentaria. Pero es bajo este aspecto que la obra de Hein­rich Zille se emparenta, en el espíritu y en el tiempo, con la de George Grosz.

Ilya Ehrenburg ha encontrado en Berlín, en el Café Schotendalm, el mundo pintado por George Grosz, este "mundo cruel y orgánico" del cual hizo el genial artista alemán "una de­monología grandiosa". Mirándolas comer, danzar, desearse, Ilya Ehrenburg difícilmente puede con­cebir que "estas gentes sean capaces de inventar, ejercer un oficio, crear". En esto coincide con la observación de Italo Tavolato, sobre el sentimiento místico de condenación del burgués, co­mo un ser frustrado, incapaz de la perfección, que tiene el arte de Grosz. Pero Ehrenburg quie­re que esta demonología sea de estricta filiación germana. «El mundo de Grosz —escribe— es fan­tástico y a decir verdad lleno de romanticismo. Inopinadamente, desvestidas en las calles o en las oficinas, estas gentes están por su casta insensata emparentadas a las Venus de Cranach, a los Adonis y Ledas de Hildesheim, a los vitra­les abigarrados, a los gnomos tipográficos del alfabeto gótico, a las callejas estrechas, a las cantinas bajas, al olor del sufrimiento y del mal. Todo es ciertamente feo, pero de una fealdad perfecta, una fealdad que ha alcanzado ese cli­ma determinado en que nuestras medidas vul­gares son ineficaces. Que los, clientes del Café Schotendalm se regocijen. Pues si son censura­dos desde el punto de vista ético, ¿no son, aca­so, glorificados bajo el punto de vista estético? Les están reservados, en el pasado, retratos de antecesores y, en el porvenir, el horror de los descendientes».

El mundo de Heinrich Zille es más modesto. Profundamente realista, Zille no se proponía si­no reproducir tipos y gestos de su tiempo. De familia obrera, su arte guarda la impronta de una clase. Grosz, de origen burgués, puede sen­tir satánicamente, con refinada ironía, lo gro­tesco y lo mórbido de sus personajes, los clien­tes del café Schotendalm. Zille, hijo de un ce­rrajero y de la hija de un minero, es en su tra­ducción de estos tipos algo rudo y basto. Se le siente primitivo, como esos artistas anónimos del medioevo que tallaban réprobos, demonios y poseídas en la piedra de las catedrales. Y es tan fuerte su talento artístico que se impuso al mis­mo gusto mundano. Las páginas quintaesencia­das de Der Querschnitt5 no lucían con menos or­gullo su firma que las páginas beligerantes de Eulenspiegel.6

La sátira es arte social. No hay, pues, que sorprenderse de que los artistas que más religiosa­mente la ejercen, sean confesores y militantes activos de su fe revolucionaria. A una encuesta sobre el socialismo y los artistas, Heinrich Zi­lle, en 1924, contestó con estas netas palabras: «A vuestras preguntas, responderé lo siguiente: Desde la edad de catorce años (1872) soy socia­lista. Pero desde 1914 no lo soy más. Desde que los comunistas dicen y aplican lo que antes los socialistas han querido hacer sin aplicarlo, soy comunista». Zille estaba siempre íntegro en su expresión literaria o plástica. El proletariado berlinés, que en los solemnes funerales organi­zados por la Municipalidad de Berlín lo ha despedido con emocionado reconocimiento, sabía bien que Zille trabajaba con su arte por la re­volución, por el socialismo.

 


NOTAS:

1 Publicado en Variedades: Lima, 30 de Octubre de 1929. Y, bajo el epígrafe de Ubicación de Heinrich Zi­lle, en Amauta: Nº 26, pp. 97-98; Lima, Setiembre‑Octubre de 1929.

2 Estilo pictórico que imita la época anterior a Rafael Sancio, pintor del Renacimiento italiano. Introducido en Inglaterra a mediados del siglo XIX como movi­miento literario plástico por el pintor y poeta Dante Gabriel Rosetti.

3 Sobre el estilo artístico y la trascendencia social de los dibujos de George Grosz, véase el ensayo que José Carlos Mariátegui incluyó en La Escena Contemporá­nea.

4 Mujer de vida liviana.

5 El eje de la sección. (Trad. lit.).

6 Mono travieso. (Trad. lit.).