OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I

   

  

HERRIOT Y EL BLOC DE IZQUIERDA*

 

Este año inaugura un período de política social-democrática. Vuelven al poder, después de un largo exilio, radicales y radicaloides de todos los tintes. La marea reaccionaria declina en toda Europa. En los tres mayores países de Europa occidental —Inglaterra, Alemania y Francia— dominan hombres y tendencias liberales. La burguesía no ha encontrado en el experimento fascista, en la praxis conservadora, la solución de sus problemas. En cambio, se ha cansado de la difícil postura guerrera a que se ha sentido obligada. Torna, por eso, de buena gana, a una posición centrista, oportunista y democrática. La vieja democracia, más o menos guarnecida de socialismo, desaloja del poder a la reacción y sus tartarines. Sobreviven aún las dictaduras de Mussolini y Primo de Rivera, pero una y otra están también condenadas a una próxima caída. 

El método reaccionario prevaleció a continuación de una agresiva y tumultuosa ofensiva revolucionaria. Se impuso a la turbada consciencia de Europa en una hora de miedo y desconcierto. El ensayo ha sido breve. Los capitanea de la reacción no han sabido restaurar el orden viejo ni reorganizar la economía capitalista. Han agravado, al contrario, la crisis. Hoy la burgue­sía, desencantada de las tundentes armas reaccionarias, desiste poco a poco de su empleo. Al mismo tiempo renace en la pequeña y media burguesía la antigua y decaída fe democrática. 

La ascensión de Herriot y del bloc de izquierdas al gobierno de Francia forma parte de este extenso fenómeno político. El éxito de las elecciones de mayo estaba previsto. Era eviden­te un nuevo orientamiento de la mayoría de la opinión francesa. Curada parcialmente de la intoxicación y las ilusiones de la victoria esa mayoría de pequeños burgueses deseaba la organización de un gobierno ponderado y razonable. El programa de Herriot merecía, por ende, su adhesión y su confianza. Herriot era además, para una parte de las masas electoras, un leader nuevo, un estadista no probado ni usado aún en el gobierno, contra quien no existía, por consiquiente, prejuicio ninguno. 

La pequeña burguesía francesa espera de Herriot —pequeño-burgués típico— una administración discreta y práctica que disminuya las cargas del contribuyente, que modere los gastos militares, que obtenga de Alemania garantías y pagos seguros y que reconcilie a Francia con Rusia y salve los ahorros franceses invertidos en empréstitos rusos. Se pide a Herriot una administración prudente que se guarde de las aventuras marciales de Poincaré, aunque se enga­lane en cambio, de algunos ideales generosos e inocuos. 

Con Herriot se ha operado en la escena política francesa un vasto cambio de decoración de actores y de argumento. El gobierno del alcalde de Lyon es, en verdad, renacimiento de la Fran­cia radical y laica de Waldeck-Rousseau, de Combes y de Caillaux. La actualidad francesa ofrece diversas señales de tal mudanza. Mien­tras de un lado se constata una disminución de la retórica chauvinista, de otro lado se ve a Herriot inaugurar, lleno de respeto, el monumento a Zolá. El Elíseo suspende de nuevo sus relaciones con el Vaticano reanudadas por el bloc nacional después de la guerra. Se reclama el traslado de los restos del tribuno socialista Jau­rés, víctima de una bala reaccionaria, al panteón de los grandes hombres. Y, sobre todo, Francia rectifica su actitud ante Alemania y concede una adhesión real y fervorosa a la Sociedad de las Naciones, en la cual desea colaborar con los pue­blos vencidos y con la república bolchevique. 

El programa del leader del bloc de izquier­das hace, ciertamente, muchas concesiones al nacionalismo poincarista. Con este motivo, ,una parte de la opinión internacional ha creído ver en Herriot casi un continuador de la política del bloc nacional frente a Alemania. Pero esto no es exacto. El gobierno del bloc de izquierdas, por su mentalidad y su composición, no puede aban­donar súbitamente ninguna de las reinvindicaciones esenciales de Poincaré. Más aún, depende en mucho de los mismos prejuicios y compromisos que el conservadorismo. Y tiene que acomodar sus movimientos a su situación en las cámaras. Las bases parlamentarias del ministerio de Herriot no son muy anchas ni homogéneas. El bloc nacional tiene todavía una numerosa represen­tación parlamentaria en la cámara de diputados; en el Senado persiste un humor chauvinista. He­rriot necesita, tanto en las cuestiones internas como en las externas, graduar su radicalismo a la temperatura parlamentaria. Finalmente, no puede olvidar que la plutocracia es dueña de una poderosa prensa experta en el arte de im­presionar y excitar a la opinión pública. 

Pero, con todo, los fines de Herriot son fun­damentalmente distintos de los de Poincaré y las derechas. Herriot aspira lealmente a una cooperación, a una inteligencia franco-alemana. Poincaré, en cambio, se proponía la expoliación y la opresión sistemáticas de Alemania. Recien­temente, en una conversación con el escritor Norman Angell, publicada en la revista "The New Leader", Herriot ha anunciado categóricamente y explícitamente su intención de asociar a Alemania a un amplio pacto de garantía y asis­tencia que asegure la paz europea. 

Ante Rusia, la posición de Herriot es análoga. Herriot es autor de un honrado libro, La Russie Nouvelle, en el cual ha reunido las impresiones de su visita de hace dos años a la república de los soviets. Este libro —que es uno de los testimonios burgueses de la solidez y la probi­dad del régimen bolchevique y de su obra— se preocupa de demostrar la necesidad económica francesa de comerciar con Rusia. Contiene también algunas opiniones sobre el comunismo, a cual se opone Herriot no desde puntos de vista técnicos como Caillaux, sino, más bien, desde puntos de vista filosóficos. Su condición de buen francés, ortodoxamente patriota, lo induce a preferir Jaurés a Marx. Y su condición de hombre de letras nutrido de clacisismo, lo lleva a preferir el comunismo de Platón al comunismo marxista. 

La política democrática, la política de la re forma y del compromiso, está así puesta a prueba en Francia y en otros países de Europa. Cuenta con la adhesión de un extenso y activo sector social. Su porvenir, sin embargo, aparece muy incierto y oscuro. Este método de go­bierno vive de transacciones y compromisos con dos bandos inconciliables. Sufre los asaltos y las presiones de los reaccionarios y de los revolu­cionarios. Los ministerios de Herriot, de Mac Donald y de Marx deben guardar un difícil y angustioso equilibrio parlamentario. En cual­quier instante, un paso atrevido, una actitud aventurada, pueden causar su caída. Esta situa­ción constriñe a los leaders democráticos a abs­tenerse de una política verdaderamente propia. Les toca, en realidad, actuar la política que les consienten los altos intereses financieros e in­dustriales. Los resultados de la conferencia de Londres no son debidos estrictamente al pacifis­mo de Mac Donald y Herriot. Han sido posibles por su concomitancia con urgentes necesidades y propósitos de la finanza y la industria. El pa­cifismo y la democracia prosperan actualmente porque el capitalismo ha menester de la coope­ración internacional. La teoría y la práctica na­cionalistas aíslan medioevalmente a los pueblos, contrariamente a lo que conviene a la expansión y a la circulación del capital. 

Cuando Herriot supone actuar su propia política realiza, en verdad, la del capital financiero anglo-franco-americano. El plan Dawes, por, ejemplo, no es formalmente siquiera una concepción de políticos. Lo han elaborado directamente banqueros y negociantes. A los políticos no les ha sido acordada sino la función de adoptar sus conclusiones, La democracia, sin el estruendo ni la brutalidad de la reacción, conti­núa haciendo, en suma, la política de la clase capitalista. No es exagerada, por consiguiente, la previsión de que acabará por desacreditarse totalmente a los ojos de la clase proletaria. A la pacificación social no podría llegarse, democrá­ticamente, sino a través de una colaboración verdadera. Y, como dice Mussolini, que ama las fra­ses lapalissianas, per la colaborazione bisogna essere in due

Herriot, naturalmente, trata de servir sus propios fines democráticos mediante estos com­promisos y transacciones. Sus palabras son, generalmente, las de un político de criterio y mé­todo realistas. A Normann Angell le ha dicho en­tre otras cosas: "Un pacifismo simplemente abs­tracto no basta". Los argumentos que ha usado en su campaña eleccionaria han sido idénticamente los de un hombre práctico y, por tanto, los más apropiados para ganarse el favor de los elec­tores prudentes y utilitarios. Hombre del pueblo, hay que creerlo provisto del tradicional buen sentido popular. Sus ideales mismos no lo emba­razan nunca demasiado. Son los ideales cautos y modestos de un pequeño-burgués. Herriot quie­re sentirse a igual distancia de la reacción y de la revolución. Es, a la manera pre-bélica, un enamorado y un fautor sincero del progreso, de la democracia, de la civilización y de los "inmor­tales principios" de la Revolución Francesa. Teme los saltos violentos y las transiciones rápi­das y no tiene el gusto de la aventura ni del peligro. 

Todo en Herriot rebosa bon sens. Mas es el caso que el buen sentido no basta en estos tiempos. Se trata, según todos los síntomas, de tiempos de excepción que reclaman hombres de excepción. Herriot es un hombre de talento, pero de un talento un poco provinciano y pasado de moda. Spengler diría tal vez de Herriot que no es el hombre de la Urbe sino el hombre de la Ciudad. En efecto, Herriot no tiene el tem­peramento complejo de la Urbe. Su cara gorda, redonda y risueña es más la del alcalde de Lyon que la de un primer ministro de la Francia contemporánea. Es la cara de un ciudadano li­beral, pacifista, obeso y republicano. ¿Estas sim­ples, honestas y simpáticas condiciones, serán suficientes para reorganizar una nación y un continente cuyo destino ha arrancado a Caillaux una interrogación tan angustiada y dramática?

 


NOTA:

* Publicado en Variedades, Lima, 20 de Setiembre de 1924. Superada la grave crisis de su enfermedad, entre Mayo y Agosto de 1924, reanudó J.C.M. su sección "Figuras y Aspectos de la Vida Mundial". Variedades saludó con la siguiente nota de encabezamiento este hecho: "Tras de largo interregno, impuesto por tremenda dolencia, reanuda su interesante colaboración nuestro querido compañero José Carlos Mariátegui. Ha salido Mariátegui de la dura prueba tras de intensa lucha en que fueron factores decisivos tanto la eficacia de la ciencia médica como la admirable entereza de su espíritu. Siempre activo y optimista, se reintegra, con el mismo entusiasmo de otros días, a sus labores periodísticas, ofreciéndonos esta serena y concisa apreciación de la actualidad política francesa, que nuestros lectores han de leer con el vivo interés que inspira tan distinguido escritor". (N. de los E.)