OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

HISTORIA DE LA CRISIS MUNDIAL

 

 

TERCERA CONFERENCIA1

EL FRACASO DE LA SEGUNDA INTERNACIONAL

Las notas del autor:

NO omitiré la exposición del movimiento anarquista. No traeré ningún espíritu sectario. Creo oportuno ratificarme en estas declaraciones. Algunos compañeros temen que yo sea muy poco imparcial y muy poco objetivo en mi curso. Pero soy partidario antes que nada del frente único proletario. Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Causa común contra el amarillismo. Antes que agrupar a los trabajadores en sectas o partidos agruparlos en una sola federación. Cada cual tenga su filiación, pero todo el lazo común del credo clasista. Estudiemos juntos las horas emocionantes del presente.

Completaremos el examen de la conducta de los partidos socialistas y sindicatos. Veremos có­mo y por qué el proletariado fue impotente para impedir la conflagración.

La guerra encontró impreparada a la Segunda Internacional. No había aún programa de acción concreto, y práctico para asegurar la paz. Con­greso de Stuttgart. Moción de Lenin y Rosa Lu­xemburgo:

«En el caso de que estalle una guerra, los so­cialistas están obligados a trabajar por su rápi­do fin y a utilizar la crisis económica y política provocada por la guerra para sacudir al pueblo y acelerar la caída de la dominación capitalista».

Pero en la Segunda Internacional había muy pocos Lenin y Rosa Luxemburgo.

Tres años después, el Congreso de Copenha­gue. Vaillant y Keir Hardi propusieron la huelga general. Se dejó la cuestión para Viena 1914.

En 1912 la situación grave obligó a la II Inter­nacional a convocar un congreso extraordinario. Basilea 1912 noviembre. De este congreso salió un manifiesto. Y de nuevo se dejó la cuestión técnica para Viena, agosto de 1914.

Antes, Sarajevo. El Bureau Internacional de Bruselas convocó de urgencia para el 29 de ju­lio a los partidos socialistas de Europa. Por Fran­cia, Jaurés, Sembat, Vaillant, Guesde, Loguet. Por Alemania, Haase, Rosa Luxemburgo. Apresu­rar el congreso. París 9 de agosto en vez de Vie­na 23 de agosto. Declaración de la Oficina Inter­nacional. Palabras de Jaurés en la noche del 29 de julio.

Dos días después Jaurés muerto. Muller en París, el 1º de agosto. Esterilidad de su misión. La guerra ya incontenible se desencadenó. El Congreso del 9 de agosto no pudo efectuarse. Páginas de Claridad describen con vivo color el ambiente de delirante patriotismo y nacionalis­mo. La mayoría ofuscada, contagiada por la at­mósfera guerrera, marcial agresiva. La prensa y los intelectuales instigadores.

¿Por qué la Internacional no pudo oponer una barrera a este desborde de pasión nacionalista? ¿Por qué la Internacional no pudo conservarse fiel a sus principios de solidaridad clasista? Vea­mos las circunstancias que dictaron la conducta socialista.

Declaración de los diputados alemanes en el parlamento el 4 de agosto. Catorce votos, contra.

Declaración de los socialistas franceses en el parlamento el 6 de agosto. En Francia, nación agredida, la adhesión fue más ardorosa, más viva.

La actitud de los demás partidos obreros. "De la Segunda a la Tercera Internacional".

La conducta de los socialistas italianos reclama especial mención. Manifestaron mayor lealtad al internacionalismo. El 26 de julio, manifiesto so­cialista. Lucha entre neutralistas e intervencio­nistas. Los fautores socialistas del intervencionis­mo. Arturo Labriola. Benito Mussolini. Anécdo­ta de ambos.

Fórmula de los socialistas italianos: "Ni adhe­rirse a la guerra ni sabotearla", Declaración so­cialista en la Cámara. La reunión de Zimmarwald en setiembre de 1915. Asistieron delegaciones alemana, francesa, italiana, rusa, polaca, balcáni­ca, sueca, noruega, holandesa y suiza. Inglate­rra negó los pasaportes. Lenin. El manifiesto de Zimmerwald primer despertar de la conciencia proletaria,

Pero este llamamiento no repercutía en todas las conciencias proletarias. Los fieles, en mino­ría. La unión sagrada. El frente único nacional. Tregua de la lucha de clases. Un solo partido: el de la defensa nacional.

Para asegurarse al proletariado, la burguesía le dio participación en el poder. Algunas concesiones al programa mínimo. La guerra exigía la mayor disciplina nacional posible. Libertades res­tringidas. Esta política pareció la inauguración de la era socialista. Guerra revolucionaria.

El Estado subsidiaba a las familias de los combatientes, ofrecía a bajo precio el pan y subven­cionaba largamente a la industria. Trabajo abun­dante bien remunerado. Con esto se adormecía en las masas la idea de la injusticia social, se atenuaban los motivos de la lucha de clases. El proletariado no se fijaba en que esta prodigali­dad del Estado acumulaba cargas para el porvenir. Concluida la guerra, los vencidos pagarían. Que el pueblo combatiese hasta el fin. Había que vencer.

Los aliados más que prédica de intereses, pré­dica de ideales. El pueblo inglés, creía combatir en defensa de los pueblos débiles. El pueblo francés contra la barbarie, la autocracia, el medioeva­lismo. El odio al boche.

La fuerza de los aliados consistió, precisamen­te, en estos mitos. Para los austro-alemanes, gue­rra militar. Para los aliados, guerra santa, cruzada por grandes y sacros ideales humanos. Los lí­deres, en gran parte, prestaron su concurso a es­ta propaganda. Adhesión efectiva de gran parte del proletariado. No hablaban sólo los políticos de la burguesía. En Austria y Alemania la adhe­sión era menos sólida. Guerra de defensa nacio­nal. Las minorías pacifistas más fuertes. Liebk­necht, etc., disponían de mayor ambiente. Ale­mania rodeada de enemigos. Sensación victoria. En nombre defensa nacional y esperanza victoria. Alemania disponía de argumentos suficientes.

Tóelas estas circunstancias hicieron que duran­te cuatro años los proletarios europeos se asesi­nasen los unos á los otros. Así fracasó la Segun­da Internacional. La experiencia enseña, que den­tro de este régimen las guerras no son inevitables. La democracia capitalista, la paz armada, la política de equilibrio, la diplomacia secreta. Se in­cuba permanentemente la guerra. Y el proleta­riado no puede hacer nada. Ahora la experiencia del conflicto franco-alemán. Pesan aún demasiados intereses y sentimientos nacionalistas.

Conforme a estas duras lecciones para comba­tir la guerra, no basta el grito de abajo la guerra. Grito de la II Internacional, de todos sus congre­sos, hasta de los pacifistas tipo Wilson. El grito del proletariado: Viva la sociedad proletaria. Pen­semos en construirla.

Y la gran frase de Jaurés no debe apartarse de nuestro recuerdo:

«Hay que impedir que el espectro de la guerra salga cada seis meses de su sepulcro para aterro­rizar al mundo».

 


NOTA:

1 Pronunciada el sábado 30 de junio de 1923 en el local de la F.E.P. (Palacio de la Exposición), Lima. Debemos hacer hincapié, en primer lugar, en la importancia de la parte Introductiva que figura en los apuntes de José Carlos Mariátegui, y que ha pasado inadvertida en la versión periodística. Poseen plena vigencia sus afirmaciones: «Soy partidario antes que nada del frente único proletario»... «Cada cual tenga su filiación, pero todos el lazo común del credo clasista»... Treinticinco años después de lanzada, esta voz de orden sigue ajustándose a una línea justa, en el plano de las luchas reivindicativas del proletariado peruano. El autor, en vivisección admirable, analiza las causas del fracaso de la II Internacional, el cual se gestó en vísperas de la Primera Guerra Mundial y se desarrolló en el curso de la misma. Pero, también, debemos insistir —si cabe este término antinómico— en las profecías científicas del conferenciante. Este, al escudriñar las características de la economía de las grandes potencias en el período bélico 1914-1918, anticipa en varios lustros las características correspondientes a la segunda conflagración mundial, en lo que a los países capitalistas atañe: trabajo abundante, salarios artificialmente elevados, control económico del Estada, freno a la lucha de clases, espejismo sobre el porvenir que esperaba a la clase trabajadora, cuando se apagase el estruendo bélico, etc. En la parte final, es justa su tesis de que las guerras son inevitables dentro del sistema capitalista. Sin embargo, la aparición de otros sistemas y el ascenso de la conciencia pacifista mundial, hoy día, hacen factible el hecho incomparable de que la guerra nuclear pueda ser evitada.