OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA ESCENA CONTEMPORANEA

    

      

ZINOVIEV Y LA TERCERA INTERNACIONAL

 

Periódicamente, un discurso o una carta de Gregorio Zinoviev saca de quicio a la burguesía. Cuando Zinoviev no escribe ninguna proclama, los burgueses, nostálgicos de su prosa, se encargan de inventarle una o dos. Las proclamas de Zinoviev recorren el mundo dejando tras de sí una estela de terror y de pavura. Tan seguro es el poder explosivo de estos documentos que su empleo ha sido ensayado en la última; campaña electoral británica. Los adversarios del laborismo descubrieron, en vísperas de las elecciones,, una espeluznante comunicación de Zinoviev. Y la usaron, sensacionalmente, como, un estimulante de la voluntad combativa de la burguesía. ¿Qué ho­nesto y apacible burgués no iba a horrorizarse de la posibilidad de que Mac Donald continuara en el poder? Mac Donald pretendía que la Gran Bretaña prestara dinero a Zinoviev y, a los demás comunistas rusos. Y, entre tanto, ¿qué hacía Zinoviev? Zinoviev excitaba al proletariado británico a la revolución. Para la gente bien informada, el descubrimiento carecía de importancia. Desde hace muchos años Zinoviev no se ocupa de otra cosa que de predicar la revolución. A veces se ocupa de algo más audaz todavía: de organi­zarla. El oficio de Zinoviev consiste, precisamente, en eso. ¿Y cómo se puede honradamente que­rer que un hombre no cumpla su oficio?

Una parte del público no conoce, por ende, a Zinoviev sino como un formidable fabricante de panfletos revolucionarios. Es probable hasta que compare la producción de panfletos de Zinoviev con la producción de automóviles de Ford, por ejemplo. La Tercera Internacional debe ser, para esa parte del público, algo así como una denominación de la Zinoviev Co. Ltd., fabricante de manifiestos contra la burguesía.

Efectivamente, Zinoviev es un gran panfletista. Mas el panfleto no es sino un instrumento político. La política en estos tiempos es, necesaria­mente, panfletaria. Mussolini, Poincaré, Lloyd George son también panfletistas a su modo. Ame­nazan y detractan a los revolucionarios, más o menos como Zinoviev amenaza y detracta a los capitalistas. Son primeros ministros de la burguesía como Zinoviev, podría serlo de la revolu­ción. Zinoviev cree, que un agitador vale casi siempre más que un ministro.

Por pensar de éste modo, preside la Tercera Internacional, en vez de desempeñar un comisa­riato del pueblo. A la presidencia de la Tercera Internacional lo han llevado su historia y su ca­lidad revolucionarias y su condición de discípulo y colaborador de Lenin.

Zinoviev es un polemista orgánico. Su pensa­miento y su estilo son esencialmente polémicos. Su testa dantoniana y tribunicia tiene una perenne actitud beligerante. Su dialéctica es ágil, agresiva, cálida, nerviosa. Tiene matices de iro­nía y de humour. Trata, despiadada y acérrima­mente, al adversario, al contradictor.

Pero es Zinoviev, sobre todo, un depositario, de la doctrina de Lenin, un continuador de su obra. Su teoría y su práctica son, invariablemen­te, la teoría y la práctica de Lenin. Posee una his­toria absolutamente bolchevique. Pertenece a la vieja guardia del comunismo ruso. Trabajó con Lenin, en él extranjero, antes de la revolución Fue uno de los maestros de la escuela marxista rusa dirigida por Lenin en París.

Estuvo siempre al lado de Lenin. En el comien­zo de la revolución hubo, sin embargo, un ins­tante en que su opinión discrepó de la de su maestro. Cuando Lenin decidió el asalto del po­der, Zinoviev juzgó prematura su resolución. La historia dio la razón a Lenin. Los bolcheviques conquistaron y conservaron el poder. Zinoviev recibió el encargo de organizar la Tercera Internacional.

Exploremos rápidamente la historia de esta Tercera Internacional desde sus orígenes.

La Primera Internacional fundada por Marx y Engels en Londres, no fue sino un bosquejo, un germen, un programa. La realidad internacional no estaba aún definida. El socialismo era una fuerza en formación. Marx acababa de darle con­creción histórica. Cumplida su función de trazar las orientaciones de una acción internacional de los trabajadores, la Primera Internacional se sumergió en la confusa nebulosa de la cual había emergido. Pero la voluntad de articular interna­cionalmente el, movimiento socialista quedó for­mulada. Algunos años después, la Internacional reapareció vigorosamente. El crecimiento de los partidos y sindicatos socialistas requería una coordinación y una articulación internacionales. La función de la Segunda Internacional fue casi únicamente una función organizadora. Los par­tidos socialistas de esa época efectuaban una la­bor de reclutamiento. Sentían que la fecha de la revolución social se hallaba lejana. Se propusie­ron, por consiguiente, la conquista de algunas reformas interinas. El movimiento obrero adqui­rió así un ánima y una mentalidad reformistas. El pensamiento de la social-democracia lassallia­na1 dirigió a la Segunda Internacional. A conse­cuencia de este orientamiento, el socialismo re­sultó insertado en la democracia. Y la Segunda Internacional, por esto, no pudo nada contra la guerra. Sus líderes y secciones se habían habi­tuado a una actitud reformista y democrática. Y la resistencia a la guerra reclamaba una actitud revolucionaria. El pacifismo de la Segunda In­ternacional era un pacifismo extático, platónico, abstracto. La Segunda Internacional no se encon­traba espiritual ni materialmente preparada pa­ra una acción revolucionaria. Las minorías socia­listas y sindicalistas trabajaron en vano por em­pujarla en esa dirección. La guerra fracturó y disolvió la Segunda Internacional. Unicamente algunas minorías continuaron representando su tradición y su ideario. Estas minorías se reunie­ron en los congresos de Khiental y Zimmerwald, donde se bosquejaron las bases de una nueva or­ganización internacional. La revolución rusa impulsó este movimiento. En marzo de 1919 quedó fundada la Tercera Internacional, Bajo sus ban­deras se han agrupado los elementos revolucio­narios del socialismo y del sindicalismo.

La Segunda Internacional ha reaparecido con la misma mentalidad, los mismos hombres y el mismo pacifismo platónico de los tiempos pre­bélicos. En su estado mayor se concentran los lí­deres clásicos del socialismo: Vandervelde, Kauts­ky, Bernstein, Turati, etc. Malgrado la guerra, estos hombres no han perdido su antigua fe en el método reformista. Nacidos de la democracia, no pueden renegarla. No perciben los efectos his­tóricos de la guerra. Obran como si la guerra no hubiese roto nada, no hubiese fracturado nada, no hubiese interrumpido nada. No admiten ni comprenden la existencia de una realidad nueva. Los adherentes a la Segunda Internacional son, en su mayoría, viejos socialistas. La Tercera In­ternacional, en cambio, recluta el grueso de sus adeptos entre la juventud. Este dato indica, me­jor que ningún otro, la diferencia histórica de ambas agrupaciones.

Las raíces de la decadencia de la Segunda In­ternacional se confunden con las raíces de .la de­cadencia de la democracia. La Segunda Interna­cioanl está totalmente saturada de preocupacio­nes democráticas. Corresponde a una época de apogeo del parlamento y del sufragio universal. El método revolucionario le es absolutamente ex­traño. Los nuevos tiempos se ven obligados, por tanto, a tratarla irrespetuosa y rudamente. La juventud revolucionaria suele olvidar, hasta las benemerencias de la Segunda Internacional co­mo organizadora del movimiento socialista. Pero a la juventud no se le puede, razonablemente, exigir que sea justiciera. Ortega y Gasset, dice que la juventud "pocas veces tiene razón en lo que niega, pero siempre tiene razón en lo que afirma". A esto se podría agregar que la fuerza impulsora de la historia son las afirmaciones y no las negaciones. La juventud revolucionaria no niega, además, a la Segunda Internacional sus derechos en el presente. Si la Segunda Interna­cional no se obstinara en sobrevivir, la juven­tud revolucionaria se complacería en venerar su memoria. Constataría, honradamente, que la Se­gunda Internacional fue una máquina de organi­zación y que la Tercera Internacional es una má­quina de combate.

Este conflicto entre dos mentalidades, entre dos épocas y entre dos métodos del socialismo, tiene en Zinoviev una de sus dramatis personae.2 Más que con la burguesía, Zinoviev polemiza con los socialistas reformistas. Es el crítico más acre y más tundente de la Segunda Internacional. Su crítica define nítidamente la diferencia históri­ca de las dos internacionales. La guerra, según Zinoviev, ha anticipado, ha precipitado mejor di­cho, la era socialista. Existen las premisas econó­micas de la revolución proletaria. Pero falta el orientamiento espiritual de la clase trabajadora. Ese orientamiento no puede darlo la Segunda Internacional, cuyos líderes continúan creyendo, como hace veinte años, en la posibilidad de una dulce transición del capitalismo al socialismo. Por eso, se ha formado la Tercera Internacional. Zinoviev remarca cómo la Tercera Internacional no actúa sólo sobre los pueblos de Occidente. La revolución —dice— no debe ser europea sino mundial. "La Segunda Internacional estaba li­mitada a los hombres de color blanco; la Terce­ra no subdivide a los hombres según su raza". Le interesa el despertar de las masas oprimidas del Asia. "No es todavía —observa— una insurrección de masas proletarias; pero debe serlo. La corriente que nosotros dirigimos libertará todo el mundo".

Zinoviev polemiza también con los comunistas que disienten eventualmente de la teoría y la práctica leninistas. Su diálogo con Trotsky, en el partido comunista ruso, ha tenido, no hace mucho, una resonancia mundial. Trotsky y Preobra­jenski, etc., atacaban a la vieja guardia del par­tido y soliviantaban contra ella a los estudiantes de Moscú. Zinoviev acusó a Trotsky y a Preobrajensky de usar procedimientos demagógicos, a falta de argumentos serios. Y trató con un poco de ironía a aquellos estudiantes impacientes que "a pesar de estudiar El Capital de Marx desde hacía seis meses, no gobernaban todavía el país". El debate entre Zinoviev y Trotsky seresolvió favorablemente a la tesis de Zinoviev. Sostenido por la vieja y la nueva guardia leninista, Zinoviev ganó este duelo. Ahora dialoga con sus adversarios de los otros campos. Toda la vida de este gran agitador es una vida polémica.


NOTAS:

1 Ver Lassalle Fernando en el I. O.

2 Protagonista.