OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

POEMAS A MARIATEGUI

JOSE PEREZ DOMENECH

( español )

   

 

APUNTE EN LETANIA

por: José Pérez Domenech

Ha muerto Mariátegui cuando mas necesitaba de su acción cerebral el Pera. Cuando también él necesitaba de su país, nuevos fecundo bajo el ala de sus palabras y al grito de su gesto. Lo que mejor satisface al sembrador es la tibieza del fruto en que devino la semilla.  El gozo de la siembra es volver, hecha carne a la mano que la aventó. Creador y obra se ¿dejan, porque la biología así lo quiere; pero se estremece radiante la obra, sustancia del individuo, energía inmortal de la materia. En ese caso, el Perú de Mariátegui permanece. Y permanece por encima de todas las funciones, por encima de cualquiera farándula, Es curioso, del mismo modo que un espeso nubarrón se baña la espalda con la luz solar, la más acendrada mentira deja crecer a su vera una verdad sin mácula.

Mariátegui es una verdad innegable y robusta de su país La verdad de mayor interés del Perú.

América en masa lo sabe. Desde tiempo, Y para siempre. La voz del escritor cristalizó en seguida en todas las latitudes. Tomó de la piel de los Andes la pureza y corrió, sin desnaturalizarse, por los llanos y sabanas del Continente, sorteando volcanes y comieras. No era voz de fácil nitidez, presta a la dorada mordaza de un amo, ni portadora de atavíos bullangueros e histrionescos. Tenía el sobrio ritmo de lo vital, de la sangre que no se apresure en las venas, pero que circula indefectiblemente, saludablemente. Pasaba por el corazón —oxigenándolo y oxigenándose— para darse luego al cerebro como una vulva. Voz nutrida de pan humano; no podía ser sino para la Humanidad. Por eso el socialismo captó al luchador desde sus comienzos, y tuvo en él puntal seguro. la revista Amauta es el espejo interminable de la ejecutoria socialista de Mariátegui. En sus páginas condensó su doctrina, ajustada a las realidades de la vida peruana En ellas vieron luz por vez primera los Siete Ensayos, coleccionados más tarde en un volumen. Y algunos otros del libro que anunciaba: "Defensa del marxismo". La insistente preocupación de los problemas aborígenes de su pueblo era la más lúcida consecuencia de sus convicciones. Et socialismo y la historia de su país confluían en la civilización incásica, que en lo social tuvo estructura perfectamente comunista No aparecía, pues —a su criterio—, descabellada, ni mucho menos exótica, la conveniencia de aplicar las teorías de Marx a la organización política de su tierra y el resto de te América indohispánica. Propugnábala, por el contrario, como un medio de salvación urgente. Con semejante concreción revolucionaria el espíritu criollo crecería afirmando su personalidad y con aptitudes suficientes para librar combate ante las invasiones capitalistas del extranjero, que frustran y corroen cualquier espontáneo desarrollo. En contra de lo que han propalado algunos de sus detractores, se ratificaba cada día más en la necesidad de accidentalizar la cultura de Hispanoamérica. ¿No era él mismo un producto de Europa? Algunas bibliotecas de Roma, París y Berlín saben de sus inquietudes. "La Escena Contemporánea" es el libro de un europeo, de un ciudadano que vive en carne y hueso los problemas de Europa.

Prisma de claras virtudes, Mariátegui ofrecía en relieve su devoción por el compañerismo. Todos se hundían en él para echar brotes cordiales, porque su mano estaba abierta y diligente para todos. El dolor de su cuerpo lo hizo fuente de ternura, en oposición a las mezquinas almas que quieren vengarse del Destino sacudiendo sus acíbares sobre él prójimo. Tenía fe en su pueblo y en la juventud que le rodeaba. Las persecuciones y la pobreza madurábanle de optimismo. Solo con optimismo podía vencer, ante sus propias pupilas, el espectáculo angustioso de su trunca envoltura física.

Los muchachos del Perú le seguían como a un Mesías. En más de una ocasión oí llamarle Maestro. La pasión podía cegarles un poco, pero a su ejemplo debían casi todos ellos el vaciado de su conducta intelectual. Agitador de ambiente en ruina, sabio divulgador de las ideas de nuestra hora, virtualizábalas asimilándolas al paisaje escueto de que era espectadora su conciencia. Su maestría floreció en la mejor de sus condiciones: la de incorporar en los artistas más puros del país preocupaciones políticas y sociales. De esa unción mágica y evangélica emergió el nuevo estado espiritual de la juventud peruana. Eguren y Xavier Abril, Sabogal y Mercado, Oquendo y otros representantes conspicuos de la más reciente sensibilidad artística, fueron hasta él, y su publicación, animados de desazones ciudadanas. Había conseguido romper sus enclaustraciones abstencionistas, hechas para divagar en la más inútil y primorosa de las técnicas. Les ofrecía, en cambio, el contenido humano y trágico de la vida, a la que él prestaba el oído de todos sus poros en afán. Batalló contra el apartamiento político de los intelectuales, acribillándolos de responsabilidades, y veía en las multitudes el contraste seguro que da calidad y permanencia a las especulaciones del pensamiento múltiple.

Confortaba escuchar en su oído apartamiento limeño, santificado por el palique de los libros y las horas de lucha inacabables. Cuando hablaba de España, lo hacía como nosotros, con la detonante sinceridad de ese hambriento de porvenir que cada español joven lleva en el subconsciente.

Jamás malempleó nuestro idioma, que fue digno y bello en su alfar. Tal mérito, entre tantos, nos obliga a admirarle sin reservas. Y a doblar las rodillas del alma unos minutos.