<< Previo

Indice

Siguiente >>

 

Inti Peredo

Mi campaña junto al Che

(1970)

 

 

Prólogo

Por 
Estado Mayor del Ejército de Liberación Nacional

 

Cuando el 9 de septiembre de 1969, Inti cayó en manos de las fuerzas de represión y luego fue brutalmente asesinado, aún no cumplía 32 años de edad, pero su figura había adquirido dimensiones continentales y, en Bolivia, tenía características de leyenda, la leyenda de la que quedó impregnado como combatiente del ejército guerrillero creado por el Comandante Che Guevara. Su muerte era el resultado de una delación cuyas características han sido perfectamente establecidas, así como identificados los actores que se movieron en la trama de esos hechos. El submundo de la CIA, empero, no logró detener el movimiento revolucionario en Bolivia: en julio pasado estallaba nuevamente la lucha armada contra el imperialismo, y el régimen militar de Ovando –tenuemente velado por un manto de “nacionalismo de izquierda”- desnudaba su carácter entreguista y reaccionario. Poco después se iniciaba una seguidilla de golpes y contragolpes militares que se resumieron en la aparición de una nueva cabeza visible de un aparato estatal definitivamente carcomido.

La epopeya de Ñancahuazú, ha marcado, tan a lo vivo, la iniciación de una nueva etapa en el movimiento revolucionario de Bolivia y de Latinoamérica, que ha provocado la aparición de una vasta literatura que, con su solo existencia, muestra la importancia histórica de esta experiencia. Sus protagonistas, desbrozando el camino de la liberación latinoamericana, necesariamente fueron parcos en el relato de sus vivencias, como lo muestra el “Diario del Che en Bolivia”. Inti, acicateado sin descanso por la necesidad de reorganizar el Ejército de Liberación Nacional y entregado absolutamente a esta tarea que coronó con éxito, aunque al precio de su vida, vio la importancia que tenía la redacción de un documento en el que, no tanto inscribiera los hechos de esa gesta, sino plasmara el espíritu que animó a los hombres que lucharon junto al Che y la visión del ELN sobre el futuro de la revolución latinoamericana. El resultado de ese propósito es este libro.

Escrito en la vida de clandestinidad, interrumpido constantemente por otras tareas que reclamaban su atención con mayor urgencia, motivado tanto por la lucha en Ñancahuazú como por los enfrentamientos de la ardua labor que se impuso en los casi dos años siguientes a la muerte del Comandante Guevara, esta obra tiene, a la vez, carácter de relato, de planteamiento político enmarcado en las necesidades de la lucha inmediata, de proclama dirigida a un pueblo abierto ya a la comprensión de los derroteros revolucionarios y de apreciación –apasionada y vibrante, por supuesto- de las posiciones internacionales que se han ido modelando alrededor de la Revolución Cubana –abanderada de la Revolución Latinoamericana- y en torno al movimiento de liberación de nuestro continente, cuya concreción, en tesis y en la experiencia, es obra del Che.

Pues si bien este manuscrito muestra a Inti en su pensamiento, en su pasión y en su sentimiento, no lo muestra en sus acciones. A través del relato no hay ninguna referencia que nos permita deducir las circunstancias que lo convirtieron en uno de los jefes de la columna guerrillera y, finalmente, en Comandante del ELN, a no ser la claridad de los conceptos que desarrolla a lo largo de este documento y la autoridad que emana naturalmente de aquellos.

Junto a Coco, va desarrollando una personalidad madura que hace decir al Che: “Hay que considerar que despuntan cada vez mas firmemente como cuadros revolucionarios y militares Inti y Coco”, frase que por sí sola avala la convicción del Comandante de que ambos estaban escalando hacia la sima del Hombre Nuevo. Y es necesario señalar que no había detrimento alguno para los otros combatientes, con quienes el Che había combatido durante tantos años, sino que inscribía una apreciación que, necesariamente, era reciente.

Cuando Inti se dispone a iniciar la reorganización del ELN, ya es un dirigente con las mejores características. Partiendo de un reducido grupo de personas, va formando ese ejército que, en poco tiempo, será capaz de plantearse la continuación de la lucha armada en Bolivia. Es cierto que debe enfrentar la deformación que se expande como una epidemia, creando la sensación de que la experiencia de Ñancahuazú sella el fracaso definitivo de la guerra de guerrillas, como método de la Revolución Latinoamericana. Se enfrenta al ataque concentrado de todos aquellos que se titulan izquierdistas, y triunfa: el Ejército de Liberación Nacional, con su paso seguro, va organizándose y su nombre vuelve a catalizar el sentimiento popular.

En julio de 1968, nueve meses después de la tragedia del Yuro, el grito de guerra del ELN resuena en todo el país: VOLVEREMOS A LAS MONTAÑAS. En esa frase se sintetiza el programa de acción “eleno” y presenta el desafío renovado al imperialismo yanqui, al que las acciones de Ñancahuazú hicieron perder todo asomo de recato, desenmascarándolo como el amo colonial que ni siquiera confía en sus capataces cuando enfrenta la insurgencia revolucionaria. El primer documento del ELN reorganizado es un análisis profundo y claro del contexto político nacional y de las condiciones en que debe desarrollarse la lucha en el futuro próximo. El impacto que causa en el círculo donde se mueve l apolítica palaciega, tiene características de espanto; de la tranquila y casi confiada actitud en que se preparaba el escenario de una mascarada electoral, se pasa rápidamente al desbaratamiento de todas las ilusiones imperialistas de “pax romana” en Bolivia. La inmensa maquinaria represiva que maneja la CIA en Bolivia, trata de impedir el rápido avance de la acción revolucionaria y, con sucesivos golpes, logra capturar gran parte de su aprovisionamiento y asesina a combatientes tan esclarecidos como Maya.

Está claro que la organización ha sido infiltrada por el enemigo. Su crecimiento fue una difícil operación en la que, a no dudar, se cometieron errores. Y hasta podríamos decir que fueron errores necesarios, porque la cautela excesiva habría provocado un estancamiento dañino, pernicioso. En esta febril actividad que supone la organización de una aparato ilegal, en el mismo terreno del enemigo, que sabe a ciencia cierta de estos preparativos, no podía esperarse que las fuerzas represivas se mantuvieran indolentes. Por otra parte, la debilidad ideológica y moral que se desliza a través de la mas pequeña fisura, es otro de los riesgos evidentes que enfrentan los revolucionarios; evidente, porque es consecuencia del largo proceso de degradación a que el imperialismo somete a los pueblos, para esclavizarlos. Esa degradación es uno de los tentáculos mas pringosos que el imperio utiliza.

Pese a todo, la decisión del núcleo dirigente comandado por Inti, es inquebrantable. En los primeros días de septiembre de 1969, una nueva proclama remece al país: el ELN anuncia la reiniciación de las operaciones guerrilleras. Pero la traición ha dado mayores resultados que los previstos y ya sufridos: en una operación cuidadosamente coordinada, con un despliegue espectacular de hombres y armas, Inti mismo es cercado y, en una prolongada refriega, es herido y capturado. Los autores de la delación de Inti, un día tendrán que comparecer ante la justicia popular.

Septiembre de 1969 marca, pues, una nueva etapa de duros reveses. Poco después, el endeble “presidente constitucional” es sustituido; pero el militarismo se siente acorralado por una acción revolucionaria y tiene que intentar un nuevo “pax de deux”: el nacionalismo de izquierda, que tiene su punto culminante en la nacionalización de la Bolivian Gula Oil Co. Aunque el poder militar dicta otras medidas secundarias, sin valor real, en busca de un apoyo popular que nunca consigue, tiene que contentarse con los medrosos y vergonzantes halagos de las direcciones políticas que han perdido influencia en el pueblo, que ya ve claramente el camino de la revolución. Así, cuando se realizan las reuniones nacionales, primero de los mineros, y luego de toda la clase obrera, se proclama masivamente la decisión popular de la lucha por los objetivos revolucionarios. El hombre de las minas reclama su participación en la lucha armada por la instauración, en Bolivia, del socialismo; en estos mismos conceptos se ratifica la voluntad de todo el proletariado. Ha sido dura, larga y sacrificada la labor cumplida por el ELN pero los resultados ya se muestran nítidamente, cuando las organizaciones obreras toman en sus manos las banderas revolucionarias y abandonan definitivamente la demagogia del populismo y la izquierda tradicional.

Pero junto a ese desarrollo vibrante de la conciencia nacional, el ELN tiene que afrontar una dificilísima situación: la falta de un líder reconocido por el pueblo y la acción combinada de toda esa capa pseudorevolucionaria que trata de impedir el desarrollo de la lucha armada nacional y propicia el apoyo al poder militar. No es un momento de confusión el que sigue a la muerte de Inti, sino un largo período de lucha metódica, de esclarecimiento político en lo externo y de cuidadosa reestructuración interna. Así, el desconcierto que creó la mascarada del “nacionalismo de izquierda” –sometida a la dura prueba que le impone el movimiento revolucionario- va desapareciendo rápidamente y, cuando en julio de 1970 se inicia otra vez la lucha armada, ha desaparecido la falsa ilusión creada por el militarismo que, para entonces, se confunde a sí mismo en luchas intestinas. La reiniciación de la lucha en el campo, precipita una situación que se mantenía insoluble desde meses antes; así, el general Ovando es sustituido por el general Torres –pero esto deja tras sí la evidencia de una ruptura interna en el ejército- con el propósito de dar una “mano de pintura” al izquierdismo del gobierno.

El Ejército de Liberación Nacional, desarrollando nuevamente la lucha en las montañas, es el resultado de la incansable labor de Inti en los dos años que mediaron entre la muerte del Comandante Che Guevara y la suya. La derrota parcial que posteriormente se produce, es una consecuencia de errores y fallas que no es el caso analizar, pero que vuelven a capitalizar, para la revolución, a grandes sectores del proletariado, ya desengañados de las prédicas populistas de los militares que hacen turno en el Palacio de Gobierno. La Central Obrera de La Paz y el universitariado nacional declaran públicamente que la única vía para llegar al socialismo es la lucha armada emprendida y continuada, pese a todos los quebrantos, por el ELN.

“Mi campaña con el Che” es la concreción de la voluntad de Inti, firme y clara en el momento en que la escribió –mediados de 1968- por desarrollar cada vez mas el movimiento revolucionario; los resultados que hoy se tienen, no son sino la consecuencia de la acción del ELN. Inti, aquí, no tiene la intención de hacer un relato circunstanciado que, si bien habría tenido interés histórico, era suficiente como aporte al desarrollo de la lucha armada, indiscutible premisa para la consecución de los objetivos populares. Por el contrario, tiene las características de un manifiesto, de una proclama en la que se destaca nítidamente, con trazos de admiración y cariño, la figura del Che; en la que además se esboza el fondo grandioso de la Revolución Cubana, que hizo tanto por el Che, como él hizo por aquella Revolución.

Aunque éste es el único escrito que Inti dejó para ser editado, no puede presentarse sin la ligazón natural que tiene con el desarrollo de la lucha revolucionaria en Bolivia. Su palabra, a través de los manifiestos que conocen Bolivia y el mundo, es clara en ese sentido y lo es también en este escrito. Con sus ideas, el ELN hará una realidad permanente la consigna de la revolución boliviana:

¡LA GUERRA CONTINÚA!

¡VICTORIA O MUERTE!