O. Piatnitsky

MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUE
(1896-1917)

 

 

IX.

La preparación y la convocatoria de la conferencia panrusa del partido

(final de 1911 y principios de 1912)

 

El 9 de junio de 1911 fué convocada una reunión de los antiliquidadores (bolcheviques y partido socialdemócrata polaco y lituano), miembros del Comité Central del partido obrero socialdemócrata de Rusia, que comprobó la imposibilidad de reconstruir los organismos centrales del partido elegidos en el Congreso de Londres, teniendo en cuenta que todos los miembros de la oficina del Comité Central en Rusia estaban detenidos, y que los mencheviques y los liquidadores habían obtenido la mayoría de la oficina del Comité Central en el extranjero (en esta época, el Comité Central del partido socialdemócrata letón se había pasado a los liquidadores). Se decidió en esta reunión constituir una Comisión de organización para preparar la convocatoria de la Conferencia del partido, y una Comisión exterior para ocuparse de cuestiones técnicas, compuesta de tres camaradas: un bolchevique (el camarada Kautski, me parece), un bolchevique partiitsi (Leva) y un representante del partido socialdemócrata polaco y lituano (Ledre). En junio o julio llegaron a mi casa, en Leipzig, Simón Schwartz y Zakhar (Breslav). Me enteré por ellos que se dirigían a Rusia con objeto de la preparación de la Conferencia del partido. Les di las indicaciones necesarias para que los delegados a la Conferencia pudiesen atravesar la frontera para dirigirse al extranjero, y yo los pasé a Rusia.

Para organizar la Conferencia se llamó también a los antiguos alumnos de la escuela del partido que, habiendo terminado sus cursos poco tiempo antes, estaban repartidos por Rusia, El camarada Sergo (Orjonikidzé) regresó también. Con el mismo objeto se constituyó en Rusia una Comisión de organización, Comisión que se encargó de convocar la Conferencia y que fué calurosamente acogida. Todas las organizaciones de Rusia y del Cáucaso se agruparon instantáneamente alrededor de ella. Pero mientras en Rusia la Comisión de organización trabajaba con éxito en la preparación de la Conferencia, en el extranjero, los antiliquidadores del partido socialdemócrata polaco y lituano, y los bolcheviques partiitsi suscitaban dificultades. Resultaron rozamientos entre la mayoría de la Comisión técnica exterior y los representantes de la Comisión de organización interior.

El representante del partido socialdemócrata polaco y lituano dejó la redacción del órgano central (después de la conferencia de los miembros del Comité Central antiliquidadores del 5 de junio de 1911, los liquidadores Martov y Dan fueron eliminados de la Redacción de El Socialdemócrata). Cuando el camarada Leva, miembro de la Comisión técnica, se dió cuenta que El Socialdemócrata aparecía sin la colaboración del delegado del partido socialdemócrata polaco y lituano, me apremió en términos categóricos para que cesase de enviar el órgano central a Rusia y expedir el Boletín de Información que empezaba a publicar la Comisión técnica exterior (en total, aparecieron dos números).

Excuso decir que me negué a obedecerle y escribí con este objeto una carta a la Redacción de El Socialdemócrata, que la insertó.

En otoño de 1911, Leva, de paso por Leipzig, vino a verme. Venía de París y de Berlín, donde, probablemente, había conferenciado con los camaradas que guardaban los fondos de los bolcheviques para que cesasen de dar el dinero necesario para la impresión de El Socialdemócrata y para el transporte. Cuando se convenció de que yo no suspendería la expedición de El Socialdemócrata, me dijo que la Comisión técnica me retiraba los fondos que me adjudicaba para la organización del transporte.

A principios de noviembre recibí de Lenin una carta urgente, en la cual me indicaba saliera inmediatamente para Praga y hacer todos los preparativos necesarios para que la Conferencia del partido pudiese reunirse. A esta misma carta había agregado algunas palabras que Lenin dirigía al socialdemócrata checo Némets. Salí inmediatamente. Nérnets me presentó a dos socialdemócratas checos -el gerente de la Casa del Pueblo y su adjunto-; reunidos, hicimos los preparativos que necesitaba la Conferencia. Me entendí con los checos respecto a las permanencias, en dónde debían presentarse los camaradas que iban a llegar de París y Leipzig, lo mismo que respecto a las conversaciones telefónicas que tendría con ellos desde Leipzig. Terminados los preparativos, regresé a Leipzig y avisé a Lenin. Por mi parte, tomé mis disposiciones para recibir en Leipzig a los delegados que venían de Rusia.

En muchas ciudades de Rusia, los delegados estaban ya designados y los esperábamos de un día a otro. A mediados de diciembre recibí una carta de Nathan, expedida desde Suwalki, en la cual me informaba que cuatro personas se presentarían en nuestra permanencia secreta con nuestra consigna, y que habían atravesado la frontera. Esperé un día, dos días, y no aparecían. Iba varias veces al día a la permanencia donde aquéllos debían presentarse . Finalmente, su retraso empezó a inquietarme seriamente. Pregunté la hora de llegada del tren de Berlín, y decidí ir a la estación, con la esperanza de que los camaradas extraviados quizás hiciesen su aparición. Al llegar a la estación vi salir cuatro hombres. Reconocí en seguida, por su aspecto, que eran rusos; marchaban juntos, calzados con polainas, cuando nadie las usaba en Leipzig, con gruesos gabanes y casquetes de piel. Entre ellos, tres eran de talla pequeña; el cuarto (Zaloutski) era un gran mocetón. Pensé que eran seguramente los camaradas que esperaba. Pero antes de acercarme los examiné de pies a cabeza. Se apercibieron. Finalmente, me aproximé a ellos y les pregunté cuál era la calle que ellos buscaban. Me respondieron que no me importaba. Viendo esto, les pregunté si ellos no buscaban la Tseitserstrass (la calle de la permanencia donde ellos debían presentarse); uno de ellos me respondió que no. Decidí, de todas maneras, no dejarlos y seguirles los pasos. Una discusión empezó entre ambos. Uno de ellos decía que yo era un policía; los otros pretendían que yo había venido a su encuentro. Finalmente, Pablo Dogadov, me parece, se aproximó a mí y entabló conversación. Vimos en seguida que nos buscábamos mutuamente y fuimos juntos al domicilio de Zagorski, en el cual había preparada una habitación para ellos. Estos cuatro camaradas eran delegados a la Conferencia. Dos eran obreros de Petersburgo: Spepan Onououfriev y Zaloutfkí, uno era de Kazan, Pablo Dogadov, y uno de Nicolaviev, Serepriakov. Claro está que yo informé inmediatamente a Lenin de su llegada. En respuesta, recibí de él una carta, en la cual me decía que muy probablemente el delegado de Moscú se habría hecho prender, y que con la ausencia de un delegado de Moscú era difícil abrir la Conferencia. También Lenin me pedía enviara con urgencia a alguien allí abajo para tratar que se designase un nuevo delegado. Al recibir esta carta decidí enviar a Moscú al camarada Lázaro Zelikson, que trabajaba entonces en Leipzig en calidad de pulidor de madera. Lázaro aceptó, y el 1º de enero de 1912 salió de Leipzig.

Algunos días después de su salida, Nathan me informó que había hecho pasar la frontera a dos personas que se habían presentado en nuestra permanencia, y que habían salido directamente para París (Nathan me tenía regularmente al corriente de los pasajes, puesto que era yo quien los pagaba y no los camaradas; esto lo hacía para evitar que nuestros camaradas fuesen robados por los contrabandistas). Al mismo tiempo, Nathan me informaba que un gendarme estaba encargado de vigilar las habitaciones amuebladas a donde iban las personas que deseaban pasar la frontera. Se trataba justamente de nuestra permanencia. Nathan me dió una nueva dirección y una nueva consigna, y agregó que si alguien se presentaba en la antigua dirección no había por qué temer, ya que el gendarme no detendría a nadie. Efectivamente, nadie fué detenido. Me enteré que el delegado de Moscú extraviado, Felipe Golochtchekine, y el esbirro Matvei, se habían dirigido a París. Este último, sin duda, había dado a conocer la dirección de nuestra permanencia en la frontera. Me enteré, por una carta que me escribió Nadejda Konstinovna, que el delegado de Moscú “perdido” había sido seguido y que le había costado mucho trabajo llegar hasta Dvinsk, donde habitaba su hermana. En casa de ella se había encontrado con Matvei, que también se dirigía a la Conferencia con la autorización de Simón Schwartz, desde ese momento encarcelado, entregado muy probablemente por el mismo Matvei. Cuando me enteré por Nathan que nuestra permanencia era “quemada” y que Matvei había pasado la frontera para dirigirse a la Conferencia, me apresuré a enviar el telegrama de que ya hablé más arriba, en el cual pedía que se eliminase a Matvei.

Lázaro me informó que había podido reunir a los camaradas que militaban en las organizaciones obreras legales de Moscú, y que éstos habían designado un delegado a la Conferencia; pero que después de las últimas pretensiones no había llegado a tocar la organización clandestina. Lázaro dió al delegado las direcciones y la consigna, después de lo cual fué detenido, probablemente con el concurso del mismo delegado, que no era otro sino el agitador Malinovskí.

Malinovski hizo conocer su llegada al extranjero por un telegrama que expidió desde Alemania a la dirección de nuestra permanencia secreta. En este telegrama pedía que no se empezase la Conferencia antes de él fuese.

Después de la llegada de los cuatro primeros delegados, llegó a Leipzig M. Gourvitch (llamado también Matvei), delegado por las organizaciones del partido de Vilna y de Dvinsk. La Conferencia había ya empezado, y yo ya estaba en Praga cuando se me informé de Leipzig que un delegado de las organizaciones ilegales de Touía, Alia (Jorge Romanov, un provocador), acababa de llegar. Romanov, que no tenía la dirección de mi permanencia, se había dirigido a casa de Boujkharin, que se encontraba entonces en Alemania, en Hannover. Muy probablemente, Boujkharin había escrito a París, de donde le habían comunicado mi dirección de Leipzig. La Comisión de organización decidid admitir a Romanov. Además de Felipe, se dirigieron directamente a la Conferencia: Valentín (Borovski), delegado de Saratov; Saya (Zevin), delegado de Ekaterinoslav, partidario de Plejánov; Víctor (Scheartzman), delegado de la organización menchevique de Kíev, Sergo (Orijkitze), delegado de Tiflis, y Souren (Spandarian, llamado Timofei), delegado de Bakú. Estos dos últimos formaban parte de la organización de la Comisión.

Cuando llegué a Praga, la Conferencia había ya comenzado, y la discusión giraba sobre el dictamen de la Comisión de organización. Esta proponía a los delegados constituirse en Conferencia panrusa, con el derecho de elegir las instituciones centrales del partido; la Comisión había tomado todas las medidas necesarias para que estuviesen representadas en la Conferencia todas las tendencias y organizaciones del partido realmente existentes (la Comisión había invitado a Plejánov, a Gorki, al grupo de Vperiod, al partido socialdemócrata polaco y lituano y a las otras tendencias antiliquidadoras). Contra la constitución de la Conferencia en Conferencia panrusa, el delegado de Ekaterinoslav (Zevin) se opuso con vehemencia. Malinovski declaró que en lo que a él concernía votaría en contra, habiendo recibido mandato imperativo de sus electores de Moscú (lo que no le impidió votar al día siguiente por la proposición de la organización). Que yo me acuerde, Sawa se abstuvo en el momento de votar.

Además de los camaradas que he mencionado ya, asistían a la Conferencia: Lenin y Zinóviev, como redactores del órgano central (Zinóviev tenía además un mandato de la organización de Moscú); Nadejda Kroupskaia, Kámenev (éste llegó cuando la Conferencia había comenzado) y el camarada Alexandrov (Semachko); estos últimos, delegados por el Comité de organizaciones de apoyo bolchevique en el extranjero.

La Conferencia se celebró en la Casa del Pueblo de los socialdemócratas checos (después de la escisión de 1920, los socialdemócratas checos, con el concurso de la Policía, se apoderaron de la Casa del Pueblo, aunque la aplastante mayoría del partido se había adherido a la Internacional Comunista). Los delegados tomaron igualmente sus comidas en el restaurante de la Casa del Pueblo, y se alojaron en casa de los obreros checos, miembros del partido socialdemócrata.

La Conferencia se prolongó dos semanas. No recuerdo exactamente el orden del día. Me acuerdo que se discutió la cuestión de los liquidadores, que la Conferencia excluyó del partido; la cuestión del momento actual y de las elecciones de la cuarta Duma; la cuestión de la fracción parlamentaria (la Conferencia comprobó que la acción de ésta había mejorado); la cuestión de organización; la campaña de seguros sociales (en su resolución sobre esta cuestión, la Conferencia examinó con detalle la ley votada por la tercera Duma sobre las cajas de enfermedad, etc., y formuló las reivindicaciones de la socialdemocracia revolucionaria para el seguro de los obreros, reivindicaciones que el Poder soviético realizó efectivamente); la cuestión de la Prensa socialdemócrata ilegal; las formas de las organizaciones de apoyo en el extranjero; la cuestión del hambre; la política de bandolerismo del zarismo en Persia y en China; la cuestión del órgano central y de las elecciones en las instituciones centrales del partido. La Conferencia escuchó con atención los dictámenes de los delegados de provincias, que subrayaron la necesidad de reforzar el trabajo para constituir células ilegales y unirlas con los socialdemócratas revolucionarios de las organizaciones obreras legales, agrupando aquéllas por profesiones.

Los dictámenes de los delegados de provincias y del representante de la Comisión de organización en Rusia para la convocatoria de la Conferencia, dieron un cuadro preciso de los esfuerzos hechos por las pocas numerosas organizaciones locales bolcheviques para guardar el contacto con los obreros de las fábricas. Entre estos últimos, la Okhrana trataba de hacer penetrar sus enviados disfrazados de bolcheviques duros, que entregaron a los mejores camaradas de las organizaciones desde que éstas empezaron a funcionar bien. Los camaradas que quedaron en libertad tuvieron que volver a empezar de nuevo.

Los bolcheviques de la vieja guardia leninista, revolucionarios profesionales, escapados de cárceles y de la deportación, regresaron a Rusia para venir en su ayuda. El trabajo fué entusiasta, y las detenciones se repitieron. Esto se hizo bastantes veces y en muchas ciudades.

De todos modos, la Okhrana jamás pudo destruir completamente las organizaciones bolcheviques locales, en que los obreros del país tenían una gran confianza, como lo mostraron más adelante los años 1913 y 1914.

Los obreros no se fueron a los mencheviques y liquidadores, aunque la Policía raramente había hecho uso de la violencia sobre este aspecto.

Muchos de los delegados a la Conferencia por las organizaciones regionales (Ural, Siberia, etc.), no pudieron dirigirse, y ellos mismos y las organizaciones que los habían designado fueron detenidos.

La Conferencia se celebró en una época en que los síntomas de una recrudescencia del movimiento obrero eran ya evidentes. Me acuerdo del vivo eco que encontró en la Conferencia la noticia, aparecida en los periódicos alemanes de Praga, que habían tenido lugar en Riga colisiones entre la Policía y los obreros. Los periódicos anunciaban que en una fábrica donde trabajaban mujeres, había cesado el trabajo; la Dirección no había querido abrir las puertas; de modo que las obreras huelguistas se habían tenido que quedar dentro de la fábrica. Cuando los obreros de las fábricas vecinas se enteraron, se dirigieron ante la fábrica en huelga, forzaron las puertas y pusieron en libertad a las obreras. Intervino la Policía, y los obreros se defendieron.

Por la mañana, antes de que se abriese la sesión de la Conferencia, enseñé el periódico a Lenin. Cuando la sesión se abrió, éste comunicó la noticia a los delegados, y agregó que los síntomas denotaban que los tiempos de negra reacción se mantenían vivos.

He de hacer notar dos hechos, sin gran importancia, que me han quedado presentes en la memoria. Cuando la cuestión del órgano central se puso a discusión, me dirigía vivamente al Comité de redacción y le reproché el olvidar que El Socialdemócrata existía, no solamente para los camaradas residentes en el extranjero, que están al corriente de todo lo que acontece en el partido, sino para los camaradas de Rusia. Como prueba, di lectura de algunos extractos del órgano central conteniendo violentos ataques personales contra el representante del partido socialdemócrata lituano en el Comité de redacción. Pregunté quién había introducido estas costumbres en el órgano central (el artículo que yo citaba no estaba firmado); el camarada Felipe presidía la sesión. Cuando terminé la lectura de mis citas, el presidente me llamó al orden por intervenir contra el espíritu de camaradería que yo acababa de invocar, sin darse cuenta de que las palabras que yo había pronunciado no eran las mías, sino las del órgano central. En este momento, Lenin se declaró autor del artículo. Los conferenciantes se morían de risa, mientras que el presidente quedaba confuso.

Propuso transformar el órgano central en revista teórica mensual, a la manera de la Neue Zeit (“Tiempos Nuevos”), órgano teórico del partido socialdemócrata alemán, ya que para el gran público había en el extranjero El Periódico Obrero Popular, y en Rusia, La Zaviezda (“La Estrella”). Mi proposición fué desechada; pero, no obstante, la Conferencia votó el que el órgano central insertase con preferencia los artículos de propaganda.

La elección del Comité Central debía hacerse por escrutinio secreto; pero todos los delegados en la Conferencia conocían los candidatos designados. Cuando entre los candidatos apareció el nombre de Malinovski, me incliné contra esta candidatura (creo que en la Conferencia tomé la palabra contra Malinovski).

Lenin la sostenía. Cuando antes del escrutinio la sesión fué suspendida, Lenin se aproximó a mí y me preguntó por qué estaba yo contra esta candidatura.

Le respondí que Malinovski estaba muy alejado del trabajo del partido, que la organización ilegal de Moscú no le había designado, que había venido a la Conferencia por casualidad y que, a fin de cuentas, se le conocía poco. Además, indiqué a Lenin que en 1903 se había engañado haciendo entrar en el Comité Central como bolchevique duro a Kniaguin, que en 1904 se volvió un conciliador furibundo. Lenin no fué de mi opinión. Tenía a Malinovski por un militante activo y capacitado. Excuso decir que en aquel momento nadie creía que éste sería con el tiempo un provocador.

Después de la Conferencia, Lenin, Serbo, Timotcei, Felipe, Víctor y Malinovski (elegidos todos, lo mismo que Zinóviev, para el Comité Central) se dirigieron a Leipzig, adonde yo regresé después que hice salir de Praga a todos los delegados.

Después de mi regreso a Leipzig se recibió la noticia que Poletaiev y Chourkanov, miembros de la tercera Duma, habían llegado a Berlín. La fracción parlamentaria socialdemócrata había sido invitada a la Conferencia; pero sus delegados no habían llegado a tiempo. No habían dado su dirección; pero se les podía escribir a la lista de Correos. Cuando Lenin se enteró de la llegada de los dos diputados, me rogó que los invitara a Leipzig. Como no me parecía posible comunicarles, en una carta dirigida a la lista de Correos, la dirección de nuestra permanencia en Leipzig, envié a Berlín a Zagorski, que encontró a los delegados y los trajo al día siguiente por la tarde a Leipzig. Después de su llegada, empezaron las complicaciones. Lenin no quería que Chourskanov (era entonces menchevique partiitsis) supiese que Malinovski había entrado en el Comité Central. Fué necesario celebrar las sesiones del Comité Central una veces con Poletaiev, sin Chourskanov, y otras con éstos sin Malinovski. Chourskanov seguramente no sabría que el Comité Central se reunía sin él. Las sesiones tenían lugar en la imprenta de Leipziget Volkszeitung, en el despacho del director, el camarada Seifert.

La primera noche que me encontré en el café con los diputados Poletaiev y Chourskanov, me di cuenta que estábamos vigilados. Me inquieté seriamente.

En ese momento se encontraba en Leipzig todo el Comité Central ruso y la mayor parte de los delegados de la Conferencia, que esperaban su salida para Rusia. Antes de mi regreso a Praga, yo no estaba vigilado. La vigilancia había sido provocada, por consiguiente, por la Conferencia. Pero, además de los que habían asistido y de tres camaradas solamente, que de una manera o de otra habían venido a ayudarme, nadie estaba al corriente de mi existencia. Al día siguiente me dirigí a casa de Malinovski y de Timocei, que vivían en casa de un socialdemócrata de los alrededores de Leipzig, en un pequeño hotel. Tan pronto descendí del tranvía, me di cuenta que el hotel estaba vigilado. Cuando salimos los tres (debíamos ir a una reunión del Comité Central, a la cual asistirían los dos diputados de la Duma), un policía nos siguió. Tuvimos que dar muchas vueltas antes de poder desembarazamos de él. A medida que caminábamos, Malinovski no cesaba de expresar el placer de que Leipzig le recordase Rusia, ya que era necesario deshacerse de un policía, lo mismo que en Rusia. No obstante esta vigilancia, yo estaba convencido que la Okhrana ignoraba dónde se había celebrado la Conferencia y quiénes habían asistido. Nadie se figuraba que dos provocadores se habían filtrado.

Las reuniones de los representantes del Comité Central con los diputados de la Duma se terminaron sin incidente. Después de lo cual, los diputados de la Duma, Timocei y yo, según la decisión del Comité Central, salimos para Berlín, en donde debíamos dirigirnos a casa del que guardaba los fondos bolcheviques, Kautski. Nuestra delegación tenía el encargo de informar a éste de que se había celebrado una Conferencia panrusa del partido, que en ella habían elegido Comité Central, al cual había transmitido todo el haber del partido, comprendido los fondos que los bolcheviques habían dejado en depósito a los “depositarios”, conforme a la decisión de la sesión del Comité Central de 1910. Lenin se dirigía también a Berlín para conocer el resultado de la gestión con Kautski. La misma tarde, la delegación fué a ver a Kautski. La discusión fué bastante larga, pero no dió resultado. Kautski quiso conocer la actitud que tendrían respecto a la Conferencia de enero los otros concurrentes del partido obrero socialdemócrata de Rusia antes de responder a la petición del Comité Central. Por la noche nos encontramos con Lenin en un restaurante, y le comunicamos nuestra entrevista con Kautski, después de lo cual tomó el tren para París.

Los diputados de la Duma quedaron en Berlín. Timocei y yo regresamos a Leipzig. Todos los delegados de la Conferencia consiguieron entrar rápidamente en Rusia sin dificultad. Me lo comunicaron; pero el más puntual fué el provocador Alia Romanov; desde la frontera me envió una carta anunciando que había llegado bien. La Conferencia de enero tuvo un gran alcance. Reconstruyó las instituciones centrales del partido, que subsistieron hasta la Conferencia de abril de 1917. El Comité Central y el Comité de redacción del órgano central, elegido en la Conferencia de enero, se pusieron en contacto con todas las organizaciones de Rusia, crearon su periódico diario en Petersburgo (La Pravda) y dirigieron la actividad de seis diputados de la cuarta Duma. Hasta 1914, el Comité Central y el Comité de redacción del órgano central, elegidos en la Conferencia de enero de 1912, asumieron de hecho la dirección (en el terreno ideológico como en el terreno de organización) del movimiento obrero de Rusia.

En el verano de 1912, Lenin y el Comité de redacción del órgano central se trasladaron de París a Cracovia para estar mejor y seguir los acontecimientos de Rusia y obrar en seguida. Camino de Cracovia, Lenin, Nadejda Constantinovna y su madre, pasaron algunos días en Leipzig, durante los cuales se trató entre nosotros largamente de la socialdemocracia alemana. Yo la defendía con todas mis fuerzas, mientras que Lenin era ya muy escéptico. Después de 1917, Lenin se burlaba con frecuencia de las maniobras de “mis amigos”, los socialdemócratas alemanes.