¡IGUALDAD!

Carta del 31 de octubre de 1920 a los consejos militares
revolucionarios de los frentes y los ejércitos y a todos los
militantes responsables del Ejército Rojo y de la Flota Roja

El régimen comunista significa condiciones de existencia iguales, o por lo menos semejantes, para todos los miembros de la sociedad, con independencia de su trabajo o de su capacidad. Llegaremos a ello así que nuestra sociedad sea más rica y al mismo tiempo haga desaparecer las reminiscencias más injustas y groseras del antiguo régimen. Actualmente vivimos en una época de transición. Los viejos hábitos y las viejas costumbres tienen aún gran influencia sobre la gente. Además es insuficiente la producción de bienes materiales elementales. En la distribución tanto de nuestros medios como de nuestras fuerzas estamos obligados a tener en cuenta el sistema de competición, es decir, asegurar en primer lugar en trabajadores y medios materiales los sectores más importantes de la actividad nacional. De allí deriva la situación claramente privilegiada de la organización militar en la Rusia soviética. La consigna "Todo para el frente" significaba y continúa significando el debilitamiento de las instituciones locales de los soviets, del partido y de los sindicatos, la aminoración del trabajo educativo, el racionamiento de la alimentación de los obreros y obreras, con el objeto de asegurar a las fuerzas armadas de la República Soviética todo cuanto le es indispensable. La situación así creada es tal, que para un obrero estar sometido al régimen del soldado rojo se convierte casi en un ideal, irrealizable para la mayoría.
La clase obrera y la parte revolucionaria del campesinado comprenden la importancia del Ejército Rojo y la necesidad primordial de su abastecimiento. Si esta comprensión no existiera, el Ejército Rojo ya no existiría. Cada vez nos convencemos más de la legitimidad de la decisión de asegurar al Ejército Rojo todo cuanto necesita, ya se trate de la formación de escuadrones de voluntarios como de la recolección de ropa de abrigo, etc.
Ahora bien, las masas trabajadoras, que viven con raciones de hambre, no pueden verificar las necesidades indiscutibles del ejército, como tampoco pueden controlar la real llegada a destino de todo lo que se recolecta para el ejército. Y como en este terreno las cosas no andan evidentemente a pedir de boca, las masas trabajadoras expresan un natural descontento contra los desórdenes, las injusticias y el despilfarro de ciertos órganos del departamento militar.
A ello se añade además el hecho de que en el seno mismo de la organización militar hay desigualdades, que en ciertos casos son absolutamente justificables y necesarias, pero que en otros no parecen indispensables y superan, por remate, toda medida, lo cual significa que son redondamente criminales.
Cada soldado se hace perfectamente a la idea de que el comandante de su unidad goce de ciertos privilegios en cuanto al alojamiento, a los medios de trasporte y hasta a la ropa. Todo soldado honesto y razonable sabe que el comandante debe tener la posibilidad de reflexionar en la situación, de impartir instrucciones, etc., en condiciones que permitan más o menos la realización de tal trabajo. Un resfrío o cualquier otra enfermedad del comandante tienen repercusiones sobre toda la unidad mucho más graves que la enfermedad de un soldado, así se trate del más valeroso. Ni que decir tiene que sería deseable asegurarle, todo lo necesario a cada uno de los soldados del Ejército Rojo. Sin embargo, esto no es posible por ahora, sobre todo en un país extenuado como el nuestro. Y siendo las cosas como son, la aplastante mayoría de los soldados rojos reconocen sin vacilar la necesidad para los cuadros de comando y los comisarios de disfrutar de ciertas ventajas materiales, que preservan los intereses del conjunto de las actividades militares.
No obstante, tales ventajas solo deben derivar de las exigencias militares. Evidentemente sería muy bueno poder trasportar a todos los tiradores en auto, pero por desgracia no tenemos suficientes vehículos. Es natural, luego, poner a disposición únicamente de los comandantes y los miembros de los consejos militares revolucionarios de los ejércitos los coches que éstos necesiten, y en ciertos casos, también, a la de los jefes y comisarios de división que deban recorrer todas las unidades diseminadas en grandes espacios. Resulta igualmente comprensible que haya un caballo a disposición del comandante del batallón. El soldado rojo nunca discutirá esas ventajas; si las discute, siempre se le puede dar explicaciones y, en la mayoría de los casos, convencerlo.
Cada soldado comprenderá que el primer par de botas y el primer capote corresponden al comandante: si un soldado descalzo y mal vestido puede en rigor permanecer en la isba, el comandante, en cambio, debe estar siempre listo para el combate.
Pero cuando el auto sirve para alegres paseos a la vista de los soldados rendidos de cansancio, o cuando los comandantes se visten con una elegancia provocadora ante sus soldados medio desnudos, es imposible evitar que éstos murmuren y se indignen.
En ciertos casos, repetimos, el privilegio es esencialmente necesario; es un mal que por el momento no se puede eliminar. Sin embargo, un exceso manifiesto de privilegios ya no es un mal, sino un crimen. Y en general la masa de los soldados sabe muy bien dónde terminan las ventajas indispensables, dictadas por las circunstancias, y dónde comienza el abuso de privilegios.
La utilización de ventajas conquistadas en violación de las reglas, de los decretos y las órdenes presenta un carácter particularmente desmoralizador y corrosivo. Se trata, con absoluta evidencia y en muy primer lugar, de las veladas de juerga con la participación de mujeres, etc.
Semejantes manifestaciones no son del todo excepcionales. Prácticamente todo soldado las conoce. A menudo se habla en las unidades, con un frecuente aumento de detalles, de las comilonas y las francachelas que se efectúan en "los estados mayores". Cuando ocurre algún revés, la masa de los soldados se ve inducida, con razón o sin ella, a buscar las causas del descalabro en el modo de vida demasiado alegre de los cuadros de comando. Hay que añadir que en período de repliegue los soldados extenuados y a menudo casi descalzos observan a no pocas mujeres en los peldaños de los estados mayores, de la intendencia. etc.
También el problema de los permisos desempeña un papel nada desdeñable. El Consejo Militar Revolucionario de la República ha discutido este asunto en reiteradas oportunidades y con toda la atención debida, e invariablemente ha desembocado en la imposibilidad absoluta de introducir un sistema de permisos para los soldados. Claro está que tales instrucciones son válidas tanto para los soldados rasos como para los cuadros de comando y los comisarios. Sin embargo -y para nadie es esto un secreto, para los soldados menos que para nadie- los cuadros de comando y los comisarios suelen otorgar permisos en forma de misión. Por ejemplo, la mujer del adjunto del jefe de depósito de la división de artillería va a ver a su marido (lo que de por sí es ilegal), y luego el adjunto en cuestión recibe una orden de misión de una semana para ir a acompañar a su mujer. Y por lo demás hay soldados del equipo de protección de -ese mismo depósito que no han vuelto a ver a su familia en los tres últimos años.
Semejantes hechos son absolutamente intolerables en el Ejército Rojo, que solo puede desarrollarse sobre la base de una creciente solidaridad interna de todos sus miembros.
El Ejército Rojo se construyó gracias a los esfuerzos gigantescos de miles y miles de militantes conscientes y abnegados. Comenzó con cuerpos de guerrilleros y regimientos rápidamente organizados, interiormente inestables y mal soldados, para tras formarse luego en una poderosa organización que ya tiene sus tradiciones. Los soldados bajo bandera al cabo de uno o dos años aprenden por sí solos y enseñan a sus camaradas más jóvenes cómo encontrarse en los buenos y los malos aspectos de la organización militar, en las ventajas legales o ilegales de los cuadros de comando, etc. El mejor soldado del Ejército Rojo no es el sumiso que jamás protesta. Al contrario, el mejor soldado suele ser el más despabilado, el más observador, el más crítico. Por su valentía y su espíritu de inventiva adquiere naturalmente cierta autoridad dentro de la masa de los soldados; no obstante por sus observaciones críticas, basadas en hechos que todos conocen, suele debilitar la autoridad de los comandantes y de los comisarios a los ojos de los soldados. Importa añadir a ello que los elementos contrarrevolucionarios y los agentes del enemigo se valen hábil y conscientemente de las circunstancias apuntadas para crear motivos de descontento y agudizar el antagonismo entre la masa de los soldados y los cuadros de comando.
No hay duda alguna de que el núcleo mismo de nuestro ejército es íntegramente sano. Pero hasta el organismo más sano debe, también protegerse; si no, fenómenos nocivos pueden causarle daño. La última conferencia de nuestro partido incluyó en su orden del día el problema de las relaciones entre las "cumbres" y la "base", así como el de la necesidad de su acercamiento basado en la camaradería. He aquí un objetivo que debe ser llevado en primer lugar a conocimiento de la totalidad de los elementos dirigentes del ejército.
Desde luego que resulta imposible comparar el ejército con una organización del partido. Una orden debe seguir siendo una orden, y la disciplina militar debe seguir siendo lo que es. No obstante, el poder formal de una orden será aun más indiscutible si las fuerzas de vanguardia del ejército logran eliminar los hechos anormales, atenuar las desigualdades existentes, vincular de más íntima manera las "cumbres" y la "base", etc.
Dado el gran alcance de los problemas recién mencionados, solicito a los consejos de guerra revolucionarios de los frentes y los ejércitos que consideren la adopción de, medidas con miras a eliminar los fenómenos anormales y dañinos de la vida del Ejército Rojo. Sería deseable que se convocara a este respecto a una reunión de los principales responsables de los ejércitos y las divisiones.
Los principios rectores de reuniones de ese tipo podrían definirse, en mi opinión, de la siguiente manera: 1) Sin pretender eliminar en lo inmediato todas las ventajas que hay en el ejército, esforzarse sistemáticamente por proceder de modo que sean :realmente limitadas al estricto mínimo; 2) Eliminar lo antes posible todos los privilegios que no se desprenden directamente de los imperativos militares y cine atentan infaltablemente contra el sentimiento de igualdad y camaradería de los soldados rojos; 3) Restablecer en todo su rigor órdenes e instrucciones existentes a propósito de los permisos y las órdenes de misión, de la prohibición de que las esposas acudan a las zonas de combate, de, la prohibición de las bebidas alcohólicas, etc.; 4) Los consejos militares revolucionarios deben estar a la cabeza de la lucha contra los atentados cometidos contra las instrucciones y las órdenes mencionadas; 5) Escuchar con atención todo reclamo de los soldados relativo a procederes injustos en el campo del abastecimiento y a propósito de privilegios ilegales y favores concedidos a unos a costillas de los otros; 6) En los casos manifiestos de culpabilidad o de mala voluntad, citar a los culpables ante el tribunal público en presencia de los representantes de las unidades interesadas, y en seguida difundir ampliamente el veredicto convenientemente adecuado a los necesarios comentarios; 7) Controlar con suma atención que los provocadores contrarrevolucionarios no difundan falsos rumores tendientes a atizar el descontento a raíz de privilegios y favores de que supuestamente gozan los cuadros de comando y los comisarios; si en el origen de tales rumores se encuentran culpables malintencionados, desenmascararlos y citarlos ante el tribunal público en presencia de los delegados de las unidades interesadas; 8) Reforzar el control de la actividad de los órganos de suministro, fortificarlos y aumentar por todos los medios la exactitud y la precisión de su trabajo; 9) Reforzar la actividad de educación política.
Os ruego dar a conocer a quien corresponda y lo más rápidamente posible las medidas adoptadas, así como vuestras opiniones a este respecto con miras al informe al Comité Central del Partido y al Consejo Militar Revolucionario de la República.
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