Cajo Brendel

Kronstadt

Escisión proletaria de la revolución rusa

 


Datos de publicación: 1971.
Traducción al castellano: Por Rubén Tala, en base a la traduccion al inglés publicada en www.marxists.org/archive/brendel/1971/kronstadt.htm
Esta edición: Marxists Internet Archive, mayo 2021. 


 

 

I

La interpretación de los hechos históricos está inseparablemente ligada a la posición social de cada intérprete; o, en otras palabras, cada interpretación está marcada y condicionada por la posición del autor frente a las luchas de clases que ocurren en la sociedad. Así también es el caso cuando el hecho histórico en cuestión es la rebelión de Kronstadt de 1921, que hace más de cincuenta años entró en las cronologías históricas (y fue rápidamente eliminada de ellas).[1]

Quienes interpretan la Revolución Rusa de 1917 como un levantamiento socialista y consideran el gobierno bolchevique establecido durante los años de la Guerra Civil como un poder proletario, necesariamente deben tratar lo que tuvo lugar en esa isla-fortaleza en el golfo de Finlandia como un intento contrarrevolucionario de derrocar al nuevo 'Estado obrero'. Aquellos que, en cambio, consideran que la acción de los de Kronstadt fue un acto revolucionario, tarde o temprano llegarán a interpretaciones diametralmente opuestas de los acontecimientos rusos y de la situación real en Rusia.

Todo esto parece evidente por sí mismo. Pero hay más. El bolchevismo no era simplemente una forma de economía o Estado cuya existencia estaba en juego en ese momento -no solo en Kronstadt, sino también en Petrogrado, en Ucrania y en gran parte del sur de Rusia. El bolchevismo también fue una forma de organización que maduró en las luchas revolucionarias rusas y que se adaptó a la situación rusa. Después de la victoria bolchevique en la Revolución de Octubre, esta forma de organización fue y sigue siendo impuesta a los trabajadores de todos los países por representantes de las más variadas posiciones políticas.

El levantamiento de la población de Kronstadt contra los bolcheviques no sólo fue un rechazo a las pretensiones de poder de los bolcheviques, sino también un cuestionamiento de la tradicional concepción bolchevique del Partido y del Partido como tal. Es por eso que las diferencias de opinión sobre los problemas organizativos de la clase obrera incluyen con demasiada frecuencia una discusión sobre Kronstadt, y es por eso que cada discusión sobre Kronstadt, inevitablemente, revela diferencias sobre las tácticas y cuestiones organizativas de la lucha de clases proletaria. Esto significa, por tanto, que la rebelión de Kronstadt sigue siendo, después de más de medio siglo, un tema candente. Por colosal que sea su importancia histórica, su importancia práctica para las generaciones de trabajadores de hoy es aún mayor.

León Trotsky fue uno de los que no entendió este significado. En su ensayo de 1938, Alarma por Kronstadt, se quejaba: "Se podría pensar que la revuelta de Kronstadt no ocurrió hace 17 años sino ayer."[2] Trotsky escribió estas palabras al mismo tiempo que trabajaba día tras día para exponer la falsificación estalinista de la historia y las leyendas estalinistas. Que él, en su crítica del estalinismo, nunca traspasó los límites de las leyendas revolucionarias leninistas, es un hecho que podemos pasar por alto aquí.

 

II

La rebelión de Kronstadt destruyó un mito social: el mito de que en el Estado bolchevique el poder estaba en manos de los trabajadores. Este mito estaba inseparablemente vinculado a toda la ideología bolchevique (y todavía lo está hoy). Como en Kronstadt hubo un comienzo modesto de una verdadera democracia obrera, la rebelión de Kronstadt fue un peligro mortal para los bolcheviques en su posición de poder. El gobierno bolchevique no sólo era amenazado por la fuerza militar de Kronstadt -que en el momento de la rebelión se vio muy afectada por el golfo helado- sino también por el efecto desmitificador de la rebelión. Esta amenaza era incluso más fuerte que los ejércitos invasores de Denikin, Koltchak, Yudenitch o Wrangel.

Por esta razón, los líderes bolcheviques estuvieron, desde su propia perspectiva -o mejor dicho: como consecuencia de su posición social (que naturalmente influyó en su perspectiva)- obligados a destruir la rebelión de Kronstadt sin dudarlo[3]. Mientras que los rebeldes estaban siendo -como Trotsky había amenazado- "fusilados como faisanes", la dirección bolchevique caracterizó a la rebelión en su propia prensa como una contrarrevolución. Desde entonces, esta estafa ha sido promovida con celo y mantenida obstinadamente por trotskistas y estalinistas.

La circunstancia de que Kronstadt se ganara la simpatía de los círculos mencheviques y de la guardia blanca reforzó las versiones trotskista y estalinista[4]. Difícilmente es posible una justificación más lamentable de la leyenda oficial. ¿Acaso Trotsky no expresó correctamente y con desdén, en su Historia de la revolución rusa, sus opiniones sobre las posiciones políticas y los análisis sociales del profesor Miliukov, el reaccionario simpatizante de la rebelión de Kronstadt? ¿Acaso el hecho de que Miliukov y toda la prensa de la guardia blanca simpatizaba con Kronstadt convirtió a esa rebelión en contrarrevolucionaria? ¿Entonces cómo debería evaluarse la Nueva Política Económica, implementada poco después de Kronstadt? ¡El burgués Ustrialov dio abiertamente su bendición a la nueva política! Pero eso no hizo que los bolcheviques denunciaran a la NEP como "contrarrevolucionaria". Este hecho también es sintomático de toda una manera demagógica de fabricar leyendas. Las leyendas son un tema interesante, sobre todo por su función social. Sin embargo, para entenderlas hay que estudiar el curso real de los acontecimientos, del proceso de desarrollo social y del carácter social de la revolución rusa.

 

III

La rebelión de Kronstadt de 1921 fue el dramático punto culminante de una revolución cuyo contenido social debe definirse someramente como burgués.

La Rebelión fue la escisión proletaria de esta revolución burguesa. Así como, en circunstancias casi idénticas, las Jornadas de Mayo de 1937 en Cataluña representaron a la escisión proletaria de la Revolución española, o la conspiración de Babeuf de 1796 fue la tendencia proletaria en la gran Revolución Francesa[5]. Estos tres movimientos terminaron en derrota por las mismas causas. En todos los casos faltaron las condiciones y los requisitos previos para una victoria proletaria. La Rusia zarista participó en la Primera Guerra Mundial como un país subdesarrollado. Por necesidad militar y política había comenzado a industrializarse y con ello dio el primer paso en el camino capitalista; pero el proletariado que surgió en este contexto era demasiado pequeño numéricamente en relación con la enorme masa de campesinos rusos.

Es cierto que el clima político del absolutismo zarista había provocado un aumento extraordinario del espíritu militante de los obreros rusos. Eso les permitió dejar cierta huella en la revolución en desarrollo, pero esa huella no fue lo suficientemente decisiva para influir en su curso. A pesar de la existencia de las obras de Putilov, las instalaciones petroleras en el Cáucaso, las minas de carbón en la región de Donetsk y las fábricas textiles en Moscú, la agricultura era la base económica esencial de la sociedad rusa. Aunque en 1861 se produjo una especie de emancipación del campesinado, los restos de la servidumbre no habían desaparecido en absoluto. Las relaciones de producción eran feudales y la superestructura política se correspondía con ellas: los nobles y el clero eran las clases dominantes que -con la ayuda del ejército, la policía, y la burocracia- ejercieron su poder en el gigantesco imperio de los latifundios. En consecuencia, la Revolución Rusa del siglo XX enfrentó la tarea económica de abolir el feudalismo y todos sus componentes -la servidumbre, por ejemplo. Necesitaba industrializar la agricultura y someterla a las condiciones de la producción mercantil moderna; y tuvo que romper todas las cadenas feudales de la industria existente.

Políticamente, esta revolución tenía la tarea de destruir el absolutismo, abolir los privilegios otorgados a los nobles feudales y desarrollar una forma de gobierno y la maquinaria estatal que pudieran garantizar políticamente la solución de los objetivos económicos de la revolución. Es evidente que estas tareas económicas y políticas correspondían a las que debieron cumplir las revoluciones de los siglos XVII, XVIII y XIX en Occidente[6]. Sin embargo, la Revolución Rusa -similar a la posterior Revolución China- tuvo una característica peculiar. En Europa occidental, sobre todo en Francia, la burguesía fue la portadora del progreso social, la proponente preliminar del levantamiento. En Oriente, y por la razón antes mencionada, la burguesía era débil. Y por eso sus intereses estaban estrechamente relacionados con los del zarismo. Es decir, la revolución burguesa en Rusia debía realizarse sin, y además contra, la burguesía.

 

IV

Lenin reconoció exactamente esta peculiaridad de la Revolución Rusa: "Los marxistas están absolutamente convencidos del carácter burgués de la revolución rusa. ¿Qué significa esto? Esto significa que las transformaciones democráticas en el régimen político y las transformaciones económico-sociales, que se han convertido en una necesidad para Rusia, no sólo no implican de por sí el socavamiento del capitalismo, el socavamiento de la dominación de la burguesía, sino que, por el contrario, desbrozarán por primera vez el terreno como es debido para un desarrollo vasto y rápido, europeo y no asiático, del capitalismo”[7]. En otro pasaje escribió: “La victoria de la revolución burguesa en Rusia es imposible [como] una victoria burguesa. Eso parece paradójico. Pero así es. La población campesina mayoritaria, la fuerza y la conciencia del proletariado que ya está organizado en el Partido Socialista, todas estas circunstancias dan un carácter único a nuestra revolución burguesa. Sin embargo, esta singularidad no elimina el carácter burgués de la revolución.”[8]

Sin embargo, hay que añadir aquí un comentario: el partido del que habla Lenin no era socialista, ni se podía afirmar que el proletariado estuviera organizado en él. Por supuesto, es cierto que dicho partido era diferente en varios aspectos de los partidos socialdemócratas de Occidente, que desempeñaron el papel de la oposición leal en el campo de juego parlamentario burgués, y que intentaron por todos los medios evitar la transformación del capitalismo en una sociedad socialista. Pero el partido de Lenin no se diferenciaba de sus homólogos occidentales en un sentido socialista.

El partido de Lenin en Rusia luchó por la transformación revolucionaria de las relaciones sociales; pero, como admitió el propio Lenin, se trataba de una revolución que ya se había realizado en Occidente hacía mucho tiempo en una forma diferente. Este hecho no dejó de tener consecuencias para la socialdemocracia rusa en general y para el partido bolchevique en particular.

Lenin y los bolcheviques opinaban que, debido a las relaciones de clase en Rusia, su propio partido heredaría el papel de los jacobinos. No sin razón, Lenin definió al socialdemócrata como "un jacobino en alianza con las masas"; no sin razón creó su partido como un comité de revolucionarios profesionales; no sin razón argumentó en su ¿Qué hacer? que su principal tarea era la lucha contra la espontaneidad. Cuando Rosa Luxemburgo criticó esta concepción a principios del siglo XX, estaba en lo cierto, pero también incorrecta. Tenía razón en que la organización conspirativa de Lenin no tenía nada que ver con las formas organizativas naturales de los obreros militantes, es decir, aquellas que se basan en las relaciones capitalistas y que surgen del antagonismo de clases. Lo que pasó por alto, sin embargo, es que en Rusia tal lucha proletaria existía en una medida muy pequeña, si es que existía. En Rusia, donde la abolición de las relaciones de producción capitalistas y el trabajo asalariado ni siquiera estaban en el horizonte, se trataba de una lucha diferente.

Para esta lucha, el partido bolchevique estaba perfectamente preparado. Cumplió completamente las necesidades de la revolución inminente. Que la forma organizativa de este partido -el llamado centralismo democrático- terminaría con la dictadura del comité central sobre la masa de los miembros (como había predicho Rosa Luxemburgo) resultó ser completamente correcto; y precisamente eso era lo que requería esa "revolución burguesa con su carácter único".

 

V

El Partido Bolchevique derivó sus armas intelectuales del marxismo, que en ese momento era la única teoría radical a la que podía aferrarse. El marxismo, sin embargo, fue la expresión teórica de una lucha de clases muy desarrollada, lo cual era ajeno a Rusia; y era una teoría cuya comprensión adecuada faltaba en Rusia. Así sucedió que el "marxismo" desarrollado en Rusia lo único que tenía en común con el marxismo era el nombre, y en realidad estaba mucho más cerca del radicalismo jacobino -de, por ejemplo, Auguste Blanqui- que de las ideas de Marx y Engels. Lenin, y también Plejánov, compartían con Blanqui una concepción naturalista del materialismo que, en vísperas de la revolución en Francia, fue el arma principal en la lucha contra la nobleza y la religión, pero que estaba muy alejada del materialismo dialéctico.[9]

En Rusia, la situación era similar a la de la Francia prerrevolucionaria. El marxismo, tal como lo entendía Lenin -tal como él tenía que entenderlo-, le permitió obtener una visión profunda de los problemas esenciales de la Revolución Rusa. Ese mismo marxismo proporcionó al Partido Bolchevique un aparato conceptual que estaba en la más flagrante contradicción con sus propias tareas y también con su práctica. Esto significaba, como reconoció públicamente Preobrazhenski durante una conferencia regional en 1925, que el marxismo en Rusia se había convertido en una mera ideología.

Naturalmente, la praxis revolucionaria de la clase obrera rusa -en la medida en que la hubo- no estaba en armonía con la praxis del Partido Bolchevique, ya que ésta última representaba los intereses de la revolución burguesa en Rusia en su conjunto. Cuando los obreros rusos se levantaron en 1917 fueron, de acuerdo con su naturaleza de clase, mucho más allá de los límites del levantamiento burgués. Intentaron determinar su propio destino y, con la ayuda de los consejos obreros, llevar adelante sus propias formas autodeterminadas de organización como productores.

El Partido que "siempre tenía la razón" y que se suponía que mostraría a la clase obrera el camino correcto -ya que, como insistían los dirigentes, el proletariado no podía encontrarlo por sí solo- en los hechos iba cojeando detrás de la clase obrera. El Partido se vio obligado a reconocer el hecho de los consejos obreros del mismo modo que se vio obligado a reconocer la existencia de un campesinado masivo. Ni los consejos obreros ni el gran campesinado encajaban en su doctrina, que reflejaba todas las experiencias anteriores de revolución donde las condiciones habían sido subdesarrolladas. En Rusia, la praxis revolucionaria de los obreros o de los campesinos no pudo sostenerse por mucho tiempo. No existían las condiciones materiales para sostener tal praxis revolucionaria.

 

VI

Lo que sucedió fue lo siguiente: el capitalismo (apenas desarrollado) no fue derrocado. El trabajo asalariado siguió existiendo. Y Marx, como es bien sabido, insistía en que el trabajo asalariado se basa en el capital y viceversa, el capital se basa en el trabajo asalariado.

Los obreros rusos no obtuvieron el control de los medios de producción; ese control recayó más bien en el Partido (o el Estado). En consecuencia, los obreros rusos siguieron siendo productores de plusvalía. Que la plusvalía no fuera expropiada por una clase de capitalistas privados, sino por el Estado (o por los elementos del Partido que controlaban el Estado), y que el desarrollo económico en Rusia -debido a la ausencia de una clase burguesa- tomara otro rumbo que el de Occidente, no cambió en nada la posición de los obreros rusos como objeto de explotación y esclavitud asalariada.

En esas condiciones, no se puede hablar de ejercicio del poder por parte de la clase obrera. El Estado zarista estaba realmente quebrantado, pero el poder de los consejos obreros no ocupó su lugar. Los consejos que fueron formados espontáneamente por los obreros rusos fueron despojados de su poder lo antes posible por el gobierno bolchevique, es decir, ya a principios del verano de 1918, y fueron condenados a una total insignificancia.

En lugar de la servidumbre anterior o la servidumbre cuasi feudal, la base económica del país asumió una forma de esclavitud económica sobre la cual Trotsky escribió en 1917 que era "incompatible con la soberanía política del proletariado". Esta tesis era correcta; sin embargo los bolcheviques -después de haber proclamado erróneamente que su gobierno era el de la clase obrera- se hicieron con el poder político, aparentemente para eliminar la opresión sobre el proletariado ruso.

Pero debido a la falta de un poder obrero real, el gobierno político bolchevique se convirtió no en un instrumento de emancipación, sino en un instrumento de represión. En la Rusia bolchevique, entre el estallido de la Revolución de Febrero y la eliminación contundente de Kronstadt (más la introducción de la Nueva Política Económica), la situación fue similar a la de la Revolución de Febrero de 1848 en Francia. Marx comentó sobre esta revolución de la siguiente manera: “En Francia el pequeño burgués hace lo que normalmente tendría que hacer la burguesía industrial, el obrero hace lo que normalmente sería el deber del pequeño burgués. Y la tarea del obrero, ¿quién la resuelve? Esta obligación no se cumple en Francia; simplemente se la proclama”. En Rusia esta obligación siguió proclamándose. Sin embargo, con el levantamiento de Kronstadt, el proceso revolucionario -del que octubre era sólo un escenario- había llegado a su fin. Kronstadt fue el momento revolucionario en el que los vaivenes del péndulo de la revolución se inclinaron más hacia la izquierda.

En los cuatro fatídicos años anteriores se había revelado un profundo cisma entre el partido bolchevique y el gobierno bolchevique por un lado, y la clase obrera rusa por el otro. Esto se hizo cada vez más evidente cuanto más se revelaba la oposición entre este gobierno y los campesinos. Además estaba la contradicción entre obreros y campesinos, que fue silenciada al amparo de la llamada Smytschka, es decir, la alianza de clases entre los dos. Desde nuestra perspectiva, la contradicción entre campesinos y gobierno bolchevique puede dejarse de lado. Sólo la mencionamos de pasada porque las múltiples contradicciones entre los obreros, el gobierno bolchevique y los campesinos explican la necesidad de la dictadura del partido.

 

VII

Desde el estallido de la revolución hasta los eventos de 1921, la clase obrera rusa estaba comprometida en una lucha constante. En el curso de 1917, esta lucha fue mucho más allá de lo que pretendían los bolcheviques. En 1917, entre marzo y finales de septiembre, se habían producido 365 huelgas, 38 ocupaciones de fábricas y 111 despidos de directivos de empresas[10]. El lema bolchevique "control obrero de la producción" estaba, en estas condiciones, condenado al fracaso. Los obreros expropiaron los medios de producción por iniciativa propia, hasta que el decreto de control obrero emitido el 14 de noviembre de 1917, solo una semana después de la toma del poder por los bolcheviques (!), puso freno a estas actividades. Después de mayo de 1918, las "nacionalizaciones" sólo podían ser llevadas a cabo por el Consejo Económico Central. Poco antes, en abril de 1918, se había reintroducido la responsabilidad individual de los directores de empresa; ya no tenían que justificar sus decisiones ante "sus" trabajadores.

Los consejos de fábrica se liquidaron en enero de 1918. Poco después, una vez superado el llamado comunismo de guerra, se hicieron sentir las leyes económicas de una sociedad productora de mercancías.[11]

Lenin se lamentaba: "El volante se resbala de las manos ... el carro no es conducido correctamente y, con frecuencia, no del modo que se imagina quien está sentado al volante". Un periódico sindical ruso informó que hubo 477 huelgas en 1921 con un total de 184.000 participantes. Algunas otras cifras: 505 huelgas con 154.000 participantes en 1922; 267 huelgas en 1924, 151 de las cuales fueron en fábricas estatales; 199 huelgas en 1925, 99 de las cuales fueron en fábricas estatales[12].

Las cifras muestran un lento descenso en las protestas de los trabajadores. El movimiento alcanzó su punto culminante en 1921 con la Rebelión de Kronstadt. El 24 de febrero de 1921 los trabajadores de Petrogrado se declararon en huelga. Exigieron libertad para todos los trabajadores; abolición de los decretos especiales; elecciones libres para los consejos. Estas fueron las mismas demandas que se plantearon unos días después en Kronstadt. Un descontento general se apoderó del país. A finales del año 1920-21, la Rusia bolchevique fue escenario de un profundo antagonismo. Esto dio lugar inmediatamente a la "oposición obrera" liderada por dos ex metalúrgicos. Esta oposición exigió la exclusión del Partido Bolchevique, la abolición de la dictadura del Partido y su sustitución por el autogobierno de las masas productoras. En una palabra, ¡la oposición exigió la democracia de consejos y el comunismo!

Poco después, el documento de Kronstadt antes mencionado caracterizó la situación general en Rusia de una manera tan breve como precisa: “A través de una astuta propaganda, los hijos de los obreros fueron arrastrados al partido y sometidos a una rígida disciplina. Cuando los comunistas sintieron que eran lo suficientemente fuertes, excluyeron poco a poco a los socialistas de otras tendencias, y finalmente empujaron a los obreros y a los campesinos lejos del timón del barco del Estado, pero continuaron gobernando el país en su nombre”[13]. En 1921 estallaron fuertes protestas en Petrogrado. Los manifestantes proletarios marcharon por las zonas periféricas de la ciudad. El Ejército Rojo recibió la orden de disolver estas manifestaciones. Los soldados se negaron a disparar contra los trabajadores. La consigna era: ¡huelga general! El 27 de febrero, la huelga general fue un hecho. El día 28 fueron movilizadas a Petrogrado tropas confiables devotas al gobierno.

Los líderes de la huelga fueron arrestados; los obreros fueron llevados a las fábricas. La resistencia fue quebrada. Sin embargo, el mismo día, los marineros del acorazado Petropavlovsk, anclado cerca de Kronstadt, exigieron elecciones libres para los consejos obreros y libertad de prensa y asociación (para los obreros). La tripulación del acorazado Sebastopol se unió a esas demandas. Al día siguiente, 16.000 personas se reunieron en el puerto de Kronstadt para declarar su solidaridad con los huelguistas de Petrogrado.

 

VIII

Difícilmente se puede sobrestimar la importancia de la rebelión de Kronstadt. Es como un faro de luz. Los rebeldes escribieron en su periódico: “¿Por qué estamos luchando? La clase obrera había esperado ganar su libertad en la Revolución de Octubre. Pero el resultado es una opresión aún mayor. El gobierno bolchevique ha cambiado el famoso símbolo del Estado obrero, la hoz y el martillo, por la bayoneta y los barrotes de la prisión para proveer una vida cómoda para los comisarios y los burócratas”. Todo esto significa que en Kronstadt había llegado la hora de la verdad para el gobierno bolchevique, así como las Jornadas de Junio del proletariado francés en 1848 fueron la hora de la verdad para la república francesa radical. Aquí como allá, el lugar de entierro del proletariado se convirtió en el lugar de nacimiento del capitalismo. En Francia, el proletariado había obligado a la república burguesa a mostrar su verdadera cara, como el Estado cuyo propósito reconocido era la perpetuación del dominio del capital. Asimismo, en Kronstadt los marineros y los obreros obligaron al Partido Bolchevique a mostrar su verdadera cara, como una institución abiertamente hostil a los obreros y cuyo único propósito era el establecimiento del capitalismo de Estado. Con la derrota de la rebelión, se despejó el camino hacia ese propósito.

En las calles de París, el general Cavaignac ahogó en sangre las esperanzas proletarias. La rebelión de Kronstadt fue derrotada por León Trotsky. En marzo de 1921, Trotsky se convirtió en el Cavaignac, el Gustav Noske de la Revolución Rusa. Como corresponde a la ironía de la historia, Trotsky, el representante más famoso y respetado de la teoría de la revolución permanente, impidió el intento más serio, desde octubre de 1917, de hacer permanente la revolución.

Este curso, sin embargo, era inevitable. Faltaban los requisitos materiales para la victoria proletaria en Kronstadt. Lo único que les pudo haber ayudado fue precisamente esa permanencia de la revolución que hemos mencionado. Los propios obreros de Kronstadt lo sabían y entendían. Por esa razón, continuamente enviaban telegramas a sus camaradas en el continente ruso pidiendo apoyo activo.

Los obreros de Kronstadt depositaron sus esperanzas en ‘la tercera revolución’, al igual que miles de proletarios rusos esperaban esa tercera revolución en Kronstadt. Pero lo que se llamó 'la tercera revolución' era, en la Rusia agraria de esa época, con su clase obrera relativamente pequeña y su economía primitiva, nada más que una ilusión. Cuando la construcción de la leyenda de Kronstadt apenas había comenzado, Lenin dijo: “En Kronstadt no quieren el poder de los guardias blancos, no quieren nuestro poder. Pero no hay otro poder.”[14]

Lenin tenía razón en cuanto que en ese momento no había otra opción, al menos no en Rusia. Pero los obreros de Kronstadt, igual que los obreros alemanes, habían demostrado la posibilidad de otra forma de poder. Con su Comuna y con sus consejos libremente elegidos, los obreros, no los bolcheviques, proporcionaron el prototipo de una revolución proletaria y de un poder obrero.

No hay que molestarse por el grito de batalla "Soviets sin comunistas". "Comunistas" es como se llamaban a sí mismos esos usurpadores, los campeones del capitalismo de Estado que reprimieron la huelga de los obreros de Petrogrado. Y así es como todavía se llaman a sí mismos, incorrectamente. El nombre de "comunista" fue odiado por los obreros de Kronstadt en 1921, por los obreros de Alemania Oriental en 1953 y por los obreros húngaros en 1956. Sin embargo, los obreros de Kronstadt, al igual que los demás, se tomaron en serio sus intereses de clase. En consecuencia, sus métodos proletarios de lucha siguen siendo hoy de suma importancia para todos los compañeros de clase que, dondequiera que estén, llevan a cabo su propia lucha y han aprendido por experiencia que su emancipación debe ser obra de ellos mismos.

 

 

 

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Notas:

[1] El ensayo de Cajo Brendel se pronunció originalmente como un discurso en la Universidad Técnica de Berlín en 1971, en el 50 aniversario de Kronstadt. Ver el texto original: Cajo Brendel: "Kronstadt: Proletarischer Ausläufer der Russischen Revolution". En: Agnoli, Johannes; Brendel, Cajo; Mett, Ida: Die revolutionären Aktionen der russischen Arbeiter und Bauern: Die Kommune von Kronstadt, Berlín: Karin Kramer Verlag, Berlín 1974. 94 páginas.

[2] El ensayo de Trotsky apareció en inglés con el título 'Alarma por Kronstadt. Un frente popular de delatores', en The New International en abril de 1938, pág. 104.

[3] Trotsky también habla de esta necesidad en su biografía de Stalin. Allí dice "lo que el gobierno soviético hizo en contra de su voluntad en Kronstadt fue una trágica necesidad". Sin embargo, ya en la siguiente frase, y de acuerdo a la leyenda, vuelve a hablar de "un puñado de campesinos reaccionarios y soldados rebeldes". (Edición en inglés: Stalin: An Appraisal of the Man and His Influence, editado y anotado del ruso por Charles Malamuth, Londres, 1947, p. 337).

[4] En ciertos círculos mencheviques y de la guardia blanca, es decir, no en todos. Se ha sugerido que estos eran principalmente los que se encontraban fuera de Rusia en ese momento. En un documento contemporáneo se menciona cómo los restos derrotados de la guardia blanca que se encontraban todavía en Rusia reconocieron con un instinto tan infalible la amenaza proletaria que emergía en Kronstadt que ofrecieron incondicionalmente sus servicios a los líderes bolcheviques para ayudar a sofocar la rebelión. 'Die Wahrheit über Kronstadt', 1921. Reimpresión completa de esta obra en traducción alemana en Dokumente der Weltrevolution , vol. 2, Arbeiterdemokratie oder Parteidiktatur , Olten, 1967, pág. 297ff.

[5] Estos ejemplos podrían multiplicarse infinitamente. Se podría comparar esto con el movimiento de los niveladores en la Revolución inglesa del siglo XVII.

[6] El carácter social de la Revolución Rusa en 1917 se describe en 'Tesis sobre el bolchevismo', publicado por primera vez en Rätekorrespondenz, no. 3, agosto de 1934; Reimpresión en Kollektiv-Verlag, Berlín, nd

[7] V. I. Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática (1905).

[8] Ésta es una cita indirecta de Lenin del ensayo de N. Insarov, que fue publicado en septiembre de 1926 en la revista Proletarii. Insarov utilizó la edición rusa de las Obras Completas de Lenin que fue publicada por la Editorial Estatal de Rusia. El pasaje se encuentra allí en el vol. 11, Parte I, pág. 28.

[9] Esto fue desarrollado por Anton Pannekoek en su Lenin filósofo (1938). [Nota del traductor al español.]

[10] Estas cifras fueron tomadas de F. Pollock (Die planwirtschaftlichen Versuche in der Sowjetunion 1917-1927, Leipzig, 1929, p. 25) y del trabajo de YG Kotelnikov y VL Melier, Die Bauernbewegung 1917 (que también contiene hechos sobre huelgas y acciones políticas de los trabajadores).

[11] Un examen más detallado de este proceso puede verse en Los bolcheviques y el control obrero, de Maurice Brinton. [Nota del traductor al español.]

[12] Las estadísticas sobre las huelgas y los huelguistas son proporcionadas por el periódico sindical ruso Voprosy Truda, 1924, no. 7/8. Los editores señalan que los números no están del todo completos. Citamos una vez más Pollock, op. cit. En la primera parte (histórica) de su libro, Labor Disputes in Soviet Russia, 1957-1965 (Oxford, 1969, p. 15), Mary McAuley también proporciona información sobre el número de huelgas en Rusia en los primeros años después de la revolución. Ella basa su información en Revzin en Vestnik Truda, 1924, no. 5-6, págs. 154-160. Estos números están de acuerdo con los de Pollock.

[13] «Die Wahrheit über Kronstadt 1921», Dokumente der Weltrevolution, op. cit., vol. 2, pág. 288.

[14] Dokumente der Weltrevolution, op. cit., vol. 2, pág. 288.