Duncan Hallas

Leon Trotsky: socialista revolucionario

 

 

II
Analisis del estalinismo

 

Los anhelos y esperanzas de una sociedad sin clases y verdaderamente libre son muy antiguos. En Europa ellos están bien documentados a partir del siglo XIV en los fragmentos sobrevivientes de las ideas de muchos rebeldes y herejes. “¿Adán cavaba y Eva medía, quién era entonces el caballero?” decía una rima popular durante la gran revuelta campesina inglesa de 1831. Y, claro está, también se pueden hallar sentimientos semejantes (aunque arraigados en la ideología de la clase dominante) en el cristianismo e islamismo primitivos, y en grados distintos, en sociedades más antiguas.

Marx introdujo una idea fundamentalmente nueva. Ella puede ser resumida de la siguiente forma: las aspiraciones de los pensadores y activistas más avanzados de las generaciones pasadas (preindustriales), por más admirables e inspiradoras que hubiesen sido para el futuro, eran utópicas en su tiempo, fruto del simple hecho de que eran irrealizables. La sociedad de clases, la explotación y la opresión, son inevitables en tanto el desarrollo de las fuerzas productivas y la productividad del trabajo (conceptos relacionados, aunque no idénticos) son relativamente bajos. Con el desarrollo del capitalismo industrial tal estado ya no es inevitable, siempre y cuando el capitalismo sea derribado. Una sociedad sin clases, basada en una relativa abundancia, se ha vuelto ya posible. Y el instrumento para alcanzar tal sociedad –la clase trabajadora industrial– fue creado por el propio desarrollo del capitalismo.

Estas ideas eran naturalmente moneda corriente en el marxismo anterior a 1914. Todos los revolucionarios de la tradición marxista las tenían como ciertas. Pero la sociedad que surgió de la Revolución rusa no fue una sociedad sin clases y con liberad. Incluso al inicio difería mucho de la visión que tenía Marx de un Estado obrero (explicitada en La Guerra Civil en Francia) y del desarrollo de las ideas de Marx por Lenin (expuestas en El Estado y la Revolución). Más tarde, acabó por transformarse, en un monstruoso despotismo.

Sería difícil exagerar la importancia de estos hechos. La existencia, primero de un Estado y después de toda una serie de Estados que afirmaban ser “socialistas”, pero que en realidad eran únicamente caricaturas del socialismo, debe ser considerado como uno de los factores más importantes en la sobrevivencia del “capitalismo occidental”.

Los políticos de derecha argumentan que el estalinismo fue el resultado inevitable de la expropiación de la clase capitalista. Por otro lado, los dirigentes socialdemócratas argumentan que el estalinismo fue la consecuencia inevitable del “centralismo bolchevique”, y que Stalin fue el “heredero natural de Lenin”.

Trotsky fue responsable por el primer intento constante de un análisis materialista e histórico del estalinismo –esto es, del resultado de la Revolución rusa. Sean cuales sean las críticas a realizar –y algunas serán realizadas aquí– dicha tentativa fue el punto de partida para todos los análisis serios hechos posteriormente desde una perspectiva marxista.

¿Cuál era la realidad social de Rusia en 1921, cuando Lenin era el presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo y Trotsky el Comisario de Guerra? Hablando en defensa de la Nueva Política Económica (NEP) de la URSS a finales de 1921, Lenin argumentaba que:

Si el capitalismo obtiene ganancias con la NEP, la producción industrial crecerá y la clase trabajadora también. Los capitalistas ganarán con nuestra política y crearán una clase trabajadora industrial que en nuestro país, debido a la guerra, la pobreza y la ruina desesperantes, se volvió “desclasada”, esto es, fue arrancada de su lugar de clase, y dejó de existir en cuanto proletariado. El proletariado es la clase que está implicada en la producción de valores materiales en la industria capitalista de gran escala. Visto que la industria capitalista de gran escala fue destruida, y que las fábricas están paradas, la clase trabajadora desapareció”.[1]

¡El proletariado “dejó de existir en cuanto proletariado”! ¿Y que ocurrió entonces con la dictadura del proletariado, o la clase trabajadora como clase dominante?

La Primera Guerra Mundial y la guerra civil destrozaron la industria rusa –ya bien frágil para los estándares europeos occidentales. De la Revolución de Octubre hasta Marzo de 1918, en que fue firmado el tratado de Brest-Litovsk con Alemania, la Rusia revolucionaria permaneció en guerra contra este país y el Imperio Austro-Húngaro. En el mes siguiente, el primero de los ejércitos “aliados” de intervención –el japonés– atacó Vladivostok y comenzó su avance en dirección a Siberia. Este no se retiraría hasta Noviembre de 1922. En esos años, tropas de catorce ejércitos extranjeros (incluidos los de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia) invadieron el territorio de la República revolucionaria. Los generales “blancos” fueron armados, abastecidos y apoyados. En el auge de la intervención, en el verano boreal de 1919, la República soviética estaba reducida a una parte de la Rusia europea central alrededor de Moscú, con algunos baluartes remotos sostenidos precariamente. Incluso en el verano siguiente, cuando los ejércitos “blancos” habían sido decisivamente derrotados, un cuarto de todo el stock disponible de granos de la República soviética tuvo que ser enviado al grupo de ejército que estaba en lucha contra los invasores polacos.

Esto ocurría al tiempo que las ciudades estaban despobladas y hambrientas. Más de la mitad de la población total de Pretrogrado (San Petersburgo) y casi la mitad de la de Moscú habían huido al campo. Las industrias que consiguieron mantenerse funcionando estaban dedicadas casi enteramente a la guerra –y esto solo fue posible a través de la “canibalización”, el ininterrumpido sacrificio de la base productiva como un todo para mantener en funcionamiento una fracción de la misma. Estas eran las circunstancias en las cuales la clase trabajadora rusa se desintegró.

Los hechos son bien conocidos y están presentados con algún detalle, por ejemplo, en el segundo volumen de Historia de la Revolución Bolchevique de E.H. Carr.[2] En 1921 el total de la producción industrial no alcanzaba a la octava parte de la producción de 1913, la cual ya era miserablemente baja para el estándar alemán, británico o americano.

La revolución sobrevivió por medio de esfuerzos y sacrificios enormes, dirigida por una dictadura revolucionaria, la cual pasó de largo a la dictadura jacobina de 1793 en su capacidad de movilización. Pero sobrevivió al precio de una economía arruinada y aislada. Y para 1921 el movimiento revolucionario europeo estaba claramente en retroceso.

Lo que nos interesa aquí son las consecuencias sociales de estos hechos. El llamado “comunismo de guerra” de 1918-1921 había establecido, en realidad, una economía de estado de sitio sumamente brutal y brutalizante. En esencia ella consistió en la requisación forzada de granos de los campesinos, la canibalización de la industria, el servicio militar obligatorio y la coerción masiva para vencer en la guerra por sobrevivir.

Antes de la revolución una parte significativa de la producción de granos era enviada a las ciudades (para consumo o para exportar) en la forma de rentas, pagos de impuestos, etc, para las antiguas clases dominantes. La Rusia zarista había sido una gran exportadora de granos. Ahora, con la destrucción del antiguo régimen, ese vínculo había sido cortado. Los campesinos producían para el consumo o para el comercio. Pero la ruina de la industria significaba que no había nada, o casi nada, para comerciar. Fruto de esto se volvió necesaria la requisación forzada.

La revolución había sobrevivido en un país marcadamente campesino, a causa del apoyo –normalmente pasivo, pero a veces activo– de las masas campesinas que habían logrado beneficiarse de ella. Con el fin de la guerra civil ya no tenían nada más que ganar, y las revueltas de 1921, en Kronstadt y Tambov, mostraron que sectores del campesinado y secciones remanentes de la clase trabajadora se estaban volviendo en contra del régimen.

La Nueva Política Económica (NEP) establecida a partir de 1921, era por sobre todo, un reconocimiento de este hecho e introducía un impuesto fijo (recaudado en granos, una vez que el dinero había perdido todo su valor bajo el comunismo de guerra) en sustitución de la requisación arbitraria de la época anterior. En segundo lugar, permitió el renacimiento del comercio privado y de la producción privada en pequeña escala (manteniendo “instancias de dirección” estatales). En tercer lugar, abrió las puertas (aunque sin suceso) para el capital extranjero que deseara explotar “concesiones”. Y en cuarto lugar, y esto tuvo una importancia vital, la NEP introdujo la aplicación rigurosa del principio de rentabilidad en la mayoría de las industrias nacionalizadas, combinando una severa ortodoxia financiera basada en el patrón oro, para crear una moneda corriente estable e imponer la disciplina de mercado tanto para las empresas públicas como privadas.

Estas medidas, introducidas entre 1921 y 1928, realmente produjeron un renacimiento económico. Inicialmente este ocurrió de forma más lenta, pero posteriormente tuvo un ritmo más rápido, hasta que en 1926-1927 el nivel de la producción industrial alcanzó nuevamente –y, en algunos sectores, sobrepasó– el nivel de 1913. En el caso de los productos alimenticios disponibles (en su mayor parte granos) el crecimiento fue mucho más lento. La producción creció, pero los campesinos, si bien no eran más explotados que en 1913, consumían mucho más de su producción en comparación con el período anterior a la revolución, y las ciudades debieron continuar recibiendo raciones pequeñas.

Esta recuperación económica conseguida con medidas capitalistas o parcialmente capitalistas tuvieron consecuencias sociales análogas.

Ahora las ciudades que dirigíamos asumían un aspecto extranjero. Nosotros nos sentíamos nadando en un lodazal –paralizados, corrompidos [...] El dinero lubricaba toda la maquinaria exactamente como en el capitalismo. Un millón y medio de desempleados recibían ayuda –insuficiente– en las grandes ciudades [...] Las clases renacían delante de nuestros propios ojos. En la base de la escala el desempleado recibía 24 rublos por mes, en la cúspide un ingeniero (esto es, un técnico especializado) recibía 800, y entre los dos estaba el funcionario del partido que recibía 222 rublos, pero obtenía muchas cosas en forma gratuita. Se creaba un abismo creciente entre la prosperidad de algunos y la miseria de muchos.[3]

Como resultado de la NEP la clase trabajadora realmente se recuperó numéricamente del punto crítico de 1921, pero no renació en lo político, o por lo menos no en escala suficiente para sacudirse el poder de los burócratas, de los nepmen y de los kulaks. Una de las razones principales era la sombra del desempleo masivo.

Un Estado obrero deformado

La disgregación de la clase trabajadora había alcanzado un estado avanzado cuando, hacia el final de 1920, se desencadenó en el Partido Comunista Ruso el llamado “debate sindical”. Superficialmente, la cuestión en debate era si los trabajadores necesitaban o no de la organización sindical para protegerse de su “propio” Estado. A un nivel más profundo, el conflicto giraba en torno a cuestiones mucho más fundamentales.

¿Existía todavía un Estado obrero en 1918? La democracia soviética, en la práctica, había sido destruida en la guerra civil. El Partido Comunista se había “emancipado” de la necesidad del apoyo mayoritario de la clase trabajadora. Los soviets se habían vuelto simples sellos para las decisiones del partido. Y, por las mismas razones, el proceso de “militarización” y “verticalismo” dentro del Partido Comunista había crecido rápidamente.

Contra estos hechos, se levantó dentro del partido la “Oposición Trabajadora”. Esta Oposición exigía “autonomía” para los sindicatos, denunciando el control del partido y apelando a la tradición de “control obrero de la producción” (una bandera del propio partido en el período anterior). Así adoptadas, estas medidas hubieran significado el fin del régimen –puesto que las demás masas de la clase trabajadora eran decididamente indiferentes, si no antibolcheviques. Por otro lado, la masa de campesinos constituía la mayor parte de la población. “Democracia” bajo estas condiciones, solo podía significar contrarrevolución –y una dictadura del ala derecha.

El partido había sido llevado al papel de sustituto de la clase trabajadora en disgregación, y al interior del partido los organismos dirigentes habían afirmado fuertemente su autoridad, sobre una militancia creciente pero de problemática composición (el Partido Comunista Ruso tenía, en números redondos, 115.000 miembros a inicios de 1918, 313.000 a inicios de 1919, 650.000 para el verano de 1921 –de los cuales una parte cada vez menor eran trabajadores).

El partido se había vuelto el tutor de una clase trabajadora que, temporalmente –así se esperaba– se había vuelto incapaz de administrar sus propios asuntos. Pero el propio partido no estaba inmune a las fuerzas sociales inmensamente poderosas generadas fruto del derrumbe industrial, la reducida y decreciente productividad del trabajo, el atraso cultural y la barbarie. En verdad para que el partido pudiese actuar como “tutor”, era necesario privar a la masa de sus miembros de cualquier influencia en la dirección de su accionar –porque también ellos reflejaban el atraso de Rusia y el deterioro de la clase trabajadora. La solución de Trotsky para este dilema fue, en principio, persistir resueltamente en el camino sustitucionista.

Es necesario crear entre nosotros la conciencia del derecho que resulta del nacimiento histórico revolucionario del partido. El mismo está obligado a mantener su dictadura, indiferente a las oscilaciones temporales en el ánimo espontáneo de las masas, y de las vacilaciones temporales que ocurren en la clase trabajadora. Esta conciencia es para nosotros un elemento de unificación indispensable”.[4]

Esta actitud lo llevó a argumentar que los sindicatos deberían ser absorbidos en el aparato estatal (como después aconteció bajo Stalin, en los hechos aunque no en la forma). No había ninguna necesidad que justificara ni siquiera una relativa autonomía sindical. Ella servía más como instrumento de descontento que como instrumento de influencia para el partido.

Los argumentos expresados por Lenin contra esta posición, entre Diciembre de 1920 y Enero de 1921, fueron importantes para el desarrollo futuro del análisis de Trotsky sobre la URSS. Ellos se volvieron, tardíamente, en la base de su análisis.

El camarada Trotsky habla de un “Estado obrero”. Permítaseme decir que eso es una abstracción. Es natural que nosotros hubiéramos escrito en 1917 sobre un “Estado obrero”. Pero ahora es un error patente afirmar que “¿Si este es un Estado obrero sin burguesía alguna, entonces de quién y con qué objetivo debe ser defendida la clase trabajadora?”. La cuestión es que no se trata enteramente un Estado obrero. Es en este punto en que el camarada Trotsky comete uno de sus mayores errores...”.[5]

Y un mes después Lenin escribía:

Lo que yo debería haber dicho era: “El Estado obrero es una abstracción. Lo que nosotros tenemos de hecho es un Estado obrero con la particularidad, primero, de que no es la clase trabajadora sino la población campesina la que predomina en el país, y segundo, que es un Estado obrero con deformaciones burocráticas”.[6]

Un Estado obrero con deformaciones burocráticas en un país mayormente campesino. En la próxima etapa de la NEP, Trotsky sería quien adoptaría este punto de vista y ahondaría en su contenido. No es necesario aquí describir el destino de la Oposición de Izquierda (1923) y de la Oposición Unificada (1926-1927) en detalles,[7] en las cuales Trotsky desempeñó un papel central. Es suficiente para nuestros propósitos presentar algunas de sus opiniones principales.

La Oposición de Izquierda y la Oposición Unificada habían hecho presión para la democratización del partido, la limitación del poder de su aparato y por un programa de industrialización planificada cuyo financiamiento surgiera de exprimir a los kulaks y los nepmen, para combatir el desempleo y provocar el renacimiento económico y político de la clase trabajadora, con el fin de recrear la base de la democracia soviética.

La posición material de la clase trabajadora dentro del país debe ser fortalecida absolutamente y relativamente (crecimiento del número de trabajadores empleados, reducción en el número de desempleados, mejoras en el nivel de vida de la clase trabajadora) –declaraba la plataforma de la Oposición. El atraso crónico de la industria y también del transporte, la electrificación y la construcción, en relación a las demandas y necesidades de la población, de la económica pública y del sistema social como un todo, encorsetaba el funcionamiento de toda la economía del país.[8]

La contradicción interna de esta posición era que, por un lado, la democratización del partido permitiría al descontento de campesinos y trabajadores, encontrar una expresión organizada. Por otro lado, aumentar la presión estatal sobre los nuevos ricos (especialmente sobre los campesinos más adinerados) reproduciría algunas de las tensiones extremas del comunismo de guerra que habían llevado al partido, primero a suprimir toda oposición legal extra partidaria y después a eliminar la oposición partidaria interna, estableciendo la dictadura del aparato.

En la práctica, nada de esto fue puesto en práctica. No solamente la economía estaba encorsetada. También lo estaba la oposición. Su programa desafiaba los intereses materiales de todas las clases que obtenían beneficios de la NEP: burócratas, nepmen y kulaks. La oposición no podía vencer sin que renaciera la actividad de la clase trabajadora, la cual constituía su única base de apoyo posible. Pero al mismo tiempo, eso era muy difícil por las condiciones económicas y sociales de la NEP, en tanto la revolución permaneciese aislada.

Stalin, jefe y portavoz del sector conservador del partido, y los funcionarios estatales que en los hechos gobernaban el país, resistieron vigorosamente las demandas de industrialización planificada y democratización (como también lo hicieron sus aliados de la derecha del partido, notablemente Bujarin y sus partidarios). Este era el contenido del “socialismo en un solo país” defendido por el grupo dominante a partir de 1925. Era la defensa del status quo contra cualquier tipo de “motín”, contra las expectativas revolucionarias y contra una política exterior activa. Lo que Stalin había resumido un año antes, en Abril de 1924, ahora era una visión común:

Para derrotar a la burguesía, los esfuerzos de un país son suficientes –la victoria de nuestra revolución es testimonio de esto. Para la victoria final del socialismo, para la organización de la producción socialista, los esfuerzos de un país, especialmente de un país campesino como el nuestro, son insuficientes –para esto precisamos del esfuerzo de los trabajadores de los países avanzados”.[9]

Estaba parafraseando a Lenin, no haciendo más que exponer la realidad socioeconómica actual. Pero esta visión ortodoxa, una vez convertida en propiedad común de los marxistas rusos de todas las tendencias, tuvo la desventaja de enfatizar el carácter provisional del régimen y su dependencia, para un desarrollo socialista, de las revoluciones en los países avanzados. Pero esto era ahora profundamente inaceptable para los sectores dominantes y por ello el “socialismo en un solo país” fue su declaración de independencia en relación al movimiento obrero.

Después de la derrota final de la Oposición y su exilio de Rusia, Trotsky resumió la experiencia en un artículo escrito en Febrero de 1929:

Después de la conquista del poder, una burocracia independiente se diferenció del ambiente de la clase trabajadora y esta diferenciación [que] en principio era apenas funcional, se volvió después social. Naturalmente, los procesos dentro de la burocracia se desarrollaron en conexión con los profundos procesos que ocurrían en el país. Sobre la base de la Nueva Política Económica un amplio estrato de la pequeña burguesía reapareció o fue de nuevo creado en las ciudades. Las profesiones liberales revivieron. En la zona rural, el campesino adinerado, el kulak, levantó cabeza. Amplias secciones de la burocracia, justamente por haberse elevado sobre las masas, se aproximaron a estratos burgueses y establecieron lazos de familia. De manera creciente, cualquier iniciativa o crítica por parte de las masas eran vistas como interferencias [...] La mayoría de esta burocracia que se elevó sobre las masas era profundamente conservadora [...] Esa capa conservadora, que constituyó el apoyo más poderoso de Stalin en su lucha contra la Oposición, estaba más inclinada a seguir un rumbo de derecha, en dirección a los nuevos sectores propietarios, que el propio Stalin y el núcleo central de su fracción.[10]

La conclusión política que dejaba este análisis era el creciente peligro de un Termidor soviético. El día 9 de Termidor (27 de Julio de 1794) la dictadura jacobina fue derrotada por la Convención y sustituida por un régimen de derecha, el Directorio (desde 1795), el cual gobernó sobre la base de la reacción política y social que preparó el camino para la dictadura de Bonaparte (desde 1799). El Termidor significó el fin de la Revolución francesa. Ahora parecía estar dándose un Termidor ruso.

Elementos de un proceso termidoriano, aunque con certeza uno totalmente distinto, pueden ser encontrados en la tierra de los soviets. Ellos se han vuelto sumamente claros en los años recientes. Quienes están en el poder hoy desempeñaron un papel secundario en los eventos decisivos del primer período de la revolución, o se oponían directamente a la revolución y solo se sumaron a ella después de la victoria. Sirven ahora en su mayor parte como camuflaje para esas capas y grupos que, aunque hostiles al socialismo, son muy frágiles para llevar a cabo un viraje contrarrevolucionario y, por esto, buscan una transferencia termidoriana pacífica que conduzca de nuevo hacia la sociedad burguesa. Procuran “descender de la montaña frenando”, como lo formuló uno de sus ideólogos.[11]

Esto, todavía, no había ocurrido, y tampoco era inevitable. El Estado obrero aún estaba allí, aunque corroído. El resultado de esto, según Trotsky

será decidido por el curso de la propia lucha entre las fuerzas vivas de la sociedad. Habrán adelantos y retrocesos, cuya duración dependerá en gran parte de la situación en Europa y en el resto del mundo.[12]

En síntesis, habían tres fuerzas básicas actuando en la URSS: las fuerzas de derecha –los elementos neo capitalistas, nepmen, kulaks, etc., para los cuales una gran sección del aparato de poder servía “en su mayor parte como camuflaje”; la clase trabajadora, representada políticamente por la que ahora era una prohibida Oposición; y la “burocracia centrista”, la fracción de Stalin en control del aparato, que en sí no era termidoriana, pero que se apoyaba en los termidorianos y zigzagueaba de izquierda a derecha en el intento de mantener el poder.

La burocracia había hecho una movimiento a la derecha entre 1923 y 1928, y después a la izquierda. Trotsky escribía en 1931 al respecto:

si dejamos de lado las inevitables oscilaciones y recaídas, representa una tentativa de la burocracia para adaptarse al proletariado, pero sin abandonar los principios básicos de su política o, lo que es muy importante, de su omnipotencia. Los zigzagueos del estalinismo muestran que la burocracia no es una clase, ni un factor histórico independiente, sino un instrumento, un órgano ejecutivo de las clases. El zigzagueo a la izquierda es la prueba de que no importa cuan largo haya sido el rumbo anterior hacia la derecha, todavía se desarrolla con base en la dictadura del proletariado”.[13]

Por lo tanto, la clase trabajadora, en algún sentido, todavía tenía el poder, o al menos tenía la posibilidad de recuperar el poder sin una revuelta general.

El reconocimiento del Estado soviético actual como un Estado obrero no solo significa que la burguesía solo puede conquistar el poder por medio de la insurrección armada, sino también que el proletariado de la URSS no perdió la posibilidad de subordinar a la burocracia, reavivar al partido nuevamente y regenerar el régimen de dictadura –sin una nueva revolución, con los métodos y por el camino de la reforma.[14]

En el momento en que esto fue escrito, de hecho ya no poseía el menor fundamento. El análisis de las fuerzas que actuaban en la URSS estaba anticuado. En los años 1920s hubiera sido un intento realista (aunque provisorio) de un análisis marxista del curso que había adoptado el desarrollo de la URSS. Las nuevas clases capitalistas y su influencia en el ala derecha y dominante del partido, eran suficientemente reales en 1924-1927. El papel vacilante de Stalin era, en aquella época, tal como fue descrito. Pero entre 1928 y 1929 hubo un cambio fundamental.

Para 1928 la NEP estaba entrando en su crisis final. Nepmen y kulaks tenían un interés vital en mantenerla, ampliando todavía más las concesiones para los pequeños capitalistas, en las ciudades y el campo. Los miembros principales de la burocracia, y su vasta clientela en los niveles más bajos de la jerarquía burocrática, no tenían ese mismo interés vital. Ellos solo tenían el interés vital de resistir la democratización del partido y del Estado. Se habían aliado con las fuerzas de la pequeña burguesía (y con la derecha del partido liderada por Bujarin) contra la Oposición, es decir, contra el peligro que significaba el renacimiento de la clase trabajadora.

Pero cuando la Oposición fue desarticulada, la burocracia debió enfrentar la ofensiva de los kulaks, la “huelga de granos” de 1927-1928, que les demostró que sus bases esenciales eran la propiedad y la maquinaria estatal, ninguna de las cuales tenían conexión orgánica alguna con la NEP. La burocracia defendió sus intereses vigorosamente en contra de sus aliados anteriores.

Los kulaks controlaban prácticamente todo el grano comerciable, el excedente sobre el consumo de los campesinos (una estimación generalmente aceptada era que una quinta parte de los campesinos producían cuatro quintas partes de los granos vendidos en el mercado). Su intento de forzar un aumento de precios, privando al mercado del stock de granos, forzó a la burocracia a recurrir a la requisación. Una vez iniciado este camino, que minaba las bases de la NEP, estuvieron obligados a adoptar el programa de industrialización que proponía la Oposición, haciéndolo de manera extravagantemente exagerada. Emprendieron la colectivización forzada de la agricultura, esto es: la “liquidación de los kulaks en cuanto clase”. Fue lanzado el primer “plan quinquenal”.

Trotsky interpretó esto como un movimiento (temporal) hacia la izquierda por parte de la burocracia estalinista, como un intento de “adaptarse al proletariado”. El se encontraba profundamente equivocado. Estos fueron justamente los años en que la clase trabajadora en la URSS estuvo más atomizada y sometida a un despotismo totalitario. Los salarios reales cayeron en forma brusca. Aunque los salarios nominales subieron considerablemente, los precios subieron de manera mucho más rápida. En general, las estadísticas de importancia dejaron de publicarse después de 1929 (esto es en sí un hecho significativo), pero un cálculo publicado en la URSS mucho tiempo después (1966), mostraba el índice de salarios reales de 1932 en 88,6 (1928 = 100). “El índice efectivo de los salarios reales, seguramente, estaría [...] muy por debajo del 88,6”, comenta Alex Nove, la fuente de esta información.[15]

El plan quinquenal dio comienzo a un período en donde la economía fue dirigida según un plan global, de crecimiento industrial acelerado, de colectivización forzada de la agricultura, de destrucción de los derechos políticos y sindicales (restantes) de la clase trabajadora, de rápido crecimiento de la desigualdad social, de extrema tensión social y trabajo forzado en masa. También presagió la dictadura personal de Stalin y su régimen de terror policial y, poco más tarde, el asesinato por fusilamiento o la muerte lenta en los campos de trabajos forzados, de la gran mayoría de los cuadros originales del partido bolchevique y, en verdad, de la mayoría de la propia fracción de Stalin de los años 1920s, junto a un número incierto mucho más grande de otros habitantes de la URSS y de numerosos comunistas extranjeros. En síntesis, inició la gran marea del estalinismo.

El hecho de que Trotsky haya visto todo esto como un viraje hacia la izquierda (aunque no tenía en frente los hechos hasta unos años más tarde), indica que había recaído en el sustitucionismo, por lo menos en lo que respecta a la URSS. Fue una equivocación que nunca podría corregir completamente. El argumento de que la burocracia no era un factor histórico independiente sino un instrumento, un órgano ejecutivo de otras clases, había sido decisivamente refutado en cuanto esa misma burocracia al mismo tiempo aplastó a los kulaks y atomizó a los trabajadores.

A inicios de los años 1920s todavía era posible discutir sobre estos hechos. Además, el recién nacido régimen totalitario bloqueó todas las noticias independientes y las sustituyó por su propia maquinaria monolítica de propaganda. Trotsky fue de los que menos se dejó engañar por esto. Fueron sus conceptos y estructura teórica lo que lo llevó a defender una perspectiva de “reforma” para la URSS de aquel momento. La famosa y profundamente engañosa analogía, de la URSS como un sindicato burocratizado, surgió en esos días.

Estado obrero, termidor y bonapartismo

En Octubre de 1933, Trotsky cambió de posición abruptamente, pasando a argumentar que el régimen no podía ser reformado. Tenía que ser derrocado. El camino de la “reforma” ya no era más posible. Solo la revolución podría destruir a la burocracia:

Después de las experiencias de los últimos años sería infantil suponer que la burocracia estalinista puede ser removida por medio de un congreso del partido o de los soviets. De hecho, el último congreso del Partido Bolchevique ocurrió a inicios de 1923, fue el XII Congreso del Partido. Todos los congresos posteriores fueron simples paradas burocráticas. Hoy en día, incluso tales congresos fueron dejados de realizar. No queda ningún medio “constitucional” para remover al grupo gobernante. La burocracia solo puede ser obligada a pasar el poder a manos de la vanguardia proletaria por la fuerza.[16]

El “sindicato burocratizado” tenía que ser destruido, no reformado. Es verdad que este artículo también contenía la siguiente afirmación: “Hoy la ruptura del equilibrio burocrático en la URSS jugaría, casi seguramente, en favor de las fuerzas contrarrevolucionarias”, pero esa posición errada luego cedió lugar a una posición revolucionaria. Con su característica honestidad, Trotsky continuó criticando y revisando su propia perspectiva “reformista” anterior, escribiendo en 1935 que:

La cuestión del “Termidor” está íntimamente ligada a la historia de la Oposición de Izquierda en la URSS [...] De cualquier manera las posiciones respecto de este tema en 1926 eran aproximadamente las siguientes: el grupo “Centralismo Democrático” (V.M. Smirnov, Sapronov y otros que fueron perseguidos por Stalin hasta su muerte en el exilio) declaraban que “el Termidor es un hecho consumado”. Los partidarios de la plataforma de la Oposición de Izquierda [...] negaban categóricamente esta afirmación [...] ¿Quién se demostró que estaba en lo correcto? V.M. Smirnov –uno de los mejores representantes de la vieja escuela bolchevique– sustentaba que el atraso en la industrialización, el aumento del poderío de kulaks y nepmen (la nueva burguesía), la ligazón entre la burocracia y estos últimos y, finalmente, la degradación del partido, había ido tan lejos que se había vuelto imposible un retorno al camino socialista sin una nueva revolución. La clase trabajadora ya había perdido el poder [...] Las conquistas fundamentales de la Revolución de Octubre habían sido liquidadas”.[17]

La conclusión de Trotsky era que el

Termidor de la Revolución rusa no está en el futuro, sino bastante atrás. Los termidorianos pueden celebrar, aproximadamente, el décimo aniversario de su victoria [según esto, habría ocurrido hacia 1925].[18]

¿Siendo así, el grupo “Centralismo Democrático” estaba en lo correcto en 1926? Sí y no, afirma Trotsky ahora. Estaban en lo correcto respecto del Termidor, y errados en lo relativo a su significado. “El régimen político actual en la URSS es un “régimen bonapartista soviético” (o antisoviético), de un tipo más próximo al Imperio que al Consultado”. Pero, continúa, “en sus funciones sociales y tendencias económicas, la URSS sigue siendo un Estado obrero”.

En términos de analogías formales, todo esto era bastante plausible. Como el propio Trotsky apuntó, ambos, termidorianos y Bonaparte, representaban una reacción en la base de la revolución burguesa, y no un retorno al antiguo régimen. Pero persiste la cuestión que Trotsky, no menos que Smirnov, había considerado previamente al Termidor soviético con una óptica fundamentalmente diferente. “La clase trabajadora ya había perdido el poder” era la esencia de la tesis de Smirnov, la cual Trotsky rechazaba con vehemencia en su momento. Para este, el partido, aún burocratizado, representaba todavía a la clase obrera. Esta, al contrario de la burguesía, solo puede mantener el poder a través de sus organizaciones.

Camaradas –había dicho en 1924– ninguno de nosotros desea estar o puede estar en lo correcto en contra del partido. En última instancia, el partido siempre está en lo correcto, porque es el único instrumento histórico que posee la clase trabajadora para la solución de sus tareas fundamentales [...] Solo se puede estar en lo correcto con el partido y por el partido, porque la historia no produjo ningún otro camino para la realización de lo correcto [...] Los ingleses tienen un dicho que expresa: “¡Mi país, en el acierto o en el error!”. Con mucha mayor justificación podemos decir: ¡Mi partido, en el acierto o en el error! –siendo el error en ciertas cuestiones o en ciertos momentos específicos.[19]

Pero el partido ruso se había vuelto instrumento, primero del Termidor y a ahora del bonapartismo, siendo esta la posición de Trotsky a fines de 1933. Ya que el partido había dejado de ser un instrumento de la clase trabajadora (si el régimen debía ser derribado “usando la fuerza”, y puesto que admitidamente los trabajadores rusos no tenían ningún otro instrumento: ¿Cómo podría seguirse hablando de un Estado obrero?

No podía. Esta era la única conclusión posible, si es que las definiciones seguían teniendo el significado que todos ellos aceptaban hasta entonces. Una nueva revolución, una “insurrección revolucionaria victoriosa”, era necesaria para que la clase trabajadora recuperase el poder en la URSS. La clase trabajadora había perdido el poder y no había ningún camino pacífico, constitucional, para que pudiese recuperarlo nuevamente. Entonces el Estado obrero ya no existía. Una contrarrevolución había ocurrido.

Trotsky rechazó estas conclusiones firmemente. Estuvo forzado entonces a realizar un cambio fundamental en su definición del Estado obrero:

La dominación social de una clase (su dictadura) puede encontrar formas políticas extremadamente diversas. Esto tiene demostración en toda la historia de la burguesía desde la Edad Media hasta el día de hoy. La experiencia de la Unión Soviética es adecuada para extender esta legalidad sociológica –cambiando lo que se deba cambiar– a la dictadura del proletariado [...] De esto, que el dominio de Stalin en nada se parezca al dominio soviético durante los años iniciales de la revolución [...] Pero esta usurpación solo fue hecha posible porque el contenido social de la dictadura burocrática está determinado por las relaciones productivas creadas por la revolución proletaria. En este sentido nosotros podemos decir con toda justificación que la dictadura del proletariado encontró su expresión, distorsionada indudablemente, en la dictadura de la burocracia.[20]

Trotsky mantuvo esta posición, en esencia, durante los últimos cinco años de su vida. En su libro La revolución traicionada (1937) la elabora con riqueza de detalles e ilustraciones vívidas. La naturaleza fundamental de la ruptura con sus propios análisis anteriores no puede ser más exagerada. Una cosa era discutir (como Lenin lo había hecho) que el Estado obrero se hallaba burocráticamente deformado, distorsionado, degenerado o como se quiera. Pero ahora lo que se afirmaba era que la dictadura del proletariado no poseía ninguna conexión necesaria con el poder efectivo de los trabajadores. Ahora la dictadura del proletariado pasaba a significar, antes que nada, propiedad estatal y planificación económica (aunque casi no había existido planificación bajo la NEP). La dictadura del proletariado podría seguir existiendo al mismo tiempo con una clase obrera atomizada y sujetada al despotismo más totalitario.

En favor de Trotsky debe ser dicho que estaba lidiando con un fenómeno absolutamente nuevo. El, como todos los opositores de los años 1920s, había visto el peligro de un colapso del régimen debido a la presión de las crecientes fuerzas de la pequeña burguesía. Esto es lo que Termidor había significado para todos ellos. El resultado efectivo fue bastante inesperado. La propiedad estatal no solamente había sobrevivido sino que tuvo una expansión acelerada. En realidad, la burocracia desempeñó un papel independiente, hecho este que Trotsky nunca admitiría en forma completa. El régimen resultante era único en aquella época.

No había ocurrido ninguna restauración burguesa. Incluso más, en un período de profunda depresión económica en los países avanzados, un rápido crecimiento económico tuvo lugar en la URSS, un punto que Trotsky enfatizó repetidas veces en defensa de su argumento de que el régimen no era capitalista.

Pronósticos

En su Programa de Transición de 1938, Trotsky escribió:

La Unión Soviética surgió de la Revolución de Octubre como un Estado obrero. La propiedad estatal de los medios de producción, condición necesaria del desarrollo socialista, abrió posibilidades para un rápido crecimiento de las fuerzas productivas. Pero al mismo tiempo, el aparato estatal soviético sufrió una degeneración completa, transformándose de un instrumento de la clase trabajadora en un instrumento de violencia burocrática contra la clase trabajadora, y cada vez más, en un instrumento para el sabotaje de la economía nacional. La burocratización de un Estado obrero atrasado y aislado, y la transformación de la burocracia en casta todopoderosa y privilegiada, es la refutación más convincente –no solamente teórica, sino también práctica– de la teoría del socialismo en un solo país.

De esta forma, el régimen de la URSS encarna contradicciones terribles. Pero permanece todavía como un Estado obrero degenerado. Tal es el diagnóstico social. El pronóstico político tiene un carácter alternativo: o la burocracia se vuelve cada vez más el instrumento de la burguesía internacional en el Estado obrero, destruyendo las nuevas formas de propiedad e impulsa al país de vuelta al capitalismo; o la clase trabajadora destruye a la burocracia, abriendo una salida en dirección al socialismo.[21]

¿Por qué debería ser así? Trotsky estaba convencido de que la burocracia era altamente inestable y políticamente heterogénea. Todos los tipos de tendencias “del auténtico bolchevismo al fascismo completo” existían en su interior, según afirmó en 1938. Estas tendencias estaban relacionadas con fuerzas sociales, incluyendo

tendencias capitalistas concientes [...] principalmente el próspero sector de las haciendas colectivas [el cual] encuentra una base amplia en las tendencias pequeño-burguesas de acumulación privada, que nacen de la miseria general y que concientemente la burocracia respalda.[22]

En el interior de la burocracia

los elementos fascistas contrarrevolucionarios, cuyo número aumenta sin cesar, expresan cada vez con mayor fuerza los intereses el imperialismo mundial. Estos candidatos a “compradores” piensan, no sin razón, que la nueva capa dirigente solo puede asegurar sus posiciones privilegiadas renunciando a la nacionalización, la colectivización y el monopolio del comercio extranjero, en nombre de la asimilación de la “civilización occidental”, esto es, del capitalismo [...] Sobre la base de este sistema de antagonismos crecientes, que destrozan cada vez más el equilibrio social, se mantiene por métodos de terror, una oligarquía termidoriana que ahora se reduce sobre todo a la camarilla bonapartista de Stalin [...] El exterminio de la generación de los viejos bolcheviques y de los representantes revolucionarios de la generación intermedia y de la joven generación destruyó aún más el equilibrio político en favor del ala derecha, burguesa, de la burocracia y de sus aliados en el país. Y de esto, que de la derecha, podamos esperar en el próximo período, tentativas más resueltas de revisar el régimen social de la URSS, aproximándolo a la “civilización occidental” en su forma fascista.[23]

Es interesante que Trotsky haya intentado llamar la atención sobre las semejanzas entre fascismo y estalinismo, cuando todavía los Frentes Populares estaban en su auge. “Estalinismo y fascismo, a pesar de una diferencia profunda de base social, son fenómenos simétricos. En muchas de sus características ellos muestran una semejanza mortal”, escribió en La revolución traicionada.[24] Lo que tenían en común –la destrucción de toda organización independiente de los trabajadores y la atomización de la clase obrera– es muy llamativa.[25] Pero más importante es la cuestión de las “tendencias restauradoras” de la burocracia. No hay ningún argumento significativo en los escritos de Trotsky de este período, además del referido al derecho de herencia.

Los privilegios solo valen la mitad si no pueden ser transmitidos a los propios hijos. Pero el derecho de herencia es inseparable del derecho de propiedad. No alcanza con ser director de una empresa, es necesario ser también accionista.[26]

Esto demostraría según Trotsky la presión de la burocracia para abandonar el control de la URSS, en favor de volverse socia menor (compradora) de las potencias imperialistas. En la visión de Trotsky, la Unión Soviética, era ahora “una sociedad contradictoria, a medio camino entre el capitalismo y el socialismo [...] En última instancia, la cuestión [de avanzar hacia el socialismo o retroceder hacia el capitalismo] será decidida por la lucha de las fuerzas sociales en la arena nacional como en la arena mundial”.

Esta lucha ya se había desarrollado lo suficiente para tensionar el análisis de Trotsky hasta sus límites, unos años antes de su muerte.