OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

CARTAS DE ITALIA

 

ALGO SOBRE FASCISMO

 

¿QUE ES, QUE QUIERE, QUE SE PROPONE HACER?1

                                       

¿Qué es "fascismo"? Esta pregunta la hacen tal vez miles de personas, adivinando, por el resto de la frase y por el carácter de las accio­nes en que los "fasciti" intervienen, el significado de la agrupación.

Dejemos la palabra a Cayetano Polvorelli, corresponsal político del Popolo d'Italia y uno de los más conspicuos miembros del "fascismo".

"Nació —dice— en Milán, en 1919, por inicia­tiva de Mussolini. Al cabo de dos años cuenta con más de mil secciones y varios centenares de miles de adherentes. Es una milicia civil, cuyo propósito es salvaguardar al país, especialmen­te en estos momentos en que la propaganda leninista es más ardiente".

Hay en el "fascismo", añade, algo de místico y de ideal. Su lema es la paz social, sin caer en las exageraciones catastróficas de los agitadores leninistas, pues esa exageración conduciría, inevitablemente, a rehacer la unidad socialista.

Uno de los deberes que se impuso primero, fue defender los resultados materiales y morales de la victoria, en un momento en que, retirados Sonnino y Orlando, el gobierno pasaba a manos de los derrotistas y de los socialistas. Los oficiales, hasta aquellos que ostentaban en su pecho gloriosas condecoraciones, eran moti­vo de insultos en las calles y en las plazas pú­blicas.

Los desertores, puestos en libertad, iban a engrosar las filas de los exaltados en la calle. El gobierno se disponía a una paz denigrante y vergonzosa. Los caporetistas resurgían dispues­tos a nuevas infamias y prepotencias, llegando, en la infausta fecha del 16 de noviembre, a triun­far sobre el resto de la población.

Pero pasó aquel momento. Esas horas amargas quedan ya relegadas a la historia. La bata­lla, sin embargo, es áspera aún. Vinieron las revueltas comunistas, con la tiranía roja, y quien no era bolchevique no tenía derecho a la vida, negándosele hasta la alimentación, asistencia mé­dica, obstétrica, farmacia y demás.

Vino la rebelión de parte de los jóvenes que había templado sus espíritus en la guerra. Los pacifistas a toda costa y los hombres de mala fe acusan de violencia a los "fascistas", pero no protestaban cuando la violencia era ejercida por los bolcheviques.

Es erróneo —continúa—, decir que el "fascis­mo" vaya contra el proletariado, vale decir, con­tra el pueblo. Está contra los especuladores, contra los parásitos, contra los déspotas del pue­blo, que siempre son burgueses de origen y oligarcas por temperamento.

Matteoti es un terrateniente que no renun­cia a sus tierras. Frola es un millonario que se ríe de la idea de socializar sus millones. Tre­ves vive de renta. Treves, Lucio, Serrati, Bussi, no desdeñan la comodidad para ellos. ¿Son pro­letarios estos apóstoles? ¿Con qué derecho pre­tenderían imponer una dictadura que no sería "del pueblo" sino "contra el pueblo"?.

Veamos ahora cuál es el programa del "fas­cio".

Declaran los dirigentes del mismo, que su brújula es la nación y que consultarán sus in­tereses supremos para resolver cualquier proble­ma, considerándola en su expresión general e histórica de colectividad étnica continuativa. Es-timan que el interés nacional es superior a los intereses personales, a los grupos y a las clases, a las contingencias mismas de una generación, pues con frecuencia debe sacrificarse una generación entera en interés de las generaciones futuras.

El destino nacional —dicen— es histórico, por cuanto constituye la profunda esencia, la razón y la explicación de la historia de cada pueblo. El internacionalismo, en cambio, es antihistóri­co, porque es negado por la historia universal. Para los "fasciti", existe un sólo internacionalis­mo, el que deriva de los imperios, de las religio­nes, de las manifestaciones geniales del pensa­miento humano.

No creen en el pacifismo, estiman que los conflictos se contienen, se transforman, no se suprimen. El misterio pacifista bolchevique, Lenin, se vio obligado a llevar a efecto una gue­rra de carácter nacionalista contra Polonia, y una guerra imperialista en Asia, en camino de las Indias.

En cuanto se refiere a los problemas del mo­mento, el "fascio" entiende favorecer el desa­rrollo de todas las energías nacionales, oponien­do, al criterio de clase socialista de la reparti­ción, el criterio nacionalista del aumento de la producción.

Este año han dedicado sus actividades a los trabajadores de la tierra para favorecer la copar­ticipación y adquisición de la propiedad, decla­rándose enemigos del latifundismo y .del siste­ma del asalariado (asasaliao). Otro año se proponen dedicarlo a los trabajadores marítimos para favorecer la expansión italiana en el mar, superando el egoísmo personal y la escasa acti­vidad de algunos grupos.

Combatirán —dicen— las finanzas demagógi­cas, a fin de demostrarles cómo, atacando el famoso estómago de Menenio Agrippa, se sue­le terminar por destruir el propio, como ocu­rre, por ejemplo, con los automóviles. La tasa elevada sobre ellos ha reducido la producción, paralizó varias industrias, que daban trabajo a miles de mecánicos y de obreros afines de la citada industria, así como el comercio con ella relacionados.

Para terminar, en lo que respecta a la auto­ridad del Estado, el programa "fascista" se propone devolverle el prestigio que tenía anteriormente, "quitándoles las funciones que no pue­de o no sabe cumplir". Creen que el Estado tie­ne sólo dos funciones políticas y jurídicas e (sic) industriales, y por eso emprenderán una viva campaña contra la nacionalización de mi­nas e industrias que consideran anticipos del socialismo. Sin embargo, dejarán al Estado el monopolio sobre la sal y el tabaco, que tenía ya antes de la guerra.

He aquí en forma sucinta, lo que significa el "fascismo" y qué son los "fascistas". Hasta dónde tendrán éxito sus propósitos, hasta' dónde llegarán sus fuerzas, en qué forma interpreta­rán sus teorías, lo dirá el tiempo. Es tan grande la convulsión que hizo presa del mundo cuando el viejo continente comenzó a sentir los efec­tos de la horrenda sangría y tan profundo el vuelco sufrido por los hombres, las ideas y las conciencias, a raíz de la misma, que es preferi­ble dejar que los hechos respondan por noso­tros, sin correr el riesgo de prejuzgar o caer en el terreno de las presunciones. Hay momen­tos en la historia de los pueblos, en que es im­posible saber dónde está el termómetro de los sentimientos humanos, dónde el pulso de la opi­nión.

 


NOTA:

1 Publicado en El Tiempo, Lima, 29 de junio de 1921.