OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

CARTAS DE ITALIA

 

 

MUJERES DE LETRAS DE ITALIA1

 

En el elenco de la literatura italiana contem­poránea figuran varias mujeres. Y, afortunadamente, para gloria del arte y regalo de la hu­manidad inteligente esas mujeres son, en su mayoría, artistas auténticas, artistas "pur sang", algo no muy frecuente en las mujeres que escriben. La literatura es, como se sabe, uno de los sectores artísticos más asaltados por el dile­tantismo femenino. El diletantismo masculino no es menos osado y abundante; pero tiene la ventaja de ser mucho menos peligroso. La acción higiénica de las leyes de selección depu­ra de él automáticamente, sin ningún embara­zo, el organismo literario. Los hombres no dis­ponen de las seducciones ni de los privilegios de las mujeres para resistir la acción de es­tas leyes. Mientras tanto el diletantismo feme­nino se presenta al combate armado de todas las prerrogativas acordadas a la mujer por la tradición, la galantería, etc., etc. Mediocrísimas escritoras igualan en reputación y notoriedad, transitoriamente por lo menos, a escritores se­lectísimos, por razón de su sexo, que no de sus prosas ni de sus versos. En la literatura francesa tenemos, vecino aún, el caso de Luisa Colet. Una vulgarísima poetisa que conquistó largo renombre no por escribir mal cincuenta volúmenes desabridos sino por conocer bien la alcoba de todos los literatos ilustres que tenían alcoba.

El caso Luisa Colet no es un caso típico y regional de la literatura francesa. Es un caso endémico en casi todos los climas literarios. Pero las diletantes tipo Luisa Colet de aptitudes y características esencialmente galantes, no son tan numerosas como las diletantes de aptitudes y características esencialmente domésticas y ca­seras. Como las diletantes líricas que toman la literatura como un "adorno" y que piensan con mentalidad de señorita de diez y ocho años, que para ella no se necesita capacidad mayor que para el crochet o el pirograbado. A esta se­gunda angelical jerarquía pertenecen las diletan­tes del parnaso criollo redimido por sólo una que otra verdadera mujer de letras. Por ejem­plo aquella a quien están dedicadas estas líneas.

La más interesante de las mujeres de letras de Italia es Ada Negri. Esta Ada Negri es un valor artístico digno de ser tan altamente coti­zado como la condesa de Noailles y la Rachilde, las dos más extraordinarias mujeres de letras de la Francia contemporánea.

Ada Negri fue en su juventud maestra de escuela. Una pequeña maestra de escuela elemen­tal. Una "maestrina" de escasa idoneidad peda­gógica, que soñaba vagamente, con la mirada en la pizarra gris y con la mano sobre la rizada testa de su "bambino" predilecto. Sus primeros versos fueron pobres y desvaídos de for­ma; pero brillaba ya en ellos la divina chispa sagrada. De la enseñanza elemental pasó Ada Negri a la poesía. De la poesía pasó al matrimo­nio. Se casó con un rico industrial lombardo. Pero su matrimonio duró pocos años. El marido de Ada Negri era, probablemente, un perfecto industrial lombardo de alma fenicia, burguesa y adiposa. Dios me libre, sin embargo, de la hua­chafería de agobiar de atributos prosaicos la figura milanesa de este marido para dar una explicación lírica a la incompatibilidad de ca­racteres y a la separación subsiguiente. Prefie­ro creer, simplemente, que Ada Negri y su ma­rido se cansaron de amarse, ya que también el marido de una poetisa tiene el derecho a can­sarse de amar a su mujer.

Los libros de Ada Negri son numerosos. Les titulan "Fatalitá" (1892), "Tempeste" (1894), "Maternitá" (1906), "Dal Profondo" (1910), "Eli­seo" (1914), "La Solitarie" (1918), "I1 Libro di Mara" (1919). Este último es uno de los que más placen, emocionan y sorprenden.

Una nota bibliográfica decía hace poco que a Ada Negri puede llamársela gran poeta en vez de gran poetisa. Y, en verdad, Ada Negri merece la distinción. Su poesía ha sido siem­pre la poesía de una mujer; pero no ha sido la poesía de una poetisa. Parece, pues, más expresivo de su superioridad el título de poeta qué el título de poetisa.

Y es que los versos de las poetisas general-mente no son versos de mujer. No se siente en ellos sentimiento de hembra. Las poetisas no ha­blan como mujeres. Son, en su poesía, seres neutros. Son artistas sin sexo. La poesía de la mujer está dominada por un pudor estúpido. Y carece por esta razón, de humanidad y de fuerza, Mientras el poeta muestra su "yo", la poetisa esconde y mistifica el suyo. Envuelve su alma, su vida, su verdad, en las grotescas túni­cas de lo convencional.

En la novela la mujer vale más que en la poesía. Y es que la mujer cuando es objetiva, suele ser natural y atrevida. Cuando es subjeti­va, no. Ama la verdad cuando describe las sen­saciones ajenas; se avergüenza de ella, cuando describe las sensaciones propias. Las desfigura, las oculta, las calla. No tiene el valor de sen­tirse artista, de sentirse creadora, de sentirse superior a la época, a la vulgaridad, al medio. Se siente, por el contrario, una mujer depen­diente como las demás de su tiempo, de su so­ciedad y de su educación.

Y, precisamente, es todo lo que hay en ella de mujer lo que una poetisa debía poner en su arte.

"Il Libro di Mara" presenta este aspecto de la personalidad de Ada Negri. Es el libro de la mujer que llora al amante muerto. Pero que lo llora no en versos plañideros, ni en elegías románticas. No. El duelo de esta mujer no es el duelo de siemprevivas, crespones y epitafios. Esta mujer llora la viudez de su corazón, la viudez de su existencia, y la viudez de su cuer­po. El "Libro di Mara", al mismo tiempo que un libro de dolor, es un libro de pasión y de voluptuosidad. De una voluptuosidad mística que el dolor espiritualiza. Todo es puro, todo es casto, todo es inmaterial en el lenguaje, en las imágenes, en los ritmos.

Las primeras voces son voces de angustia y de opresión que reclaman al amado muerto. Lue­go estas voces se apagan. La poetisa no se que­jará más. En espera del día en que se abrirán para ella las puertas del misterioso reino donde se unirá con el esposo, vivirá sólo para evocarlo, para evocar sus besos, para evocar su amor. Para sentirse como antes, besada por su boca, tocada por sus manos, llamada por su voz y mirada por sus ojos. Para vivir de nuevo los días pasados, en un divino delirio de la fantasía y de los sentidos. Para continuar, poseída, amada, acariciada.

En "Il Libro di Mara" sobresale otro aspec­to de la personalidad de Ada Negri: su poten­cia dramática. Ada Negri, que es una intérpre­te profunda de la vida, es una intérprete profunda del dolor. Este genio dramático es atribu­to de la mujer italiana. Pensemos en Eleonora Duse, la trágica ilustre de ayer. Pensemos en María Melato, la trágica ilustre de hoy.

Algunas poesías de "Il Libro di Mara", lle­gan a un grado extraordinario de intensidad. Son extrañamente obsesionantes y misteriosas. Quiero copiar aquí una de las más bellas, "Il Muro". Y no me atrevo, por supuesto, a tradu­cirla. Hela aquí.

"Alto e il muro che friancheggia la mia strada, e la sua

vendida rettilinea si profunga nell'infinito.

Lo accende il sole come un raggio enorme,

lo imbianca la luna come un sepolcro.

Di giorno, di notte, pesante, inflesible, santo il tuo passo

di lá del muro.

So che sei li, e mi cerchi e mi vouti, pallido de pallore (marmoreo

che avevi l'ultima volta ch'lo ti divi.

So che sei li; ma peria non trovo da secrudere, brecca non (posso

sacavare.

Parallela al tuo posso lo camino, senz-altro udire, senz,

altro seguire che questo solo richlamo;

sperando encontarti, alla fine, guarverti beata nel viso,

sonrirte beata sul cuore.

Ma il termine sempre é piú lungo, e in me non v'ha fibra che non sia stanca;

ed il tuo passo di lá del muro si escande a martello sul

battito defile mie arterie".

 

Esta poesía es admirable, el símbolo posee en todo instante una fuerza maravillosa. Se ve el "muro'', ese "muro" que el sol enciende y "que la luna emblanquece como un sepulcro" y pegada se ve marchar a una mujer pálida, magra y enlutada. Y se siente los pasos de al­guien que marcha también al otro lado. De al­guien que está muy cerca y muy lejos a un tiempo. Tan cerca que se perciben sus pasos. Tan lejos que no se puede escuchar su voz, ni ver su rostro espectral. El "muro", esta vez co­mo todas, parece infinito. No se sabe dónde ni en qué momento acabará; pero se sabe que aca­ba. Se sabe, porque, como dicen los versos de Ada Negri, se oyen los pasos de los que avan­zan del otro lado paralelamente a nosotros.

La poesía de Ada Negri ha evolucionado mucho de su primera época a su época actual. A medida que se ha perfeccionado y purificado como forma. Su temperamento ha encontrado expresión cada día más desenvuelta y musical en el verso libre que en el verso clásico. Ada Negri es hoy una de las cultoras más finas de la forma modernista.

Otras dos interesantes mujeres de letras son Grazia Deledda y Amalia Guglielminetti.

Grazia Deledda es novelista. Pero una nove­lista de alma ricamente poética. Tiene una dul­zura muy femenina su visión de la vida. Ha pu­blicado muchos libros de cuentos y novelas, en­tre otras "Colombi e Sparvieri", '"Canne al vento", "La colpe altruit", "Marianna Sirca". Sus obras son en total veinte, editadas entre el año 1900 y el año último. Han sido traducidas a diversas lenguas..

Amalia Guglielminetti es una escritora de personalidad más compleja, más moderna, más siglo veinte. Refleja la mujer de su tiempo. En­tre mil novecientos cuatro y mil novecientos diez y nueve ha publicado diez libros. Casi to­dos libros de versos, uno que otro de cuentos y una comedia. Se reprueba la frivolidad que frecuentemente domina en sus páginas; pero esa frivolidad es sugestiva y característicamente femenina.

Además, la Guglielminetti es otra de las poe­tisas que vierten en sus versos, sin timidez ni hipocresía, sus sensaciones de mujer. Algunas de sus composiciones serán, sin duda alguna, audaces para las gentes gazmoñas. Me acuerdo de una titulada "Ilattini". En ella evoca una mañana de abril. No sabe si fue el año en que dejó las monjas de su convento, si fue el año anterior, si fue el año siguiente. Esa mañana, abril se despertó con el alma ligera, ella con su pequeño corazón opreso. La noche los había mecido a abril invierno, a ella niña. Y de esa mañana ella cuenta: "Io aprile ciglia fatta gio­viretta, tu apristi i cieli fatto primavera". Y de esa mañana ella agrega: "Ormai ero colei que sa ed aspetta e a qualche avido sguardo sussul­tavo".

Estas mujeres de letras no son tan conoci­das entre nosotros como Carolina Invernizio. Y es natural. Para Carolina Invernizio hay un enorme y permanente público de cocineras en todas partes del mundo. Para Ada Negri no hay ni puede haber, ni aun dentro de las señoritas de "élite", un público igualmente apasionado. Las señoritas de "élite" están, por lo común, muy ocupadas con la lectura de Ricardo de León que escribe tan bonito y de Paul Bourget que escribe en francés. Pero a Ada Negri le basta para ser inmortal, que haya en la tierra un alma capaz de comprenderla. Un verso de Val­delomar, uno de los muchos bellos versos de Valdelomar, dice que "para salvarnos del olvi­do basta que un alma nos comprenda". Y es cierto.

 


NOTA:

1 Fechado en Florencia, 28 de junio de 1920; publicado en El Tiempo, Lima, 12 de octubre de 1920.