OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL III

 

       

LA AMENAZA GUERRERA EN LA MANCHURIA

 

La situación en la Manchuria, después de un instante en que las negociaciones entre la U.R.S.S. y la China parecían haberse situado en un te­rreno favorable, se ha ensombrecido nuevamen­te. Al gobierno de Nanking, aún admitiendo que esté sinceramente dispuesto a evitar la guerra, le es muy difícil imponer su autoridad en la Man­churia, regida por un gobierno propio a esta ad­ministración, sobre la que actúan más activamente si cabe que la de Nanking las instigaciones imperialistas, le es a su turno casi imposible con­trolar a las bandas de rusos blancos y de chinos mercenarios, a sueldo de los enemigos de la U.R.S.S. Estas bandas tienen el rol de bandas provocadoras. Su misión es crear, por sucesivos choques de fronteras, un estado de guerra. Hasta ahora, trabajan con bastante éxito. El gobier­no de los Soviets ha exigido, como elemental condición de restablecimiento de relaciones de paz, el desarme o la internación de estas bandas; pero el gobierno de Mukden no es capaz de po­ner en ejecución esta medida.

No es un misterio el que el capitalismo yanqui codicia el Ferrocarril Oriental. La posibili­dad de que se restablezca la administración ruso-china, mediante un arreglo que ratifique el tratado de 1924, contraría gravemente sus pla­nes. Los intereses imperialistas se entrecruzan complicadamente en la Manchuria. Coinciden en la ofensiva contra la U.R.S.S. Pero el Japón, se­guramente, prefiere que el Ferrocarril de Orien­te continúe controlado por Rusia. Si la China adquiriese totalmente su propiedad, en virtud de una operación financiada por los banqueros, la concurrencia de los Estados Unidos en la Man­churia ganaría una gran posición.

Los Soviets, por razones obvias, necesitan la paz. Su preparación bélica es eficiente y moder­na; pero una guerra comprometería el desenvol­vimiento del plan de construcción económica en que están empeñados. La guerra retrasaría enor­memente la consolidación de la economía socialista rusa. Este interés no puede llevarlos, sin embargo, a la renuncia de sus derechos en la Manchuria ni a la tolerancia de los ultrajes chinos. Los agentes provocadores, a órdenes del im­perialismo, saben bien esto. Y, por eso, no cejan en el empeño de crear entre rusos y chinos una irremediable situación bélica.