Anton Pannekoek

Una vida de lucha:

Adiós a Herman Gorter

1927


Publicado originalmente: En A. Pannekoek: "Ein Kämpferleben. Abschied von Herman Gorter," Kommunistische Arbeiter Zeitung (Berlín), VIII, septiembre de 1927, No. 74 y Kommunistische Arbeiter Zeitung (Essen), VI, 1927, No. 9.
Traducción: Por Rubén Tala, desde la versión en inglés en https://www.marxists.org/archive/pannekoe/1927/farewell.htm , abril de 2021.
Esta edición: Marxists Internet Archive, marxists.org, abril de 2021.


 

 

 

En la persona de Herman Gorter, el proletariado revolucionario acaba de perder a uno de sus amigos más fieles y a uno de sus compañeros de armas más notables. Figuraba entre los más grandes expertos en teoría marxista y fue uno de los pocos que, a través de conflictos y escisiones, permaneció invariablemente devoto del comunismo revolucionario.

Gorter nació el 26 de noviembre de 1864, hijo de un conocido escritor; al finalizar sus estudios de humanidades, fue nombrado profesor de instituto de educación secundaria. Siendo aún joven compuso Mei ("Mayo"), una obra de poesía que tuvo un impacto explosivo en el mundo de las letras en Holanda y fue inmediatamente considerada una obra maestra. La década de 1880 fue una verdadera edad de oro literaria; durante ese período surgió toda una constelación de escritores y poetas. Al rebelarse contra la tradición formal que se había erigido en un canon de belleza, verdad y expresión del sentimiento, esta escuela hizo temblar la tierra bajo los pies de la lengua y las letras holandesas. En la década de 1890, sin embargo, el pozo se fue secando progresivamente: todos siguieron sus propios caminos. También Gorter tuvo que observar con asombro cómo el movimiento de los "ochenta" fue abatido por la esterilidad.

En un esfuerzo por descubrir la fuente de su poder, Gorter se sumergió en las grandes obras de la literatura: los griegos de la antigüedad, los italianos de la Edad Media, los ingleses de la era moderna temprana. Se aplicó a la filosofía, tradujo a Spinoza, estudió a Kant, pero eso no le dio respuestas ni nuevos impulsos. Luego se dirigió a los escritos de Marx y encontró lo que estaba buscando: una comprensión clara del desarrollo social como base de la producción espiritual de los hombres. Siempre que una nueva clase ha aparecido en la historia, siempre que sus esfuerzos han dado frutos, se presencia una nueva energía, un nuevo sentimiento de poder y un nuevo entusiasmo que conducen al florecimiento de las letras; y este fue ciertamente el caso del movimiento del que el propio Gorter formaba parte; un dinamismo intelectual acompañó el despegue del desarrollo capitalista en Holanda. Pero Marx también le mostró las limitaciones del desarrollo burgués que había tenido lugar, le enseñó a entender la lucha de clases. Y a partir de ese momento Gorter se dedicó en cuerpo y alma a la causa del proletariado combatiente. En una serie de artículos titulados Crítica del movimiento literario de la década de 1880 en Holanda (1899-1900), elaboró un balance de su pasado para exponer la autocomprensión que había adquirido durante ese período. Hacia el final de su vida, volvió a abordar estas cuestiones, examinando las obras maestras de la literatura mundial a la luz de la evolución social, pero lamentablemente no pudo concluir su labor.

Gorter se unió al Partido Socialdemócrata de los trabajadores de Holanda a finales de la década de 1890. La clara sencillez con la que expuso sus principios pronto lo convirtió en uno de los oradores más populares de este movimiento en rápido crecimiento. También publicó excelentes folletos de propaganda. Más tarde, sin embargo, entró en conflicto abierto con los líderes del partido que, con el crecimiento del movimiento, se habían inclinado cada vez más hacia el reformismo. Junto con Van der Goes y Henriette Roland-Holst, fundó la revista De Nieuwe Tijd ("La Nueva Era"), un órgano de teoría marxista y crítica principista. Gorter estaba en la primera fila de los que combatían el oportunismo en las cuestiones cruciales del momento —la cuestión agraria, la educación, la huelga de los ferroviarios, las elecciones. A pesar de esto fue miembro de la dirección del Partido durante un tiempo, pero finalmente todo su grupo fue reducido a una fracción minoritaria por los políticos reformistas y fue denunciado como una amenaza para el Partido (1906). Estos enfrentamientos (similares a los que se avecinaban en todos los países) le llevaron a centrar su atención en entablar estrechos contactos con la socialdemocracia alemana. Aunque rara vez contribuyó con artículos a Neue Zeit ("Nueva Era"), el órgano teórico de la socialdemocracia alemana, Gorter estableció relaciones amistosas con Kautsky. Relaciones que luego se enfriaron cuando los dos hombres tomaron caminos separados, pero nunca se apagaron por completo. Tampoco fue esta la única vez que, debido a sus mentes abiertas y amplias perspectivas, así como a la rigurosa objetividad de sus actividades militantes, los amigos ganados en la lucha común siguieron siendo amigos más tarde, aunque el curso del movimiento obrero los había convertido en adversarios políticos.

El conflicto dentro del Partido socialdemócrata holandés alcanzó un punto sin retorno durante el año siguiente, cuando algunos militantes más jóvenes, Wijnkoop y Van Ravensteyn, lanzaron su propio ataque contra la práctica parlamentaria de los líderes del partido y comenzaron a publicar un semanario de oposición, De Tribune. Después de un largo período de debate, fueron expulsados en 1909 y fundaron un nuevo partido, el Partido Socialdemócrata, que más tarde se convirtió en el Partido Comunista. Gorter se unió a ellos y se convirtió en el líder más destacado del Partido, aunque se vio obligado a dejar a otros la tarea de determinar la política práctica. También estaba físicamente en un estado bastante debilitado. Dotado de una constitución de hierro, fue capaz de realizar esfuerzos considerables y, al mismo tiempo que impartía diversas clases, se dedicó infatigablemente a la actividad política. Pero cuando estalló la discordia en las filas del nuevo Partido, quemó la vela en ambos extremos, a veces trabajando las veinticuatro horas del día; como resultado sufría de agotamiento, lo que le sirvió para recordarle los límites de los poderes humanos.

Gorter fue un poeta de corazón, es decir, un ser que percibe directamente y con claridad lo que hay de inmensidad, de lo verdaderamente universal en el mundo, y sabe expresarlo en un lenguaje de total belleza o, por decirlo de otra manera, en un lenguaje de total verdad. Estos años de incansable actividad y estudios teóricos tuvieron el efecto de llevarlo a transcribir cada vez más el nuevo concepto socialista del mundo en términos de sentimientos inmediatos. Primero, presentó Ein klein heldendicht ("Un pequeño poema épico"), que describe el despertar de la conciencia de clase en dos trabajadores, un hombre y una mujer; fue el poema épico del proletariado, pero en un marco más restringido y en un ambiente más pacífico. Más tarde, en 1912, apareció Pan en su primera versión (más tarde se expandió significativamente), el cual describe de forma simbólica la emancipación de la especie humana a través de la lucha de clases. Frente a Mei, que es una visión límpida y luminosa del mundo surgida de las ilusiones propias de la juventud despreocupada, Pan aparece como el poema épico, rico en contenido, con matices poderosamente contrastados, de la concepción del mundo finalmente madura del hombre consciente.

Luego, después de 1914, comenzó el período negro de su vida; el declive del movimiento obrero revolucionario afectó su espíritu profundamente sensible. Sin dejarse abatir, Gorter continuó la lucha. Sin duda era consciente de que la situación no podía ser de otra manera pero, como muchos de nosotros, sin embargo, estaba consumido por la tristeza. Cuando estalló la guerra, que trajo consigo el colapso de la socialdemocracia, publicó Der Imperialismus, der Weltkrieg und die Sozialdemokratie ("El imperialismo, la guerra mundial y la socialdemocracia") donde demostró que este colapso tuvo su origen en el reformismo de la propia clase obrera. El texto se imprimió en alemán en Amsterdam; el estado de emergencia, sin embargo, impidió casi totalmente su circulación en Alemania. Pero incluso durante estos momentos de regresión tan acentuada, no perdió su fe en el proletariado y en su capacidad para engendrar un nuevo movimiento revolucionario. Y cuando estalló la Revolución Rusa y, un año después, una ola revolucionaria barrió Europa, se dedicó de todo corazón al movimiento. En Suiza, donde vivía por motivos de salud, estaba en contacto permanente con la embajada rusa; fue allí donde escribió su obra Die Weltrevolution ("La revolución mundial") en 1918. Cuando el personal de la embajada rusa fue expulsado de Suiza en noviembre de 1918, se fue con ellos a Berlín, donde tomó contacto con el movimiento revolucionario emergente. Desde entonces nunca dejó de cooperar con el movimiento comunista alemán; en repetidas ocasiones cruzó clandestinamente la frontera para ir a Berlín a participar en conferencias y debates.

Su presencia en Alemania se hizo tanto más necesaria por el hecho de que el movimiento comunista alemán, que él apoyaba con alma y corazón, fue el origen de otra decepción aún más grave que la que sufrió en el partido holandés, porque esta vez no se la esperaba, y también porque la revolución que había comenzado fue destruida no tanto por los golpes de un poder externo sino por una debilidad interna, una desviación de sus propios principios. Gorter fue una de las primeras personas en discernir el peligro de oportunismo inherente a las tácticas bolcheviques para Europa occidental, cuya naturaleza errónea demostró en su Carta abierta al camarada Lenin. Después de un viaje peligroso que se volvió aún más arriesgado debido a su mala salud, llegó a Rusia, donde, durante el curso de entrevistas personales con Lenin y reuniones con el Comité Ejecutivo de la Tercera Internacional, trató de convencerlos de sus errores. Pero no tardó en ver y comprender por qué sus esfuerzos fueron en vano: Rusia no podía convertirse en otra cosa que en un Estado burgués. A partir de ese momento, Gorter ofreció sus servicios al KAPD. Con motivo de los conflictos internos que desgarraron al KAPD, se decantó por la tendencia Essen, a la que contribuyó mucho como portavoz; sin embargo, a menudo tuvo que admitir que la tendencia de Berlín actuó de una manera casi ejemplar en la práctica y ayudó a ambas fracciones. Considerando sus diferencias como de importancia secundaria y sus disputas como obsoletas, hizo contribuciones activas a los esfuerzos para lograr su reunificación.

Su salud se deterioró gravemente durante estos últimos años. Como consecuencia de repetidos periodos de sobreesfuerzo, a los que se sumó el terrible golpe de la muerte de su esposa en 1916, y debido también a la depresión que sufrió como consecuencia de la decepcionante evolución del movimiento obrero, padeció asma bronquial crónica, de origen nervioso, que lo agotaba físicamente. Pero el poder de su espíritu lo llevó a un estado de lucidez cada vez más elevado y a una visión del mundo cada vez más amplia y penetrante. Gorter trabajó incansablemente para dar expresión a la nueva belleza que sentía; se sumergió en un estudio en profundidad del marxismo, de los grandes poetas del pasado, del comunismo y, en sus últimos días, dijo que se sentía capaz de crear una obra aún más perfecta que todo lo que había escrito antes. Pero su enfermedad empeoró repentinamente durante una visita a Suiza, y murió durante su regreso a Bruselas el 15 de septiembre de 1927.

Gorter era una fuerza de la naturaleza, lleno de frescura juvenil, un ser en total armonía tanto física como moralmente. Durante su juventud participó ardientemente en casi todos los deportes; el cricket, el tenis y la navegación no le ocultaban secretos e, incluso durante sus últimos años, demostró ser un caminante infatigable. Cada página de su obra poética es testimonio de la profundidad de su amor por la naturaleza. Podía caminar durante horas, en otoño e invierno, a través de playas desiertas, absorto en la infinita belleza de las olas y las playas; en Suiza pasó días enteros explorando montañas, ansioso por la soledad de las cumbres nevadas. Clasicista y literato por sus dotes naturales, notable experto en cuestiones filosóficas, también fue capaz de mantenerse al tanto de las difíciles cuestiones de las ciencias naturales para desarrollar su concepción del mundo desde todos los ángulos. Un hombre así se vio obligado necesariamente a suscribirse al socialismo para estar en perfecta armonía con el mundo. En adelante se dedicó a la clase obrera y al comunismo. Su obra poética, la expresión más completa de su ser, lamentablemente solo puede ser leída por trabajadores que entiendan el holandés. Pero entre los trabajadores holandeses, hay muchos que profesan una ferviente admiración por la poesía de Gorter. En este período reciente del movimiento obrero, Gorter se destaca como una figura luminosa, un ejemplo de la nueva humanidad en el curso de su transformación.