O. Piatnitsky

MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUE
(1896-1917)

 

 

V.

Mi trabajo en Moscú

(1906-1908)

 

Llegué a Moscú a principios de septiembre de 1906. Al llegar me enteré que la residencia secreta cuya dirección me había enviado Goussiev la habían “quemado”, y que el mismo Goussiev no estaba en Moscú (lo habían detenido). No obstante, conseguí ponerme rápidamente en contacto con el Comité del partido, por casualidad encontré en la calle a Bour y Niena Zvier (M. Rosnberg-Essen). Me enteré por ellos que se me había hecho venir para ocuparme de la secretaría del Comité de Moscú, pues el camarada Víctor (Taratouta) había sido designado para otro trabajo. Fueron ellos quienes me dieron la dirección de la residencia del Comité de Moscú donde se encontraba Víctor. Este me comunicó la decisión del Comité de confiarme el cargo del servicio técnico secreto de la organización de Moscú.

Después de todo, la clase de trabajo importaba poco; lo esencial era que yo fuese útil al partido.

Empecé a trabajar intensamente. En Moscú era muy necesario hacerlo así. Mis brazos resultaron insuficientes.

El estado de espíritu de los cuadros directores de la organización de Moscú, con los cuales yo debía concertarme todos los días, era excelente y combativo. Esto me recompensaba del abatimiento y depresión que se habían apoderado de los camaradas de Odessa.

La organización de Moscú estaba dividida en ocho sectores: el sector central (urbano), los sectores de Zamoskooriétchié Rogoiski, Léfortovo, Sokolniki, Boutirkl, Ressnia-Kharnov-Nitchski y los sectores de ferroviarios. Algunos de éstos estaban divididos en secciones. Los sectores, como las secciones (allí donde las había) estaban enlazados con las Asambleas de fábrica (hoy las células), a los Comités o a las Comisiones de fábrica (hoy las oficinas de las células). Los delegados de los Comités de fábrica del sector asistían a los comunicados que hacían el Comité del sector y el Comité de Moscú, elegían el Comité de sector y enviaban los delegados a las Conferencias locales, en las cuales, en 1906 y casi hasta el final de 1907, designaba todavía el Comité de Moscú.

Las conferencias de sector, lo mismo que las conferencias urbanas, se reunían en aquella época periódicamente. El Comité de Moscú y los Comités de sector ponían una gran atención al enlace con los obreros de las fábricas y de las manufacturas. Esta unión era muy fuerte. Los Comités de sector y de sección, estando en contacto estrecho con los miembros del partido, trabajan en las fábricas, en las imprentas y en otros establecimientos industriales de su sector y de su sección.

Frecuentemente, tuve que llamar a los miembros del partido para procurarme material de imprenta o cualquier otra clase de material. Me bastaba con dirigirme a la organización de cualquier sector de Moscú para que en seguida fuese puesto en relación con los miembros del partido que trabajaban en el establecimiento del que yo tenía necesidad. Al lado del Comité de Moscú había también una organización militar que publicaba un periódico: La Vida del Soldado. Esta organización estaba fuertemente ligada a los soldados de casi todos los Cuerpos de tropa, donde con frecuencia los miembros del partido y los simpatizantes formaban grupos. La organización militar estaba completamente separada de la organización local. Sólo la dirección de la organización militar estaba en contacto estrecho con el Comité de Moscú, y en algunos casos extraordinarios con ciertos Comités de sector. El Comité de Moscú se entregaba todavía a una acción sistemática en los pocos numerosos sindicatos locales: sindicatos de obreros textiles, de empleados de tranvías, etc. Gracias a sus esfuerzos, había constituido en Moscú una oficina central de sindicatos agrupando todos los sindicatos que existían entonces. La influencia de los bolcheviques en los sindicatos que pertenecían a la Oficina central era muy grande.

Al lado del Comité de Moscú había una oficina técnica militar encargada de inventar, experimentar y producir en gran cantidad, llegado el momento, armas fáciles de fabricar (bombas, etc.). Esta oficina trabajaba aparte de la organización local, y sólo estaba en contacto con el Comité de Moscú por el secretario de éste.

Había, además, al lado del Comité, una organización central socialdemócrata de estudiantes, que estaba en contacto con todos los establecimientos de instrucción pública superior y con muchos establecimientos secundarios de Moscú.

Por último, el Comité de Moscú tenía a su lado una oficina de conferenciantes y periodistas, una Comisión financiera y un aparato técnico central de imprimir, de difusión de la literatura de propaganda y de fabricación de pasaportes para los militantes activos de la organización de Moscú. Este aparato técnico central era el que yo debía dirigir.

El Comité de Moscú trabajaba únicamente en Moscú. En la provincia de Moscú trabajaba el Comité provincial, cuya residencia estaba también en Moscú. Había, además, en la ciudad la oficina regional de la región central industrial, que agrupaba, además de las organizaciones de Moscú y de la región, toda una serie de organizaciones de provincias (Iarosnav, Kostroma, Nijni-Novgorod, Ivano-Voznessensk, Tambov, Voroneie, etc.), Aunque la oficina regional y el Comité provincial funcionasen independientemente uno del otro, la actividad de las tres organizaciones se armonizaba frecuentemente .

Mi memoria no ha conservado los nombres y los seudónimos de todos los camaradas que militaban durante mi estancia en Moscó, al final de 1906-1907 y a principio de 1908. No obstante, enumeraré algunos de los que me acuerdo. Como secretario del Comité de Moscú hubo sucesivamente: Víctor (Taratouta), aproximadamente hasta octubre de 1906 (fué en seguida organizador del sector de ferroviarios); J. Karpov, que estuvo en la secretaría hasta el momento de su detención, en mayo de 1907; Marcos (Lioubimouv); estos dos camaradas han muerto. Marcos tuvo por sucesor al camarada André Koulicha (éste no tardó en ser detenido y deportado; allá abajo, fué asesinado no se sabe cómo).

El Comité de Moscú estaba integrado por los camaradas Innokenti (Doubroveinski), muerto en la deportación; Makar (Noguine), éste militaba en los sindicatos y en el movimiento obrero legal y semilegal de Moscú; tomó parte activa en los trabajos del Comité; Noguine murió en 1924; Vlass (Ikhatckev), organizador del sector de Sokolniki o del sector de Boutirki; Likhatchev, muerto en 1924; Timofei (Vladimir Savkov), organizador del sector de Zarnoskvortche, poco tiempo después de su detención renunció a la acción; Michel Mironovítch (Nmandelstam), organizador del sector de Lefortovo, actualmente miembro del Comité de Moscú; Poltora (Isgorov Radouss-Zenkovitch), organizador del sector de Rogojeski, actualmente miembro de la Comisión central de control. En este mismo sector militaban Iegor Pavlovitch (Kanatchikov), Leónidas Bielski, organizador del sector del Centro, y Emilio Iaroslavski, dirigente de la organización militar. A Sokolniki, como delegado permanente, militaba Leónidas (Sokolnnicov), comisario del pueblo en las finanzas de la U.R.S.S. En la oficina regional militaban los camaradas A. Kviatkovski y Stepan (Poserne), y en el Comité provincial los camaradas Nicodeme (Chestakov) y Olga (Zelikson Dovrovskaia). En Moscú militaban todavía activamente Psmidovitch (me encontré con él en el sindicato de empleados de tranvías) y Odyssée (Mandelstan). No recuerdo si éstos, en aquella época, formaban parte del Comité de Moscú.

Familiarizándome con la vida de la organización de Moscú, la primera cosa que me llamó la atención fué la estrecha unión existente entre esta organización y la del campo, por más que la acción del Comité de Moscú se extendiese exclusivamente a Moscú. En los ocho meses de existencia de su imprenta, el Comité de Moscú publicó cuatro manifiestos por un total de 140.000 ejemplares, destinados especialmente a los campesinos, y el programa agrario del partido obrero socialdemócrata de Rusia, que fué tirado en 20.000 ejemplares. Además de estos manifiestos se expidió y se transportó a la campiña una enorme cantidad de literatura de propaganda y de manifiestos tratando las cuestiones palpitantes de entonces. Esta literatura era expedida o transportada por los obreros y las obreras de Moscú, que se iban en grandes masas a las aldeas en el período de las grandes fiestas. (En previsión de estas fiestas, el Comité de Moscú publicó manifiestos especiales, y el servicio técnico preparaba la literatura que interesaba a los aldeanos.) No recuerdo si en Odessa, durante el tiempo de mi presencia en el Comité del partido, la unión con los campesinos de la provincia de Odessa hubiera sido prevista una sola vez.

En 1906, y en la primera mitad de 1907, todo el trabajo de la organización de Moscú transcurrió bajo la idea del movimiento obrero y campesino de masa, que aumentaba y que debía transformarse en lucha armada contra el zarismo. Los manifiestos y las resoluciones del Comité de Moscú, del Comité provincial y de la oficina regional en esta época estaban llenos de acometividad. En esta atmósfera tuvo lugar el final de las dos campañas de 1906 y el comienzo de 1907 -las elecciones a la segunda Duma y la campaña antimilitarista-, en la ejecución de las cuales tomé parte desde mi llegada. En lo que concierne a la campaña antimilitarista, el Comité de Moscú elaboró un modelo de declaración para la negativa al servicio militar que las asambleas rurales debían adoptar. Se decía en la declaración que el Gobierno zarista, que arruinó al país y que no quiere dar la tierra y la libertad al pueblo, recluta este año soldados para dirigirlos contra sus hermanos. En estas condiciones, la asamblea rechaza proporcionar reclutas al Gobierno zarista. Si los reclutas son llevados a la fuerza, la asamblea rural les da la orden de no tirar sobre sus hermanos, obreros y campesinos, y de pasarse con armas y bagajes al lado del pueblo; todos aquellos que tirasen sobre el pueblo serían expulsados de las aldeas a su regreso. El Comité de Moscú daba una gran importancia a esta campaña. ¿En qué medida esta declaración fué adoptada por las asambleas rurales y cuáles fueron, de una manera general, los resultados de esta campaña? No recuerdo. Por el contrario, recuerdo que en las manufacturas y en las fábricas de Moscú los reclutas de la quinta 1906 fueron enérgicamente “trabajados” por los Comités de sector y de sección de la organización local. Fueron constituidos grupos de reclutas, en que se les explicaba la esencia del zarismo y la actitud que debían adoptar, como soldados, en el caso de que no consiguieran rehusar colectivamente el servicio militar. En Moscú, entre los obreros llamados a filas, la campaña antimilitarista tuvo seguramente un gran alcance práctico.

La primera cosa que tuve que hacer al principio de mi trabajo en Moscú fué familiarizarme con la organización de la imprenta clandestina. El enlace con la imprenta estaba asegurado por el camarada “Helene” -olvidé su nombre- “Helene” me presentó al patrón de la imprenta, el camarada Archaka (Iakoubov); en 1919, en misión a Tcheliabinsk, volví a encontrar a Archaka, que trabajaba con el nombre de Iakoubov como delegado del Comisario de aprovisionamiento.

Archaka, después de examinarme minuciosamente para asegurarse si yo servía para llevar la dirección de los servicios técnicos secretos de la organización de Moscú, me puso en relación con el camarada Sandro (Iachvili) y G. Stouroua, que eran el alma de la imprenta, en la cual ellos mismos trabajaban como compositores tipógrafos e impresores. Nos entendimos en seguida y se establecieron entre nosotros buenas relaciones de camaradería.

Habiéndome conferido la dirección de la imprenta, fuí a inspeccionar la disposición de los lugares y no salí satisfecho. La imprenta se encontraba en una tienda de la casa Iourassov, en el pasaje del bulevar Rojdestvenskí (en la derecha de la calle Sretenka), calle muy animada; además, enfrente de la tienda había una casa desde donde se veía todo lo que pasaba en el interior. Por otra parte, desde el bulevar podía ejercerse fácilmente la vigilancia. En fin, hasta enfrente de la tienda, un agente tenía su puesto de servicio.

Después de haber examinado el exterior, entré a comprar en la tienda, en la que vendían fruta (el rótulo causaba mejor impresión que el contenido de los estantes); la tienda se llamaba Almacén de frutas del Cáucaso (creo que también se vendía al por mayor). En el almacén encontré a Archaka ocupado en llevar las cuentas, y a Voulpé como empleado. Pasé a la trastienda y bajé a la cueva. Que yo recuerde, la cueva era más pequeña que la tienda; en su interior encontré a Sandro (Iachvíli), actualmente comisario adjunto del Trabajo en Georgia, y a Stourua, miembro del Comité Central del partido de Georgia. La cueva estaba llena de cajas que no se habían desembalado todavía. La máquina y las cajas ya estaban dispuestas para el trabajo (es muy probable que ya las hubiesen utilizado).

Al subir a la tienda noté que se oía perfectamente el ruido de la máquina. Era necesario que en el momento que entrase un comprador, el dueño o el dependiente lo hiciesen saber al de abajo. Para facilitar las cosas decidimos instalar un timbre que diese la señal de continuar o de parar en el trabajo.

Al enterarme de todos los detalles de organización de la imprenta, supe que la tienda estaba alquilada con un falso pasaporte (a nombre de Lassoulidzé) y que nadie habitaba con ese nombre. Este pasaporte, no estaba inscrito en la Comisaría de Policía, por lo que no era posible descubrir que era falso, Sin embargo, a nombre del que figuraba en el pasaporte estaban inscritas las patentes, se suscribía la hoja de los impuestos, etc. Archaka estaba inscrito con otro nombre.

En la trastienda habitaba el “dependiente”, Voulpé, que se había inscrito con un falso pasaporte a nombre de P. Lapychev. Como la Policía podía en cualquier momento descubrir el carácter ficticio de este pasaporte, propuse no inscribir a nadie habitando en el almacén, y me puse activamente a la busca de un camarada que sirviese para el sitio de Voulpé.

Sólo estaba en contacto con el aparato técnico, por medio del “patrón” del almacén, el camarada Archaka. En los casos verdaderamente urgentes, cuando era imposible esperar a la noche, hora en que podía encontrar a Archaka en su casa, iba a la imprenta, pero tomando las mayores precauciones. Entraba como comprador y salía con un paquete de fruta debajo del brazo.

Antes de familiarizarme con la ciudad, tuve que ocuparme en buscar un comercio donde comprar en gran cantidad, y según el formato deseado, el papel necesario. La cosa no era fácil, ya que una vez comprado el papel era necesario transportarlo, teniendo cuidado que su uso y su destino no fuesen sospechosos para el vendedor.

Ya no recuerdo quién fué el camarada que me entregó una carta de recomendación para el gerente de una agencia de manufactura de papel, en la cual rogaba que se me concediese crédito. Me entendí con este gerente, que me surtió de todo el papel de que tenía necesidad. El papel comprado era expedido a casa de un encuadernador de la calle Pimenovski (un camarada que me lo habían indicado igualmente, recomendándome a él). En el taller de la encuadernación, el papel era cortado según el formato deseado, y de allí transportado por un dependiente al almacén donde trabajaba la imprenta. A medida de las necesidades, el papel era entregado a nuestra imprenta en forma de frutos del Cáucaso.

Por suerte, recibidos directamente de la agencia talones de entrega dirigidos a ciertos depósitos de papel, pasábamos las órdenes, y el mismo depósito enviaba el papel al almacén de la imprenta. En esta agencia fué donde nos aprovisionamos de papel todo el tiempo que existió nuestra imprenta.

Recuerdo que durante las elecciones de la segunda Duma había comprado en esta agencia una gran cantidad de papel rojo para imprimir los pequeños manifiestos invitando a votar por los candidatos del Comité de Moscú. Cuando a la semana siguiente me presenté para hacer un nuevo pedido, el gerente me enseñó el manifiesto impreso sobre su papel rojo y me dijo: “Ustedes trabajan pronto y bien; me han traído este manifiesto.” Le respondí que, aparentemente, otras casas fabricaban el mismo papel, puesto que yo no me ocupaba de estas historias. No pude llegar a comprender si él quería hacerse agradable elogiando nuestro trabajo o si estaba descontento porque su papel sirviese para este menester. Después de esto, yo me pregunté si debíamos continuar comprando el papel en esta agencia. Redoblamos la vigilancia e hicimos enviar el papel, no al almacén de la imprenta, sino al domicilio de un particular, desde donde hacíamos las expediciones. Establecimos un servicio de vigilancia alrededor del alojamiento del encargado de transportarlo. No habiendo observado nada sospechoso, abandonamos nuestras precauciones.

La imprenta trabajaba todo el tiempo de una manera intensa; todos los días había dos o tres manifiestos sobre el mármol esperando su turno. Cada manifiesto se tiraba a un promedio de 35.000 ejemplares, y alguno de 40 a 50.000. Los pequeños manifiestos publicados con ocasión de las elecciones de la Duma y del 1º de mayo pasaban de los 100.000 ejemplares.

Lo más difícil en una imprenta clandestina no es trabajar, sino procurarse el papel y llevarse los impresos. De tal modo, que tengo interés en familiarizar al lector con la manera en que organizamos su transporte y difusión. Los impresos se transportaban en cestos (de los que se servían los almacenes de frutas para transportar su mercancía) por nuestro empleado en las panaderías Philipov (no se trata de N. Philipov, sino de I. Philipov); este último también poseía en Moscú varias panaderías. En la familia Philipov, los dos hijos más jóvenes (Alejandro y Basilio) y la hija Eudoxia simpatizaban con nosotros y nos ayudaban activamente. Nos prestaban sus panaderías para almacenar nuestra literatura, pero ignoraban de dónde la transportábamos. Entre las panaderías que utilizábamos, me acuerdo de las de la plaza Troubnai, de la Rojdestvenka y de la de la calle Bolchoi Zlatooustinski. Tan pronto como la literatura se llevaba a una de esas panaderías, el camarada encargado de su difusión (durante cierto tiempo V. Philipov asumió esta tarea) la hacía llevar a su domicilio, donde le esperaban los camaradas que debían difundirla en todos los sectores de Moscó. Así, en el espacio de un cuarto de hora, los manifiestos eran retirados del alojamiento y transportados a los sectores, que a su vez los repartían a las manufacturas y fábricas de Moscú.

En las elecciones de la segunda Duma, la organización de Moscú llegó a un acuerdo con los socialistas revolucionarios, los socialistas populistas, la liga campesina y algunas otras organizaciones revolucionarias de aquella época. Una lista común de electores para Moscú fué constituida. Tuvimos que imprimir no solamente lo que publicaba la organización bolchevique de Moscú, sino también todos los materiales publicados por las organizaciones mencionadas de acuerdo con el Comité de Moscú. Tuve que recorrer la ciudad buscando una imprenta que pudiese imprimir nuestra literatura electoral. Acabé por encontrar una. Una pequeña imprenta situada en la calle Pervaia Bretskaia, que nos imprimió varias cosas importantes. Pero como nos despellejaban materialmente, y como el Comité de Moscú no era rico, tuvimos que buscar otros medios. Hice un llamamiento a los tipógrafos miembros del partido que trabajaban en las grandes imprentas: Iakaovlev, en la calle Saltikov, y Sytin y Kouchnaerev, en la calle Pimenovski. Combiné el trabajo de la manera siguiente: en una de estas imprentas se componía el manifiesto y se moldeaba el clisé; nuestra imprenta clandestina hacía la impresión, o bien una imprenta componía el manifiesto y la otra lo imprimía. De esta manera, el Comité de Moscú salía con fortuna de una situación difícil.

Las elecciones de la tercera Duma fueron más modestas. La organización bolchevique era menos fuerte; no hubo que imprimir tanto; además, las probabilidades de las elecciones no eran grandes. Todas las fuerzas fueron dirigidas en los sectores obreros para elegir el colegio electoral, donde estábamos seguros de ser vencedores , y lo fuimos, en efecto.

Además de la literatura de propaganda que imprimíamos para Moscú, el Centro bolchevique de Petersburgo nos había enviado (antes de las elecciones de la segunda Duma) mucha literatura electoral y de otra clase.

El Comité Central del partido obrero socialdemócrata de Rusia se componía en aquella época en mayoría de mencheviques, partidarios de un acuerdo con los cadetes en las elecciones de la segunda Duma. Convocada en noviembre de 1906 la primera Conferencia panrusa del partido, por 18 votos (mencheviques y bundistas) contra 14 votos (bolcheviques, socialdemócratas polacos, lituanos y letones), se decidió en esta cuestión por la opinión del Comité Central. Los bolcheviques, los socialdemócratas polacos y letones defendían este punto de vista: que nuestro partido debía llevar la campaña electoral con toda independencia, admitiendo en ciertos casos que el acuerdo se hiciese con los partidos y organizaciones partidarias de la lucha armada contra el zarismo; socialistas revolucionarios, liga campesina, etc. Como entre los bolcheviques, que en el Congreso de Estocolmo habían estado en minoría, y los mencheviques continuaban existiendo serias divergencias sobre la importancia de la Duma, la insurrección armada y la actitud respecto a los partidos burgueses, los dirigentes de la fracción bolchevique en el partido, Lenin a la cabeza, constituyeron un centro bolchevique, que en numerosos escritos explicó el punto de vista bolchevique sobre la Duma, e intervino en la campaña electoral con su propia plataforma, vigilando su aplicación por las organizaciones locales, que aprobaban la política de los bolcheviques. Los Comités de Petersburgo y Moscú rechazaron el bloque con los liberales en las elecciones de la segunda Duma, y en nombre del Colegio urbano presentaron listas comunes de electores con los socialistas revolucionarios, la liga campesina y los socialistas populistas.

Al principio, la literatura que venía de Petersburgo era transportada por camaradas. Pero arrastraban casi siempre detrás o con ellos una “escolta” de Policía, y la organización de difusión pagaba esto con algunas detenciones (R. Cholomovitch transportó la literatura “quemada”; ella hizo que se descubriese una residencía secreta y detener a V. Philipov). Desde entonces pedimos a los camaradas de Petersburgo que metieran la literatura en paquetes en forma de cajas de mercancías y nos enviaran simplemente los talones. Provistos de estos talones, equipábamos dos camaradas; uno de ellos alquilaba un camión, al cual entregaba los recibos de las mercancías. Le daba una dirección falsa para transportar la falsa mercancía. El otro camarada seguía de lejos el camión y no le quitaba la vista de encima. Si todo iba bien, el camarada que seguía al camión prevenía al camarada que lo había alquilado; éste salía al encuentro del conductor del camión y esta vez le daba la verdadera dirección. Cuando estábamos seguros de no ser vigilados, tres camaradas tomaban parte en la operación: uno alquilaba el camión, otro le seguía a la ida y a la vuelta; en la estación, el tercero servía de agente de enlace con el segundo. Era necesario poner en conocimiento del camarada que había alquilado el camión si debía salir al encuentro o no. Entonces se tomaban las precauciones siguientes: aunque dos camaradas no hubiesen observado algo anormal en la estación, en la ruta se cambiaba la dirección, pero ésta que se daba era todavía ficticia (la mayor parte de las veces se daba simplemente la dirección de algún punto de destino donde teníamos conocimientos). Enviábamos el camión, y un poco más tarde, cuando todo estaba en orden, transportábamos la literatura al depósito y de allí a los sectores.

Sucedía a veces que los de los camiones, después de haber presentado el talón de las mercancías, eran conducidos directamente a la gendarmería de la estación. En ese caso, el camarada que seguía al camión prevenía al otro de no salir al encuentro de este último, y él continuaba observando. Otras veces, los gendarmes dejaban salir el camión con la mercancía y lo hacían seguir por un equipo de policías y gendarmes; pero la dirección dada al del camión, siendo imaginaria, los gendarmes fracasaban. Gracias a estas precauciones, nadie fué detenido.

Me detuve en detalles -pueda ser que no fuese necesario para el lector de la Rusia soviética- sobre la organización del enlace de nuestra imprenta clandestina con el “mundo exterior”, y sobre los métodos de recepción y de difusión de la literatura; pero en el extranjero muchos partidos comunistas están por primera vez situados en la ilegalidad, y entonces la experiencia adquirida por nuestro partido bajo el régimen zarista puede serles muy útil.

Ocupándome únicamente del trabajo secreto, no tomaba parte en la acción cotidiana de las células y de los sectores. No tenía por qué y no estaba en contacto más que con un pequeño círculo de camaradas dirigentes y el secretario del Comité de Moscú. Una sola vez tomé parte en una Conferencia del partido que tuvo lugar en otoño de t 906, en la Escuela Técnica Superior, cerca de la calle Nierntskaia, hoy calle Bauman -Conferencia ante la cual el camarada Miran (Khintchouk) hizo una exposición en nombre del Comité Central- (como ya he dicho, en su mayoría mencheviques). La Conferencia se componía en su mayor parte de bolcheviques. Solamente el barrio de Presnaía había enviado algunos mencheviques. Los debates fueron muy apasionados, pero inútiles, ya que en el fondo no existía enemigo. Toda la Conferencia, a excepción de algunos votos, estaba contra el Comité Central.

Con el secretario del Comité de Moscú, Karpov, y más tarde con Marc (Lioubimov), me entrevistaba todos los días en su residencia. Si no podía ir a la residencia del Comité de Moscú, el secretario del Comité tenía el medio de encontrarme en los lugares que yo acostumbraba a frecuentar. Frecuentemente, el Comité de Moscú se limitaba a decidir si un manifiesto o un llamamiento sobre determinado objeto debía ser publicado. Me incumbía dar curso a estas decisiones y tratar de asegurar no solamente la impresión, sino también un texto adecuado. De este modo conocí a M. Pokrovski (en su casa, por primera vez, encontré a L. Kámenev), al doctor Kanel, y de la misma manera volví a encontrar a Silvino (Brodiaga), que no lo había visto desde mi evasión de la prisión de Kiev. Ellos y varios camaradas más (Lounts, I. Stepanov, etc.) formaban parte del grupo de conferenciantes y de periodistas del Comité de Moscú. Muchos de los manifiestos que fueron entonces publicados salían de su pluma. El Comité de Moscú, no teniendo órgano legal, publicaba manifiestos sobre todas las cuestiones políticas y económicas importantes de la época.

A principios de 1907, de acuerdo con el Comité de Moscú o por su mandato el camarada Chklovski, con el concurso de los miembros de conferenciantes y periodistas agregados a dicho Comité, Pokrovski y otros, hizo aparecer un semanario, La Istina (La Verdad), que fué suprimido después del cuarto número.

Un semanario que, bajo otro título, intentó aparecer después de la desaparición de La Istina, fué prohibido en seguida, y su redactor, deportado. Si mi memoria es fiel, no hubo más tentativas para publicar una revista legal.

Tenía un trabajo enorme y, sin embargo, las condiciones exteriores no me eran favorables. Había llegado a Moscú sin pasaporte, y durante más de siete meses no pude procurarme un documento de identidad suficiente para poderme inscribir. Mis amigos me alquilaban las habitaciones, que yo debía cambiar todos los meses con el fin de poder alojarme sin estar inscrito en el Registro de Policía. Pero se dieron cuenta en seguida, no obstante mis precauciones de no alquilar más que en los grandes inmuebles o en las casas que no tuviesen portero. Esto me obligaba a tener que acostarme fuera, al azar, tres o cuatro veces por semana. Tenía que malgastar mucho tiempo y energía para buscar un rincón en donde dormir. En algunos sitios estaba obligado a ir a las ocho o nueve de la noche y a no poder salir hasta el día siguiente por la mañana. Excuso decir que no era muy cómodo, en estas condiciones, llevar consigo libros y documentos, perdiendo con ello mucho tiempo.

Había organizado un pequeño grupo, compuesto de jóvenes estudiantes y estudiantas de la Universidad, de la Escuela de Ingenieros de Caminos y de la Escuela Técnica. Bien entendido que trabajaban sin recibir la menor retribución; me procuraban alojamientos para la organización de las residencias secretas, el transporte y la difusión de la literatura, y a veces para pasar la noche. Con ellos hubiera podido irse al fin del mundo. Me acuerdo del nombre de algunos; Kitchin, Cherchakov, Chestakov (estudiantes de la Escuela de Caminos y Puentes), V. Philipov (fué detenido, pero estuvo poco tiempo en la prisión), Pourychev (detenido y condenado a dos años de prisión). Lissitsyne, Maléiev, P. Philipov y Korolev (éstos fueron detenidos después de haber sido descubierta la imprenta y juzgados al mismo tiempo que los que estaban encartados en este asunto).

Además de la imprenta y de la organización de recepción y de difusión de la literatura revolucionaria que acabó de describir, tenía bajo mi dirección una oficina de pasaportes que administraba A. Karnéiv (llamado Pakhomov). Esta oficina no funcionaba mal. Estaba en contacto con las organizaciones de Petersburgo y de Rostov -sobre el Don-, con las cuales cambiaban copias de documentos de identidad. No obstante el buen funcionamiento de nuestra oficina, tuve bastante dificultad para proveerme de un pasaporte conveniente. La cuestión era que, por mi cara, necesitaba un pasaporte armenio o georgiano, y en Moscú no era fácil encontrarlo. En cuanto a habitar con un pasaporte falso, no se podía soñar, ya que la Policía contrastaba los documentos de identidad de las personas recién llegadas a Moscú.

A mediados de noviembre de 1906 ocurrió que el camarada Sandro o el camarada Stouroua, no recuerdo con exactitud, por enfermedad o por otras razones, no podía continuar trabajando en el servicio técnico. Le busqué un sustituto en Moscú, pero no pude encontrar uno a propósito, por lo que, a petición del Comité de Moscú, me dirigí a Petersburgo a buscar un buen compositor tipógrafo. Allí fuí a dar, no sé si en la permanencia secreta del Comité de Petersburgo o en la del Centro bolchevique, en casa del dentista Dora Dvoiress. Desde allí me dirigí en busca de Zagorodni, en el refectorio del Instituto de Tecnología. Allí encontré a Nadejda Kroupskaia y muchos camaradas más del partido. Me presentaron al camarada que dirigía todo el trabajo técnico del Centro bolchevique (y quizá el del Comité de Petersburgo); desgraciadamente, ya no recuerdo el seudónimo de este camarada. Este último me informó que había un camarada seguro, excelente obrero tipógrafo, pero que tenía gran necesidad de él. Conseguí, con bastante dificultad, que me diesen ese tipógrafo, y como temía que por una decisión del Comité de Petersburgo o de algún otro organismo del partido me lo retirasen, desde el día siguiente, cuando este camarada me confirmó que él era, efectivamente, un tipógrafo muy enterado de su oficio, lo envié a Moscú a casa de unos conocidos (no quise enviarlo a una de las residencias o en la del Comité de Moscú por miedo de que lo detuviesen por casualidad). En cuanto a mí, estuve todavía un día en Petersburgo. Cuando regresé a Moscú me enteré que el tipógrafo de Petersburgo había insistido en que lo llevasen a mi alojamiento (pretendía que yo me había puesto de acuerdo con él para encontrarnos en mi casa). Como yo no tenía paradero fijo, lo enviaron al domicilio donde yo iba con frecuencia a pasar la noche. Excuso decir que esto me disgustó; pero me tranquilicé: ¿no había sido recomendado como hombre seguro por un militante encargado de un trabajo de confianza? Cuando lo llevé a la imprenta, me apercibí que tenía que entendérmelas con un mal tipógrafo; es más: así que hubo empezado a trabajar, impuso tales condiciones que el Comité de Moscú no estaba en situación de soportar por falta de recursos. Finalmente, respecto del “patrón” de la imprenta, iba a menudo al domicilio de mis conocidos con objeto de verme.

Comprendí entonces que los camaradas de Petersburgo me habían endosado este sujeto para desembarazarse de él. Pero ya no tenía remedio; desde que había entrado en el servicio técnico, ya no se le podía alejar.

Me detuve largamente en esta desdichada elección, porque desde el momento en que la Policía entró en la imprenta (ese día nadie trabajaba), este camarada desapareció y no dió más señales de vida; ni en la prisión ni fuera de ella, ni del examen de los autos judiciales relativos a esta imprenta, se ve que fuera molestado.

La marcha del camarada Sandro, a fines de 1906, fué precedida por la del dependiente Voulpé. Lo habíamos sustituido por un buen camarada, muy activo, de la organización de Moscú, Novikov; creo que fué detenido en la imprenta. Una vez, a mediados de abril de 1907, el camarada Archaka vino a verme en compañía de un camarada georgiano (que después me enteré era el camarada Gabelov) y me propuso designar a este último para ocupar su puesto. Después de habernos informado minuciosamente Marx, secretario del Comité de Moscú, y yo, aceptamos a Archaka, tanto más que no había la menor dificultad para “vender” el almacén a otro “propietario”.

Enero y febrero fueron consagrados a la preparación del Congreso de Londres. En los sectores y células, las discusiones se entablaron sobre las cuestiones que figuran en el orden del día del Congreso conforme a la decisión del Comité Central o del Comité de Moscú, ponentes; delegados por los bolcheviques y mencheviques, debían asistir a las reuniones del partido para comentar las principales resoluciones de los bolcheviques y mencheviques. Después de una buena preparación (en el punto de vista clandestino), reuní también a los militantes del servicio técnico del Comité de Moscú. En esta reunión los mencheviques delegaron, como ponente, en Yéiorov-Lyssi, que yo había conocido en 1903 ó 1904 como viejo bolchevique. Quedé estupefacto. Todas estas asambleas eligieron representantes para la Conferencia de Moscú, y a su vez designó sus delegados de Moscú en el Congreso de Londres. Si no me engaño, los delegados designados fueron Pokrovski, Kámenev, Victor, Innokenti y Noguín; todos bolcheviques.

En abril de 1907, el Comité del partido y toda la organización de Moscú se pusieron a preparar el primero de mayo. El Comité del partido lanzó la orden de huelga general. Un manifiesto publicado para explicar el sentido o significado del primero de mayo y un pequeño cartel rojo llamando a los obreros para que abandonasen el trabajo, fué colocado.

A fines de marzo, por fin conseguí hacerme con un pasaporte armenio de un estudiante de la Universidad de Petersburgo. Por lo cual, mis amigos V. Volguein, Britchkina, Galperin (de los tres, dos habitaban legalmente en la calle 3a Tverskaia-Iamskaía) cambiaron de domicilio a fin de que yo pudiese asociarme a su comunidad. Se mudaron al inmenso inmueble Kainkin, situado en la calle Vladimiro-Dolgoroukovski ; desde mi regreso a San Petersburgo alquilé en casa de ellos un cuarto. Viví en “condiciones humanas” casi todo un mes, durante el cual no tuve que preocuparme, como cada día, en buscar un rincón para pasar la noche.

La tarde del 27 de abril me encontraba, como de costumbre, en mi permanencia. Todo estaba normal, salvo que el jefe de difusión de literatura revolucionaria, el camarada Korolev, venía con retraso sin razón conocida. Lo esperé. Como no venía, envié a alguien a que telefonease a sus padres para saber si estaba en casa de ellos; pero allí tampoco le habían visto. Esto me parecía inquietante. Visiblemente, alguna cosa había sucedido. Pero ¿qué? Sabíamos que antes del primero de mayo detenían los gendarmes a capricho; pero me pareció que esto era todavía un poco pronto (estábamos en 27 de abril). Me fuí directamente a mi casa, convencido de que le había sucedido cualquier cosa a Korolev.

En mi cuarto yo no tenía nada que me comprometiese. No obstante, antes de acostarme advertí a los camaradas de alojamiento que no abrieran la puerta sin despertarme antes. A media noche oigo llamar con grandes golpes en la puerta de la cocina. Me levanté, destruí los signos convencionales indicando la dirección de los camaradas, y fuí a abrir la puerta. A mi pregunta: “¿Quién está ahí?”, una voz respondió: “El telegrafista”. Adiviné en seguida que teníamos la visita de huéspedes que no juegan. Apenas hube abierto la puerta cuando vi meterse a un comisario, policías de paisano, agentes seguidos del muchacho del patio de la casa. Además, la habitación se llenó de gente. Me preguntaron dónde habitaba V. Volguin y Tselikova. Yo enseñé su habitación y volví a acostarme. Pero quedé vigilante. Finalmente, llamaron a mi puerta y toda la comitiva penetró en mi habitación. Me hice cargo en seguida que sobre mi mesa se encontraba un folleto titulado: Proceso verbal de la Conferencia de las organizaciones y de las organizaciones de combate del partido obrero socialdemócrata de Rusia. Me quedé turulato. Excuso decir que yo no tenía ese libro en mi casa. ¿De dónde venía?

Por último, un agente, vestido de paisano, dirigiéndose a un guardia, le dijo: “Recoja este folleto”. Habiéndolo examinado, éste respondió: “Usted ya ve que está en venta en todos los quioscos y lleva el nombre del impresor”. La comitiva se alejó. Cogí entonces este folleto y lo coloqué con los otros libros. Al cabo de algunos minutos los policías regresaron. El agente recogió el folleto, queriendo, sin duda alguna, enseñarlo al comisario; pero el otro lo contuvo y le dijo, con aire de disgusto, que recogía aquello que no servía para nadie. Como el policía no cedía, fueron a ver al comisario para zanjar la cuestión. Pero éste dió la razón al guardia. Hacia la mañana, fuí llamado por el comisario. Me hizo declarar mi identidad, me preguntó qué es lo que yo hacía en la ciudad y si hacía mucho tiempo que vivía en Moscú. Visiblemente, mis respuestas le satisficieron, ya que él se excusó de haberme molestado. Regresé a mi habitación y esperé el final. Habiendo terminado el registro, los policías se fueron, llevando con ellos dos camaradas que vivían legalmente y dejando a tres que vivían ilegalmente. Ante este resultado hubimos de estallar en risa. ¿Cómo era aquello, que habían detenido a dos camaradas que, prácticamente, no militaban en el partido? Volguin era socialdemócrata, pero en esta época no militaba en la organización; en cuanto a Tsélikova, no era ni miembro del partido. Esta detención era un enigma para nosotros.

A la mañana siguiente recibí la visita de Archaka, el cual, aunque conocía mi dirección, nunca venía a mi casa. Me admiré de verlo, sobre todo después del registro. Me enteré por él que la imprenta estaba ocupada por la Policía. Convinimos en volvernos a ver durante el día, y yo salí a darme cuenta de la importancia de las detenciones. Encontré que fué en el momento en que se traían los últimos manifiestos del primero de mayo, para repartirlos entre los sectores, cuando la Policía había hecho irrupción en una de nuestras permanencias. Solamente algunos sectores habían conseguido llevarse su literatura. Sobre los representantes presentes en el momento del registro, lo mismo que en su domicilio, se habían descubierto direcciones. Las detenciones eran numerosas, pero las organizaciones esenciales -las células, los Comités de sector y el Comité de Moscú- estaban intactas.

El 28 de abril por la mañana, el antiguo propietario del almacén, Archaka, se dirigió a su tienda para continuar en la transmisión de sus funciones al nuevo gerente de la imprenta. Al llegar a la puerta le sorprendió verla cerrada. Habiendo mirado por la ventana al interior, había visto a la Policía. Su primer cuidado había sido correr a prevenir a los camaradas que trabajaban en la imprenta (me acuerdo que la imprenta no trabajaba ese día; la impresión de los manifiestos del primero de mayo se había terminado, y los camaradas habían recibido permiso hasta el día 2). Archaka había tenido suerte. Se aproximó al almacén donde todos los porteros, los agentes y vecinos le conocían, y había podido alejarse sin que fuese visto. Después se había dirigido a mi casa, terminado ya el registro que habíamos tenido. Y allí todavía no había caído en una trampa. Que yo recuerde, sólo el dependiente fué detenido en la imprenta (probablemente, ésta estaba ya vigilada). En cuanto al patrón, había sido detenido en el momento de salir del almacén. Lo que me intrigaba era el saber cómo la imprenta había podido ser descubierta; todo se había llevado tan secretamente, que sin el concurso de un confidente de la Policía jamás hubiera podido descubrirse. El resultado del registro que había tenido lugar en mi casa me pareció extraño. Como dedujimos en consecuencia, la Policía se había presentado primeramente para registrar en la 3a Tverskaia-Iamskaia, donde habitábamos antes de mudarnos para el inmueble Kalinnkin. A este alojamiento venía el sujeto de Petersburgo. En la portería, la Policía se había enterado de la nueva dirección de Volguin (el piso estaba alquilado a su nombre); de ahí el porqué tan pronto llegó a nuestra casa la Policía; había preguntado por Volguin y Tsélikova (sólo ellos figuraban en el registro de la casa como habiéndose mudado de la anteriormente mencionada). Galperin, aunque se hiciese reservar una habitación, no estaba inscrito. Había salido de viaje para legalizarla. Otros dos camaradas y yo habíamos cambiado de pasaporte. Dedujimos que la Policía ignoraba a quién buscaba, que únicamente sabía que este alojamiento tenía algo que ver con la imprenta. Estaba convencido de que el sujeto de Petersburgo había denunciado la imprenta. Esto fué lo que yo escribí a los camaradas de allá, pero no pudimos determinarlo de una manera segura. Hoy mismo, en posesión del sumario relativo al asunto de la imprenta, tampoco puedo decir de qué manera había sido descubierta (sobre una diligencia del sumario se lee este pasaje; “gracias a los esfuerzos combinados de nuestro servicio de información y vigilancia, la imprenta ha sido descubierta”). Es cierto que en noviembre de 1906 Galperin había llevado a su casa al provocador Jitomirski, que conocía muy bien a todos los que habitaban en el alojamiento. Si fué Jitomirski quien nos denunció, hubiera podido dar, como lo hizo después (ya lo veremos más adelante) una descripción precisa de cada uno de nosotros. La Policía entonces no nos hubiera buscado por nuestro nombre, sino por nuestras señas. No estando fichados, la Policía no se hubiera dirigido a nuestro antiguo alojamiento hasta el día en que puso la mano sobre la imprenta. La imprenta existió desde septiembre de 1906 hasta abril de 1907; en total, ocho meses. Imprimid 45 manifiestos, periódicos y carteles. Los manifiestos de 5.000 a 45.000 ejemplares; los pequeños carteles rojos, antes de las elecciones de la primera Duma y antes de primero de mayo de 1907, fueron tirados por centenas de millares de ejemplares. En la lista de los manifiestos y otros impresos (en total 43) que figuraba en el proceso, no figura el pasquín del primero de mayo anteriormente mencionado, impreso en papel rojo (que tuvo una tirada de 350.000 ejemplares; debíamos imprimir 500.000, pero no recuerdo si es que no hubo tiempo en la imprenta o si fué que faltó papel) y un folleto: ¿Cuál es el verdadero defensor de los trabajadores? La imprenta inscribía efectivamente en sus libros los títulos, lo mismo que la cantidad de los manifiestos y periódicos impresos; pero sin duda la llegada de la Policía impidió mencionar el cartel de primero de mayo y el folleto. No contando estos dos últimos impresos, los otros 43 se repartían de la manera siguiente: sobre cuestiones políticas y económicas, siete manifiestos fueron tirados, con un total de 174.000 ejemplares; estos manifiestos trataban principalmente de actitudes políticas y de la actitud del partido ante las diversas cuestiones de la vida del país; cuatro manifiestos dirigidos a los campesinos fueron tirados en número de 140.000; el programa agrario de nuestro partido, en número de 20.000; dos manifiestos dirigidos a los soldados, en 10.000; un manifiesto para los ferroviarios, en 10.000; dos números de la revista La Voz del Ferroviario y un manifiesto del sindicato de ferroviarios (10.000 ejemplares), fueron tirados en numero de 20.000; un manifiesto dirigido a los centros políticos (para socorrer a los presos), se tiraron 6.000; en fin, cuatro extractos del Comité de Moscú para noviembre-diciembre, un proyecto de resolución para el quinto Congreso del partido y un proyecto de manifiesto dirigido a la fracción parlamentaria socialdemócrata, fueron tirados en número de 14.000 ejemplares. En total, cerca de millón y medio de ejemplares de diversos manifiestos salieron de esta imprenta.

Después del golpe de hacha que precedió al primero de mayo, la Policía empezó a desmembrar el Comité de Moscú. El camarada Carpov (miembro del Comité) fué detenido en los primeros días de mayo. En lo sucesivo, la Policía hizo frecuentes apariciones en los locales anejos a la Escuela Politécnica, donde se encontraban las permanencias y las reuniones del Comité de Moscú. Como muchos miembros del partido (Philipovitch, Bogdanov y otros) habitaban allí, la Policía no consiguió hacer jamás buenas redadas; estando prevenidos a tiempo de su llegada, podíamos siempre dispersarnos por las habitaciones Además, la Policía temía operar en una redada en los locales de la Escuela Politécnica o de establecer una ratonera. En la segunda eventualidad, los estudiantes hubieran prevenido a los que llegaban, y en la primera, la Policía tenía demasiado miedo a las bombas. Visiblemente, la Okhrana sabía que las bombas se fabricaban en los talleres de la Escuela. Sin embargo, ninguna detención se realizó en dichos locales; pero decidimos abandonarlos, ya que la Policía estaba constantemente allí.

El Comité de Moscú no podía pasar sin imprenta. La reacción cada vez era más fuerte. Ni una imprenta legal aceptó imprimirnos cualquier cosa que fuese, a no importa qué precio (el Comité de Moscú estaba muy lejos de ser rico). Me ingenié para montar una nueva imprenta. Bien entendido que no se podía soñar en comprar una máquina. El camarada Kitchiné, que trabajaba conmigo, puso una serie de bastidores, sobre la cual el cilindro rodaba sin hacer el menor ruido como sobre rieles. Lo hicimos construir por encargo a un ciudadano llamado Zootolov, que tenía un taller de cerrajero en la calle Karretno-Sadovaia.

Durante el verano de 1907 alquilamos en Sokolniki un pabellón. Varios obreros que trabajaban en el parque de tranvías se instalaron en él (habitaban separadamente y con independencia del local ocupado por la imprenta), de modo que dos camaradas, Víctor (cuyo nombre yo ignoraba) y un compositor tipógrafo muy bueno, Raikin (deportado, escapó a América, donde todavía se encuentra). El y su mujer. B. Faiguére hoy miembro del partido comunista ruso y militante de los clubs de Moscú), habían trabajado constantemente en las imprentas clandestinas; por casualidad habían venido de Toula después de haber sido descubierta nuestra imprenta.

Para transportar el papel que comprábamos en la ciudad, como los manifiestos que imprimíamos, alquilamos, no lejos de la imprenta, una vivienda en la cual se instaló el camarada Faiguére. Allí era donde los obreros, al dirigirse al trabajo, llevaban el papel destinado a la imprenta y pasaban a recoger, terminada su jornada, los manifiestos impresos. La imprenta empezó a funcionar. Tuvimos que entrevistarnos con la casi totalidad de los miembros del partido que trabajaban en la industria del libro, para procurarnos en gran cantidad los caracteres y el material de imprenta necesarios.

Al poco tiempo, después del registro que hubo en mi casa (el 28 de abril de 1907), dejamos la vivienda (enviamos un pariente del camarada Volguin a decir al propietario que liquidaba la vivienda y que se llevaba los muebles). Los tres nos fuimos de “vacaciones” a Lossinoostrovskoié. Tomamos la primera casa de campo que encontramos. El mes de mayo fué muy frío, y nos helábamos en esta casa más que en invierno. Pudimos, sin embargo, pasar el verano. En otoño me procuré una buena copia de un pasaporte, extendida a nombre de Pimen Sanadiradzé. Gracias a este pasaporte me instalé con dos amigos en una vivienda de la calle Kozikhinski (este documento me sirvió hasta el momento en que fuí detenido en 1914, de lo que hablaré más adelante), teniendo buen cuidado de no dar esa dirección a nadie. No obstante, mi situación era delicada; Halperin había sido detenido a su regreso a Moscú. Por tanto, vivía legalmente. Se llevaron a los porteros del inmueble de la casa Iorassov, donde se había descubierto la imprenta del Comité de Moscú. En el interrogatorio se dijo que yo era quien dirigía todos los servicios técnicos del Comité de Moscú, incluso la imprenta. Desde la prisión escribió que yo debía salir de Moscú sin tardanza.

Un día, en la calle Dolgoroukovskaia, noté que era seguido. Apreté el paso y conseguí saltar a un ómnibus que iba a la Soukharéva. El policía subió a su vez. El cobrador le dió un billete, pero él no lo cogió. De pronto sacó unas fotografías del bolsillo. Miré: era la foto de Halperin (muy probablemente la Policía no tenía la mía). Salté del ómnibus y me lancé a toda prisa a la calle Likhaova, y el policía salió a mi alcance. Yo conocía Moscú mejor que él y mis piernas eran mejores que las suyas. Así, pude desembarazarme de él.

En el otoño de 1907 detuvieron al camarada Faiguére; en su casa sólo descubrieron papel destinado a la imprenta; nada más. No obstante, era arriesgado dejar la imprenta en el mismo sitio. Decidimos transportarla al barrio de la Zamoskvorietchié. Alquilamos una vivienda situada en el último piso de una casa inmensa, todavía en construcción. Dos camaradas provistos de pasaportes irregulares se instalaron allí; Lopatin y Lidia Aizman, así como el tipógrafo Raikín, éste sin estar inscrito. La camarada Aizman tenía el enlace entre el mundo exterior y yo; en cuanto a los otros dos, trabajaban en la imprenta. Se imprimieron menos manifiestos y en menos cantidad; pero, en revancha, se publicaba regularmente el Boletín de la organización militar del Comité de Moscú y, me parece que también, el Boletín de la oficina regional del partido.

A fines de 1907 volví a encontrar en la residencia a Marx, secretario del Comité de Moscú, y a Leónidas Bíelski, que acababa de ser puesto en libertad. Este me dijo que en la Seguridad general le habían dicho todos mis sobrenombres, lo mismo que mi verdadera identidad, y que estaba convencido que un día u otro sería detenido en la calle. Leónidas enumeró todos mis sobrenombres y mi nombre. Quedé confuso. En Moscú sólo había dos o tres camaradas que conocían mi verdadero nombre. Yo lo había casi olvidado, ya que después de 1902 nadie me había llamado por mi nombre .

Las detenciones continuaron y aumentaron. Se detenía a los militantes activos por montones. La organización de Moscú se resentía cada vez más. La vigilancia policíaca sobre la organización de difusión de la literatura revolucionaria se hizo cada vez más insoportable; varias veces tuve que suprimir residencias descubiertas por la Policía. Pero no impidió que le echasen mano a ciertos colaboradores de mis servicios técnicos.

Una vez, saliendo de una permanencia que estaba en una calle que daba a la Srétenka, caí en medio de varios policías. Por la Srétenka, un tranvía iba a toda velocidad. Salté en marcha. Descendí en la primera parada como si nada hubiese sucedido, sin “cola” detrás de mí.

El secretario del Comité de Moscú, Marx, fué detenido en enero de 1905. A causa de esta detención, tuve que tomar una gran cantidad de precauciones para encontrarme con los camaradas de los servicios técnicos. Me volví tan receloso, que en cada individuo veía a un policía. No entraba en mi casa si había alguien parado en la calle o caminando tras de mí. Había llegado a tal punto que una noche, habiendo oído ruido y voces en la escalera, y creyendo que era un registro, salté de la cama y destruí diversos papeles. Como nadie entraba, salí al descansillo; era simplemente una partida de borrachos que esperaban que el portero les abriese la puerta.

El camarada André (Koulícha), llegado de Petersburgo, fué nombrado secretario del Comité de Moscú. Le indiqué la necesidad para mí de salir de Moscú, puesto que un día u otro debía esperar que me detuviesen. No participó de mi opinión. Tuve que continuar mi tarea.

Una vez, en febrero, me aproximaba a una casa situada en la Bojédomka, donde se encontraba una permanencia. Se veía que el inmueble estaba alquilado. Entré e hice salir a todos los que estaban allí. También estaba el camarada Zépahir (Moisseiev), que venía a verme por el Comité Central del partido. Sin tiempo para hablar con él, le di otra dirección donde podía encontrarme la misma noche. Cuando salimos, los policías se dispusieron a nuestra persecución. Hube de ocuparme en desembarazarme de ellos hasta una hora avanzada de la noche. Tuve que tomar varios coches, cosa que yo no hacía nunca, ya que no me fiaba de los cocheros. Por causa de los policías no pude ir a la vivienda donde me esperaba Zefir. Más tarde me informó André que Zefir me invitaba en nombre del Comité Central a partir inmediatamente para el extranjero, y a ponerme a la disposición de la oficina exterior del Comité Central (en el Congreso de Londres, los bolcheviques, con el partido socialdemócrata polaco y lituano y una parte de los delegados de la socialdemocracia letona, fueron los dueños; la mayoría del Comité Central estaba formada por bolcheviques y sus aliados revolucionarios; el partido socialdemócrata polaco y lituano y la socialdemocracia letona). El Comité de Moscú no me retuvo más. Suspendí mis funciones durante el mes de marzo de 1908, y me dirigí a Penza para desembarazarme de los policías y de mi obsesión, así como para descansar. Estuve tres semanas. Aunque yo no hubiese visto por allí a nadie perteneciente a la organización, empecé, no obstante, a sentirme vigilado. De allí fuí a Rostov, Al principio me instalé bastante bien, y pude descansar. Me puse en relación con la Oficina del Comité Central en el extranjero y con los camaradas locales. Un poco antes del primero de mayo, la casa en donde yo habitaba empezaba a ser vigilada. Me mudé a otra casa; pero allí no escapé tampoco a la vigilancia de la Policía. Viendo esto, cesé de inscribirme en la Policía y empecé a pasar las noches al azar. Como no tenía relaciones en la frontera para pasar al extranjero clandestinamente, y yo no poseía pasaporte para salir legalmente, mi viaje fué con retardo. Había resuelto marchar utilizando mis antiguas relaciones; pero anteriormente escribí a mis padres, que me propusieron ir a verlos, prometiéndome encontrar un pasaporte que me permitiera irme legalmente al extranjero. Salí de Rostov con toda clase de precauciones. Pero en Taganrog corrí el riesgo de ser cogido. Tuve suerte y salí.