O. Piatnitsky

MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUE
(1896-1917)

 

 

VII.

De nuevo al extranjero

(1908-1912)

 

Tenía orden de hacerme cargo de la organización del transporte de la literatura que funcionaba en Lemberg, los camaradas de allí se proponían abastecer el Sur de Rusia de literatura socialdemócrata publicada en el extranjero. Me fué bastante difícil encontrar los camaradas de Lemberg, ya que la dirección de la residencia que me había enviado Nadejda Konstantinovna durante mi detención en la prisión de Kovno había sido descifrada inexactamente (calle Sénatortché en lugar de Lenartovitché). Estudiando la cuestión del transporte, vía Lemberg, de nuestra literatura, encontré que el poud no saldría demasiado caro, y que esta vía necesitaría en Rusia una organización demasiado vasta y complicada. Además, no había la menor garantía de que la literatura llegara rápidamente a Rusia. Habiendo comunicado mi opinión a Ginebra, la oficina del Comité Central del extranjero, fuí llamado. En camino, me detuve en Krakovia, en casa de camaradas polacos. Si mi memoria no me engaña, fué allí donde vi a Kanetski, al cual comuniqué el encargo que me habían dado para los camaradas polacos. En Krakovia encontré a Gourski, que no había vuelto a ver desde nuestra evasión de la prisión de Kiev. A Viena llegué por la mañana. Como mi tren no salía para Suiza hasta la tarde, fuí a casa de Leva (Vladimirov), que había establecido sus cuarteles en Viena; por él supe cuáles eran nuestros conocidos comunes que se encontraban en el extranjero y lo que ocurría en nuestros centros. Me enteré que entre los bolcheviques empezaban a manifestarse divergencias en cuanto a la participación de los socialdemócratas en la tercera Duma. Antes de las elecciones de la tercera Duma los bolcheviques no estaban de acuerdo en esta cuestión. Recordaba que en 1907, antes de la segunda Conferencia panrusa del partido, una colección de artículos había sido publicada por y contra la participación de los socialdemócratas en las elecciones. Lenin estaba por la participación; Vogdanov en contra. Cuando el partido hubo tomado su decisión, los bolcheviques participaron con el mismo entusiasmo en las elecciones. Por lo tanto, yo no comprendía el porqué, existiendo en la Duma la fracción socialdemócrata desde hacía largo tiempo, esta cuestión fuese tratada de nuevo.

En el camino de Viena a Ginebra atravesé las montañas del Tirol. En años sucesivos tuve ocasión de pasar varias veces al pie de estas majestuosas montañas, que me atraían por su belleza grandiosa y su calma apacible. Pero en otoño de 1908, al dirigirme a Ginebra, después del trabajo extenuante y agotador que había tenido que asumir en Moscú y el último encarcelamiento particularmente penoso que había sufrido, los montes del Tirol hacían brotar en mí una especie de pesadumbre. Me preguntaba si era cierto que la humanidad no podía vivir sin la explotación del hombre por el hombre, sin guerras y sin lucha de clases. Pero este estado de espíritu no me duró largo tiempo. Al llegar a Ginebra olvidé las montañas del Tirol y me puse al corriente de los acontecimientos del partido durante los últimos seis meses.

En Ginebra encontré a Vladimiro Ilitch, Nadejda Constantinovna, María Ilitchna, Zinóviev (no lo conocí hasta este momento), Inokenki, Víctor Taratouta (éste era entonces secretario de la oficina del Comité Central en el extranjero) y Otsovo- Jitomirski. Este habitaba en París, y se le hizo venir solamente para que me transmitiese sus funciones. Fuí amigo íntimo de Jítomirski. En Berlín, cuando tuve que dejar mi habitación por la vigilancia que se ejercía sobre mí durante la preparación del segundo Congreso del partido, fué a su casa a donde me mudé. Me ayudaba en el trabajo de expedición, le dictaba cartas en alemán, y frecuentemente en ruso, porque yo tenía mala letra. En 1905, antes de salir para Rusia, le había confiado, lo mismo que a Gustov, toda nuestra red de enlace para la expedición de nuestra literatura.

Cuando hubo que trasladar de nuevo al extranjero la publicación de los órganos del partido, Jitomirski fué encargado antes de mi llegada de restablecer la antigua organización del transporte. No pudo conseguirlo, ya que él no tenía relaciones personales. Pasados dos años, ya no se expidió más literatura. Ya no se podía reconstruir la red de enlaces sino por contactos personales con los alemanes, así como con los campesinos rusos. Intentó sin éxito hacer un viaje a la frontera. Por más que declaró que había trabajado conmigo, no le sirvió de nada. En Ginebra, Jitomirski me acogió cordialmente, ayudó a instalarme, y mientras tanto me informó de todo lo que él había hecho para restablecer la organización de transporte. Cuando le pregunté por qué no residía en Berlín, pues estando más cerca de las fronteras era más fácil trabajar, me contó lo que había pasado en Berlín durante su estancia en Rusia. La Policía berlinesa había hecho una visita a una reunión de socialdemócratas rusos. Uno de éstos había arrojado por tierra la dirección del depósito donde se encontraba nuestra literatura, y un paquete que contenía revólveres y la dirección del hotel donde habitaba el camarada Kamo. En casa de éste la Policía había descubierto una maleta de doble fondo que contenía dinamita . En casa de Kamo se había encontrado -según Jitomirski- su tarjeta de visita, por lo cual había tenido que salir de Berlín. Jitomirski me aconsejó no instalarme en Berlín, donde la Policía se había vuelto muy severa; en un hotel, Papacha había sido detenido y expulsado; en cuanto a mí, yo era buscado. Hoy no me cabe la menor duda que todas las detenciones que se ejecutaron en el extranjero entre los bolcheviques fueron obra de Jitomirski; pero en aquella época estaba todavía por encima de toda sospecha.

Algunos días después de mi llegada fuí a una conferencia de Aleixinski. No recuerdo el tema, pero sí que habló mucho de la tercera Duma y de la actividad de la fracción parlamentaria socialdemócrata. Según él, la fracción parlamentaria no seguía una línea política proletaria de clases, sino, al contrario, por sus manifestaciones, los miembros de la fracción no hacían más que desacreditar nuestro partido. Sacó en conclusión que se debía presentar un ultimátum a la fracción intimándola a hacer la política del partido. Si la fracción no quería conformarse con nuestra indicación, era necesario retirarla de la Duma. La conferencia fué seguida de una viva controversia, en la cual tomaron parte los mencheviques. El camarada Innokenski combatió con mucha fuerza a Aleixinski. Podemos decir que fué la primera manifestación pública del Comité Central, o del centro bolchevique, contra los bolcheviques (Aleixinski, Lunatcharski, Bovdanov, Liadov y otros) que se constituyeron en grupo distinto, teniendo su periódico, Vpériod (Hacia adelante), cuando el centro bolchevique hubo desautorizado y condenado el otsovismo-ultimatismo , el machismo y el deísmo de estos camaradas. Esto ocurría a mediados de 1905. En su intervención, el camarada Innokenki reconoció que la actividad de la fracción parlamentaria era débil, y condenó su deseo de independencia respecto del partido; pero estimaba que era necesario llevar a la fracción parlamentaria a cambiar de actitud, no por un ultimátum o por su retirada, sino por una dirección de su línea política por el Comité Central y una crítica abierta de su conducta. En cuanto a la negativa de participar en la Duma, tendría repercusiones perjudiciales a los intereses de la clase obrera rusa; la utilización de la tercera Duma como tribuna era de una real importancia para el partido. Después, la experiencia demostró que al final de su mandato la fracción de la tercera Duma había en cierta medida recompuesto su línea política, y que algunos bolcheviques que formaban parte (por ejemplo, el camarada Poletaiev) han prestado eminentes servidos al partido (Poletaiev trabajó mucho para levantar la Cviezda y la Pravda).

Cuando me puse al tanto de la organización de transporte, se decidió que en lo sucesivo me dedicaría a ese trabajo en Alemania y que me instalaría en Leipzig. Me dieron un pasaporte extranjero a nombre de un tal Rachkovski, estudiante, pero que tuve que deshacerme de él tan pronto llegué a Leipzig y enterarme que Rachkovski vivía en aquella ciudad, y que para inscribir mi pasaporte en la Policía tenía que dar ciertos detalles que yo ignoraba sobre mis pretendidos padres. Si al llegar a Leipzig por casualidad no me dicen que Rachkovski vivía allí, hubiera corrido el peligro de que me detuviesen por inscribirme con un nombre falso.

A fines de diciembre de 1908, en viaje por la frontera prusiana, me detuve en Leipzig Como tenía relaciones entre los alemanes, me fué fácil encontrar una habitación y una dirección, que envié inmediatamente a Ginebra para que me enviasen mi correspondencia. En Koenisberg estuve en casa del secretario de la organización socialdemócrata, el camarada Linde. Me enteré por él y por Hasse de los cambios que se habían producido en las organizaciones socialdemócratas de la frontera, y, provisto de recomendaciones para los socialdemócratas que no me conocían, me dirigí a los diferentes puntos fronterizos que utilizaba otras veces. Conseguí rápidamente y sin dificultad restablecer los antiguos enlaces para pasar la literatura, así como los camaradas que venían de Rusia y los que regresaban.

De regreso en Leipzig, me puse a trabajar. Me dieron un desván en el edificio del periódico socialdemócrata la Gaceta popular de Leipzig, donde constituí un depósito para nuestra literatura y un taller de embalaje. Todos los artículos que yo necesitaba me los procuraba por los servicios de expedición del periódico. Los jefes de los servicios técnicos de la Gaceta popular de Leipzig, Max Seifert y Lehman, me autorizaron a dirigir a su nombre la literatura que yo recibía de Ginebra, y más tarde de París. Recibía también a su nombre giros y cartas que venían del extranjero. Para las cartas de Rusia me dieron una gran cantidad de direcciones de militantes socialdemócratas de Leipzig, la mayor parte trabajaban en la Gaceta popular de Leipzig. Tan pronto recibían las cartas de Rusia los camaradas a quienes iban dirigidas, las entregaban a Max Seifert, a casa de quien yo iba a recogerlas todos los días, a menos que no me las trajese el dueño de la casa en que yo vivía, que era un militante socialdemócrata que iba varias veces al día a casa de Seifert por razón de negocios. Sólo me faltaba encontrar residencias donde pudiese recibir a los camaradas del extranjero y de Rusia y habitaciones para alojarlos. Pronto terminé esta tarea. Instalé una permanencia en la Casa del Pueblo. Allí había una especie de hotel reservado, para los camaradas que venían por un día o dos. Era un buen hotel. Pero para los que estaban algo más de tiempo, un poco caro. Por eso yo disponía de varias habitaciones en varias casas particulares que sólo pagaba cuando instalaba alguno. Las permanencias para los camaradas que venían de Rusia estaban en esas habitaciones. Estaba en comunicación con ellos por el teléfono que poseía el dueño de mi casa. En Leipzig. desde 1909 a 1912, pasó por mi casa una multitud de camaradas que son actualmente militantes activos de nuestro partido y del poder soviético. Es necesario hacer constar que nuestra organización de transporte dependía de los Tribunales de derecho común: por lo tanto, las nueve décimas partes de los camaradas que pasaban por mi casa, para la Policía sajona eran elementos criminales. Habitaban allí sin inscribirse, lo mismo que yo había hecho en otros sitios durante bastante tiempo, mientras no tenía pasaporte.

Estuve constantemente al margen de la colonia rusa de Leipzig, que era relativamente numerosa y compuesta principalmente de estudiantes de las minorías nacionales de la Rusia zarista. Sólo con Marc y Alexandra Saveviev, que en aquella época hacían sus estudios en Leipzig, me encontraba frecuentemente.

En Rusia la organización del transporte de la literatura era muy defectuosa: recibir la literatura de la frontera ruso-alemana, expedirla a alguna gran ciudad rusa y de allí enviarla en diversas formas a las organizaciones locales, era en 1909 muy difícil. El Comité Central me puso en relación con un grupo de camaradas que se encontraba en Vilna (Sacha-Alexandre Stroumin, detenido recientemente bajo la inculpación de haber formado parte, antes de 1917, de la Okhrana de Vilna, y Sonia Kringel), que se encargó del trabajo aquí mencionado. Los puse en contacto con las personas que debían pasarle la literatura que yo comenzaba a expedir sin esperar a que la organización de transporte en Rusia estuviese preparada. Por diversas razones, los camaradas de Vilna no pudieron asumir la tarea que les había sido confiada, y tuve que ponerme a expedir la literatura a Rusia por pequeñas cantidades, por medio de “corazas” y de maletas de doble fondo que yo confiaba a los camaradas que se iban; por estos medios conseguí enviar bastante literatura. Los camaradas la dejaban en Petersburgo, en Moscú o en grandes ciudades. Frecuentemente dirigíamos la literatura a los camaradas de Vilna, que se ocupaban de expedirla a toda Rusia.

Finalmente, yo insistía para que me diesen en Rusia un camarada seguro, teniendo iniciativa, que no esperase a que las cosas se hiciesen ellas mismas, y que se dirigiese a la frontera con los contrabandistas, con los cuales estábamos en relación. Así fué designado Elie Zephir (Sergio Moisseiev), que al principio del verano de 1909 vino a verme a Leipzig. Elaboramos el plan de trabajo ulterior, después de lo cual regresó a Rusia para reorganizar la recepción de la literatura revolucionaria. En junio de 1909 fuimos juntos a Tilsit, donde nos esperaban las personas que se encargaban de transportar la literatura en Rusia. Zephir tomó las direcciones de los contrabandistas rusos y salió en seguida. Todas las cosas fueron mejor en adelante.

De todos los enlaces que entonces teníamos a nuestra disposición, sólo guardamos los más seguros: el campesino contrabandista lituano Ossip (tenía una exportación agrícola bastante importante) y un burgués de Suwalki, Nathan. El primero, por medio de sus hombres, hacía recoger los paquetes de literatura en la imprenta de Maudefot, de Tilsit, y nos la transportaba a las aldeas de las proximidades de las estaciones de Chavliid Radzivilichki. Allí, los camaradas del grupo encargado del transporte de la literatura en Rusia venían a recogerla. Ossip no cobraba caro: de 18 a 22 rublos por poud; pero, en cambio, no cogía menos de cuatro poud y medio a la vez (tres paquetes de un poud y medio, hechos como los he descrito en mi período antes de 1905). Esto era su mínimum (en 1904-1905 transportaba diez paquetes y aun más a la vez). Pero el transporte de Tilsit hasta una aldea rusa alejada de la frontera necesitaba mucho tiempo. Por más que así trabajase sin entorpecimientos, esta frontera no tenía para nosotros tanto precio como las otras. Nos servíamos para transportar nuestro periódico El Proletario, que, aunque apareciese irregularmente, perdía, no obstante, importancia estando mucho tiempo en la frontera.

Por el contrario, Nathan aseguraba un transporte más rápido, pero se contentaba cada vez con un paquete de un poud y medio. Le llamábamos “el expreso”, ya que en algunos días hacía llegar nuestros paquetes de Holdap (Prusia), desde donde los enviábamos a Grodno (no lejos de la ciudad). No sentíamos pagar por este transporte de 35 a 40 rublos por poud. Nathan, a quien veía de cuando en cuando, daba la impresión de ser mitad un hombre de ideas, mitad contrabandista. Trabajaba honradamente con nosotros y nos era de un concurso eficaz. Por más que para franquear la frontera en un sentido como en otro tuviésemos un excelente punto de paso en Choutchin-Graiévo, recurrimos con frecuencia a los servicios de Nathan para hacer pasar camaradas por Grodno y Augustovo, puntos muy frecuentados, que nuestros camaradas podían atravesar sin ser vistos.

De los dos lados de la frontera indicados, nuestra organización trabajaba con poca gente. Para el transporte “expreso”, que era el que funcionaba principalmente, una camarada había sido instalada en Grodno (K. Levit, compañera de P. Levit, con quien había estado en prisión en Odessa; él mismo, en 1910, trabajó durante varios meses en la organización del transporte de Grodno). La organización, como el sistema de enlace que acabo de describir, subsistieron sin alteración hasta 1913, por más que en Rusia la Pravda, semanario, apareció en ese momento legalmente.

La literatura del partido publicada en el extranjero llegaba a Rusia en gran cantidad irregularmente. El transporte funcionó sin tropiezos hasta mediados de 1910. Zephir residía en Minsk (en las cartas lo designábamos con el nombre de Morchanski); pero él tenía que dirigirse con frecuencia a Petersburgo y Moscú para tratar toda clase de cuestiones. En Moscú fué detenido en el verano de 1910. Después de su detención, nos pusimos en busca de un camarada para reemplazarle, ya que la organización del transporte continuaba intacta.

En esta situación recibimos una carta de Matvei Brindiski (resultó un provocador), en la que anunciaba que salía para el extranjero por orden de Noguin (éste formaba parte en aquella época de la oficina del Comité Central en Rusia). La carta de Matvei me desagradó (escribía con tinta simpática, sin cifrar la carta que él dejaba en Petersburgo a tal fecha, pidiendo que le saliesen a su encuentro; para que le reconociesen, daba sus señas). Comuniqué esta carta a Marx (Youvirnov), que se encontraba en Pans (este último era entonces el jefe de todos los servicios técnicos de la oficina del Comité Central en el extranjero). Marx respondió que, en su opinión. Matvei había escrito esta carta por inexperiencia. Cuando llegó Matvei nos enteramos que a Makar (Noguin) le habían destinado como sucesor de Zephir. Además de la recomendación de Noguin, tenía la de María Tomskaia y otros camaradas. (Matvei militaba como revolucionario profesional desde 1909, fecha de su evasión de Tobolsk, adonde había sido deportado. En Petersburgo y en Moscú primero, había sido secretario y organizador de varios sectores; después había sido colocado a la cabeza del servicio de pasaportes del Comité Central, y más tarde, después de la defunción de Zephir, la oficina rusa del Comité Central lo había puesto a la cabeza de la organización del transporte en Rusia.) Transmitía Matvei los nombres de los camaradas de Rusia que trabajaban ya en la organización del transporte. De regreso allí, tomó como adjunto al camarada Valeriano (Zalejski), que prácticamente dirigió toda la tarea, mientras que Matvei aseguraba la correspondencia conmigo y la oficina del Comité Central de Rusia o de sus delegados. Matvei residía en Dvinsk; Valeriano habitaba en Homel y Novozybkov. En los primeros tiempos, las cosas no marcharon mal: la literatura llegaba y era regularmente expedida por Rusia. Pero más adelante, por más que enviábamos la literatura a la frontera, y de allí fuese transportada a Rusia (yo enviaba dinero para los contrabandistas después que ellos, y Matvei me informaba que la literatura había sido recogida), las organizaciones de Rusia no la recibían o la recibían raramente. Por esto convoqué varias veces a Matvei en el extranjero. Allí confeccionábamos planes sobre la manera mejor y más rápida de expedir la literatura. Después del regreso de Matvei a Rusia, las cosas fueron mejor al principio; pero en seguida la literatura empezó a desaparecer (más tarde nos enteramos que Matvei la expedía en su mayor parte a la dirección de gendarmería de Moscú y al departamento de Policía). En 1911 le escribí que, si el manifiesto de 1º de mayo, publicado por el órgano central del partido no llegaba a tiempo a determinadas organizaciones, disolvíamos la organización de transporte en Rusia por inactividad. La amenaza hizo su efecto, y el manifiesto fué recibido a tiempo. A fines de 1911, basándome sobre los hechos que yo había recogido contra Matvei, exigí que se le retirasen sus funciones y que no se le admitiese en la Conferencia del partido de 1912, adonde él manifestaba deseos de venir. Al mismo tiempo, por más que yo no tuviese pruebas precisas, presenté contra él la acusación de ser un provocador.

Creo que no será inútil decir a los camaradas que lean estas líneas cómo terminé por saber que Matvei era un agente de la Okhrana. Ya hice alusión a una carta extraña que me había enviado desde Petersburgo. Esta carta me había dejado una mala impresión. Por otra parte, me parecía extraño que la organización del transporte en Rusia no fuese detenida; la literatura llegaba regularmente, pero desaparecía inmediatamente; había sido suficiente con amenazar de disolver este organismo para que el manifiesto de 1º de mayo llegase sin retraso a las organizaciones. Me extrañaba igualmente que Matvei pudiese obtener un pasaporte legal para dirigirse al extranjero; en los años de peor reacción zarista, raros eran los militantes ilegales que podían permitirse ese lujo. En agosto de 1911, Matvei vino a verme a Leipzig. Marx llegó de París al mismo tiempo para que conferenciásemos juntos. Antes de regresar Matvei, me rindió cuentas. En los gastos figuraba una suma de cien rublos que Matvei había entregado a no sé quién. A mi observación de que esos cien rublos debían haber sido dados con recibo, Matvei, sin inmutarse, recogió sus cuentas, y al día siguiente esos cien rublos eran mencionados en los ingresos; pero, en cambio, los gastos habían aumentado en ciento cuarenta rublos. Me indigné. No acepté esas cuentas y exigí que me las mandase con los documentos justificativos. Era para mí evidente que estaba tratando con un bribón, por lo que fuí a ver a Rykov, de paso en Leipzig para Rusia en compañía de Matvei, y le comuniqué el incidente respecto de las cuentas. Le dije que era opuesto a su salida con Matvei. A Matvei le dije que Rykov quedaba en Leipzig.

Rykov fué detenido al llegar a Moscú. Direcciones cifradas que le encontraron fueron descifradas por la Okhrana, y de ahí que fueran ejecutadas muchas detenciones (los periódicos de Moscú escribieron entonces que Rykov había sido detenido llevando documentos comprometedores y que sería llevado ante la justicia). En seguida de esta detención, Matvei me escribió que Rykov sería deportado administrativamente a Siberia. Después de la salida de Rykov para Rusia, Zagorski me informó que Matvei había ayudado a Rykov a cifrar las direcciones. Creí en aquella época que después de haber vendido a Rykov, Matvei probablemente habría tenido miedo a las consecuencias que esta detención habría de tener para él, y que él había debido insistir con la Okhrana para que Rykov fuese simplemente deportado a Siberia. En fin, cuando me enteré por un delegado de las organizaciones de Vilna y de Dvinsk en la Conferencia del partido de enero de 1911, el camarada Gourvitch, que Matvei había sido detenido en Dvinsk y puesto en seguida en libertad, de lo que él no me informó adquirí la certidumbre de que era un agente provocador, y yo telegrafié a Nadejda Kroupskaia que no se le admitiese en la Conferencia. Incidentalmente, me enteré que se había dirigido a París para desde allí meterse en la Conferencia. Dándose cuenta de que yo sospechaba de él, había evitado el pasar a verme. Claramente, la carta que envié a París después de mi telegrama, y en la cual exponía los hechos, fué juzgada suficientemente convincente, ya que Matvei no fué admitido. Ante las protestas que elevó contra mis acusaciones, el asunto fué confiado a Bourtsev, que concluyó, después de un expediente, con un ha lugar de mis acusaciones. Antes de salir para Rusia en 1913, Zephir (Moisseiev) y yo fuimos interrogados por Boursev respecto al asunto de Matvei. Zephir, lo mismo que yo, estaba convencido que Matvei era un agente provocador.

En 1917, por los documentos de la Okhrana de Moscú que publicó M. Tsiavlovski con el título Los bolcheviques, se pudo deducir que a partir de 1909 Matvei había desempeñado un papel muy importante como provocador de los más peligrosos. No se contentaba con transmitir cantidades de literatura revolucionaria a la Okhrana, de hacer detener un gran número de miembros del Comité Central del partido y de las organizaciones en Rusia, sino que todavía escribía comunicaciones políticas sobre el bolchevismo. Al presente, yo creo que estos últimos eran redactados por los gendarmes más que por él, sirviéndose de sus informaciones, porque me parece que los conocimientos de Matvei en materia política no le permitían redactarlos él mismo.

Sólo el policía Matvei destruyó una gran parte de los recursos del partido, aniquiló mucho trabajo del esfuerzo de los militantes y puso a los obreros en la imposibilidad de leer su literatura revolucionaria.

Cuando a fines de diciembre de 1911 Matvei fué eliminado, me puse en comunicación con el camarada Valeriano. Cambiamos las permanencias, reemplazamos algunos camaradas y la organización del transporte funcionó a nuestro agrado. A partir de 1912, cuando el movimiento obrero se animó en Rusia y la Pravda se convirtió en diario, la expedición y el transporte de la literatura revolucionaria del extranjero perdieron su importancia y fueron en disminución.

Ya que hablo del trabajo que hice en Leipzig de 1909 a 1912, no está de más decir algunas palabras sobre la formación de la actividad del grupo de apoyo de Leipzig durante este período.

Ya he dicho que en llegando a Leipzig me había puesto al margen de la colonia de estudiantes rusos (había muy pocos emigrados; la mayor parte eran obreros que trabajaban en las fábricas, con los cuales entramos en seguida en estrecha relación), y, sin embargo, la colonia tenía su club, su biblioteca y su restaurante asiduamente frecuentados por los rusos. Los Saveliev eran los únicos camaradas que hubieran podido ponerme en relación con los estudiantes; pero poco tiempo después de mi llegada se fueron a Múnich por un período de seis meses. A mediados del verano de 1909, el camarada N. Marchak llegó a Leipzig y empezó a frecuentar las organizaciones estudiantiles rusas. De este modo me enteré que entre los estudiantes había partidarios de la mayoría y de la minoría del partido obrero socialdemócrata de Rusia, miembros del partido socialdemócrata polaco y del Bund.

Por iniciativa de N. Marchak, se constituyó un grupo en el cual entraron los Saveliev, Marchak y yo, y los estudiantes Brakhman y Brodski, lo mismo que dos mencheviques partiitsi , London y Riazanski. En los bundistas y en la socialdemocracia polaca y lituana, los grupos de apoyo existían ya. El grupo del Bund comprendía: Spectatos (Nakhimnson), los Bakst (ella y él), Rabinovitch y otros; el grupo polaco comprendía: Radek, Bronski, Moukha y otros. Después de la constitución de nuestro grupo, los mencheviques formaron también el suyo, al cual se afiliaron Pedro (Ramichvili), Kaploum, Dabaiev (Kavkazetz) y otros. Después de las sesiones del Comité Central del partido, que se celebraron en el extranjero a principios de 1910, y donde se llegó a la coincidencia de todas las fracciones del partido, los miembros del grupo menchevique, a excepción de Pedro Ramichvili, entraron en nuestro grupo. Después de su adhesión nos pusimos de acuerdo para enviar los fondos que el grupo recogía, no a la oficina del Comité Central en el extranjero, sino directamente a Rusia.

Así, había en Leipzig tres grupos socialdemócratas. Como cada uno de ellos no tenía consigo más de la mitad de los estudiantes, era necesario, para ganar influencia en los Comités elegidos de estudiantes y hacer entrar candidatos socialdemócratas, que todos los socialdemócratas se entendiesen para presentar una lista única. Esto necesitó la creación de un Comité permanente compuesto de representantes de todos los grupos y encargado de concertar las acciones que se emprendía en la colonia, ya que, sin las organizaciones de estudiantes, los grupos de apoyo no podían existir; no era posible, en efecto, organizar lícitamente veladas, conferencias, etc., sino bajo el pabellón de estudiantes rusos. Entre los estudiantes también había un grupo importante que defendía la autonomía de las organizaciones estudiantiles respecto a los grupos socialistas. Una vez constituido el grupo de apoyo bolchevique, tomé en su trabajo una parte activa; pero yo iba muy raramente a las organizaciones de estudiantes y jamás tomé la palabra.

¿Qué hizo el grupo de apoyo por el partido? Seguía la vida del partido, discutía las cuestiones que se debatían, organizaba controversias abiertas a todos los socialdemócratas (recuerdo las conferencias de Rykov sobre el liquidacionismo en 1911, y de Lunatcharski sobre las cuestiones interiores del partido, en 1912), las conferencias (en febrero de 1912, Lenin dió una conferencia sobre Tolstoi; el mismo mes, Lunatcharski dió otra sobre la literatura), las reuniones de todos los socialdemócratas con ocasión del primero de mayo del 9 de enero, etc.; en fin, el grupo vendía entre los estudiantes, y por mediación de los camaradas alemanes, en las librerías, la literatura revolucionaria publicada por el partido (folletos. El Proletario y el socialdemócrata la Zviezda, de Petersburgo) y organizaba veladas que reportaban siempre un suplemento de ingresos a la caja del partido. Además, hacía suscripciones en favor de los presos y emigrados Los tres grupos socialdemócratas de Leipzig ejercían sin duda alguna una gran influencia ideológica sobre los estudiantes rusos que hacían sus estudios.

Tengo que añadir que por los estudiantes, miembros del grupo o simpatizantes, yo expedía a Rusia en las “corazas” que les confeccionaba la literatura revolucionaria (tan pronto nos llegaron las primeras informaciones de la Conferencia de enero de 1912, las hice llegar a Rusia por un miembro del grupo, el camarada B. London) y me servía de los pasaportes dados a los estudiantes para enviar a Rusia militantes bolcheviques. Al grupo de apoyo de Leipzig se afiliaron, desde su llegada, Zagorski, Pilatskaia y Lazar (Zélikson), hoy miembro de la Comisión central del control y director de la Inspección obrera y campesina de Leningrado. El grupo de apoyo de Leipzig tuvo siempre una mayoría compacta de antiguos bolcheviques, y sirvió de contacto con el centro bolchevique, y otros grupos de apoyo en el extranjero de los bolcheviques.