O. Piatnitsky

MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUE
(1896-1917)

 

 

XIV.

Sámara

(1914)

 

Llegué a Sámara el 16 de abril de 1914. El mismo día me puse a trabajar en la estación eléctrica de la ciudad, donde se procedía a la instalación de máquinas destinadas a proporcionar corriente a los tranvías. El trabajo era para mí muy interesante; pero al mismo tiempo muy duro, puesto que tenía uno que hacer de cerrajero, ajustador, etc. (los obreros auxiliares, siendo pagados por la firma Schuckert y no por el cliente, se encontraban en número insuficiente). Además, era la primera vez que yo hacía este trabajo. Tuve que ocuparme de máquinas transformadoras de la corriente alterna en corriente continua para la alimentación de los tranvías (conmutatrices), de transformadores (desmontaje), cocimiento del aceite para su secamiento (montaje) y manipular los accesorios de construcción, muy complejos y que no había visto en mi vida. Aunque no trabajaba más que diez horas diarias, me fatigaba mucho, ya que una vez la jornada terminada me ocupaba de la organización del partido, lo que me obligaba a acostarme tarde y tenía que levantarme temprano para ir al trabajo. Por esta razón rehusé hacer horas suplementarias, aunque el trabajo fuese urgente. Conseguí que contratasen con nosotros a Valvilkin y a otros camaradas despedidos como revolucionarios en la fábrica de tubos.

Mi detención inopinada no me dejó terminar los trabajos de instalación eléctrica, gracias a los cuales había podido asimilarme los métodos de trabajo empleados por los montadores alemanes venidos especialmente para proceder a la instalación de las máquinas .

A causa de esta detención, hablaré de mi acción militante en Sámara.

Tan pronto se fijó mi salida para Sámara, escribí a Nadejda Kroupskaia que Grigori (Zinóviev) o Lenin hiciesen saber a la redacción de la Zaria Povoljia (la Aurora del Volga), semanario que veía la luz en Sámara, que podían fiarse de mí y que se me pusiese en relación con los partidarios de la Pravda de Petersburgo (Gregori y Lenin publicaban a veces artículos con seudónimos diversos en la Zaria Povoljia).

Al llegar a Sámara empecé por buscar a los camaradas cuya dirección me habían dado antes de mi salida de Moscú. Pero estos camaradas no pudieron ponerme en contacto con la organización local. Unos no estaban en relación con ella, los otros temían darla a conocer, ya que yo no tenía la dirección de las permanencias secretas y nadie me conocía.

Aunque el local ocupado por la redacción de la Zaria Povoljia estuviese constantemente vigilado, iba todos los días, para ver si de Poronin se había recibido carta respecto a mí, de Gregori o de Lenin. Pronto los camaradas de la redacción empezaron a tratarme como sospechoso y a preguntarme con detalle quién era yo, de dónde venía, porqué estaba allí, etc. Como ignoraba de quién se componía la redacción -de bolcheviques o mencheviques-, evidentemente que dudaba en darles datos precisos, lo que hacía aumentar sus sospechas. Viendo esto, fuí cada vez menos a la redacción. Con el fin de entrar más pronto en contacto con los camaradas de Sámara; escribí a Malinovski, miembro de la sección socialdemócrata de la Duma, rogándole que me pusiese en relación con algunos.

Finalmente, la carta tanto tiempo esperada de Poronin llegó. La actitud de los bolcheviques que trabajaban en la redacción, respecto a mí, cambió en seguida. Stépan (Biélov), bolchevique secretario de la redacción (durante la guerra se volvió hasta menchevique y más tarde actuó en la Asamblea constituyente de Sámara) , me puso al corriente de los asuntos locales del partido. La situación no era brillante. No había en Sámara organización del partido, lo mismo entre los bolcheviques que entre los mencheviques, aunque en muchas fábricas hubiese grupos mixtos de unos y de otros.

Los mencheviques habían organizado una sociedad legal de “diversiones intelectuales”, de la cual también formaban parte los bolcheviques. Se hacían charlas sobre cuestiones instructivas y había también una biblioteca, etc. Fué allí, en sus rincones, donde se entablaban las discusiones entre bolcheviques y mencheviques, el presidente de la sociedad era un abogado de Sámara cuyo nombre no recuerdo. Las personas responsables, respecto a las autoridades, del carácter político de la sociedad vigilaban para que no ocurriese nada de ilícito en el local que aquélla ocupaba. Sólo los miembros de la sociedad podrían asistir a las reuniones y a las charlas. No obstante estas restricciones, los obreros venían en gran número, y allí se encontraban los nuestros. Pero no se tenía ninguna reunión secreta, porque era casi seguro que la Okhrana de Sámara tenía ojos y orejas.

La Zaria Povoljia era otro centro alrededor del cual se agrupaban verdaderos elementos revolucionarios de la clase obrera; pero este periódico tampoco tenía fisonomía política bien definida. La redacción se componía de dos mencheviques y de dos bolcheviques que, de común acuerdo, designaban el quinto miembro de la redacción, al cual se confiaban las funciones de secretario. En abril de 1914, el bolchevique Bielov ejercía estas funciones. Dan, Martov, Zinóviev y Lenin colaboraban en el periódico.

En Petersburgo, la Pravda y el Loutch se hacían una guerra a muerte, mientras que en Sámara, en las columnas de un solo periódico, escribían los líderes de la tendencia revolucionaria proletaria, lo mismo que los líderes de una pseudoconcepción revolucionaria en realidad servilmente burguesa.

Después de haber visto algunos bolcheviques de Sámara la conveniencia, la necesidad y la posibilidad de crear una organización ilegal bolchevique distinta, se iniciaron las negociaciones preparatorias para crearla. Por mediación del periódico y de la sociedad de “distracciones intelectuales”, los bolcheviques aislados estaban en contacto con los grupos obreros de las fábricas; pero temían formar una organización so pretexto de que los provocadores no tardarían en infiltrarse y que la Gendarmería y la Okhrana la liquidarían en seguida.

En los primeros días de mayo, un domingo, en un barranco situado cerca de la fábrica de tubos, se reunieron los bolcheviques. De la fábrica de tubos asistían a esta reunión; Biédniakov, Vavilov y un obre ro cuyo nombre no recuerdo; la redacción de la Zaria Povoljia, Bielov y algunos camaradas que tampoco recuerdo. En esta reunión constituyente expuse la situación del partido, y Bielov o Biédniakov dió las informaciones sobre la situación en Sámara. Después de un cambio de impresiones se decidió crear un Comité bolchevique provisional, emprender una acción militante y ponerse en relación con el Comité Central y el órgano del partido. En el Comité provisional entraron Biédniakov, Bielov, yo, el oficinista Beniamin y un obrero de la fábrica de tubos. Fuí encargado de establecer el contacto con los organismos centrales del partido y organizar la difusión de la Pravda, de Petersburgo, y de nuestra revista Prosviéchtchenie.

Como Malinoski no había respondido a la carta que le había enviado en abril, informé a la oficina del Comité Central del extranjero, en la persona de N. Kropskaia, de la situación de Sámara. Establecí con N. Kropskaía una correspondencia constante. Le escribía cartas cifradas a las direcciones que yo conservaba del extranjero, y yo las recibía de ella por Penza, desde donde Itíne, con quien yo había militado en Berlín y en Odessa, me las hacía llegar. Este último me había procurado una excelente dirección en Penza, en la Banca agraria, lo que garantizaba que mi correspondencia no sería interceptada. De Penza a Sámara las cartas corrían ya menos riesgo.

Cuando Malinoski se fué de la Duma perdí todo contacto con la Oficina del Comité Central de Rusia, ya que yo estaba en relaciones con ella por mediación de Malinoski. Por otra parte, yo no podía escribir a los otros miembros de nuestra fracción en la Duma, ya que ellos no conocían mis sobrenombres. Tuve que limitarme a escribir al extranjero y a no hablar más que de cuestiones rusas.

En lo que concierne a la difusión de la Pravda y del Prosviéchtchenie, los camaradas de Sámara me pusieron en relación con un camarada que se ocupaba en repartir la prensa legal del partido en los talleres y las fábricas. Me dirigí a Miron Tchernomasov, en la Pravda, y a Max Saleviev, en el Prosviéchtchenie, rogándoles enviaran a Sámara, a la dirección del camarada indicado, tantos números como le pidiese. Los miembros del Comité provisional del partido se veían frecuentemente en la sociedad de “diversiones intelectuales”. En cuanto a las reuniones del Comité, se celebraban en los barcos y en los parques. El enlace del Comité con los camaradas del partido en las fábricas se extendía cada vez más, y por ellos estaba al corriente del estado de espíritu de los medios obreros.

La dimisión de Malinoski como miembro de la Duma el 8 de mayo de 1914 causó entre los obreros desconcierto e irritación. De tal modo, que el Comité provisional condenó la conducta de Malinoski y votó contra él una orden del día muy precisa, que yo envié a la Oficina del Comité Central en el extranjero para su inserción.

En el transcurso de mayo se trató de que apareciese la Zaria Povoljia varias veces por semana. El Comité de redacción del periódico decidió convocar una reunión ampliada de la redacción con los delegados de los grupos de fábrica del partido. Ni el secretario de redacción, Viélov, ni los otros bolcheviques -miembros del Comité de redacción- presentaron la cuestión de la preparación de esta reunión ampliada en la sesión del Comité provisional del partido. Un sábado, por la noche, un poco antes de esta reunión, encontré a Viélov, que me puso al corriente de la reunión proyectada, y de la cual yo oía hablar por primera vez. Cuando le pregunté quién había tenido la iniciativa de esta reunión y cuáles eran las cuestiones que figuraban en el orden del día, me respondió que emanaban de dos mencheviques -miembros del Comité de redacción- que habían propuesto convocar esta reunión a fin de examinar los medios de mejorar la difusión de los periódicos y de hacerlo aparecer con más frecuencia. Le pregunté si los mencheviques no buscaban con tal motivo la reelección del Comité de redacción; pero Viélov me aseguró que esto no era de temer. Es más: agregó que yo era muy desconfiado sin duda, porque me figuraba siempre tratar con los mencheviques de Moscú y Petersburgo. Esta conversación entre Viélov y yo tuvo lugar en presencia de Ana Nikiforova. Dos días más tarde, después del trabajo, volví a ver a Viélov en el sitio convenido, y mis primeras palabras fueron preguntarle cómo se había terminado la reunión ampliada del Comité de redacción. Viélov me contó que las grandes fábricas no se habían hecho representar en la reunión y que los mencheviques se habían aprovechado para proponer la reelección del Comité de redacción. Habiendo sido aceptada la proposición, los mencheviques habían hecho designar para el Comité de redacción tres de los suyos y dos bolcheviques, de ellos Viélov mismo; pero él había rehusado categóricamente aceptar, ya que los mencheviques no habían obrado de una manera leal. El descuido de los bolcheviques miembros del Comité de redacción, que no habían ni llevado ante la Comisión provisional del partido la cuestión de esta reunión, me sublevaba. Pero yo estaba todavía más indignado de que Viélov hubiese rehusado entrar en el Comité de redacción y que él hubiese abandonado las funciones de secretario sin aconsejarse de nosotros, tanto más que, por su salida, el Comité de redacción pasaba sin combate a manos de los mencheviques. En la sesión del Comité provisional siguiente se decidió reconquistar el periódico, costase lo que costase, no obstante Viélov, que proponía que publicásemos un semanario para nosotros y que lo opondríamos a la Zaria Povoljia. Su proposición fué categóricamente rechazada. Por el contrario, empezamos la agitación contra la tendencia menchevique del periódico en las fábricas y talleres, y para la transformación de la Zaria Povoljia en periódico bolchevique. Cada vez que tomábamos la palabra durante nuestra agitación, nos llamábamos los Pravdistas; los mencheviques eran los lontchisies. Y los obreros comprendían perfectamente que en la persona de unos y otros se desenvolvía la lucha entre bolcheviques y mencheviques.

No obstante las frecuentes confiscaciones de que era objeto la Zaria Povoljia, no tenía déficit, ya que los obreros la sostenían materialmente. Pero cuando pasó a manos de los mencheviques, cuando Dan, Martov y compañía inundaron las columnas del periódico, ya que los bolcheviques rehusaron colaborar y los obreros cesaron de sostener el periódico con su dinero. Desde la primera semana los ingresos semanales cayeron de 89 rublos a 15 (no estoy absolutamente seguro de estas cifras, pero son éstas las que me han quedado siempre en la memoria, y expresan bien la situación de entonces).

Cuando nuestra agitación tuvo bien preparado el terreno, exigimos la convocatoria del Comité de redacción ampliado de la Zaria Povoljia, con el fin de decidir la tendencia del periódico, lo que equivalía a preguntar la opinión de los miembros de nuestro partido y de simpatizantes que trabajaban en la fábrica. Con este objeto tuvieron lugar reuniones de miembros del partido y de simpatizantes, en las cuales los mencheviques, lo mismo que los bolcheviques, expusieron los puntos de vista de las dos tendencias del partido obrero socialdemócrata de Rusia sobre las cuestiones tácticas y las cuestiones de organización. Al final de las reuniones se puso a votación la cuestión de la tendencia que se había de dar al periódico de Sámara; la de la Pravda, de Petersburgo, o la de Lounch, después de lo cual se nombraron los delegados a la Conferencia que debía resolver definitivamente esta cuestión.

El 8 de junio, los delegados de los grupos de fábrica y de taller del partido se reunieron en una casa de campo de los alrededores de Sámara; pero hubo que disolver la Conferencia, porque la Policía había hecho su aparición en la vecindad. En cuanto al Comité provisional del partido, no pudo reunirse antes de la convocatoria de la reunión del Comité de redacción ampliado, ya que todos sus miembros tomaban parte en las reuniones de empresa, como portavoces de los bolcheviques; en estas condiciones no sabíamos exactamente quién tenía la mayoría. Pero después que la Conferencia de los grupos de fábrica y de taller del partido fué disuelta, nosotros hicimos un cálculo que mostró que teníamos una mayoría de votos de dos tercios. La Conferencia se fijó para el domingo siguiente.

Desde que el Comité provisional del partido hubo decidido empezar la campaña para reconquistar el periódico, me dirigí a la Oficina del Comité Central en el extranjero para preguntarle si podría proporcionar a la Zaria Povoljia los colaboradores necesarios para los artículos de política general, ya que en Sámara los periódicos eran muy raros entre nosotros. En respuesta recibí una carta de Lenin, en la cual aprobaba enteramente nuestro plan y anunciaba la colaboración de los bolcheviques. Pedía que, en el caso en que hubiéramos triunfado, le expidiésemos un telegrama convencional, y prometía enviar en seguida artículos para nuestro primer número. En su carta Lenin subrayaba la importancia de la Zaria Povoljia para todas las ciudades de la cuenca del Volga. Además de esta correspondencia con el Comité Central, yo me puse todavía en relaciones con un bolchevique que estaba alejado de la organización, y de quien me habían dado la dirección en Moscú. Aceptó colaborar en el periódico. Trabajaba en el Zemstvo de Sámara, pero ya no recuerdo su nombre.

La segunda Conferencia, señalada para el 15 de junio en el bosque, no pudo tener lugar; los destacamentos de vigilancia nos informaron, antes de que se hubiese abierto, por un canto convenido, que la Policía rondaba por la vecindad. Se decidió pasar en barca al otro lado del Volga para celebrar la Conferencia, ya que no se podía aplazar por más tiempo la solución de la cuestión del periódico. Una vez allí, nos instalamos en una pequeña colina, en un soto, desde donde se veía lo que pasaba por el Volga. Por más que la Conferencia se celebró lejos de la ciudad y que se cambió de lugar, casi todos los delegados bolcheviques asistieron. El camarada Koukouchkin, ex miembro del Comité de redacción, hizo una exposición de la situación. Después de él, un redactor menchevique expuso la naturaleza de nuestras divergencias. Terminadas las exposiciones, hubo un intercambio de opiniones muy animado. Al votar, los tres cuartos de los votos se pronunciaron por que se diese al periódico una tendencia bolchevique.

Es característico que los delegados de las fábricas de tubos y otras grandes fábricas votaron por los bolcheviques, mientras que los delegados de los panaderos y otros pequeños talleres votaron por los mencheviques: cuatro redactores y un candidato. Los mencheviques fueron autorizados para designar un redactor, pero ellos rehusaron. En el Comité de redacción entraron: Víélov, Biébniakov, el compositor tipógrafo Koukouchkin y el bolchevique que trabajaba en el Zemtsvo; Beniamin, miembro del Cornité provisional del partido, fué designado como candidato.

Al regresar de la Conferencia expedí a Lenin el telegrama convenido para informarle de nuestra victoria. Detenido al día siguiente, fué en prisión cuando yo vi el primer número de la Zaria Povoljia. Contenía un buen artículo de fondo: “Reforma o reformas”, que anunciaba que el periódico sería redactado con espíritu pravdista.

Los obreros acogieron con alegría la nueva tendencia del periódico, como demostraron las cartas de felicitación que llegaron en masa al Comité de redacción. Además, los rendimientos aumentaron. Cuando, en la víspera de la guerra, la ola revolucionaria tomó amplitud, el periódico fué suprimido, lo mismo que la Pravda, de Petersburgo, y se realizaron detenciones entre los bolcheviques.

No obstante sus defectos, la Zaria Povoljia desempeñó un papel muy importante por aquella época en el movimiento obrero de Sámara.

A fines de mayo o principios de junio de 1914 fuí encargado por la Oficina del Comité Central del extranjero de convocar una Conferencia de la región del Volga y de preparar las elecciones para el Congreso socialista internacional de Viena, que debía tener lugar el 15 de agosto de 1914, y para el Congreso de nuestro partido. Recibí como instrucciones el hacer designar el mayor número posible de obreros que hubiesen participado en las diferentes formas del movimiento obrero. Como yo no podía recorrer la cuenca del Volga (yo trabajaba en las instalaciones del tranvía, y el trabajo era muy urgente), me entendí con Koukouchkin y Anna Nikiforova (esta última trabajaba en Sizran y venía frecuentemente a Sámara, donde yo la veía) para que se encargasen. Debían hacer un recorrido por las ciudades del Volga y darse cuenta de las organizaciones existentes, establecer el contacto con ellas, después de lo cual se celebraría la Conferencia del Volga, que había de elegir la oficina regional y los delegados al Congreso del partido. En la misma ocasión debían proceder en todas las ciudades a las elecciones para el Congreso internacional de Viena. No sé cuáles fueron los resultados de la excursión, ya que en ese momento yo estaba en prisión. Pero los acontecimientos de los últimos días de julio de 1914 hicieron imposible la convocatoria del Congreso de Viena, lo mismo que la del Congreso del partido.