"Lo fundamental era estar al lado del pueblo, impulsarlo a la lucha. No había que olvidar que nosotros, los comunistas, éramos los organizadores, sólamente el armazón. He aquí lo que no se podía olvidar un sólo instante. Y entonces ninguna fuerza enemiga sería capaz de quebrantarnos" Alexéi Fiódorov

Capítulo cuarto: UN GRAN DESTACAMENTO parte 10 de 13

Los hombres que yacían como fardos en la nieve, sin fuerzas, extenuados por el cansancio, se levantaron; los heridos dejaron de gemir, y algunos de ellos, sobreponiéndose al dolor, bajaron de los trineos... También yo, que al parecer estaba tan cansado, que nt podría levantar un brazo o volver la cabeza, minutos después me lanzaba a bailar a la par de los jóvenes.

Había ocurrido lo siguiente. Nuestros radistas, rebuscando en el éter con el fin de captar las últimas noticias, toparon de pronto con un concierto a petición de los guerrilleros. Era la primera vez que cogíamos un concierto semejante. Como es natural, el altavoz fue inmediatamente atado al árbol próximo y a su alrededor se con­gregó en el acto muchísima gente.

Hacía ya tiempo que hablamos transmitido por radio nuestras peticiones, y, con la impaciencia que es de suponer, esperábamos ahora la respuesta.

El locutor anuncié: “A petición del guerrillero Semenisti, del destacamento al mando del camarada Kovpak, transmitimos “La Canción de la Patria”, de Dunaievski”.

Después:

“A ruego de Piotr Glúshik, guerrillero ametrallador del destaca­mento de Batia, transmitimos “Kajovka”.

Los sones del piano volaban hacia nosotros desde Moscú, a través del éter. Para los guerrilleros cantaba el coro de Piátniski, sonaban los armoniosos trinos de Valeria Bársova, declamaba versos Konstanín Símonov. “A petición de los guerrilleros del des­tacamento de Sabúrov; del destacamento de Málikov; del destaca­mento Schors, al mando del camarada Márkov; del destacamento Jruschov, al mando del camarada Sychov...”

El concierto se prolongó mucho tiempo. Cada número era seguido por el nombre de un nuevo destacamento. Solamente al final, el locutor anunció:

“A ruego de Karpusha, jefe de una sección del destacamento Stalin, al mando del camarada Fiódorov, transmitimos un “gopak” ucraniano”.

¡La que se armó!

Los muchachos empezaron a dar “hurras”, limpiaron inmediata­mente de nieve una plazoleta y al primero que sacaron a ella fue a Karpusha. Minutos después casi todo el destacamento estaba bai­lando. Menos mal que el “gopak” terminó pronto, sino nuestros muchachos habrían bailado hasta el amanecer. Confieso que tam­bién yo desentumecí las piernas, golpeando varias veces con mis talones la tierra helada, ¡De dónde sacaríamos las fuerzas!

¡Oh, si los alemanes hubieran podido ver cómo danzaban a la luz de la luna aquellos mismos guerrilleros que ellos perseguían en dirección completamente opuesta! Los aviones de exploración rugían repugnantemente sobre nuestras cabezas, como si quisieran romper el ritmo del baile. Pero no consiguieron nada. Los mucha­chos bailaban como una peonza.

Terminado el concierto, montamos —alegres y excitados— en los trineos y emprendimos rápidamente el viaje en dirección a nuestro nuevo campamento. Al amanecer estábamos ya en el bosque de Gúlino, donde captamos por radio un comunicado de Berlín:

“En el sector del frente central ha sido cercada y liquidada una potente agrupación de bandidos del bosque, compuesta de tres mil doscientos hombres. Doce comisarios han sido hechos prisioneros. Los jefes consiguieron huir en aviones...

Como es natural, se trataba de nosotros. Las autoridades de ocupación habían transmitido a Berlín una mentira notoria. No habían cogido prisionero a nadie. Tampoco habían logrado su objetivo: no consiguieron cercar ni peinar el bosque. Como resul­tado de casi un día entero de combate y después de haber tenido unos quinientos muertos, habían logrado únicamente que cambiá­semos de bosque.

Pero eso no trataban de conseguirlo ellos, sino nosotros.

Nuestro plan se había cumplido por completo.

En la revista se puso de manifiesto que nuestras bajas eran de veintidós muertos y ciencuenta y tres heridos.

 

Nos alejamos del enemigo y ocultamos nuestras huellas. Ahora podíamos encender hogueras, descansar, reponemos y emprender el cumplimiento de las tareas inmediatas.

* * *

Así se creó un gran destacamento.

El combate de marzo fue una’ prueba decisiva para nuestro destacamento grande. Fue una batalla muy dura. Pero ahora todos sabíamos firmemente que los invasores no podrían acabar con nosotros. Pasó ya el período en que los nazis se imaginaban a los guerrilleros como los restos en desbandada del ejército, como un grupo de comunistas y hombres soviéticos encubiertos.

Nos hablamos convertido en una fuerte organización militar, que actuaba de acuerdo a un plan, que recibía ayuda del Ejército Rojo y de la retaguardia soviética y se nutría sistemáticamente con las reservas salidas del pueblo.

He citado ya un extracto de las instrucciones del general coronel Sambathei, jefe del Real Estado Mayor Central húngaro.

Ese documento, rigurosamente secreto, lo interceptamos a principios de abril, cuando volamos un coche del Estado Mayor húngaro en la carretera de Gómel — Chernígov. Después de leerlo, nuestro propio respeto por los guerrilleros aumentó considera­blemente. Las instrucciones de Sambathei fueron discutidas, durante las clases políticas, en todas las unidades de nuestro desta­camento.

He aquí algo resumidas esas instrucciones:

 

“JEFE DEL REAL ESTADO MAYOR CENTRAL HUNGARO”
Sección LV Nº 10
LUCHA GUERRILLERA

Capítulo 1
 

NOCIONES GENERALES
DEL MOVIMIENTO GUERRILLERO
 

“La guerra contra los Soviets nos ha hecho conocer de cerca un medio de lucha peculiar e implacable: el movimiento “guerrillero”. En esta forma de lucha sorprende el fanatismo, el desprecio a la muerte y la resistencia mani­festados por el pueblo ruso, que emplea esta forma de lucha en proporciones realmente imponentes.

El movimiento guerrillero, que se desarrolla en un territorio cada vez mayor, toma ya caracteres de movimiento popular.

El movimiento guerrillero se manifiesta como un movimiento popular detrás de nuestra línea del frente, y no sólo inmediatamente detrás, sino a varios centenares de kilómetros de esta línea, en la retaguardia... La lucha guerrillera se desencadenó con particular fuerza, cuando el ejército ruso inició su ofensiva a principios de invierno. Para nosotros, la defensa contra la actividad de los guerrilleros supone días, semanas e incluso meses muy duros”.  

La confesión de que los invasores tenían que defenderse de los guerrilleros nos causó especial placer. Y, como cayendo en la cuenta, Sambathei escribía:  

“¡No vamos a exagerar, pero no puede infravalorarse con frivolidad la importancia del movimiento guerrillero! Conozcámoslo como es debido, para enfrentarnos a él allí donde levante cabeza. ¡Entonces este movimiento no logrará éxitos decisivos!  

En el segundo capítulo, titulado “Defensa contra el movimiento guerrillero”, Sambathei escribía:  

“Durante el dominio rojo la población estaba acostumbrada a la constante propaganda y que se le informara de los acontecimientos cotidianos. Como ahora esto no se da, el pueblo cree con facilidad en los rumores difundidos por los guerrilleros y sus colaboradores. Serían medidas de contrapro­ paganda: radio, anuncios, periódicos ucranianos, informes instructivos y películas de cine. Para esta labor sería conveniente elaborar materiales sobre las tesis siguientes que podrían... atraerlos a nuestras ideas...”  

Y sigue un cínico programa, cuyo sentido se reducía al principio “divide y vencerás”.

A continuación, en el apartado “Cómo luchar contra los guerri­lleros”, se decía:  

“... Los informes sobre los guerrilleros, por norma general, llegan hasta las autoridades y el mando en forma muy exagerada y deformada. Es habitual el hecho de que la población siempre sepa de tal o cual acción de los guerrille­ros en las localidades vecinas o alejadas y nunca quiera ni se atreva a saber sobre los acontecimientos acaecidos en su aldea.

En el campo de la obtención de datos, nuestra actitud hacia todos debe ser de desconfianza. ¡Debemos recordar siempre que no hay un ruso seguro! El ruso no es charlatán por naturaleza. El que hable mucho y con facilidad es sospechoso. Una mujer joven siempre es sospechosa; si no es del lugar, lo más seguro es que sea agente de los guerrilleros. Entre los stárostas aparecen un número considerable de personas partidarias de los guerrilleros. Pero también entre la policía auxiliar ucraniana hay amigos de los guerrilleros. Por ello el aniquilamiento de éstos conviene por completo a nuestros intereses.

Para nosotros debe estar claro que las capas patrióticas de la población ucraniana no sienten en absoluto la comunidad de destinos con las autorida­des de las potencias centrales. Nuestras autoridades y tropas significan para ellas, en fin de cuentas, la invasión enemiga y los amos extranjeros...

La lucha contra los guerrilleros, no sólo significa el aniquilamiento de los distintos destacamentos guerrilleros. Hay que privarles de la posibilidad de seguir organizando, abasteciendo y completando sus recursos materiales y humanos. En caso contrario, a pesar de todos los esfuerzos de las autoridades administrativas, el traslado de las unidades de ocupación —relacionado éste con constantes pérdidas— permitirá el renacimiento del movimiento y éste de nuevo levantará cabeza. En vista de eso, no debe haber piedad para nadie, sea quien sea. Solamente una liquidación implacable y radical de la población puede llevarnos a la consecución de nuestro objetivo...”

Con frecuencia, se suele preguntar: ¿Cómo pudo ocurrir que un ejército que había sometido a tantos Estados, pertrechado de un material bélico de primera calidad y con una considerable experien­cia de ocupación de otros países, no consiguiera aplastar el movi­miento guerrillero cuando éste estaba en embrión? ¿Por qué los invasores permitieron que el movimiento guerrillero se desarrollase hasta convertirse en una fuerza amenazadora?

En la actualidad es más fácil responder a esta pregunta que en 1942. Intentan responder a ella muchos jefes guerrilleros que publi­can en la prensa sus recuerdos. Yo probaré igualmente a hacerlo en mi libro. Pero también en el período a que me refiero en estas páginas pensábamos, como es natural, en esa cuestión.

Corno es evidente, pensábamos no como historiadores. No buscábamos formulaciones exactas. Necesitábamos el convenci­miento del carácter invencible de nuestra causa. Esta convicción crecía cada mes, cada día. Crecía porque ninguna crueldad, ningún castigo, ninguna promesa ni “reforma” de los invasores debilitaban la afluencia de nuevos hombres a nuestras filas, sino al contrario, la fortalecían.

En una pequeña pieza teatral, obra de un desconocido autor guerrillero y puesta en escena por nuestro cuadro artístico, se repre­sentaba la entrevista y la pieza era bastante desmañada, los guerri­lleros la veían con gusto. La idea de la pieza era muy acertada.

El primer comandante era partidario de toda suerte de pro­mesas, persuasiones y “reformas”; el segundo no conocía más que una palabra: “fusilar”. Discutían el uno con el otro sobre qué método de lucha era el más eficaz y quién de los dos acabaría antes con los guerrilleros.

Al final se ponía de manifiesto que los dos métodos eran a cual peor. En los distritos regidos por ambos comandantes, el número de guerrilleros era cada vez mayor. Los guerrilleros atacaban los poblados en los que los comandantes continuaban discutiendo. Ambos se llevaban las manos a la cabeza y, gritando “Mein Gotts! “ salían corriendo.

El movimiento guerrillero surgió y se desarrolló, no porque los invasores le hubieran permitido surgir y desarrollarse; nada de eso. Como es natural, no nos daban ninguna posibilidad para ello. Senci­llamente el pueblo no quería soportar la esclavitud fascista. Nin­guna clase de privaciones y dificultades detenía a los hombres soviéticos. El número de los destacamentos y sus efectivos aumen­taban de día en día.

Después del combate de marzo, el destacamento regional entró en un nuevo período de dificultades. El enemigo nos descubrió pronto y comenzó a perseguirnos de nuevo. Decidimos no quedarnos en los bosques de Gúlino y, por lo tanto, no construir allí refugios. Días más tarde, pasábamos a los bosques de Reimentárov­ka y, desde allí, otra vez a los de Elino. Habíamos elegido la táctica del movimiento casi continuo y en ningún lugar permanecíamos más de cinco o seis días.

Había comenzado la primavera, se desbordaban los ríos. Tuvi­mos que preparar apresuradamente carros, carretas y carretones; invertimos en ello bastante tiempo y fuerzas. Solamente a fines de mayo habíamos conseguido preparar una cantidad suficiente de vehículos. Todas las marchas las hacíamos a pie.

 

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