"Lo fundamental era estar al lado del pueblo, impulsarlo a la lucha. No había que olvidar que nosotros, los comunistas, éramos los organizadores, sólamente el armazón. He aquí lo que no se podía olvidar un sólo instante. Y entonces ninguna fuerza enemiga sería capaz de quebrantarnos" Alexéi Fiódorov

Capítulo primero: EN VISPERAS DEL COMBATE parte 6 de 16

Llegamos corriendo y de pronto se aclara todo: Popudrenko estaba disparando de un automático sobre un casco alemán. La cosa sucedió después de comer y haber bebido. En lugar de reconocer lo erróneo de su conducta, Popudrenko dijo primero que estaba comprobando la preparación combativa del destacamento, después que comprobaba la resistencia del casco alemán: si el metal era fuerte. El instructor político de la segunda sección Maistrenko no pudo aguantar su excitación y exclamó:

— ¡Yo también puedo disparar! —y pegó un tiro de fusil contra imárbol.

Yo le dije que él debía apoyar la autoridad de su jefe. Entonces Maistrenko tiró el arma y mirándome con desprecio se marchó.

Nuestros enfrentamientos terminaron con que Popudrenko me retiró del cargo de jefe del Estado Mayor con una orden. Y le pedí que me dejara ir, me iría al distrito de Bobrovitsa o de Nósovka. Conocía aquellos lugares, a la gente, sabía que allí existían grupos guerrilleros.

En efecto, sabía dónde con antelación se habían formado destacamentos. En Gúlino y en Reimentárovka se reunió el grupo dirigente de la región, con personas que ocupaban cargos elevados, secretarios de comités regionales. Demasiados funcionarios importantes. Lo que quería yo era pasar a un destacamento formado por combatientes en el que, como en el ejército, la mitad no sean cargos dirigentes.

Esperábamos a Fiódorov, pero no había noticias de él. Alguien incluso hizo correr el rumor de que el primer secretario del Comité Regional y el presidente del Comité Ejecutivo regional habían recibido orden de evacuar a la retaguardia soviética. En aquel tiempo no teníamos datos exactos y estábamos convencidos que el frente pasaba por el Desná, que tras el Desná el territorio no estaba ocupado. Y sí eso era así, Fiódorov se encontraría allí. Entonces yo propuse:

— Envíenme al otro lado del frente, y encontraré a Fiódorov. Este me dará instrucciones sobre todas las cuestiones que se nos han planteado. Si no encuentro a Fiódorov, volveré al distrito de Nósovka y me enrolaré en el destacamento local. Me negaba obstinadamente a ocupar cargo alguno en el destacamento regional. Por fin Popudrenko me dejó por imposible. El diecinueve de septiembre nos despedimos. Me propuso llevar conmigo un documento falso por el que se me hacía pasar por pastor. Yo le dije:

— Olvídate de esto, ¿para qué me hace falta este papel?

De todos modos, Popudrenko me dio una misión: transmitir a todos los destacamentos la directiva del Comité Regional en el sentido de que había que pasar a formas activas de lucha...

Cuando ya me marché del Estado Mayor, me encontré con Gromenko. Era por entonces jefe de sección. Me preguntó por qué estaba tan triste y adónde iba. Le dije que se me enviaba para ponerme en contacto con otros destacamentos y con Fiódorov.

— ¡Mientes! —dijo Gromenko—. Te han echado.

Yo no podía estar de acuerdo con esto. A mí no me habían echado, me pedían que me quedara, que mandara una sección, pero me negué a ello. Quería irme y conseguí lo que deseaba. Si hubiera estado en el ejército hubiera mandado las críticas que yo le hacía a mi jefe inmediato a alguna instancia superior. A Gromenko le dije:

— Si Fiódorov estuviera aquí, entonces me hubiera dado una orden y ya estaba. No hubiera rogado nada. Hubiera obedecido a Fiódorov...

Así que me separé del destacamento regional. Más tarde lamenté mi terquedad. Logré llegar con grandes dificultades al distrito de Nósovka y encontré a Stratilat. El destacamento era debilucho, mal armado, sólo unas sesenta y nueve personas. Los ánimos por los suelos. Shevchuk, el presidente del Comité Ejecutivo del distrito de Nósovka se expresaba de esta manera: "Luchar no tiene sentido, los nazis nos aniquilarán, tenemos que esperar que el Ejército Rojo esté más cerca, ahora lo que hay que hacer es esconderse, conservarnos. El CC nos acusará de que, con nuestros enfrentamientos con las fuerzas ridículas que tenemos contra un enemigo armado hasta los dientes, lo que hacemos es malograr a los activistas. Tenemos que conservar los cuadros..."

De todos modos, Stratilat, como un bolchevique de gran fuerza de voluntad y un jefe auténtico, supo elevar la moral del grupo. Realizamos unas cuantas operaciones contra policías y logramos los primeros éxitos. Los alemanes organizaban redada tras redada contra nosotros. Durante el invierno de 1941-42 nuestro destacamento no creció, sino al contrario. Enviábamos un grupo para explorar y éste no volvía. Es posible que la gente se fuera, puede que muriera. Lo más probable es que fueran ambas cosas juntas... Estábamos pésimamente vestidos. En mi caso lo que tenía eran unas botas de soldado y una chaqueta. Mientras vivimos en los refugios, la cosa se podía aguantar. El 7 de enero de 1942 los alemanes lanzaron en pleno día una operación contra nosotros con unas fuerzas de 400 hombres, nos enzarzamos en un duelo de fusiles. Matamos al subjefe de la policía de la ciudad de Nezhin y unos cuantos policías. Tuvimos que abandonar el campamento y todas nuestras reservas. Quemaron nuestro campamento y nos persiguieron cinco días. Marchábamos con la nieve hasta la cintura. Me subió la fiebre...

Con Stratilat acordamos que yo marcharía a Bobrovitsa donde tenía unos parientes.. El destacamento se dividió en varios grupos, yo me fui solo y llegué a casa de mi hermana que me instalé en la buhardilla. Estuve cuatro meses enfermo y casi me quedo ciego de la oscuridad..."

* * *

Del relato dictado por Démchenko tan sólo he aportado algunos fragmentos. En primavera, recuperado de su enfermedad, supo ponerse en contacto con Stratilat, en el distrito de Nósovka, de nuevo se creó un grupo guerrillero que se fortaleció rápidamente, alcanzó a tener más de mil combatientes... No me voy a referir aquí a la historia del destacamento de Nósovka, a sus éxitos y fracasos. He aducido aquellos fragmentos que pudieran en cierta medida esclarecer el conflicto.

Es interesante señalar que sólo después de la guerra nos enteramos que la familia de Démchenko —la madre y una hermana— se encontraba en Bobrovitsa. ¿Sin la esperanza en poder guarecerse en casa de sus familiares se hubiera marchado Démchenko del destacamento? Lo dudo... Y me refiero a esto no para acusar al que fue jefe del Estado Mayor por encubrir la verdad y no ser sincero. Lo más importante es comprender que la proximidad de la familia restaba entereza, daba motivo a pensamientos inútiles y alimentaba esperanzas vanas...

Es una verdadera lástima que en los primeros días de la formación del destacamento no pude decir a algunos camaradas demasiado confiados, en particular a aquellos que preconizaban la estrecha unión de los paisanos, una confianza exclusiva con sus familiares, amigos y en último caso con los muy conocidos, decirles: miren a lo que llevan los actos caprichosos, el localismo y el autoaislamiento.

Entonces no podía decirlo y no tenía ejemplos para mostrarlo, pero sí estaba obligado a preverlo. Esto me lo enseñé el Partido.

* * *

El 19 de noviembre acudieron los jefes y comisarios de destacamento: Balabái, Najaba, Vodopiánov, Kúrochka, Kózik, Korotkov, Loshakov, Druzhinin y Bessarab. Participaron también en la reunión todos los miembros del Comité Regional, así como Gromenko y Kalinovski, jefes de sección de nuestro destacamento regional.

Por mi cuenta y riesgo, invité a otra persona más: al teniente Rvánov, al que casi nadie conocía aún. Había llegado al destacamento sólo hacía dos días.

La primera impresión que Rvánov producía distaba mucho de causar efecto, pues era de mediana estatura, voz suave y ademanes tímidos. Además, le habían herido en un brazo. Al parecer, el hombre estaba más para curarse que para mandar. Sin embargo, lo presenté a los camaradas como jefe del Estado Mayor del futuro destacamento unificado.

¿Por qué había designado para un cargo de dirección a un hombre al que nadie conocía? Nadie me lo preguntaba, pero yo leía ese interrogante en los ojos de la mayoría de los presentes. Como es natural, yo tenía motivos de peso para hacerlo. Se los había expuesto tan sólo a Popudrenko y a Yariómenko, comisario de la unidad, quienes estuvieron de acuerdo conmigo.

En el refugio del Estado Mayor hacía un calor sofocante. Habíase reunido gran cantidad de gente, y alguno hubo de sentarse en el suelo. Propuse a los camaradas que se quitasen la ropa de abrigo; así lo hicieron todos. Se resistió únicamente Bessarab, jefe de un destacamento local. Dicho sea de paso, el hacerlo le habría costado no poco trabajo, pues era mucho el equipo que llevaba encima: dos pistolas, varias granadas, cartera de campaña, prismáticos, brújula y tantas correas, que parecía incomprensible cómo no se enredaba en ellas.

Stepán Feofánovich Bessarab —hombre fornido, de cuarenta años— había sido antes de la guerra presidente de un koljós. Durante un corto tiempo llegó a ocupar el cargo de presidente del Comité Ejecutivo del distrito. Pero no pudo con esta labor. Era muy conocido en el contorno y gozaba de bastante prestigio. Contribuía también a su notoriedad otro motivo: en los días de la colectivización del campo, cuando era presidente del Soviet Rural, un kulak había atentado contra él, disparando por una ventana e hiriéndole en la cabeza.

Bessarab tenía mucha cachaza. Prefería ni moverse ni hablar. Cuando, a pesar de todo, las circunstancias le obligaban a hacer uso de la palabra, comenzaba invariablemente tosiendo, carraspeaba e iniciaba su perorata con la misma muletilla "eso, pues", y luego intercalaba dichas palabras, juntas o separadas, al principio, en el medio o al final de la frase. Por ello la gente, al recordarle, hacía ante todo memoria de su "eso, pues".

— ¡Ejem! eso, pues, yo no me quitaré la ropa de abrigo. Eso, estoy enfermo. Temo, pues, resfriarme...

No obstante, debo decir que Bessarab se hizo guerrillero voluntariamente y que él mismo se ofreció a quedarse. Y la gente de su koljós le siguió, reconociéndole por jefe. Era, sin duda, un hombre fiel al Poder soviético.

Casi todas las personas a quienes encontré en la reunión habían estado en mi despacho de Chernígov antes de convertirse en jefes guerrilleros y miembros del Comité Regional. Ya he hablado de los cambios operados en el aspecto exterior y en las maneras de Popudrenko. Igual les había pasado a todos los demás.

Era aún prematuro hablar de cambios de carácter. Sin embargo, el nuevo aspecto exterior de cada uno reflejaba, en cierto modo, su estado de ánimo. Con la ropa y el equipo, mejor dicho, con la manera de llevar la chaqueta guateada, el gorro y la pistola, cada camarada daba la imagen de qué clase de guerrillero quería ser.

El gorro ladeado de Popudrenko, la barba y la colección de correas de Bessarab, los bigotes de Fiódorov, la blanca tirilla en el cuello de la guerrera militar de Balabái, la afectada rudeza de Kúrochka, secretario del Comité de Distrito de Jolm —persona de lo más suave y cordial que darse puede—, todo ello parecía un tanto afectado, como siempre les ocurre a los principiantes.

Sí, éramos unos principiantes en las guerrillas y en el trabajo clandestino. Alumnos del primer grado. Gente que, en su mayoría, había trabajado bastante y desde hacía mucho tiempo había elegido su lugar en la vida, ahora nos veíamos de pronto en el bosque, en un refugio, cercados de tropas enemigas...

Me fijé en Gromenko, antes agrónomo y ahora jefe guerrillero. Parecía estar en Chernígov, en una reunión de las de antes. Trabajaba en la Sección Agrícola Regional de esta ciudad. Exteriormente no había cambiado nada. Ello me pareció más afectado aún que la barba de Bessarab. Le hice la pregunta habitual:

— ¿Cómo van las cosas?

Me respondió con alegría, contento de la atención:

Las cosas no marchan mal, Alexéi Fiódorovich, pero es el caso que no tuve tiempo de evacuar a la mujer. Está para dar a luz y la tengo en la aldea, con sus padres. Allí hay alemanes.

"Eso es lo que te preocupa", pensé para mí. Era lógico que Gromenko pensase en su mujer, pero yo esperaba que me hablase de su sección o del estado de cosas en todo el destacamento.

Entretanto, Gromenko proseguía:— ¿No recuerda de cuando estábamos en Chernígov a mi mujer? Claro, naturalmente, no va a recordar a todos... Está a cuarenta kilómetros de aquí. Debería ir a verla, pero, al mismo tiempo, pienso que sería contraproducente. Le causaría nuevas inquietudes...

Confieso que no pude aconsejarle nada. No me había imaginado en modo alguno que en esta reunión tendría que resolver también cuestiones de tal índole.

— Está bien —le dije—, hablaremos de eso cuando termine la reunión. Ya idearemos algo Popudrenko explicó a los camaradas para qué se les había convocado y preguntó a cada jefe su parecer acerca de la fusión de los destacamentos bajo el mando único de Fiódorov. La mayoría estuvo de acuerdo.

— Debíamos haberlo hecho hace tiempo. Sin eso estamos perdidos.

Tan sólo Bessarab, luego de meditar unos instantes, manifestó que necesitaba pedir consejo a los camaradas de su destacamento. Se le dijo que el Comité Regional del Partido recomendaba la fusión.

— Yo, eso, pues, lo pensaré un poco. Mañana por la mañana daré la contestación. —no se olvide, camarada Bessarab; le esperamos mañana, a las nueve de la mañana. Después de su llegada firmaremos la orden.

 

indice libro 2, parte 01, 02, 03, 04, 05, 06, 07, 08, 09, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, capitulo2 parte01